Zafiro

El frío de la noche se comía mi alma como pocas veces lo hacía, como pocas veces se lo permitía... se devoraba mi ser, dejándome solo, enredado en mis pesadillas, encajonándome en las sombras.

El cigarrillo que acababa de fumar se me clavó en la conciencia. Claro que había prometido no hacerlo más, pero es eso o la cocaína, vaya excusa la mía, pero es esa mi realidad.

Observo lo que tengo en frente, y no es nada más ni nada menos que los bloques de piedras que Zafiro levantó con el inmenso poder que guardaba en su interior. Intento imaginar esa batalla, se lo he preguntado mil veces a Alex como si de esa manera lograse resolver este rompecabezas, encontrando razones y palabras que compensen el dolor y las pocas ganas que me quedan de seguir luchando.

Paso mis manos sobre las rocas en un vano intento de encontrar alguna memoria en forma de energía, pero he estado tantas veces en este lugar, que conozco cada grieta, y estoy seguro que no hay más que el recuerdo de su muerte.

Tiro lo que queda del cigarrillo para fumarme otro, lo llevo a la boca y antes de encenderlo, las vibraciones del aire me informaron que tenía visitas.

—¡Hugo! ¿En verdad lo harás? —Dana parece muy enojada, pero hago de oídos sordos y termino encendiéndolo.

—Ya ves —contesto desafiante mientras doy la calada más profunda que pueda.

Dana camina en dirección mía, su mirada es desafiante, sí, mi hermana es insoportable cuando quiere serlo.

—Que tú te vuelvas al mundo de los vicios no la traerá de nuevo —dice con mucha rabia contenida, es tanta, que puedo ver las lágrimas que van acumulándose en sus ojos.

—Dana... necesito que me dejes respirar, ¿si?

—¿Para que tu próximo paso sea el suicidio?

—No planeo eso, mientras Helios siga con vida...

Suelto el humo al aire y el silencio se adueñó de la noche, Dana quedó tan descolocada con mi comentario, quizás preguntándose cómo es posible que una persona cambie tanto de un segundo a otro. Ella es consciente de que yo no pensaba hacerle daño a Helios, pero últimamente la he soñado tanto, la he visto con los ojos temerosos, llorando, incluso esperanzada, y Helios es el culpable. Él lo es, no sólo por el hecho de haberla dejado sola cuando ella más lo necesitaba, si no por haber vuelto su frágil corazón en un manojo de sentimientos llenos de confusión.

Me he preguntado una y otra vez si debí haber renunciado a ella como lo hice, si estuve bien dejándola luchar por el amor de ese imbécil. Quizás si yo hubiera tenido más carácter, Zafiro estaría viva hoy. Quizás odiándome, pero viva.

—No lo dices en serio... —Dana deja un toque de esperanza a su afirmación— No puedes ser capaz de pensar en eso Hugo... nuestro objetivo... ahora mismo es conseguir esas piedras y revivir a Zafiro, no puede ser que quieras desviarlos para asesinar a Helios.

—Yo no lo llamaría asesinato Dana... lo llamaría justicia.

—Tú puedes pensar eso... pero ¿te imaginas a Zafiro oyéndote?

—¡Pero no está! —grito enojado— Ella no está Dana, y entre más lo pienso estoy seguro que traerla de regreso no es la mejor opción, no será la misma... será como su madre, y es lo que menos quiero en esta vida que sea.

Dana me da una chateada con tanta fuerza que en verdad hace que me resuenen los músculos de la cara. Yo la observo sin expresar más nada que asombro.

—Tu amiga Tamirá —dice respirando y acomodando un mechón de cabello tras su oreja derecha—. Está con Helios, Ader la quería muerta, para evitar esa alianza... —respira profundo—. Y a mí tampoco me gustaría que sea como su madre —dice un poco más fuerte— pero no olvides que por sobre todas las cosas tú y yo le debemos lealtad a la señora Odeim. Le debemos la vida... y no tienes el derecho de decidir lo que ella quiera hacer con su hija.

—Y ella no tiene derecho de decidir por su hija. ¿Crees que Zafiro quiere volver? Hablando en serio... ella me odiaría si la trajera de nuevo.

Dana me observa detenidamente, lo único que hago es tirar la colilla del cigarrillo y pisarlo sin dejar de mirarla.

—Lo de Tamirá es preocupante, pero yo no mato Dana... y si bien quiero acabar con Helios, será en el campo de batalla...

—Te desconozco Hugo... quisiera saber en qué momento has cambiado de opinión.

Respiro profundo, intentando comprender a mi hermana. Pero me es imposible. Y la verdad quiero irme de aquí. Pero nunca lo hago hasta que salga el sol. Simplemente espero en silencio, esperanzado en que ella lo comprenderá y me dejará en paz.

—Encontré esto —dice arrojando un pequeño paquete de coca al suelo—. Estaba bajo tu cama. Y la verdad me encantaría no preocuparme por ti. Pero simplemente no puedo, tú y nuestros tíos son lo único que me quedan y yo no puedo permitir que te destruyas de tantas formas.

Sus palabras ni siquiera rozaron mi conciencia, yo tengo una estaca clavada. Y por supuesto que voy a luchar para cambiar todo esto. Las piedras y el control será lo primero que acabe arrebatando a Helios. Lo voy hacer sufrir tanto que en poco tiempo lo tendré desorientado en el campo de batalla para luego acabar con él.

—Mejor vete Dana —me siento en la roca que tengo detrás de mí, mientras analizo qué es lo que le dolerá más a Helios.

—Si tanto quieres herirlo... roba el cuerpo de Zafiro —terminada su oración cuando ella saltó.

Mi mente comenzó a volar con esas palabras. Preguntándome los riesgos e impedimentos para esa operación.

Robar el cuerpo de Zafiro sería el golpe perfecto a su orgullo, pero volvería un problema, que querrán traerla de nuevo. Pero puedo impedirlo. Quizás busque a sus padres y le entregue el cuerpo de su hija, de sangre o no, ellos la aman.

Creo que al final... la visita de Dana fue provechosa.

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