6
El grupo se había dividido; entre ellos se repartían linternas y velas encendidas; querían prevenir lo que sea que la nota de Jade advertía, y no sabían que era, pero era mejor eso que lamentarlo más tarde. Luis se puso a lavar los platos junto a Sharon, mientras que Chloe acompañaba a Kate a servir bebidas al resto del club. Chloe había agarrado tres botellas de cerveza de la nevera y las colocó en la mesada de la cocina. Poco después se puso a mirar por encima de las estanterías; parecía estar buscando algo en específico. A Kate le generó intriga su compañera, así que se acercó a ella.
—¿Buscas algo, Chloe? —preguntó Kate—; quizás pueda ayudarte.
—Yo —dijo Chloe—... Busco algo para destapar las botellas.
—¿Acaso no está en este lugar? —preguntó Kate, y Chloe, sin soltar ninguna palabra, negó con la cabeza suavemente.
Kate alumbró directamente con la linterna los estantes de madera, pero solamente encontró polvillo y restos de polietileno esparcidos por el lugar. Chloe le dejó a mano una pequeña banqueta, la cual Kate aprovechó para subir en ella, y así seguir buscando por los estantes más altos.
—Mmmm tampoco, nada por aquí —dijo Kate—, quizás Luis sepa.
—Entonces vayamos a preguntarle —convino Chloe. Ambas caminaron hasta la puerta de la cocina; Luis no se encontraba en ese lugar ni en el pasillo trasero. «¿No está? —pensó Kate—; recuerdo haberlo visto por aquí».
—Creo que no está ¿No sé encontrará quizás arriba? —preguntó Chloe; sincronizándose inconscientemente con los pensamientos de Kate.
—Es posible —asintió Kate—, tenemos que ir a ver. —Señaló la escalera.
Ambas subieron con una linterna en la mano, escalón por escalón, hasta llegar al segundo piso. En este, la primera habitación que se presentaba poseía cinco puertas, y un pasillo que se dirige hacia una última.
—Yo revisaré por allá —dijo Kate—, tu ve por ahí. —Dirigió a Chloe, y esta asintió. Kate entró a una puerta de una madera bastante cuidada, roble con toques de pintura dorada. Mientras que Chloe accedió a otra habitación en la parte del sur; en dirección a la entrada. Lo primero que vio fueron unas siete estanterías repletas de libros viejos; todos ordenados de forma prolija y limpia. De un lado había un sillón junto a una pequeña mesa, la cual tenía un cenicero que lucía antiguo; tenía inscripto la fecha de 1950. Y cerca de una de las paredes se hallaba una Jukebox que usaban en los bares; era como un tocadiscos enorme, el cual a su lado tenía una amplia colección de vinilos; Elvis Presley, Little Richard, Louis Amstrong y otros clásicos del Rock&Roll. Chloe avanzó con cierto asombro; su padre escuchaba a varios de esos artistas, y a ella se le pegó el gusto, pero lo que le sorprendió más fue una caja musical con forma de carrusel, la cual parecía forrada en oro puro; eso seguramente ni era de Luis, sino que de algún familiar de Jade. Chloe recordó que Jade había mencionado antiguamente que su abuelo vivió temporalmente con ella, hasta que debido a la demencia debió ser internado en un asilo de ancianos. Jade solía ir a visitarlo a menudo, tendiéndole un ramo de rosas; lo que estaba viendo era el legado de ese hombre.
El asombro se transformó en miedo, cuando oyó un susurro en la distancia: «¿Te gusta lo que ves?, a ella también le hubiese gustado, si estuviese viva», acto seguido, una luz y un sonido metálico le hizo pegar un sobresalto, del cual se quedó agarrada de una de las estanterías de madera de roble antiguas. El tocadiscos estaba encendido, se reprodujo una versión lenta de Jailhouse Rock de Elvis Presley, y por su velocidad, la voz que cantaba sonaba en un tono muy grave y macabro. «Everybody let's rock, everybody in the whole cell block». Chloe se quedó observando sin despegar la espalda de los libros, perpleja, confundida y asustada de cierta forma. «Juro que he tomado mi pastilla para la esquizofrenia —Se repitió en su cabeza— ¡LO JURO! ».
Chloe rodeó la Jukebox hasta llegar a la puerta, e intentó escapar de esa habitación, pero no podía; estaba atorada. La rocola se detuvo, hizo un sonido mecánico y volvió a reproducirse, pero esta vez a la inversa. Chloe tomó el picaporte de la puerta, usando sus dos manos y lo comenzó a sacudir con una fuerza nerviosa para intentar abrirla, pero sin éxito. La silla se había volteado hacia ella; sobre ella se encontraba un esqueleto sentado; era el de Jade. Comenzó a soltar una risa macabra tan aguda que Chloe casi sintió que sus oídos se perforaban; la joven pudo observar como los cristales de las ventanas se hacían añicos y caían al suelo, iluminados por la luz de la luna; entonces comenzó a gritar también.
La puerta estaba abierta, una figura estaba de pie frente a Chloe, aunque al ver mejor, se dio cuenta que en realidad se trataba de dos personas.
—¿Qué te pasó? —inquirió Luis
—Se reprodujo sola —masculló Chloe; su frente se había cubierto de un sudor tan frío cómo la calle en ese momento, y su corazón latía tan rápido que pensó que se le saldría por la boca—; la máquina... es verdad, ¡He tomado mis pastillas! —Señaló a la Jukebox, la cual se encontraba esa vez apagada.
—Tranquila —dijo Luis—; este lugar da un poco de mala vibra, ¿Eh? —agregó. Él tenía un amigo que estudió psiquiatría, y normalmente la dosis de las recetas debían de cambiarse; pero tampoco sabía si comentarlo.
—Estoy de acuerdo contigo —respondió Kate—; este lugar me da muy mala espina... de verdad.
—Mi padre tenía una de esas máquinas —dijo Luis—, y la vendió.
—¿La vendió?
—Con el dinero que salió de ella se compró un Ford Edge —respondió Luis; un modelo ahora un tanto obsoleto, pero aún le sigue funcionando, así que viene bien.
Kate no podía centrar su cabeza en la situación, debido a que sus pensamientos rumeaban por todas partes; pero lo terminó por hacer.
—Pero, ¡Es verdad! —exclamó Chloe—; es verdad, se activó la máquina sola...
—Chloe —dijo Luis—; en todo caso... creo que es mejor que nos acompañes. —agregó, y Chloe asintió. El trío bajo la escalera hasta llegar a la planta baja, donde en el vestíbulo se encontraron a Helena.
—¿Has visto a Jackie? —preguntó Luis.
—Creo que está durmiendo en un sillón de la sala —replicó Kate.
—Gracias —agradeció Luis, y caminó hasta la puerta del lugar donde se habían reunido. Ahí se encontraba Annie contando una historia de terror a Sharon y George, mientras que Jackie estaba dormida. Luis se acercó al grupo: «Deben estar divirtiéndose —pensó Luis en ese instante». Kate se quedó levantada junto a Chloe, mirando al grupo.
—Parece que nos tocará una noche larga —dijo Luis—; a estas horas ya los buses están cerrados, y a las ocho de la mañana vuelven a pasar.
—Ni lo digas —replicó Kate—; creo que lo mejor será contarnos historias hasta que nos de ganas de dormir.
—¿Tienen ganas de escuchar lo que estoy contando? —preguntó Annie.
Kate asintió, y Chloe retrocedió dos pasos; una historia de terror no superaría lo que ella vio en el salón de arriba. Para ella era algo difícil que alguna alucinación se le venga a la cabeza si tomaba su medicamento prescripto, pero dudaba de que algo así pudiese ser verídico; más viniendo de lo que su mente procesaba. Kate también se hallaban algo nerviosa, mucho más que el resto del grupo, aunque tampoco buscaba alarmar a nadie, y esperaba mantener la armonía del mismo.
Kate se acercó ligeramente a Jacqueline, y le dio una ligera sacudida; poco a poco se podía ver qué ella abría los ojos, y entre quejidos, se despertó.
—¿Sabes dónde se encuentra el aparato para abrir las botellas? —preguntó Kate.
—murmuró Jacqueline—; se encuentra encima de aquella mesa —Señaló una pequeña mesada al lado de la armadura; Kate se dirigió a ese lugar y tomo el aparato; para cuando volteó, Jackie seguía durmiendo, así que la dejó descansar.
Chloe comenzó a destapar las bebidas y a servirlas a los invitados de Luis. Kate se dedicó a sacarlas una a una de la nevera; un pequeño trabajo para complacer a la gente hasta que el sol salga; sin embargo, quizás en algún momento iba a irse a dormir. Saco una Corona fría y se la dio a Chloe, quien la abrió y la dejó en la mesa.
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