|6| ¿Estás viviendo con dolor igual que yo, Sasuke?
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Sakura
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—¡Tú estabas a cargo de Mebuki!
El grito de papá retumbó en mi oído a través de la bocina del celular. Con una mueca lo despegue de mi oreja, una terrible idea acercarlo demasiado igual que contestar la llamada, debí suponer sus reclamos. Siempre ensañándose conmigo.
Mordí mi labio inferior conteniendo las contestaciones en la garganta.
—Papá, yo... —intenté razonar aun sabiendo que Kizashi no escucharía.
—¡No puedes hacer nada bien! Te descuidas unos segundos y Mebuki se escapa del hospital.
—Despertó de la anestesia y no nos encontró ahí. Por eso salió a buscarnos —dije a la defensiva, una versión que mamá ofreció a Anko, su doctora.
Y sospecho que no es la verdadera razón, pero no quiero darle más motivos a papá para enojarse.
—Esto es a lo que me refiero. Sí algo le llega a suceder será culpa tuya —sentenció rudamente.
Su acusación cayó en lleno sobre mis hombros. Apreté los dientes y mis ojos ardieron.
¿Mi culpa?, pensé con amargura. El celular me peso demasiado y la calidez que me proporcionó la noticia del regreso de mamá se disipó gracias a los reclamos de papá. La nube oscura se formó sobre mi cabeza, destruyendo mi estado de ánimo, fracturado y quejumbroso.
—¿Y por qué le preocupa tanto? Usted ha dejado en claro que no le interesa demasiado lo que le suceda —le recordé entre dientes conteniendo la furia que recorría mis venas.
Hace meses esa la disputa desató un distanciamiento entre Sasori y él, por eso no podían verse sin discutir o insultarse. Los tres teníamos claro los pensamientos de papá sobre la situación, repudia de mamá a cada instante, pero lo más extraño era que no dejaba de prestarle a la distancia una mínima atención a sus avances o retrocesos.
Nos sorprendió en esta ida a Tokio, insistió tanto en venir con nosotras alegando que Sasori estaría ausente, ocupando el espacio a como diera lugar. Sin embargo, no quiso pisar por ningún motivo el hospital, prefería quedarse en casa de los tíos o visitar a unos amigos.
Y todo con tal de no estar cerca de su esposa. En ocasiones retribuyo que el título no le queda en lo absoluto. Él tenía que estar aquí, cuidándola, brindándole el apoyo emocional que necesita, no allá vagando con quién sabe quién y obviando las responsabilidades.
Él debía ser quién sostuviera esta familia.
Él debía darnos el consuelo de sobrellevar la situación.
Él debía apoyarnos.
Me hierve la sangre al darme cuenta de que su papel de padre no lo cumple como tal, ni siquiera la mínima parte en lo emocional. Vaya figura paterna que se ha convertido, ningún gesto conciliador o gentil, siempre reclamos y gritos.
Papá permaneció en silencio. Conté los segundos donde presté atención a su respiración brusca. Tras pasar un minuto exacto, gruñó a la defensiva.
—Escúchame bien, este descuido te costará muy caro, tenlo por seguro.
Instintivamente temblé, destellos de los desagradables recuerdos inundaron mi ser, asimilando el dolor de aquel entonces cuando me hallaba tirada en el suelo, llorando sin cesar. Las marcas en mi espalda ardía a rojo vivo. La carga emocional al despejar mis pensamientos tras batallar contra la bruma y fijarme en la silueta de papá frente a mí, con el cinturón colgando de su mano; su mirada furiosa y despreciable quedó grabada en mi mente, persiguiéndome en sueños.
Los vellos de mis brazos se erizaron por el lastimoso recuerdo.
Miré la pantalla del celular, Kizashi colgó tras advertirme. Contraje los labios y sentí una lágrima rodar por la mejilla. No lo comprendo, soy la única que amenaza y a la que ha maltratado. ¿Tan despreciable soy para él?
Acaso... ¿me odia?
En un acto de desesperación volví a encender el celular buscando el número de Neji, necesito escuchar la calidez de su voz compensando su ausencia, transmitiendo las palabras que me despejaran toda angustia. Sentirlo cerca de mí por esa vía frívola, saber que contaba con él.
Su nombre brillo en la pantalla, de un momento a otro las letras se agrandaron... no, fue mi imaginación. El pulgar titubeó sobre el ícono, basta con tocarlo y escucharé inmediatamente su conciliadora voz.
Contuve a tiempo el impulso y deje caer mi mano.
Él seguirá ignorándome, dominado por sus terribles celos, dudo mucho que respondiera mi llamada cuando le han secundado varias.
No, en este momento no cuento con él para nada. Cuando más necesito de su apoyo, él decide enojarse injustamente conmigo.
Dejé mi celular dentro del bolsillo del pantalón y limpie bruscamente mi rostro con la manga del suéter, no dejaría que me afectara demasiado la advertencia de papá y la indiferencia de mi novio. Me obligue a alejar mis pensamientos sobre Neji, respire profundo concentrándome al máximo. No le daría importancia, aunque me faltara la cordura cada vez que pienso en él y su rostro contraído de enojo; tampoco haré caso a sus absurdos celos.
Mi orgullo impedía insistir más porque mi corazón no soportaría otra grosería de su parte. Lo peor: la soledad se agazapa y sin nadie a mi alrededor resulta difícil ignorar el agobio. Muy duro contando que no deseo perturbar a Karin con mis problemas, bastante tenía con la mamá para poner una preocupación más a su lista.
Lo más importante es mamá. Así que no es indispensable que Neji me dijera que todo estaría bien.
Por lo pronto no debía pararme en casa de mis tíos, al menos hasta que papá se haya calmado lo suficiente... Espero que los tres días que nos restan en la ciudad los aproveche en serenarse.
Para liberar el nudo de mi garganta me acerqué a la máquina expendedora de refrescos con la intención de refrescarme. Rebusqué en el otro bolsillo un par de monedas, lo exacto para un té helado, qué mejor remedio para quitar el mal sabor de boca.
Después de insertar las monedas, la pequeña pantalla brilló con una frase animada: "¡Selecciona una opción!" junto a una carita feliz. Como si en vez de despachar refrescos ofrecieran una solución permanente a tu vida, me lo imagino con voz cantarina y alegre. Parpadeaba constantemente alentandome a pensarlo seriamente.
¿Existiría una opción de resolver todos mis problemas por arte de magia?
No, por supuesto que no.
Solté un suspiro y oprimí el botón correspondiente. La máquina se agitó levemente emitiendo un sonido sordo. Me agaché para agarrar la lata, pero se trabó con la rendija. Entorné los ojos. Genial, ¿algo más que agregar a este día? Tal vez que cayera de las escaleras a mis espaldas del mismo modo que hace unos años, sinceramente no me quejaría, sería mejor que estar frente a papá en estos momentos.
Tuve que jalar con fuerza la lata, no conté que me golpeara con la orilla de la rendija y extendí los dedos por inercia, la lata se escurre por mi mano y rodó por el suelo. Reprimí el impulso de soltar una maldición y dar una patada a la máquina. Me limité a fulminar con la mirada al objeto inanimado y enderezarme notando que la lata pasó cerca de los pies de alguien.
Lo miré a la cara entrecerrando los ojos, me devolvió la mirada con un gesto renuente y sus ojos negros consternados. Su rostro me resultó familiar, sobre todo las pupilas dilatas y labios apretados en una línea fina, con la espalda tensa y las manos a los costados de su cuerpo.
Jamás podría olvidar esa mirada retraída y llena de desconfianza, pero, sobre todo, de sufrimiento.
—No puedo creerlo —jadeé a causa del asombro. Una sonrisa se escapó sin aviso a mis labios—, ¡eres tú, Sasuke!
Estoy completamente segura de que es él.
Un alivio me invadió, no supe exactamente de donde provino el repentino entusiasmo. Sasuke apareció frente a mí fluyendo como catalizador, justo a tiempo para evitar que mis pensamientos se asientan y se volvieran un revoltijo de malestar.
No borré la sonrisa mientras él me entregaba la lata con esa mirada renuente y precavida.
—Oh, gracias —lo recibí entusiasmada, ocultando muy bien mi tristeza. Soy experta en esa tarea.
Él desvió la mirada a un costado, apretando más los labios, al cabo de un segundo elevó su rostro, un poco más calmado.
Por lo menos no estaría sola por un rato, intentaré descubrir un poco de él, y si tengo suerte, alejar por unos momentos el tormento en sus ojos. Me entristece su semblante duro y sus ojos destilando desconfianza hacia todo.
Aquella perspectiva quebranto un poco mi calma.
No durará para siempre, estoy consciente de ello.
Todavía no me acostumbro la visión que tengo de mi madre cada vez que estamos en el hospital.
La resignación se reflejaba en su rostro decaído, unos ojos contenidos y adoloridos opacaban toda esperanza, sus extremidades sin fuerzas colgando a los costados y una profunda negación en todas sus fracciones. Como si no le quedara de otra, por obligación, sin convicción a un mejoramiento.
Se rendía.
Cedía a una muerte silenciosa.
Tan desesperante. Tan asfixiante.
Me dolía verla así, pensando que en cualquier momento gritaría sin parar y se negara a cooperar con las enfermeras y doctores. Reclamando a mis hermanos y a mí que no quería más medicina ni transfusiones de células y sangre.
Es por su bien.
¿Cuántas veces he repetido esa frase?
Más de las que puedo contar.
Es por su bien.
¿El bien de quién?
Mío. No el de ella. El de mi corazón fracturado.
Y peor aún, al saberlo me sentía egoísta por aferrarme demasiado a mamá y obligarla a alargar su vida cuando ella solamente desea morir sin más. Nunca lo ha dicho, pero sus ojos llenos de añoranza buscan la paz a cada instante.
Y temo que aquello que desea encontrar, no se encuentra en esta vida.
—¿Tienes sueño?
Viré mis ojos hasta Karin sentada del otro extremo del sillón, dejando su acción de hojear una revista para mirarme fijamente.
¿Sería ideal compartir mis pensamientos con ella?
Al cabo de unos segundos negué con la cabeza. Seguramente interpretó mi expresión por una de cansancio, y no era para menos, la semana fue muy pesada con los estudios y el viaje a Tokio, además, la carga emocional que Neji puso sobre mis hombros dejó un mal sabor de boca.
—Pienso en Neji.
Claramente es un tema peligroso de tratar con Karin, pero es mejor que pensar en la muerte de mamá.
Al instante el ceño de mi hermana se contrajo.
—¿Sigue sin contestar los mensajes?
—Los últimos que le envié, hace tres días —rectifiqué.
Aunque tenía ganas de llamarlo a todas horas, sabía que en esta ocasión eran certeros celos de él y debía venir a mi para que hablemos con calma de lo que sucedió. Mi orgullo sobrepone en dar el primer paso, siempre soy yo quién va a él y no viceversa. Es momento de que piense lo que hizo y se arrepienta por herirme con sus palabras.
Pese a que todo fue un malentendido y Neji no tenía por qué armar una escena tan horrible, en mi corazón guardaba aquel que perdón respaldado por el inmenso amor que le profesaba. Sabía que era estúpido, mi sensatez lo gritaba cada vez que pienso en el perdón, pero resultó inevitable. Lo quería demasiado y deseó arreglar esto.
—Es un idiota, ¿cómo puede dudar de ti? —gruñó Karin. Desde que comenzó esto insulta a Neji cada vez que se presenta la oportunidad.
Me encogí de hombros, indecisa. Sinceramente pienso lo mismo que ella.
Todo sucedió una semana atrás. Estaba en la cafetería tratando de consolar a mi mejor amigo, recientemente descubrió que la chica que le gustaba jugo vilmente con sus sentimientos; él resultó ser una apuesta para esa arpía y sus amigos de último año. Estúpidos estudiantes de nivel superior.
No soy una persona violenta, pero al ver el dolor de Kiba, quise tener a esa chica frente a mí y arrastrarla por toda la preparatoria, gozando en ver la vergüenza por la que pasaba. Nadie hiere a mis amigos y sale limpio del proceso, ellos son lo más apreciado que tengo, sobre todo Kiba.
Mientras mi amigo me convencía de que la violencia no sería una solución, Neji irrumpió nuestra conversación a medio grito, exigiendo respuesta. Se acercaba por las canchas de fútbol a grandes zancadas mientras apretaba el celular contra la palma de su mano. Su rostro crispado de furia me dio un mal presentimiento, en ese momento supe que venía a discutir.
—¿Quieres explicarme qué cojones es esto? —preguntó agitado. Su rostro alterado se marcó al extender el celular a nuestra dirección.
Arqueé la ceja y enfoque aquello que lo alteró. Se trataba de una fotografía de Kiba y yo abrazados de una manera comprometedora para quienes no saben de nuestra inquebrantable amistad. Él apoyaba su rostro en mi hombro y yo lo rodeaba su cuello con mis brazos, las manos reposaban en su cabello.
—Es Kiba, por si no lo has notado —aclaré pensando que lo confundía con alguien más.
—Por eso mismo Sakura, ¿qué hacías abrazando a Kiba?
Apreté los labios y mis hombros se tensaron en respuesta automática por la expresión de su rostro. No otra vez... Esto se estaba volviendo terriblemente constante, ideas paranoicas que lo atacaban y a consecuencia me reclamaba con pocos fundamentos.
—Estás siendo irracional Neji. Un abrazo con mi mejor amigo es más común de lo que parece —dije entre dientes.
—No lo es cuando tienes novio —debatió.
Enarqué una ceja, incrédula. Recuerdo perfectamente que a Neji no le molestaba que Kiba me abrazara.
—Eso no tiene nada que ver. Además, lo...
Antes de poder argumentar, Kiba soltó un resoplido de molestia, compartiendo el mismo sentimiento de cansancio. Lo miré confundida, ¿no quería que Neji se enterara de la razón? El dolor en sus ojos me hizo callar, por más que fuera la solución al malentendido, no traicionaría la confianza de mi amigo. No lo avergonzaría de esa manera.
Dio dos pasos quedando a la altura de Neji. Los ojos de ambos se mantuvieron desafiantes.
—Ah, Neji, abstente de pensar cosas que no son. Fue un abrazo de amigos, ¿entendiste? A-m-i-g-o-s —pronunció lentamente la palabra, separando cada letra. Su rostro no reflejaba nada—, no hagas un drama donde no lo hay.
Neji apretó los dientes, contraído.
—Hay pruebas Kiba —insistió acercando el celular.
—Oh, sí, una fotografía —concedió condescendiente mirando de soslayo la pantalla—. ¿No has pensado que se trata de un incentivo para comenzar una pelea?
Mi ceño se contrajo. Por un segundo lo procese en silencio pensando en esa posibilidad. ¿Quién capturo la fotografía y con qué fin se la envió a Neji? ¿Lo conocía? ¿Era alguien que me detestara? ¿O iban en contra de Kiba? Sea quien sea, seguramente su propósito se cumplió en el instante que Neji cayó víctima de sus celos.
Moví disimuladamente mi cabeza, contemplando a mi alrededor. Los estudiantes estaban ajenos a nuestra disputa, alejados lo suficiente para ignorarlo por completo. Nadie parecía particularmente interesado en lo que ocurría.
Volví a fijarme en ambos. El rostro de Neji no cambió en lo absoluto, frunció más los labios y sus ojos ardieron, como si las palabras de Kiba no valieran nada.
Una creciente pesadez abordó mi pecho, el ver su duda y la desconfianza en sus ojos ante la verdad, fue una daga a clavada directo al corazón. El nudo se formó en mi garganta, incapaz de articular palabra alguna. ¿Me creía capaz de engañarlo?
—O tal vez me muestre la verdad —refutó muy seguro.
Eso me quebró.
—¿Quién te envió la fotografía? —mi voz apenas salió firme.
Me concentré en no perder la poca compostura, mis piernas temblaban y la ira recorría mi cuerpo, las manos me picaron. ¿Qué se creía él al insinuar un engaño de mi parte?
—No importa quién la envió —él me miró con colera—. Retribuye a un hecho constante.
Kiba se aproximó a Neji tomándolo del cuello de la camisa. Respingué temiendo que lo golpeara y di un paso, estirando el brazo, detuve toda acción al ver que se acercó lo suficiente a su oído a susurrarle unas palabras. No pude escucharlas por el volumen de su voz. Quise saberlo, por la mueca de sorpresa y luego de rabia que cruzó en el rostro de Neji, intuí que no se trató de nada agradable.
Por un segundo noté las intenciones en sus ojos lavanda al devolverle la mirada a Kiba en cuanto se alejó de él. Estuvo a punto de alzar su mano, se reprimió a tiempo y la apretó a su costado hasta que sus nudillos se tornaron blancos. Luego me miró con el mismo sentimiento.
—Espero que pienses en esto Sakura, no lo toleraré la próxima vez —riñó.
Separé los labios, incrédula por su respuesta.
—¿La próxima vez? —murmuré incrédula. Fruncí el ceño y lo encaré—. ¿Dejarás que tus estúpidos celos te manipulen?
—Si me pongo celoso es porque lo creo en verdad, si no quieres que esto continúe aléjate de Kiba.
Escuché una maldición de Kiba, apretaba fuertemente los dientes.
—No puedes prohibirme eso, no eres mi padre.
—Soy tu novio —lo dijo como si fuera una divinidad.
—¿Y crees que con eso tienes derecho a prohibirme ser amiga de Kiba?
Me sentía indignada, jamás imagine que ambos llegáramos a este punto. Discutíamos a veces, sí, pero no de esta manera a tal grado que él me prohibirme ser amiga de Kiba. ¿Qué sería después? ¿Se enojaria si habló con cualquier chico? Yo he sido tolerante conforme a su pequeño club de fanáticas de primer grado, a él no le parece molestarle lidiar con ellas y sus constantes preguntas todos lo días.
—No me gusta que estés mucho tiempo con él.
Eso es porque tienes de prioridad los partidos de fútbol, pensé amargamente.
—¡Es mi mejor amigo!
—Más bien tu amante.
Me quedé sin habla. Estática, ensanche los ojos y la lengua se pego a mi paladar. Sentí algo en mi interior romperse.
¿Fue mi corazón? No, seguía latiendo dolorosamente.
—Cuida bien tus palabras, Hyuuga —intervino Kiba de nuevo, su rostro se tornó en una sutil advertencia.
Neji palideció al instante.
—No permitiré que insultes a Sakura, no tienes ningún derecho a comportarte como un idiota.
La respiración se travo en mi pecho cuando nos lanzó una mirada furiosa y sin decir nada, se alejó más rápido de lo que llegó en un principio. Con la cabeza en alto y refunfuñando incoherencias, su espalda tensa desapareció al doblar por la estructura de los salones.
Hasta ese punto me mantuve firme, y pocos segundos después me rompí.
Llevé las manos a mi rostro y negué con la cabeza varias veces, mordiendo el interior de mis mejillas, evitando llorar por el coraje que sentía. ¡No era justo! Nunca pensé que los celos de Neji se descontrolaba de esta forma, sospechando hasta de mi amistad con Kiba.
¿Qué sucedía con él? ¿Por qué estaba cambiando? En un principio no era así, no le molestaba que Kiba estuviera cerca, incluso le llamaba cuando lo veía alejarse de nosotros. Reímos y bromeamos juntos, un ambiente ameno sin indicios de catástrofe. Nunca hubo repulsión o desprecio en sus ojos al mirarlo...
O al mirarme. Jamás le he dado motivos.
Respingué al sentir unos cálidos brazos alrededor de mis hombros, estrechándome a un cuerpo que me brindaba consuelo. Kiba no dijo media palabra de lo ocurrido, dejó que lo abrazara como si fuera una niña que necesita a su oso de felpa a mitad de una noche de tormentas. No emití ningún sonido, no quería que se preocupara más por mí.
—Ya déjalo, Sakura —dijo Karin sacándome de mis recuerdos.
Aparté los ojos de mis manos juntas, su expresión era intolerable. No se refería en desistir el asunto o de los absurdos celos de Neji.
Más bien, terminar con él.
No le contesté. No tenía la certeza de que mi voz saliera firme al asegurarle que se trataba de otro malentendido cuando mi corazón comenzó a fracturarse desde el instante en que él me miró con enojo y repulsión. ¿Cómo estar con una persona que guarda esos sentimientos hacia mí?
Encogí los hombros en un gesto resignado, dejando que su imaginación trabajara, no era el momento adecuado de hablar pues mamá se había despertado y nos miraba con curiosidad. Apenas me percaté que sus ojos bailaban entre las dos, dudosa de nuestras expresiones.
—Hija, no volveré a escaparme, así que ya no estés triste por favor —pidió mamá con sus ojos verdes arrepentidos.
Me alegré enormemente de que interpretara mi expresión en otro sentido.
—Eso espero mamá, no estuvo bien que te hayas ido sin avisar —dije conteniendo el sentimiento en la voz.
Me acerqué a ella y tomé la mano que me ofrecía, la apoyé en mi mejilla, sintiendo su calor, su tacto lograba disipar un poco mis problemas, estando ella a mi lado lo tenía todo. Lo demás dejaba de importar. Solamente ella y su salud acaparan mi mente. Me aterraba la idea de que desapareciera frente a mis ojos, por eso disfrutaba cada instante.
Escuché al suspiro de Karin, el sillón crujió. Estuvo a mi lado componiendo su mejor sonrisa.
—Ya le dije a Karin que iba a visitar a un amigo —dijo mamá.
Las explicaciones de mamá no tenían sentido alguno, conocía muchas personas en la ciudad y ninguna de ellas se contactó con nosotras para dicho encuentro. Lo hubiéramos sabido antes que se escapara.
Compartí con Karin una mirada cargada de incertidumbre, en ocasiones los delirios de mamá no tenían sentido, pero el hecho de que expusiera su integridad para cumplirla nos dejaba un hueco en el corazón y una preocupación creciente. Daba gracias al cielo a aquella persona que la ayudó tuvo la sensibilidad de intentar comprenderla y regresarla al hospital.
Ese detalle me distrajo un poco.
—Mamá, ¿sabes quién es el joven que te trajo? —pregunté sonriendo.
—¿Joven? —murmuró a su vez.
—Sí. Queremos agradecerle que tuvo la amabilidad de ayudarte —contribuyó Karin ajustando los lentes sobre su nariz cual arrugó en un gesto chistoso—. Después de todo, usted nos dejo muy marcado nuestros modales, me molesta que no haya recibido un agradecimiento formal.
Asentí estando de acuerdo.
—Que mal que no estamos en casa, estoy segura de que Sakura le hubiera ofrecido sus maravillosas galletas —comentó distraídamente mi hermana.
Noté la ironía en la última frase, la miré con ojos asesinos a la cual ella me respondió con una sonrisa burlona. Para nadie era secreto que en el área de la repostería soy un desastre total. Las galletas carbonizadas de la semana pasada y las quejas de Sasori por su dolor de dientes son la prueba viviente.
—Ya te dije que confundí los números —me quejé con fastidio.
—Claro, claro. Lo que tú digas.
Le mostré la lengua de forma infantil y desvié el rostro. Vaya hermana mayor. En vez de apoyarme, se mofaba de mis intentos fallidos en repostería. Sabía que no lo hacia con malicia y eso resultaba peor, le gustaba molestarme al igual que Sasori. Mayores que yo tenían que ser.
—Uh... bueno —intervino mamá, su ceño fruncido demostró su concentración—. Es un joven apuesto, de cabello negro y ojos del mismo color, se veía muy triste —comentó con su rostro decaído—. Utilizaba una gorra negra y fue muy poco hablador, de hecho, no dijo nada en todo el camino, se limitó a escribir sus preguntas en una libreta azul.
Enarqué una ceja ante su descripción. Sin proponérmelo realmente mis pensamientos viajaron inevitablemente a Sasuke y su actitud renuente a cooperar en la interacción, su mirada perdida en un punto fijo y sus ojos negros y profundos transmitiendo una profunda desdichada combinada con frustración, un mar infinito de tormento que no encontraba la calma necesaria. Sus mechones de cabello azabache ocultos debajo de una gorra... negra.
Abrí los ojos al llegar a ese punto. Suprimí mi cerebro lo más que pude, tratando de recordar el color de la libreta que le quité cuando leí lo que escribió. Al quitármelo, el color azul se reflejó contra la luz del foco blanco, intensificando su color.
¿Podría ser...?
—¿Te dijo su nombre? —me apresuré a preguntar.
Karin me miró extrañada por mi repentina acción puesto que me acerqué más a mamá, impaciente por una respuesta.
—No me lo dijo, lo escribió —rectificó mamá. Compuso un gesto pensativo—. Sasuke... me parece que ese es su nombre.
Bajé la mirada a las sábanas blancas.
Sasuke, sí, debía ser él. Se asemeja a la descripción de mamá. Cuando le pregunté que lo traía por aquí él solamente se encogió de hombros y nunca respondió la pregunta, ahora sé que tuvo la consideración de ayudar a mi madre. Él evitó indirectamente que yo sufriera por horas la desaparición de mamá, la interceptó a tiempo. Solté el aire por la boca, menos mal, quien sabe donde hubiera terminado mi mamá al estar desorientada.
Pero... también nos escuchó hablar sobre el asunto y tampoco nos hizo saber que fue él. Entonces recordé que en ese preciso momento él se dispuso a marcharse con cierta insistencia, justo cuando mencioné en agradecer formalmente a esa persona sin saber que se trataba de él.
¿Acaso no quería ser descubierto?
¿Por qué?
—Tal parecer que Sasuke odia recibir atención —dijo Karin, pensativa. Llegó a la misma conclusión que yo, o bueno, parte de ella—. No se ve muy abierto a las personas.
Mebuki alternó la mirada entre las dos sin comprender de lo que hablábamos.
—Esperó que si se encuentran con ese chico le den un saludo de mi parte.
Nos sorprendió sus palabras, como si hubiera adivinado nuestros pensamientos sobre el tema.
Sonrió de oreja a oreja.
—Es amigo de Sakura, no mío —se defendió mi hermana con las manos alzadas, librándose del interrogatorio.
—En ese caso —los ojos de mamá se clavaron en mí. Trate de sonreír naturalmente—, Sakura. Debes agradecerle debidamente, ¿de acuerdo? Aunque esto es parte mi culpa, Sasuke merece un agradecimiento.
—Dalo por hecho mamá.
Por supuesto que así sería, pensé mirando por la ventana que estaba alado de su cama. La noche se regocijaba sobre la ciudad, las estrellas tan lejanas me guiñaban desde su hogar, y el aire se colaba cobijando mis malestares anteriores.
Sin saberlo, su nombre y presencia se grabó en mi mente, preguntándome la causa de esos sentimientos negativos que expresaban sus hermosos ojos negros. Sospeché —con un creciente nudo en la garganta— que todo se debía a su discapacidad.
El que fuera mudo.
Seguramente él tendría sus propias batallas. Las mías no se comparaban con las suyas, incluso algunos puntos podrían superarme y viceversa. Soportaba tanto en silencio, la desesperación debía ser asfixiante todas las noches, encerrado en su zona de confort que pronto se convertía en su propio calvario.
En su infierno personal.
Tuve la necesidad de tenerlo frente a mi y abrazarlo con todas mis fuerzas. Brindarle una genuina amistad, no mentí cuando le dije que no se libraría de mí fácilmente. No me detuve a pensar de dónde provino esa repentina necesidad.
Y en lo que sí estuve de acuerdo es ayudarlo a toda costa. Decirle las palabras que yo necesito en estos momentos.
¿Estás viviendo con dolor igual que yo, Sasuke?
¡Hola! (debería estar haciendo tarea, pero YOLO)
Hace tiempo que no actualizaba este fic y decidí seguir.
¿Qué les pareció? Una perspectiva desde Sakura describiendo un poco más sus pensamientos.
Les agradezco enormemente el apoyo que ha recibido este fic, ¡muchas gracias! Les quiero un montón.
¡Alela-chan fuera!
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