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Fran había entrado a la sede de Rotary Club Rawberry a tan solo un par de calles del centro. A ella no le parecía poco común tener que realizar tales viajes a dicho lugar, de hecho, amaba el estar fuera de casa un rato; y aún más después de tener que hacer investigaciones para su hermana. Ella sospechaba de algo, y era relacionado a la familia de Jade. Sus padres cuando estaban vivos solían hablar muchos con ellos, así que quizás algún dato tendrían, pero aún buscando en la casa no encontró nada relacionado a ellos, además de un par de rollos de fotografías sin revelar en una cámara Kodak de la década del noventa. La falta de información frustraba aún más a la joven Fran, quien aún a sus treinta y un años sentía que había cosas que la superaban —aún tomando sus responsabilidades diarias—; ¿acaso es la sensación constante de que algo falta?, ¿O el agobio de verse perfecta ante todos para tranquilizar a su hermana pequeña?, ella sabía que su hermana la veía como una madre, pero también sabía que no podía fingir todo el tiempo que todo iba a estar bien, y su hermana no era la excepción a la regla.
En aquella larga mesa de socios se encontraba en una punta el presidente, y el presidente anterior. A su lado el macero (Maestro de ceremonia), del otro el fiscal rotario; el tesorero y el secretario se encontraban también cerca de la punta, pero a los lados de la mesa. La gente hablaba y hacia barullo en el salón. Algunos sonreían, otros se quejaban de sus vidas, y Fran ordenaba su mochila, sacando y colocando una que otra cosa. Tras el presidente se encontraba una bandera de "Estado independiente", y junto a esta la bandera rotaria. La mesa estaba adornada de botellas de sidra, Coca-Cola, y platos vacíos a montones. Fran se sirvió de una bandeja, al igual que la mayoría de ahí, un pedazo de asado que estaba por comer; y dirigió su tenedor a la boca. Casi lanza el tenedor al aire del susto cuando el presidente golpeó la campana a su frente con un martillo pequeño y gritó:
—¡SILENCIO!
El salón entero pasó a estar en silencio a excepción por el sonido de la campana que retumbó en las paredes. Fran sintió un pitido en su oído, y dentro de la confusión trago la comida. Ella se llevaba con todo el club ahí dentro, Dickson era el presidente del periodo, elegido entre marzo y abril a mano alzada, y durante el mes de junio asumió. Rogan Tynor era el secretario, y Alice tesorera; ella se encargaba de guardar el dinero que recibía el club en un fondo en común, donde parte iba a la fundación y parte regresaba a ellos. Ted Prade, según Fran, solía calentar la silla mientras que en su vida diaria se comportaba como un patán, mientras que el resto solía ayudar a sus vecinos en cualquier percance que ocurriese. Dickson, un día frío de otoño, había ayudado a Eren Waters a juntar el montón de hojas de su casa (el hombre era discapacitado porque un accidente le obligó a estar en silla de rueda), y llevaba, al igual que casi todos ellos, la "actitud" hacia su vida diaria. Había asistido Carlos Wendell a la reunión, quien solía hablar sobre su esposa e hija al grupo: «El mejor regalo que Dios pudo haberme dado, es mi familia». Max Kendall y James DeFleur. Las rotarias presentes eran Sarah Millow de cincuenta años y Marge Bond de cuarenta.
—¿Cómo les ha ido?, Espero que muy bien —dijo Dickson—; como he visto que estaban distraídos, decidí que era buen momento para llamar su atención... Attenshoun —pronunció en un inglés un poco vago; su calva reflejaba las luces del techo.
Los miembros se miraban entre si, sin emitir ni un ruido y sin tocar su plato todavía. El presidente llamo nuevamente la atención de sus invitados repitiendo calmadamente «Bueno, bueno, bueno». Los presentes volvieron a centrarse en él.
—Nuestra nueva socia, Sarah, ha traído cajas de semillas para cultivos de alimentos —dijo Dickson—; estás nos servirá para abastecer las comunidades más necesitadas; al menos en comida. Gracias señorita Sarah.
—No hay de qué —replico Sarah—; y gracias por lo de señorita. Je, je. —Soltó una pequeña risa.
Fran en la reunión anterior se había ofrecido a ayudar al resto a entregar las semillas a la gente que necesitaba; era un trabajo, pero estaba dispuesta a ello. Trata a los demás como quisieras que se te trate, pensó en una frase que le dijo un socio apenas había entrado al club como invitada. Dar de sí antes que pensar en sí era el lema rotario, y aquel que Fran seguiría fielmente aunque había gente que realmente no lo hacía. Ella preferiría no fanfarronear ni presumir, sino que más bien servir a su prójimo.
—Yo voy —dijo Ted—; voy a ayudar para ser cada día mejor persona.
—Adelante —replicó Dickson—; si quieres, participa.
—¡Excelente! —exclamó Ted.
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