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Había pasado aproximadamente semana y media desde la última vez que Chloe había salido de la casa. En las calles parecía que cualquier persona seria ese ser; vendedores ambulantes, o cualquier amistad que tenga, hasta que por fin fue convencida. Salió para reunirse con Helena, Sharon, Annie y Kate en un restaurante, el cual estaba algo metido ahí entre calles. Sharon llevo a Helena y a Annie los ronquidos toscos de una Honda familiar que tenía en su cochera. Chloe sintió la cálida seguridad de ver a más de dos personas juntas, y así poder identificar al monstruo si es que aparecía. Annie llevaba una boina francesa que tapaba el origen de su cabellera morena.
—¡Hemos llegado! —anunció Helena.
—Bonjour —saludó Annie finamente en francés.
—¡Mira lo que traje! —dijo Sharon, levantando levemente sus negras gafas de sol que hacían que su rostro luzca de película, quizás Matrix, pensó Chloe— ¿No es bonita? —agregó Sharon, parecía una motorista, faltaba que se junta con un grupo de los que andaban por la Ruta 106 de Ciudad dando vuelta por los restaurantes de paso, y ya con eso tendrían la cereza del pastel.
—¡Hola, ojitos de huevo! —exclamo Annie encima de aquella motocicleta, Chloe le devolvió el saludo, algo feliz por haberla visto nuevamente. Las dos chicas de atrás bajaron de la máquina mientras que Sharon apagó el motor y la aparcó en una zona cercana a la acera; estirando las piernas para poder avanzar estando encima de ella, en un intento de experimento raro para ahorrarse pasos. Annie corrió a abrazar a la muchacha, quien correspondió de forma cariñosa y cálida. En la misma calle del restaurante caminaba Kate, llegando al lugar
—No creerías que te íbamos a dejar tan fácil. —dijo Annie.
—¿Qué onda, gente? —inquirió Sharon después de bajar de la motocicleta, en un tono muy "a la onda" —¿Dónde están los tragos aquí?
—Ahí dentro —respondió Chloe, aún siendo abrazada por la chica.
Sharon observó un panorama más amplio del lugar, identifico la música de Social Distorsion gracias a la voz de Mike Ness. Dentro de encontraba una camarera con un panfleto de Rawberry News, periódico local, de pie, leyéndolo, mientras otra de estas retiraba un pedido del mostrador.
—¡Genial! —exclamó Sharon—; sin duda alguna, yo pediré un par de cervezas. ¿Alguien quiere?
Las chicas negaron de forma unánime; quizás no era el momento, para ellas, o tal vez las otras tres no eran bebedoras acérrimas.
—Entonces todo será para mí sola. —repuso.
La charla había proliferado, entre los cafés y la cerveza de la mesa, la conversación empezó a fluir. Kate abrazó a Chloe mientras está sonreía.
—¿Y como has estado? —preguntó Kate a Chloe.
—Yo, muchísimo mejor —replicó con algo de entusiasmo—; ahora puedo salir nuevamente sin temer.
Chloe tenía la certeza de que si aparecía el monstruo en ese momento, al menos alguna de las amigas lo sabría; hasta el momento no había visto que ese ser demoníaco pudiese duplicarse o algo así, entonces al menos tres de ellas eran verdaderas personas. La alegría de la joven era mucha al poder hablar otra vez con sus amigas después de tanto tiempo encerrada. Recordaba que por las noches encendía el velador por si el monstruo aparecía, para despistarlos, y le costaba dormir por la misma luz. Ella se las apaño para colocarse una toalla en los ojos y así poder disfrutar de la oscuridad en su cabeza al menos. A su parecer el monstruo nunca apareció después de lo sucedido en los puertos, y eso le daba algo más de confianza. Se colocaba melodías de Chopin para relajarse de vez en cuando, y su terapia permanecería igual, ya que un psiquiatra creería que fue una alucinación o algo similar, aunque Kate también afirmó que lo vio.
—¡Me alegra saber que estás mucho mejor! —replicó Kate esbozando una sonrisa con ademán alegre. El viento soplaba a sus caras y la mesa de vez en cuando se mecía por lo que parecía ser una pata algo chueca, aunque se mantenía de alguna manera. Era mucho más entretenido para Chloe el salir que el discutir de política con los freaks huraños del Twitter, y sin duda alguna, se alegraba de haber podido hacer un avance, aunque sea pequeño, en ello. Mientras el grupo bebía café —y Sharon una Heineken—, la armonía del coro de la charla era muy natural y desinhibida. Las chicas llegaban a nuevos temas, que abarcaban farándula, vida diaria, vehículos y otras cosas similares. En un momento Helena recuerda:
—¡Ey, Kate! —llamó—; ¿Averiguaste algo del monstruo?
—Ehmmm, no aún, pero alguien me dijo que investigue sobre una palabra —replicó.
«Figwoh —dijo la voz de Sarah dentro de su cabeza—; FIGWOH»
—Sobre los Figwoh —agregó Kate—; no sé qué es eso, pero me lo dijo la chica de la ONU.
—¿Hablas de esa tipa gruñona que vigilaba la puerta? —inquirió Sharon.
—Precisamente ella —repuso Kate—; deberíamos contactar con algún historiador local. —Ella recordó que Sarah también le había mencionado uno de los pueblos antiguos de Rawberry, iniciado por leñadores cerca del río Yerif, y algo de eso había visto durante su estadía en el instituto María Nereida VI ubicado al sudeste de la localidad, muy cerca de donde vivía su tía Amelia. ¿Ella quizás sabría?, Quizás si la llamaba al teléfono podía dar detalles al respecto de la historia local. También Kate comenzó a dudar sobre la cantidad de tanques militares que vio pasar desde que la Sudestada golpeó el estado. Los Figwoh, ¿Qué eso?, se preguntó, quizás esté la respuesta aún más cerca de lo que pensaba, tan sólo mirando al pasado, pero, ¿Cómo llegaré a ella?. Kate trazo mentalmente un papel con Plan A, y Plan B en este.
· Plan A: Llamar a Amelia
· Plan B: Averiguar de otra forma, quizás el museo.
Kate tuvo esa brillante idea en el momento, el museo podría tener rastros de algo que pueda servirle para llegar a esa conclusión; además de que Fran le dijo que tenía otra idea, y quizás, aunque suene utópico, ambas ideas se sumarían formando una que eta perfecta. Quizás era una mentalidad muy optimista yendo al caso, pero era lo que más esperaba pensar. Kate recordó a Fran, y toda su infancia llegó a su mente, era como un tren marchando rumbo a otro lugar, uno sin un destino fijo. Ella tenía ganas de regresar a los tiempos en los que iban a otros pueblos o hasta a la misma ciudad desde la línea de trenes, y paseaba con Fran rumbo a relajarse un buen rato. La responsabilidad que cargaba en el hombro de la hermana mayor era bastante en esa época, pero Kate era bastante pequeña para tener consciencia de todo lo que podía ser peligroso para un niño, aunque aún así aprendía demasiado de ella. El paseo por el teatro Buena Fortuna en Ciudad Celeste, la localidad de don Jorge Abeto, a ver El fantasma de la ópera una vez, quizás El infierno de Dante o la interpretación de Carmen, la cual le recordaba algo a Helena.
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