Capítulo 27: La Última Jugada
El sol se alzaba débilmente sobre la escuela, bañando los pasillos con una luz cálida que contrastaba con la tensión que se palpaba en el aire. La batalla que todos temían ya estaba cerca. Los muros de la escuela de magia, en su solemne quietud, no podían reflejar la ansiedad que se apoderaba de los estudiantes y maestros, especialmente de Kieran, quien, aún viendo a Logan en la cama de la enfermería, no podía despejarse de la preocupación que le carcomía.
Aunque Logan había comenzado a despertar de su agotamiento, su cuerpo aún mostraba señales de la dura batalla que había librado consigo mismo, con su magia y su propia voluntad. Kieran lo observaba en silencio desde la silla junto a la cama, sus dedos entrelazados, pensando en todo lo que había ocurrido hasta ahora. "¿Por qué lo hace?" pensaba, la pregunta girando en su mente una y otra vez. Sabía que Logan no era solo un chico testarudo, sino que su sacrificio era mucho más grande. Pero ¿por qué estaba dispuesto a arriesgarlo todo, incluso a su propia vida, por él?
"No me lo perdonaré si te pasa algo," murmuró Kieran en voz baja, más para sí mismo que para Logan, sin atreverse a decírselo directamente.
La puerta de la enfermería se abrió lentamente, y la enfermera entró con un aire de preocupación visible. Se acercó a Kieran, quien se levantó de inmediato al ver la expresión de la mujer.
"¿Cómo está?" preguntó con urgencia.
La enfermera frunció el ceño, claramente tensa. "Está recuperándose, pero la magia que ha utilizado ha dejado cicatrices profundas. Necesita descansar más. Si sigue entrenando de esa manera, la siguiente vez no despertará tan fácilmente."
Kieran apretó los puños, mirando a Logan, quien dormía profundamente, ajeno al mundo que lo rodeaba. "Voy a hacer que se detenga. No puedo seguir viéndolo así."
La enfermera, al ver la determinación en los ojos de Kieran, suspiró. "Hazlo pronto. Si ese joven no escucha, ni los mejores hechizos de curación podrán salvarlo."
Kieran se apartó, caminando rápidamente por el pasillo. Las paredes de la escuela, siempre llenas de vida, parecían cada vez más vacías, como si la sombra de la batalla que se avecinaba ya hubiera comenzado a envolverlos. Kieran sintió cómo la presión aumentaba, su propio corazón acelerado con la ansiedad por la seguridad de Logan.
Mientras tanto, en las sombras de la ciudad, el padre de Kieran ya tenía todo listo. Había pasado días organizando cada detalle, preparando a sus seguidores, a los Vigilantes leales, para el enfrentamiento final. Sabía que su hijo había encontrado algo en Logan, algo que lo hacía dudar, algo que lo había cambiado, pero el comandante no estaba dispuesto a dejar que la traición se apoderara de su linaje.
"El Guardián será exterminado, no importa lo que cueste," murmuró para sí mismo, sus ojos fríos mirando al mapa de la ciudad. "Es un obstáculo, no solo para mi familia, sino para el orden que construimos. Nadie, ni siquiera mi propio hijo, podrá impedirlo."
El comandante sabía que no podría contar con la lealtad de Kieran, pero eso no le importaba. Tenía la ventaja. Había visto el comportamiento del joven, su duda creciente, y lo que le había dicho en secreto cuando pensó que nadie lo escuchaba. "Kieran no es tan fuerte como cree." Y ese sería su talón de Aquiles. Su amor por Logan sería lo que lo traicionaría.
El padre de Kieran preparó el último hechizo. Era un conjuro tan antiguo como letal, uno que no solo podía matar, sino desintegrar la magia misma de su víctima, dejando al Guardián sin su esencia. "La magia de los Guardianes desaparecerá. Y, con ella, el peligro para la humanidad."
En ese momento, mientras la luz de la tarde comenzaba a desvanecerse, el comandante observó el horizonte desde su torre. Sabía que la batalla sería dura. Pero estaba listo. Nadie, ni Logan ni su hijo, podría evitar que su plan se cumpliera.
Kieran volvió rápidamente a la enfermería, pero en su camino, algo en su interior le decía que no podía quedarse de brazos cruzados. "Tengo que hacer algo. No solo por Logan, sino por todos nosotros," pensó mientras caminaba rápidamente hacia la salida de la escuela.
Al llegar al entrenamiento, se encontró con varios de sus compañeros preparándose para lo que sabían que sería una pelea de vida o muerte. Pero Kieran no podía concentrarse en ellos. Su mente estaba en Logan, y en su propio padre.
"Esto no va a acabar bien," murmuró, mientras su mente se llenaba de imágenes de lo que estaba por suceder. Sabía que el día estaba cerca, el día en que todo cambiaría. Sabía que su padre lo había marcado como una pieza más en su juego de ajedrez. Y también sabía que Logan lo había arriesgado todo por él, a pesar de que no lo merecía.
Kieran se detuvo en seco, mirando hacia la distancia, donde las sombras se alargaban y el viento traía consigo una sensación de inminente caos. "No voy a permitir que lo pierda. No voy a perder a Logan."
Y mientras lo pensaba, un frío presagio recorrió su columna vertebral: "¿Y si yo soy el que está destinado a perder?"
El comandante de los Vigilantes había hecho sus movimientos. La batalla estaba más cerca de lo que Kieran imaginaba, y ya no había vuelta atrás.
¿Sería Logan lo suficientemente fuerte para sobrevivir? Y si lo era, ¿sería Kieran capaz de salvar lo que quedaba de su vida y de la de Logan, o sería todo un sacrificio en vano?
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