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—Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad. —gritó Kate.

Las chicas corrieron por el pastizal detrás de la casa de Briana, tomando la carreta por el manubrio hasta que llegaron a la zona que daba con el río. Estaba algo empinada, daba directamente a él, y ahí se encontraba el objeto. Kate emitió una sonrisa de felicidad al ver que estaba aún dónde lo dejaron y ningún alce ni otro animal se lo llevó consigo.

—¡Aún está! —exclamó Kate—; ¡sigue ahí!

—Es momento de llevarlo. —replicó Briana.

Kate colocó sus manos en la punta de la carreta y escaló en ella para meterse. Se sentó dentro de esta mirando fijamente la bajada.

—Pon el manubrio para mi lado —ordenó Kate.

Briana parecía intuir lo que Kate buscaba hacer, y aunque lucía divertido para ella, parecía peligroso de igual forma.

—¿Estás loca? —inquirió Briana con algo de preocupación en su voz—, vas a caer y te vas a lastimar.

—Si mis años practicando andar en bicicleta dan su resultado, no tendría por qué pasarme nada. —replicó Kate.

—Ehmmm —emitió Briana—; creo que no es ni de lejos parecido, Katherine.

—Hazlo —insistió Kate mientras daba pequeños saltos dentro de la carreta. Briana suspiró y lo hizo; giró la carreta con el manubrio hacia el lado de la cuesta abajo. Y Kate observó la bajada. Respiro aire muy profundo y empujó hacia delante tirando hacia atrás del manubrio para evitar la fricción con el suelo. La carretilla comenzó a dar marcha hacia delante, en lo que parecía una locura desenfrenada que ella había provocado.

—¡Wiiii! —gritó Kate entre risas.

Briana corrió tras la carreta mientras Kate andaba encima de ella, siendo empujada por la misma gravedad hasta la parte más baja; el problema era el como detenerla. Kate bajó hasta casi el río, e intentó detenerla haciendo fricción con la parte delantera de esta, solamente que se pasó y el frenado brusco hizo que Kate salga disparada hacia el agua. Tuvo suerte, no había tanto suelo ahí y era algo profunda, pero muy calmada; tampoco se topó con ninguna piedra, pero si sintió un ligero dolor en el brazo.

—¡Mierda! —exclamó Kate—; creo que me rompió el brazo...

Briana corrió hasta el río y sacó a la chica del otro brazo. Observó ligeramente que estaba algo herida, aunque no de gravedad, ya que el agua la detuvo, pero pudo haberse golpeado la cabeza con algo y ahí sí complicarse.

—No creo, solamente te dislocaste el brazo —dijo Briana.

—¡Mierda! —exclamó Kate mientras se levantaba.

—Ahora, tenemos que intentar cargar aquel artefacto en la carreta —dijo Briana.

Después de analizar la situación un rato, lo decidieron. Kate levantó el manubrio de la carreta cerca del objeto, y Briana lo empujó con algo de fuerza hasta que entre en ella, después, colgándose de esta lograron que vuelva a su posición original y el aparato estaba ya dentro.

—Muy bien —dijo Briana—; carguemos esto hasta casa. Kate asintió acariciándose el brazo con una ligera mueca de dolor. Ambas avanzaron lentamente por el pastizal en aquella subida que Kate había usado como rampa poco antes. Briana cargaba el carrito y Kate vigilaba de frente.

—Mira, si lo pongo así duele —dijo mientras colocaba su mano en una posición algo extraña—, y si lo pongo así, no ocurre nada.

—¡Ya para! —dijo Briana—; de seguir así se terminará por romper en serio. Ve a qué te revisen cuando llegues a la casa.

—Sí; eso haré, el doctor Wright es bueno con eso —dijo Kate—. Él hizo que mi vecino volviese a caminar.

—¿Lo curó de las piernas?

—No, tuvo que vender el carro para pagarle.

—Veo —replicó Briana—; pero que no te cobre mucho. Por cierto... debes dejar de depender tanto de tu hermana y buscar una personalidad propia. —Esas palabras Kate las recordaría como ninguna otra.

Kate siguió caminando junto a Briana hasta la casa de la segunda, sintiendo el aire natural entrar en sus pequeños pulmones. El aroma primaveral que esa época emitía era muy nostálgico para Kate, remontándola hasta la época en la que sus padres la llevaron a Disneyland junto a su hermana, o cuando recolectaban flores en el parque. El aroma, durante un momento comenzó a cambiar poco a poco, un aroma bastante horrendo impregnó el ambiente; algo que en ese momento Kate nunca había olido.

—¿Ese olor lo emite está cosa?

—Sí, parece —replicó Briana.

Kate logró percibir un sonido a una rama desquebrajándose en el fondo del bosque, y después de voltear a ver qué lo provocó, volteó hacia Briana.

—¿Qué fue eso? —inquirió Kate en un tono alarmante.

—¿Eso?... No lo sé —replicó Briana.

En ese momento Kate escucho «¡Alto ahí!», y es cuando se dio cuenta de que una persona les perseguía.

—¡Creo que alguien nos busca! —susurró Kate.

—También lo oí.

Colocando el oído en alto nuevamente, Kate logró darse cuenta que no era una, sino que eran varias personas buscándolas.

—¡Corramos! —dijo Kate.

—¡Estoy de acuerdo! —convino Briana. Soltó la carreta, dejando caer el contenido, y ambas comenzaron a correr hacia la casa, entre tumbos y tropezones. Briana escaló la valla, y ayudó a Kate debido a que se le dificultaba por el dolor de su mano. Al caer Kate dentro del jardín, ambas entraron a la casa, corrieron hacia la habitación —cerrando cada puerta del camino— para encerrarse en esta. Casi a oscuras, salvo por la luz del sol que entraba desde un hueco en las persianas que cubrían la ventana. Las chicas observaron con sigilo desde ahí, y lograron ver un par de sombras moverse por detrás de las vallas.

—Creo que no hay nadie —dijo la voz de un hombre

—Parece que alguien intento llevárselo —replicó otro—. Veo que hay una carretilla.

—Puede ser de cualquier persona del vecindario —dijo el primero—; por suerte la tenemos antes de que alguien salga herido de esta...

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