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El maravilloso pueblo de Rawberry, que limita con Downhill, Jurgen y Esmeralda; inició siendo una pequeña cabaña, quizás por allá del año 1885. Un pequeño grupo de leñadores se dedicó a construir una calle recta que iba desde el río Libertad hasta lo que en ese año se conocía como «El centro», dónde se encontraría el ayuntamiento, y los edificios gubernamentales. Kate bajó del bus nuevamente ahí; con las manos temblorosas, intentando no dar un mal paso y caer. Las luces no habían regresado, así que estaba toda esa zona a oscuras a excepción de los edificios que poseían generadores propios (siendo los gubernamentales incluidos en ellos). Aún caían churrascos del cielo —palabra que Kate nunca olvidaría—, y Kate debía llegar rápidamente a la parada en la que el siguiente bus la recogería para regresar a su casa junto a Fran. En el camino solamente logró observar un Mercedes Benz estacionado en uno de los cordones de la acera, y el sonido de la lluvia pegando en su tejado de metal era muy intenso ante ese silencioso momento. «Rápido, ¡Que te va a pegar un resfrío! —pensó Kate con la voz de su ya fallecida madre en su mente—; eso diría mi madre en este momento». Kate corría por las calles que se encontraban tras el ayuntamiento, hasta que llegó a la parada del bus, el cual estaría cerca de llegar, según su reloj. Durante su espera se le acercó un hombre algo alineado y ordenado, con un traje color negro; Kate no podía evitar sentir ese aroma a colonia francesa. El hombre estaba leyendo un periódico

«Rawberry Local P1: La temporada de lluvia más larga del pueblo.»

El texto confirmaba lo que Kate pensaba: La Sudestada había causado estragos no solamente en el pueblo, sino que también en todo el estado:

«Se confirman 5 muertos y 10 desaparecidos durante la tormenta Sudestada.»

El hombre parecía estar igual de atento que Kate en el texto del periódico, uno de los más antiguos del pueblo; datando del año 1910.

—La tormenta ha causado muchos problemas, ¿No? —dijo el hombre, quizás dirigiéndose a Kate, o eso suponía ella ya que no veía a nadie más en el lugar.

—S-sí —replicó Kate algo nerviosa—; estoy de acuerdo

—Es una lástima lo que está ocurriendo —dijo el hombre de una forma lenta y concisa—,y estoy seguro que se vendrán un par de tragedias más para el futuro; como humanos, debemos prepararnos.

Kate asintió de forma nerviosa con la cabeza, y aunque le daba la razón, seguía sintiendo cierta incomodidad al verlo y al oírlo; era como si la muerte misma le estuviese hablando al oído. Ese olor a colonia se transformó poco a poco en un olor a putrefacción, que al volver a observar, hizo a Kate darse cuenta que el hombre se había esfumado y ese olor provenía del desagüe. Los gases que provenían de las cloacas de Rawberry empezaban a salir de ahí debido a las fuertes lluvias, y se mezclaba con el olor a humedad de la zona.

A lo lejos, Kate pudo presenciar un bus acercándose; ella se alejó un poco del cordón de la acera para evitar ser empapada por este al estacionar, y subió cuando el mismo paró. Pasó la tarjeta electrónica en el detector, y se sentó en una silla cercana a la ventana; el bus estaba casi vacío, a excepción de unas cinco o seis personas que charlaban en el fondo del mismo. El chofer cerró las puertas y puso en marcha el transporte. Kate sentía algo de ansiedad al pensar en el ser que se encontró, y a su vez un relajamiento que provenía del sonido del agua de los charcos cuando las ruedas pasaban sobre ellos.

Kate estuvo durante aproximadamente unos quince minutos hasta que llegó a la calle más cercana a su hogar, y bajo del bus. Recorrió la zona a paso acelerado, saltando uno que otro charco que se le cruzaba en el camino, hasta que llegó, después de un rato, a la puerta de su casa. Kate sintió cierta alegría al presenciarla nuevamente después de una larga noche; y quizás Fran le de algún consejo al respecto, pues era una chica muy madura y una figura de mucho respeto para ella. Se acercó caminando hasta la puerta y tocó el timbre. Kate no oía más que el silencio en el área, o al menos fue así hasta que oyó un ruido metálico, el cual anunciaba a su hermana con las llaves en la mano.

Tras un momento de espera, Fran abrió la puerta al otro lado y recibió a Kate con un abrazo.

—Sis —dijo Kate—; ha pasado un día, pero fue casi como una eternidad.

—¿Cómo te ha ido? —pregunto Fran.

—Un monstruo —respondió Kate—; es largo para explicar, lo hablaremos dentro.

Fran, algo confundida, dejó pasar a su hermana a la sala principal de la casa, y esta se dirigió rápidamente a su cuarto a cambiar toda su ropa mojada. Se quitó la playera, el sostén, y después procedió por quitarse el pantalón junto con su ropa interior; lanzando todo hacia una cesta con algo de desgana. Abrió su ropero de caoba, y revisó entre todo lo que tenía. Decidió colocarse un pijama, puesto a que no planeaba salir durante el día, a menos que Luis o alguien la llame por algo importante. Se dirigió hasta la nevera, y tomó una Monster, la cual comenzó a beber. Fran, tomando su infaltable taza de Nescafé; miraba a su hermana algo anonadada, y Kate pensaba que ella creería que estaba loca, drogada o algo así.

Sister —musitó Kate, perdida en sí—, quizás pienses que me volví loca, pero había algo en el sótano de esa casa... y ese algo probablemente mató a Jade.

Un silencio incómodo se produjo en la casa, Fran no bebió otro sorbo de su taza, sino que se quedó algo paralizada; quizás procesando lo que acababa de oír. Kate pensó por un momento que su hermana la iba a internar en La casa del tío Dave: centro psiquiátrico de Rawberry.

—Querida —dijo Fran—... sospechaba que esa chica no lo hizo por su cuenta; algo me lo decía.

—¿De verdad lo sospechaba? —preguntó Kate—; ¿Desde un inicio... sospechabas de algo así?

—Mira —explicó Fran—... yo he estado en esa casa; pues nuestros padres me habían llevado y es un lugar enorme. El lugar donde dijeron que fue encontrada... está muy lejos del suelo como para que una chica como ella pudiese llegar sola, sin usar una escalera de trabajo o algo así.

Kate nuevamente quedó anonadada con aquella explicación; Fran, nuevamente demostró su inteligencia, y también ser confiable en lo que decía.

—Entonces... me crees —dijo Kate con un nudo en la garganta.

—Te creo —dijo Fran.

Kate no soporto los sentimientos dentro de su pecho, el nudo que se le hizo en la garganta, y comenzó a llorar. Fran le dio un fuerte abrazo mientras le acariciaba la espalda para consolarla.

—¡Ese lugar es aterrador! —exclamó Kate entre sus llantos—; no hay duda de eso.

—Lo se —repuso Fran.

—No podremos decir nada a nadie —advirtió Kate—; difícilmente creerán que un monstruo de origen desconocido fue el causante de ello.

—Tranquila —dijo Fran—; te ayudaré a investigar que es aquello que está en ese lugar.

En ese preciso instante sonó el teléfono móvil de Fran; en la pantalla había un número que no estaba registrado, pero Kate logró identificar a Luis. 

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