Capítulo 2
"Dígame, señorita Holland, ¿cómo asimilaste la idea de que te quedarías sin oír?"
Dudé en la respuesta. Sí, volví a ir al consultorio. No es que crea que los psicólogos sean la solución a los problemas que no tengo, solo que mis padres se esforzaron tanto en esto, está tan ilusionados en que pueda volver a salir con amigos y llevarme bien con otras personas, no les pienso malograr su felicidad.
Recuerdo el día en el que supe qué tenía. El día en el que mi vida dio una vuelta de 360°. El último día en el que podía considerarme una persona feliz.
–¿Ya estás despierta Holland? –me despertó mi madre –Tienes que ir a clases. Si llegas tarde la señorita Smith se va a molestar
La señorita Smith, la profesora de segundo de primaria más amargada que pueda existir, pequeña y regordeta, como 50 años, llena de canas y líneas marcadas en la frente. Sigo sin saber cómo le dieron el puesto en un colegio de primaria, hasta yo tengo más paciencia que ella.
–Ya mamá, voy
Bajé las escaleras de dos en dos. Una mañana de primavera, había salido el sol y podría jurar que un coro de pajaritos se había tomado todo el invierno practicando la melodía de ese momento. Fui a la mesa y me serví un jugo que había sacado del refrigerador un momento antes.
–¿Entendiste? –preguntó mamá
–¿Entender qué? –respondí. ¿Qué había dicho antes que no me di cuenta? Ni sentí su presencia a mi lado
–Te acabo de decir que hoy te recogeré un poco más tarde de lo normal, tengo que hacer... –las últimas palabras me sonaron como un zumbido
–¿Hacer qué?
–Hacer el papeleo para que renueven mi contrato en mi trabajo. ¿Qué te pasa, Holland? ¿En qué estás pensando?
–Ah, nada. Solo no te escuché
–Está bien. Come rápido o te dejo
Asentí con la cabeza y desayuné en un dos por tres, no tenía mucho apetito. Cogí mi mochila y mi lonchera y subí al carro de mamá.
Estábamos en medio camino hasta que volví a sentir ese zumbido. "Bah, es un simple juego", pensé. La señorita Smith me había enseñado que, cuando zumba tu oído, debes elegir un número cualquiera. Ese número en el abecedario es una letra, esa letra es la inicial de alguien, ¿en quién estoy pensando? Pero el zumbido no paró. Intenté ese absurdo método dos, tres veces, y nada. El zumbido seguía ahí, y se hacía más fuerte.
–¡Mamá! –grité, pero no me respondió –¡Mamá ayúdame!
Busqué su rostro por encima de las lágrimas y pude ver su cara de preocupación, pero no me había dicho nada. Paró rápidamente el vehículo y me agarró de las mejillas, examinó todo mi rostro para saber qué me pasaba. Noté que movía los labios, pero no pude oír nada aparte de ese insoportable ruido.
Al notar que no le respondía, me soltó el rostro y arrancó el vehículo otra vez. Esta vez nos dirigíamos al hospital.
No pude soportar más, sentí ese zumbido tan fuerte dentro de mí. Era como si una persona con un taladro estuviera excavando en mi cerebro, y su objetivo era llegar a mi ínsula. Sentí que la órbita de mis ojos se iba por detrás, que mis oídos sangraban, sentía que iba a morir en cualquier momento.
Hasta que el zumbido cesó. Para ese entonces ya me encontraba en la camilla del hospital, tenía al doctor frente a mí, acompañado de dos enfermeras. Mi madre estaba en la sala de espera angustiada, mientras vi llegar corriendo a mi padre, ambos llorando. Creían que me iba a morir, y yo también lo creía.
Vi que el doctor los dejó pasar al consultorio. Les dijo algunas cosas que no llegué a oír, pues no oía nada. Vi a mamá llorando fuertemente, y a papá agarrándola de la mano. ¿Qué pasó? ¿Cuándo volveré a oír? Quiero ir a abrazarlos, quiero decirles que todo está bien, que estoy mejor, que sigo viva. Pero no puedo.
El señor Clifford golpeó el pizarrón levemente con el plumón, "¿En qué piensas?" volvió a escribir. Volví a prestar atención a su conversación con una sorda, "No recuerdo cómo fue ese día", respondí.
Sí, le mentí, le mentí a mi psicólogo. ¿Qué otra opción tenía? ¿Contarle a alguien cómo mi vida se arruinó por completo? ¿Cómo fueron los hechos del peor día de mi vida?
"Sabes Holland, creo que sí te acuerdas pero no me quieres decir lo que pasó. Cuéntame con confianza, estoy aquí para ti".
Miré el reloj de mi teléfono, 6:05 p.m., ya había acabado mi sesión. Hice el gesto de despedida de las modelos de Miss Universo y salí por la puerta. El señor Clifford no se molestó en seguirme, cosa que habría hecho cualquiera al que yo le importara, pero claro, a él le pagan por escuchar mis desgracias, más bien, leerlas.
Al salir pude ver a Ethan, el chico con TDAH del mensaje. Estaba sentado en un sillón de la sala de espera jugando una guerra de pulgares con él mismo hasta que me vio, se paró y vino corriendo hacia mí, y me dio una nota. La cogí y me fui a casa.
En el camino la desdoblé de mi bolsillo y la empecé a leer:
"Hola Holland, soy yo, Ethan. Ah, claro que lo sabes, yo mismo te di la carta. Como te dije, descubrí una forma de comunicarme contigo, ¿sabes lenguaje de señas? Ayer busqué unas cuantas en internet para poder hablar contigo. Bueno, solo quería decirte que me pareces muy amigable. Yo no tengo muchos amigos, se quejan de que hablo mucho y que no puedo estar quieto en un sitio, pero ¿por qué estar quieto? Soy joven, tengo mis huesos saludables, debo aprovechar al máximo, ¿no? Ja ja. ¿Tú tienes amigos? Ay, qué cosas digo, obvio que tienes. ¿También son como tú? Aunque, ay no, no es nada malo. Más bien, ¿puedo ser tu amigo?"
Volví a leer la nota. ¿En serio alguien se habría interesado en mí? ¿En una sorda? ¿Sabe que seré como un grano en el codo por el resto de su vida? Si es así, acepto ser su amiga.
Cogí mi teléfono y le respondí al remitente desconocido.
"Hola Ethan, soy Holland. Y sí, quisiera conocerte y ser tu amiga. ¿Puedes hoy a las 8 en el Café de la cuadra 12? Te espero"
¿Me parece o acabo de invitar a un chico a una cita? ¿Yo? ¿De qué le hablaré? Bueno, queda claro que no hablaré, qué cómico. Es que, no suelo comunicarme con nadie aparte de mis padres. Pero esta noche venceré mis miedos y podré ser una persona normal por un momento.
Llegué a mi casa y subí corriendo a mi habitación. Me puse a elegir qué ropa me pondría hoy. Vi a mi madre entrar por la puerta con su tableta en la mano. Tecleó unas cuantas veces y se prendió el proyector que estaba encima de mi cama. Ese proyector apuntaba a una pared vacía y mostraba el mensaje escrito en la tableta. La luz era fuerte, tanto así que me podría dar cuenta en cualquier momento que alguien quería decirme algo. ¿Ingenioso?
"¿Qué haces? ¿Y por qué estás tan alegre? ¿Planes para hoy?" escribió con una sonrisa. Asentí con la cabeza mientras seguía viendo qué conjunto ponerme. "¿Puedo saber con quién?" volvió a escribir. Suspiré y cogí mi tableta que estaba en mi mesita de noche, "Es un amigo que conocí en el consultorio del señor Clifford". ¿Estaría bien haberlo llamado amigo? Pues, no lo conozco, y no me conoce. ¿Estoy adelantando los hechos?
Mi madre sonrió tanto como el gato en Alicia en país de las maravillas, no exagero. Dejó la tableta en mi cama por un momento y se acercó a mí para abrazarme. Fue un tierno abrazo que acabó con un besito en la frente. A pesar de haber perdido todo lo bueno de la vida, sé que nunca perderé a mi madre, es la única persona que me soporta a pesar de lo intolerante que he estado todos estos años. Se quedó un momento conmigo para ayudarme a elegir mi vestimenta y me ayudó a maquillarme, estaba tan feliz de que pueda tener un amigo"
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