12


La calle principal del centro de Rawberry estaba bastante inundada esa mañana de sábado. La luz había vuelto y los locales estaban abriendo poco a poco. Helena caminaba por frente al ayuntamiento con unos Mentos en mano. El viento frío le soplaba en el rostro de manera consistente, refrescando los pensamientos de la dama. A su lado deambulaba la gente que salía por fin, después de la inundación que el pueblo había sufrido el día anterior. Helena chasqueaba los dedos mientras silbaba y tarareaba Pressure de Paramore; ella no temía, en ese entonces, que la gente la vea como una loca por la calle. Cruzo todo Avenida Bella Vista hasta la cafetería temática de los comienzos del pueblo que se encontraba en la misma (en una esquina). Helena sabía, con tan solo sentir el olor, que bebería un café de calidad. Ella solía sentarse, en sus viajes a Ciudad Celeste cuando era una preadolescente, en las cafeterías locales junto a su familia en los días que alguien cercano se encontraba en el hospital. Su padre siempre repetía a detalle «La familia es primero», frase que ella compartía.

Helena se sentó en una de las sillas de la cafetería y espero con paciencia a que la camarera llegase; notó a la gente que caminaba con camperas y capuchas de lana que lucían muy abrigadas; el invierno estaba por terminar pronto, pero el frío no cesaba, así como tampoco la melancolía que fluía por el aire. Helena ansiaba por colocar las dos manos en la taza caliente que le otorgaría la camarera.

—¿Qué desea? —preguntó la muchacha.

—Deseo un Latte —replicó Helena.

La mesera anotó con una pluma BIC el pedido en una pequeña libreta de papel que llevaba en la mano; marchó a paso lento por los pasillos del local. El frío del exterior se había apagado repentinamente dentro del local, como si fuese otro mundo; la termodinámica estaba haciendo su trabajo bien, y el calor de aire se podía sentir recién entrando. Pasaban una canción que Helena desconocía, pero sentía que era de Ricky Martin; entonces volteó hacia la caja, donde vio a un hombre algo robusto y calvo mirarla tras el mostrador, algo oculto e intentando que no le devuelva la mirada. La joven sintió un escalofrío tras su espalda, ese hombre le generaba algo de incomodidad y quizás sea un trabajador del local.

El hombre salió de su escondite, tambaleándose en su andar para equilibrar su peso en el centro, con la cara enrojecida y el ceño fruncido en forma de v. A Helena le pareció amenazante como se dirigía hacia ella; era casi como un león persiguiendo a una cebra; quizás lo opuesto a la película Madagascar. Dos o tres empleados salieron también tras las puertas que llevaban, quizás hacia la cocina o a otro lado importante, la cual se encontraba bajo un letrero «NO ACEPTAMOS MASTERCARD, NO INSISTA», escrito en letras grande, y a su lado:

«¡Sonría!

Lo estamos filmando 😀»

Helena se encogió en sí misma tras la mesa, pensando que si se corría y le dejaba paso, nadie le diría nada, pero los tres se detuvieron en la mesa que ella ocupaba.

—¡Vamos, vete de aquí! —dijo el hombre—; aquí no permitimos ladrones.

Helena quedó confundida por unos instantes; quizás una hermana gemela drogadicta que ella no conocía había pasado antes, y les robó algo para costear sus vicios; pues ella estaba siempre limpia, nunca había quitado nada a nadie.

—¡Ustedes, gitanos! —exclamó el hombre; Helena sintió que en cualquier momento le saldría disparado un moco como una bala, ya que el esfuerzo que hacía para poder hablar no era normal en absoluto.

—¡Ey, antes de abrir esa bocaza, te aconsejo que vayas un médico a qué te baje el colesterol! —exclamó Helena enfurecida.

—¿Osas contestarme, chiquilla? —preguntó el señor—; no me haga llamar a los guardias.

El sonido de la campanilla de la puerta alertó a toda la sala; tras ella entraba Kate, quien inmediatamente reconoció a su amiga.

—¡Ey, Helena! —saludó Kate—; ¿Qué pasa?

—¡Que este desgraciado me quiere negar el pedido por ser de familia gitana! —respondió Helena—.

Kate conocía perfectamente a Helena, ella siempre ha hecho el bien en su vida; no podía saber cómo era cada persona en el fondo, ya que, como dijo Fran, el ser humano es complejo.

—Yo la conozco —dijo Kate—; ella es una buena persona.

—¡Yo soy una dama honrada! —contestó Helena al hombre, el cual parecía que le iba a estallar la cabeza — ¡Una honrada gitana, muchacho! —agregó levantándose de la mesa, Kate le extendió la mano para indicarle que la siga. Las chicas salieron del local.

Cruzaron la calle y se alejaron un poco, deteniéndose bajo un letrero de un cinema que pasaba películas abstractas rusas en blanco y negro. Había en el ambiente un aroma a pochoclos (palomitas de maíz), cómo era usual en el cine. A Kate le recordó el día en el que el club fue a ver la película El juego del miedo II de la saga Saw; tuvo que taparse los ojos en algunas escenas, las cuales eran bastante fuertes y ella era algo sensible; el tipo de persona que se detendría a cuidar una rata de alcantarilla enferma. Cruzaron hasta el parque central, y en ese lugar se detuvieron a hablar.

—Ese tipo de gente no merece tu genialidad —dijo Kate a Helena—; no pueden con tu estilo.

—Gracias, Kate —replicó Helena—; te debo una.

—No me debes nada, Hel —contestó Kate con una sonrisa dibujada—; ya que está, quería saber si te interesaría venir a la biblioteca hoy.

—No; ya la universidad me da mucho para leer, como para querer leer más —replicó Helena.

—No exactamente para eso, sino que es para investigar sobre la muerte de Jade.

Helena parecía haberse interesado un poco más por la idea; le daba un poco de miedo, sí, pero sentía curiosidad al respecto de la muerte de la muchacha. ¿Acaso pudo haber sido esa entidad paranormal?, en su mente se hizo un nudo difícil de desatar, a lo que accedió a acompañar a su amiga.

—Estoy de acuerdo —dijo Helena—, iré.

—Entonces vamos yendo —replicó Kate.

—¡Por supuesto!

—¿Andando por andar?

—Andando por andar —Hicieron referencia a una vieja canción folclórica local que cantaban en los colegios.

Las chicas corrieron una pequeña Carrera hasta llegar a la calle, donde se detuvieron y la cruzaron a paso más lento para evitar un accidente. Habían llegado a la biblioteca local; miraban en la puerta hacia todos lados para ver si Luis se encontraba ahí.

—¿Vamos, andando por andar?

—¡Vamos!

—¡Vamos!...

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