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Kate se encontraba ahí, atada en un poste, y mucha gente a su alrededor bailaba y silbaba. El coro de la multitud dando cantos tétricos y macabros al son de la danza maquiavélico que hacían con máscaras tapándoles la cara hizo que la piel se le erizara. Vio abajo, su cuerpo no era el de ella; era un hombre. Observó aterrada a la multitud, con un agotamiento físico increíble y muy pronto sintió leves dolores como si alguien la hubiese golpeado antes de llegar ahí. Una voz salió de ella, gritando «¿Por que me hacen esto?», ella no podía hablar, y la voz se le controlaba sola.
Había fuego, mucho fuego, pero si no fuera poco, un hombre portaba una daga antigua que parecía hecha a mano, un poco afilada, eso sí. Ella observó al hombre acercarse con un tinte en su mano, y dibujándole algo en la frente que ella no sabía que era. El hombre recito un par de palabras en un idioma, que quizás sea latín, pero ella no sabía ya que no lo conocía, y sacó a relucir la daga. La gente comenzó a gritar, y a barullar. Kate vio como el hombre le colocaba la daga en su cuello, justo en su arteria carótida y sintió una sensación fría como la de una aguja, junto a una leve presión. El hombre saco la daga y estaba mojada con algo de sangre. Kate observó a su costado, y vio sangre desprenderse como si se tratase de una manguera de bomberos rociando agua hacia el exterior, pero cerrándose y abriéndose al ritmo de los latidos cardíacos. Al ver eso sintió un escalofrío y comenzó a sentir el dolor en el cuello; estaba abierto, le arrancaron la arteria con la daga.
Kate sintió una sensación de irrealidad, todo lucía como si fuese a través de un vidrio, y a su vez el reflejo de la luz del sol en los objetos se volvía cada vez más brillante y borroso hasta que nada.
La siguiente imagen que vio es la de una mujer vestida de blanco, ¿Jade?, Su piel era cadavérica, ¿Sarah?, No, era Jade.
—Hazle caso a Sammath —dijo Jade—; vas por el camino correcto. Y se desvaneció en la oscuridad.
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