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El día volvía a deslumbrar el pueblo, Kate despertó de su sueño gracias a su despertador con el sonido insistente del pitido bramando en la habitación. Ella estiró el brazo hasta la mesa de luz, y lo movió, dando leves golpes en ella hasta darle al botón del despertador; apagándolo. Kate se levantó para espabilarse, aunque la misma cama le incitaba a regresar a ella. Se levantó y caminó hacia el pasillo. Intento dirigirse, con toda la poca fuerza que tenía, al baño, y tocó la puerta.

—¡Ocupado! —avisó Briana.

—Está bien —replicó Kate.

Esperó cerca para entrar a cepillarse los dientes, hasta que Briana salió, y ella pasó.

Al cabo de un rato, las dos chicas se hallaban nuevamente en el comedor de la casa. Fran se había levantado pálida y con ojeras muy grandes. Ese día la muchacha se olvidó en su cuarto las gafas que llevaba a la oficina.

—Buenos días —dijo Fran con un ademán de cansancio. Kate supo que Fran había dormido mal ese día, pero también supo que se lo quitaría con un café poco después. Por un tiempo, Kate no había recibido novedades del monstruo, pero pensaba que quizás su hermana si, así que le pregunto.

—¿Pasó algo?

—Una pesadilla —replicó Fran tranquilizador a Kate—; una en dónde apareció la chica del edificio del puerto, y me dijo que te cuide.

—Entiendo —asumió Kate—, es comprensible. Yo la encontré trabajando en un supermercado; se hallaba en la caja pasando los productos. No entiendo cómo pude encontrarla ahí.

—Sister, ¿Y qué ha sido de Chloe?...

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