20


El siguiente día había amanecido con leves lloviznas (Churrascos), Kate y Briana habían despertado en la casa de la primera. Kate a duras penas distinguía haber regresado a su realidad, y seguía entre sueños. Ella había soñado que se encontraba de campamento con sus amistades de la primaria, entre quienes se encontraban —formando parte del sueño, aunque ella al despertar se dio cuenta del absurdo que conllevaba eso— Johnny Depp, Walt Disney, Robert Downey Jr, y Emma Watson. Estaban caminando, en el sueño, por un sendero rocoso que llevaba hasta el río Nilo (en pleno bosque, por algún motivo en particular), y lo intentaron cruzar, hasta que ella se había percatado de algo: aunque cruzaban por encima de un puente, la corriente se los llevaba de igual manera. Kate se habría agarrado de un poste de madera que se encontraba en alguna zona corriente abajo, de esos que se usan para atar los barcos y que no se vayan flotando hacia la nada misma, mientras miraba como el mismo agua terminaba arrastrándola con poste y todo. En ese momento, sintió que algo malo vendría, justo cuando cayendo por una catarata, el agua se transformó en el bicho de la mansión; quien la tragó. La silueta de una mujer con palidez cadavérica la observaba a lo mejor, en la oscuridad de lo que probablemente sea su camino al más allá; y se acercó poco a poco a nuestra protagonista; era Jade.

«Él lo hizo... 1998, Yerif, Ki... (no terminó de hablar)»

Kate había despertado poco después de ese sueño, sintiendo un dolor algo intenso en la cabeza, el cual recorría su frente y se sentía hasta en sus párpados; lo que hacía que sintiese dolor al parpadear. Creo que tomaré una cápsula de ibuprofeno, pensó Kate, e inmediatamente corrió hasta un botiquín el cual ocultaba varios medicamentos. Caminó un par de pasos y se agarró la cabeza:

(1998, Yerif, Ki)

Se repitió en su cabeza como si se tratase de una canción que difícilmente podía quitar de ahí. ¿Qué significaba?, recordaba el conjunto Nirvana en algún lugar de su mente, pero, ¿Y las palabras?, recordaba vagamente haber visto a Jade, ella misma, con una apariencia cadavérica, advirtiéndole de algo en específico. 1998, ¿Qué ocurrió ahí?, Se preguntó Kate. A penas volteó, y ahí estaba... Fran había despertado, quizás habiendo dormido solamente unas cinco horas ese día, pero espabilada lo suficiente como para ponerse al día con su portátil haciendo algo con Linux. Quizás ese día ella tenga alguna reunión rotaria, y al anochecer debía partir para asistir, hablar de proyectos futuros, donar semillas de plantas, tomates, lechugas, todo para que quienes lo reciban puedan cultivar algo y comer de lo que ellos mismos plantasen. Briana había despertado, y se sobaba los ojos ligeramente con su propio puño; Kate se extrañó de que su amiga no hubiese tenido ninguna pesadilla después de lo vivido la noche anterior, aunque por supuesto, tenía una fuerza psicológica que ella envidiaba y desearía tener. Al ver por la ventanilla, Kate pudo presenciar una ligera llovizna, la cual sabía que se acompañaría por una ola de frío polar, que venía del Sudeste. Poco tiempo después, sintió el típico olor a café de la mañana, era ese que Fran hacia y a Kate le fascinaba, pero esa vez también lo probaría Briana, muy probablemente.

Kate camino por el pasillo, de camino hacia la escalera, y en el proceso se tipo con Briana, quien daba tumbos hacia donde el olor la llevaba.

—¿Qué tal dormiste? —preguntó Kate.

—Bueno... diría que bien —replicó Briana—... a pesar de lo que ocurrió anoche.

(1998, Yerif, Ki...)

Kate recordó las palabras, y lo dijo.

1998 —dijo en voz baja—, Yerif. ¿Sabes que querrá decir?

—Ni idea —replicó Briana—; Yerif me suena a un río, pero el resto, no sé.

Era extraño para Kate, le sonaba de algo, pero no sabía qué era. Ellas dos bajaron, algo exhaustas y mareadas, a beber café junto a Fran. Kate supo que se sentiría quizás un poco mejor al probar la amargura de ese líquido oscuro. Fran, vestida con un traje de oficina, similar al que usa siempre, se encontraba con una jarra en mano proveniente de la máquina de café, y en ella estaba la bebida, habiendo tanta cantidad como para tres tazas.

—¡Hola, Sis! —saludó Fran—. Veo que has traído a tu amiga.

—Sí —contesto Kate—... el monstruo nos encontró en su casa, así que vinimos por la senda iluminada.

Fran parecía algo nerviosa, aunque intentaba mantenerse tranquila, quizás para evitar dar el mensaje de que no sabía en qué iba a terminar todo. Kate volvió a absorber de la taza de café poco a poco.

—¿Te refieres a la avenida? —dijo Fran—; ese lugar es bastante seguro.

—Descubrimos que el monstruo puede acercarse a las zonas de luz —explicó Kate—; pero es ciego en ellas.

La naturaleza del ser era incierta, su textura, su todo era bastante confuso realmente. Nadie sabe el origen que tuvo, y Kate dudaba que encontrarían algo sobre él así de fácil. Les faltaba un día para obtener la cita con el asilo de ancianos, en dónde iba a pedir los archivos sobre la estadía del abuelo de Jade antes de fallecer de cáncer.

—¿Así que mañana vas a ir a averiguar eso del asilo? —preguntó Fran.

—Sí —repuso Kate.

—¿Puedo acompañarte? —preguntó Briana.

—De acuerdo —convino Kate.

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