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A lo lejos de lo que parecía una gran ciudad, se sentía el sonido del despertador, la cual sacaba a Kate de sus más profundos sueños y desvanecía esa imagen mental que se creó. Tocó el despertador, y se levantó de la cama. Kate sentía su boca pastosa, mientras que intentaba centrar su mente en sus sueños para recordarlos; cosa que no ha pasado. Se cepilló los dientes y bajo para desayunar; su hermana le había preparado un café, y a su lado había un plato con dos budines de chocolate, los cuales se hicieron con polvo para repostería instantáneo y un poco de cacao.
—Sister, hoy hacen reunión, ¿Cierto? —preguntó Fran, aún sabiendo la respuesta
—Claro que sí —replicó Kate—, hoy será la primera reunión del periodo.
—¿Entonces van a planear sus proyectos de esta mitad de año?
—¡Por supuesto! —contestó Kate, aún con la boca algo llena. Fran iniciaría sus reuniones una semana después, solían hacerlas en el club al centro del pueblo.
La joven Kate emitió una mueca de disgusto al ver su sombra, y poder presenciar su cabello desalineado que anunciaba su reciente despertar, así que se levantó de su silla de madera, y recogió un cepillo que se encontraba encima de un mueble.
—Sister, diría que te peines un poco lejos de la mesa. —musitó Fran.
Kate se alejó un poco de la mesa y se sentó a acomodarse el cabello en una silla colocada frente a una pared en la cual se encontraba el pasillo que daba a la cocina y al patio. Sobre ella se encontraba un reloj Cucú antiguo que les había regalado su tía abuela Margaret, poco antes de fallecer, e indicaba las 9 am. Poco después Kate tendría que prepararse para ir, ya que el viaje en bus sería largo para llegar a la zona de reunión.
Después de terminar el desayuno, Kate se dio un baño con agua caliente, y burbujas hechas con jabón Johnson & Johnson, y colocarse Champú —shampoo— para el cabello lacio, junto a una montaña de acondicionador para recuperar sus propiedades. Salió pitando del baño para vestirse con su ropa habitual, una vieja camisa negra tras una playera blanca con el dibujo de la silueta de un pato, el cual mostraba la leyenda «You're duckrolled». Se colocó sus pantalones negros tipo vaqueros, y se levantó de la suavidad del colchón de su cama. No era un momento para dormir, ni mucho menos, ya estaba lista para iniciar el viaje.
Bajo las escaleras tambaleándose un poco, saludo a su hermana mayor y se dirigió hacia la puerta; su rechinido era casi inexistente, su hermana, Fran, solía encerarla a menudo los domingos. Kate no pudo evitar la risa al recordar a Fran diciendo «Esto parece una película de terror», al encerarla, refiriéndose al sonido que hacía. Cerró la puerta suavemente y se dirigió hacia la primera calle; al ver que ningún coche se acercaba al lugar, la cruzó hasta la acera frente a ella. Caminó hasta la primera esquina —la cual estaba algo lejos debido a que era una calle muy larga— y doblo hacia la izquierda. Se dirigió lentamente hacia la parada más cercana de buses, la cual se dirigía al centro de Rawberry. Quizás tardó unos diez minutos desde que llegó, el vehículo se podía presencial acercándose al lugar, en una pequeña cola de aproximadamente seis personas las cuales subieron antes que ella, y otras dos por detrás. Kate espero a que la señora rubia y algo obesa que se encontraba frente a ella pudiese pasar la tarjeta electrónica, la cual se la rechazaba la misma máquina, a pesar de que ella afirmaba tenerla cargada. Kate podía presenciar las pestañas de la señora, las cuales parecían rocas negras y levantadas del maquillaje que llevaba. La mujer, de aproximadamente unos cincuenta años, sudaba de la desesperación, aunque parecía intentar mantener la calma, y colocó nuevamente su tarjeta electrónica en la base, la cual volvió a denegársela. Intentó una tercera vez, y ahí se iluminó el icono verde, indicando que funcionó. Kate, sin embargo, logró pasar la tarjeta al instante, y tomó un asiento; quizás uno de los que se encontraban en el fondo, debido a que los delanteros estaban ocupados.
El bus comenzó a marchar; Kate sentía como si se le revolviesen los intestinos dentro de la montaña rusa más peligrosa de Orlando —Florida—, aunque solamente esté tomando Transportes de Rawberry, en un pequeño pueblo. Cada que el bus giraba en una esquina, el cuerpo de Kate se sacudía casi de forma violenta hacia el lado opuesto; ella rezó en su mente «Benditas leyes físicas». La mujer rubia se había sentado en la silla a su lado; Kate por un momento sentía que ambas iban a salir disparadas y la mujer se le caería encima en cualquier bache que se les cruce; aunque no fue así.
—¿¡Viste el tiempo que horrendo que está!? —exclamó la mujer dirigiéndose a Kate—, parece que en poco va a llover; como decía mi prima Analía: La lluvia ayuda a limpiar las penas; aunque está lluvia fue tan fuerte que creí que salió del mismísimo infierno.
Kate observó a la mujer, y asintió tímidamente sin pensar en respuesta alguna sobre lo que dijo. A su otro lado, sin embargo, había una preadolescente hablando con su amiga en su Samsung de 2010.
—Dios nos salve si llega a venir la endemoniada tormenta otra vez —musitó la mujer—; los relámpagos quemaron un poste eléctrico cerca de casa, y mi vecino fue ingresado al hospital por eso. —agregó.
—¿Electrocutado? —inquirió Kate
—Sí —respondió firmemente la mujer—... el rayo fue conducido hacia su casa, y él justo estaba hablando por teléfono; ¡pobre Señor Osvaldo! ... solamente espero que se recupere.
—¿Esta favorable?
—Los médicos dijeron que sí —replicó la mujer—; pero como hay muchos mentirosos por ahí... no lo sé... al menos no exactamente.
Kate dio un par de tumbos en su propia silla, casi se da la cabeza contra el techo del transporte, pero por centímetros. La mujer seguía quejándose de como le negaron un trámite en el departamento gubernamental ubicado en Ciudad Celeste, mientras que el chófer le pegó dos veces al claxon de su volante al ver a otro compañero. Kate lo oyó decir «Hermano, ¿una hasta la siguiente parada?». Kate fue impulsada hacia atrás nuevamente por el acelerón que dio el bus, ella pensó: «¿Acaso estamos en Rápido y Furiosos?».
Después de una ruta un tanto extensa, el bus paro en la plaza que se encontraba en el centro de Rawberry, Kate bajo algo mareada, sentía el estómago algo revuelto, pero tampoco sintió peligro alguno, debido a que las calles se encontraban algo vacías por el momento. Cruzo toda la zona arbolada hasta el ayuntamiento, y lo dio la vuelta. Siguió un par de calles hasta encontrar la siguiente parada, la cual llevaría hasta las rutas dónde se encontraba la casa de Luis. Esperó aproximadamente una hora hasta la llegada del bus; este estaba un poco más lleno, pero con suerte, Kate encontré una silla casi en el centro, justo al lado de la ventana; su lugar preferido. El transporte cerró sus puertas y se puso en marcha. El viaje que Tom era algo más tranquilo; aunque tuvo que soportar tener el trasero de varias personas que no llegaron a tiempo, pasando por su rostro. El viaje tardó aproximadamente dos horas y media hasta que llegó a dicha ruta; Kate bajo ahí mismo.
4
Las calles eran muy solitarias, se podía observar césped por al menos un setenta porciento del lugar. Kate se encontraba ya en la acera, después de un agotador viaje hasta la ruta. Su Casio de muñeca le marcaba 11:27 am, la reunión, en cambio, sería en plena tarde; para ella era algo justo, esta misma duraría una hora, y después habría un par de horas de relajamiento; como el club acostumbraba a hacer. Caminó unos cuantos minutos por la acera, sintiendo el viento fresco pasar por su rostro, casi congelándolo. Kate apenas sentía su nariz en la cara, cuando la tocaba era como un cubito de hielo; tan frío como el trasero de un pingüino. Su único camino, hasta el momento, era seguir recta la calle, hasta ver una pequeña cantidad de casas, y para Kate faltaba bastante.
Los vehículos apenas pasaban por la zona, así que eso le causaba algo de inseguridad a Kate, quien se centraba más en pensar que las cosas saldrían bien; aunque dudaba de si valía la pena hecho tal recorrido. Caminó pisando algunos hierbajos secos y ramas de árboles pequeñas que se encontraban esparcidas en el suelo, observando los pequeños brotes de los árboles cercanos al son de la próxima primavera.
«Ya casi llego —pensó Kate—, solamente unos metros más.»
Poco a poco iba sintiendo las piernas cada vez más pesadas, pero su caminar era como si un tumbo de aire la estuviese empujando. De lejos visualizo un conjunto de casas, un grupo pequeño en cada lado de la calle, y ella ya sabía que entre ellas se encontraba la que buscaba. «Dale tiempo al tiempo», diría su tía Amelia.
Poco más tarde, Kate llegó al conjunto de casas, y ubicó bien la casa en la que debía de estar. «Número 1357... listo» pensó. Se cruzó de calle, el recorrido de un lado al otro era algo largo, pero aún así, la calle estaba casi desierta; los vehículos apenas pasaban por esa zona. Llegó a la puerta del lugar y buscó un rato el timbre; el cual no ubicaba hasta que vio en una de las paredes, tras las rejas que llevaban al jardín principal y a la cochera. Después de tocar el botón y esperar un rato, salió un chico con cabello largo; ¡Era Luis!, saludó con la mano mientras corría hacia Kate.
—¡Hola, Kate! —exclamó Luis.
—¡Hola, Luis! —replicó Kate.
Luis tenía un llavero en la mano con una placa metálica con la figura de Pikachu colgando, la cual tenía escrito abajo «Pokémon Company ©», y otro con la figura de Sonic The Hedgehog de Sega; los cuales revoloteaba de un lado al otro mientras buscaba la llave. Intentó con una, la cual no entraba, la colocó a la inversa y entraba, pero no abría.
—Espérame —dijo Luis.
Intentó con la segunda llave, la cual no entraba ni de un lado ni del otro, entonces volvió a colocar la primera llave, la cual abrió. Después de unos cálidos abrazos, Kate cruzó lentamente por un pequeño camino de piedra en el jardín, hasta llegar a la puerta. Esperó a que el grupo entrara y les siguió. La joven había entrado a un enorme vestíbulo; Kate sentía que había entrado a una mansión. En el techo colgaba un gran candelabro de tipo araña de siete bombillas, mientras que una escalera con barandillas color escabeche emergía desde el segundo piso. El suelo estaba cubierto de azulejos blancos mientras que las paredes de un color crema con dibujos dorados. Luis había cruzado una puerta hacia otra sala, una que Kate sospechaba que sería dónde la reunión se iniciaría. Un gran reloj Rolex colgaba en la pared, el cual indicaba el doce la manecilla pequeña, mientras que la grande se dirigía al cuatro.
—¡Bien! —dijo Luis—, aquí llegó la "socia".
—¡Hola, Kate! —exclamó una muchacha con el cabello rubio y corto; los mechones de los lados le cruzaban el cuello hacia delante, mientras que el de atrás se enrulaba hacia abajo y los lados; su rostro, según Fran, era parecido al de una niña ángel. Los brackets de Chloe a veces solían causarle leves mordidas en la mejilla a la hora de comer, pero dentro de todo, se las apañaba para salir a flote.
—¡Hola, Chloe! —exclamó Kate.
Tras Chloe había un chico largo y delgado con una playera de Los Ramones; el oscuro de su cabello hacia que se reflejen las luces de la sala de reuniones, mientras su largo era similar al de Ben Barnes en Las crónicas de Narnia: El príncipe Caspian, y que su rostro casi era equiparable al de Roger Waters en su juventud. Era conocido en el club por ir algo encorvado, pesar de su altura; le decían El Rollinga, y según Kate, le parecía curioso que él nunca iba a algún lado sin sus gafas de sol.
—¡Hola, George! —Le dijo Kate—¡Hola: Serena, Jacqueline, Sharon, Helena, Annie!, Karen no se ha podido unir hoy, su tía está enferma. —agregó.
—Esperemos que esté bien —replicó Luis.
—¡Toma asiento, Kate! —dijo Chloe mientras señalaba la silla libre que había en su lado; Kate aceptó—... Luis hoy servirá la comida.
—Al menos esta vez no se le quemará, ¿No? —bromeó Jacqueline—, ¿No recuerdan cuando tuvimos que ir entre tres a apagar el fuego de su cocina? —agregó.
—No, hoy no —replicó Luis entre carcajadas—, ese era un método de cocina francés.
—¡Eso estuvo de pelos! —exclamó George con su característica voz rasposa.
Kate observó todo a su alrededor, la estantería en una de las paredes, la cual tenía ejemplares de libros de Física Cuántica, en una editorial local; junto a varios libros de Stephen King. Del otro lado había una armadura de hierro con una espada, la cual tenía entre sus manos, y estaba apoyándose en ella. Kate sintió como si ese lugar le hubiese gustado de niña para jugar al escondite con su hermana. Había una balanza antigua apoyada sobre una repisa colgante en la pared cercana a la puerta, y a su lado una botella de vidrio que tenía un barco que parecía de madera dentro.
Chloe se levantó repentinamente, y dijo «Espérenme», mientras agarraba una bolsa de la cual sacó una pequeña caja que decía Seroquel®, de ahí sacó una pastilla y se la tomó.
—¡Ah, pastillas! —preguntó Jacqueline; Chloe asintió con la cabeza—... Bueno, está vez no te escaparás corriendo, como el otro día. —agregó Jackie.
—Ese hombre de negro me miraba raro —repuso Chloe con un tono inocente marcado; Kate podría darle la razón a su hermana en sus afirmaciones, actuaba diferente pero era adorable.
—Gente, ¿Les conté de mi vecino marihuano? —preguntó Luis—; desde que me dieron la casa, cada vez que entro siento olor a porro que proviene de una de las casas de la zona. —agregó.
—¿Es verdad? —inquirió Jacqueline.
—El otro día salió desnudo por la calle a gritar por la paz. —replicó Luis—; la paz es linda, pero no sé si es la mejor forma de pedirla.
El grupo estalló de la risa al unísono, a excepción de Kate, quien era algo tímida y no sabía cómo introducirse a la charla. Recordó a su hermana, una vez que los rotarios la invitaron a ella también a la reunión con Fran, solía aportar mucho a la charla; quizás estaría algo acostumbrada a ello. Ese día se sentaron en una larga mesa de roble en el medio de un salón del club de Rawberry; el presidente tenía una campana a su lado, la cual tocaba para que sus miembros se silencien. Fran, solía ser callada a excepción de cuando tenía algo que aportar, pero sabía que hacer. Ella solía llevar un traje de oficina a las reuniones, la cual le identificaba, y una mochila la cual dejaba a un lado; dentro llevaba las cosas que le pedían, entre mezcladas con un pequeño montón de cupones de descuento, folletos del Starbucks del pueblo, y un afiche del complejo de apartamentos en Santa Mónica Beach, de una vez que fueron de vacaciones. El desorden era casi igual al que Kate tenía en su cabeza, pero Fran solía ser más productiva, en ese caso. Kate aún no encontraba una vocación, y sabía que aquella prueba de «¿En que rubro te iría mejor?», que hacían los psicólogos en Facebook, no le serviría en absoluto, ya que provienen del mismo lugar donde otra prueba le dio como resultado que moriría de amor en el año 2120, con tres hijos, una mansión y miles de dólares.
Luis desapareció del grupo, estaba en la cocina terminando la comida para la reunión, mientras que el grupo se había quedado a solas en la habitación anterior, hablando sobre sus vidas. Jacqueline había ido al Lollapalooza junto a dos de sus amigas ese año, aproximadamente por el mes de febrero; ella afirmó que cuando despertó se sorprendió de que no le dio un coma etílico, aunque una de sus amigas termino en el hospital, pero terminó mejorando; ese día había tocado Foo Fighters por primera vez en el estado. George hablaba de haber estado casi todo el año acostado con una guitarra Fender en sus manos, tocando canciones de Los Beatles. Helena había pasado las vacaciones de verano en una playa junto a su familia gitana, y Sharon trabajaba en el restaurante Rock, Food & Coffee del centro de Ciudad Celeste.
La comida fue servida a eso del inicio de la tarde, y Kate pensó «Mejor tarde que nunca», era una bandeja llena de calamar, rabas, lomo de cerdo , puré y ensalada de verduras la cual Luis colocó en la mesa. De postre tendrían flanes, y frutas como bananas cavendish, o manzanas rojas. El grupo bajó el celular y se prepararon para la ronda de comités. Annie se había colocado el mantel en su regazo, mientras que George colocó la servilleta dentro del tubo vacío que había quedado del rollo anterior. Helena había estado algo callada comiendo, y había puesto la servilleta algo escondida en su bolsa.
—Muy bien —dijo Luis—, iniciaremos aquí la ronda de comités. ¿Quién inicia?
—Finn ha faltado —dijo Chloe—; pero me dejó encargado decir que en finanzas estamos planeando vender unos llaveros con el logotipo de los clubes.
—¡Excelente!, ¿pegarle un sticker con el logo a una placa de metal? —preguntó Luis con un tono algo irónico.
—De hecho —prosiguió Chloe—, él se lo ha encargado a la Steel Enterprise de Punta Nueva, a unos kilómetros de la playa de Ciudad Celeste; ellos se encargarán de realizar el modelo.
Luis aplaudió mentalmente a Chloe, y cambió de rumbo su charla.
—¿Servicio a la comunidad?, ya tienen casi dinero asegurado —dijo Luis—... ¿Qué planean?
—Bien —replicó Serena—... podemos usarlo para comprar comida y ropa, luego donarla a algún lugar.
—¿Algún lugar que tenga gente que precise? —Se preguntó Luis en voz alta—, no sé si alguien conoce algún lugar que buscaría nuestra ayuda.
En ese momento Jacqueline levantó la mano en alto; tan recta como una farola.
—Por como nos va, creo que habrá lugares así. —repuso Jackie.
—Es cierto —asintió Luis—; si bien debe haber lugares, ¿Alguien tiene conocidos que trabajen en comedores comunitarios? ¿Alguna idea?
—Creo que si nos disfrazamos de un Santa Claus con alas... —musitó George.
—Seria buena idea —replico Luis sarcásticamente—, dejemos que Serena nos preste su unicornio para volar por el mundo también.
—Quizás podamos ayudar a algún comedor por ahí —dijo Serena—, tomémoslo como una posibilidad
—Posiblemente —replico Luis—... posiblemente.
Luis se acomodó en la silla; miraba con mucha suspicacia a los socios.
—¿George? —preguntó Luis.
—¡Presidente! —respondió George.
—Eeehh ¿Novedades?
—Pues un club de Pueblo Esmeralda quiere invitarnos a una reunión.
—¿Esmeralda? —preguntó Helena—, tengo una prima que vive ahí; me invitó para el enero que sigue a una feria que llega anualmente; siempre a inicios de año.
—Muy bien —suspiró Luis—, ¿Entonces Serena tiene contactos con algún comedor o lugar donde podamos donar?
—¡Exactamente, señor Luis! —afirmó Serena—, ¡Puedo conseguirle hasta un pedazo de la luna al club!
—No, gracias —replicó Luis entre risas—, eso se lo dejaremos a George; él siempre está en la luna.
George volteó hacia Luis, su rostro expresaba de forma tangible la frase «¿Habrá querido decirme algo?», la cual no dijo, pero se percibió. Kate suspiró para intentar disimular sus ganas de reír, y logró contenerlas de alguna forma que ni ella conocía; Serena, sin embargo, no lo logró, y soltó unas ligeras carcajadas, aunque no llamó la atención. Luis dio un leve golpe en la mesa, un aplauso y se llevó las manos hacia la cabeza con la intención de reposar en el respaldo de su silla.
—¡Listo! —dijo Luis—, hemos terminado todo el temario de hoy, faltaría que servicio al club haga algo para entretenernos; ¿Dónde está nuestra dinámica de hoy?
—Digamos que... ¿Verdad o reto? —dijo Jacqueline.
—¡Noooo! —exclamó Helena.
—¡Tranquila! —dijo Jacqueline—; estaba de broma —agregó, se le dibujó una sonrisa pícara que le recorría la cara lado a lado.
Mientras tanto, Annie estaba en otra.
—¡Ojos de huevo! —exclamó Annie.
—¿Me llaman? —contestó Chloe con una sonrisa tímida en su rostro; Annie le dio un abrazo amistoso.
—La idea de este juego es sencilla —explicó Helena—, deben de elegir a una persona y decirle que cosas de ustedes les darían, y que se llevarían de esa persona.
—Sigo insistiendo —interrumpió Jacqueline—, ¡verdad o reto!
George señaló a Luis:
—Yo me llevaría tu nueva casa.
—¿¡Qué mierda!? —preguntó Luis y estalló a carcajadas; tan fuertes que se agarró el pecho pensando que se le saldría un pulmón.
—Perdón —agregó George—, pero es muy linda.
El grupo se silenció poco a poco, y un sonido era el que predominaba en el lugar, que parecían ser gotas de lluvias en un tejado; y Kate por poco pensó que había llegado un huracán. Un estruendo no tan fuerte se escuchó en toda la sala; eran los rayos que se escuchaban a lo lejos.
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