9
Las jóvenes se dirigieron hacia la cocina. Kate, de una forma un tanto tosca y furiosa se acercó a Luis; quien estaba sirviendo el Nescafé Dolca instantaneo de la jarra. Señaló con el dedo al muchacho, algo aterrada pero con el ceño fruncido; cosa que no se solía ver.
—¡Hay una cosa escondida en tu sótano! —pronunció Kate—; es momento de que avises a todos de que si seguimos en este lugar, no saldremos con vida...
—Espera —inquirió Luis—... ¿Acaso vieron lo mismo que Chloe?
—¡Si! —exclamó Kate—, Chloe tenía razón, todo este tiempo. —agregó—; hay algo con vida propia paseándose por esta casa... y es probable que esa cosa se haya llevado a Jade.
—¿Por qué Jade nos habría ocultado algo semejante? —preguntó Luis—; es extraño...
Chloe se había encogido un poco en sí misma; aún seguía aún de pie, pero se hallaba algo oculta tras Annie. El rostro de Luis cambió a uno de preocupación en tan solo unos segundos desde que oyó aquello; no había pasado desde que el club casi se quedaba atrapado en un viaje hacia la gran ciudad.
—Muy bien —dijo Luis—... Avisaremos al club... pero yo me dispongo a investigar que fue lo que de verdad le ocurrió a Jade.
—¿Pero cómo lo piensas hacer? —inquirió Kate.
—Pinkerton Street... altura 142 —dijo Luis—... entre Nobleza y West country.
—¿Llamando a Bárbara Gray? —preguntó Kate.
—Seguramente ya no esté trabajando ahí —replicó Luis—, quizás haya alguien más ahora mismo en ese lugar; pero lo que necesitamos realmente son los archivos.
Kate supuso que simplemente con preguntar en el Asilo de ancianos de Rawberry en Pinkerton Street 142 podría lograr que alguien le pase algún archivo de los miles de registros que se guardan anualmente. Jade había hablado de ello en el año 2009; por ende habría registros de su abuelo en esas fechas. Annie se sentía algo preocupada; dejando su actitud bromista de lado, sabía que ellos no eran detectives para realizar semejante hazaña, y que eran solamente jóvenes promedio que iban al Dancing night club de Rawberry los sábados por la noche, creyéndose una versión de John Travolta mientras bailaban la música del Telediario, pero también sabía que los adultos no creerían que hay algún tipo de monstruo suelto, el cual por algún motivo le gusta matar gente y dejarla ahí como si de un muñeco de ventrílocuo se tratase. Después de todo practicaban la ayuda al prójimo, y quizás eso podría evitar que de alguna forma alguien salga herido. Y quizás reuniéndose como una amistad podrían avanzar un poco en la situación que se estaba viviendo en aquellos momentos. Poco después se imaginó al monstruo desvelando su verdadera identidad; gritando «Me hubiese salido con la mía, de no ser por esos entrometidos jóvenes», al más puro estilo Scooby-doo.
—Creo que podremos llamar —dijo Annie—; el tema es que... creo que es mejor que nos vayamos de este lugar lo antes posible.
—¿Y qué tal si el monstruo logra escapar? —inquirió Chloe con algo de miedo.
—Jade había dicho en la nota que el ser odia la luz —Recordó Luis—; creo que es buena idea buscar información desde fuera antes de que llegue la noche.
—Pero están cayendo Churrascos —dijo Kate; Chloe ni siquiera parecía haber mejorado el ánimo ni un poco—; está lloviznando; no sé si el que las nubes tapen la luz del sol puede ayudar a que ese ente se escape.
—Tratemos de empezar por cerrar toda la casa —replicó Luis—; cualquier cosa, las reuniones relacionadas a nuestra actividad como club la haremos en otro lugar, y lo relacionado a esto lo haremos de forma aparte, con nosotros como personas.
Luis se dirigió hasta la sala, Helena se encontraba leyendo un libro mientras George explicaba aquella vez que se quedó dormido en un parque y despertó a las dos de la mañana por los lengüetazos de un gato.
—¡Gente! —llamo Luis—; debo informar que no es seguro estar aquí... lo mejor es que nos vayamos a nuestras casas en este preciso momento.
—¿Qué pasó? —inquirió Helena, dejando reposar el libro en su regazo.
—Hay un asunto que arreglar —explicó Luis—; el motivo por el cual murió Jade realmente.
Helena se congeló boquiabierta; George llevo su atención completa (o lo que le quedaba de ella) hacia Luis.
—¿No se había matado ella misma? —preguntó Sharon.
—No, parece que no es así —explicó Luis—; Annie, Chloe y Kate fueron a encender una caldera en el sótano, y dicen que vieron algo que les comenzó a perseguir.
El grupo (exceptuando George, el listo), se tomó unos momentos para ordenar las ideas. Helena dejo el libro, ejemplar de La llamada de Cthulhu de H.P Lovecraft en la mesa, y se posicionó de pie, apoyada en una de las librerías, la cual soltó repentinamente al sentir que se balanceaba con sus movimientos. George se levantó junto a ella, e igual Sharon; y asintieron de forma unánime.
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