Intentando

Cada vez es peor, las sombras de mi interior se comportan más pesadas, como buscando una gran escapatoria de mi cuerpo, con ganas de deborarse mi ser entero.

Me apoyo contra el marco de la puerta del baño, acabo de vomitar, y parece que eché hasta las tripas. Por suerte, tiré lo que tenía en el estómago y no salió ninguna gota de sangre. O la historia sería otra.

Respiro profundo, intentando sofocar el espíritu revoltoso de esos retazos de energía, pero es imposible, ellas están sobre mí.

Unos golpes en mi puerta anuncian mi temor, es hora de salir, y no sé qué tanto lo quiera hacer.

Camino apenas hasta la puerta y antes de desllavearla la piedra que estaba en mi cajón, y fue allí que me sentí un poco mejor, quizás tener la piedra conmigo me ayude algo.

Abro la puerta y la cara de Ámbar está adornada de una gran sonrisa, pero cómo no iba a estarlo, si prácticamente se pasó la tarde más genial de todos en esta casa. No habrá sido hasta hace una hora que dejaron de hacer escándalo.

—Alex y las demás me enviaron a buscarte, dicen que es muy importante que salgamos ya.

—¿Salgamos ya? ¿nos acompañarás? —pregunto apretando fuerte mi estómago y evitando hacer muecas de dolor.

—Obvio, no me perdería el espectáculo, y capaz valga la pena saber quién es la Dominis que trae de los pelos a Iam... ¿podría robar su alma?

Sólo levanté la ceja de manera sugestiva, no podía creer que esto se convirtiera en el show de la noche.

Bajo la atenta mirada de Ámbar tomé una remera negra para ponérmela, la verdad ganas no tengo, pero debo ver si puedo salvar a mi amigo en medio de todo este loquerío.

—Estás muy pálido Hugo, ¿estás seguro de que quieres venir?

—Ámbar, ¡cállate y deja de joderme!

Ni bien terminé la oración ya tenía a mis niñas diabólicas ante mí, las caras de ángeles pero el alma salida del averno.

Alex traía un vestido de esos que te cuentan historias a medias, donde podrías mirarla por hora queriendo levantar un dedo más, pero sabes que es imposible, su belleza era como un premio inalcanzable. Sensual, pero nada vulgar, muy por el contrario a Paulina, en ese escote exagerando.

Ross, de un negro intenso simplemente atraía a la acción, y mi hermana, parecía sacada de una película estadounidense, de esas en donde la chica buena se convierte en una estrella.

—¿Vamos a espiar a Iam o vamos de fiesta?

—Todo, o como dicen vulgarmente, todo junto por igual —responde Alex mientras se acomoda un mechón tras la oreja—. Deja de ser un amargado Hugo, hoy nos libramos al fin, gracias a Dana sabemos dónde están, vámonos de una vez, muero de curiosidad.

—Claro —respondo cuando Ámbar me toma la mano derecha y Alex la izquierda.

—Mmm, ¿eso quiere decir que yo soy la niña buena y tú la mala? —Ámbar pregunta a Alex.

—¿Acaso eso importa?

La pregunta se rompió en el aire, mientras el salto se efectuaba, y mis sombras me comían un poco más de conciencia. Pero debo admitir que sentirme poderoso y malo, ayudaba a olvidar el mal estar.

Ruido, bocinas, gente gritando, luces de colores y la música sobre mis hombros. Miro a todas las direcciones para percatarme de que estábamos en la calle frente a una de las discotecas más glamurosas de todo Asunción, estábamos apenas llegando y ya estaba preocupado por lo que pudiese pasar.

—¿Lo oyes? —susurra Alex a mi oído, yo niego con la cabeza empezando a llenarme de miedos e inseguridades—. Es la diversión llamándonos Hugo, vamos, es hora de borrar los malos recuerdos y darnos algo de felicidad.

Llegamos a la entrada donde el guardia nos saluda con un pequeño gesto, claro, era un Nemosorum, al verme me entrega una tarjeta plástica.

—Consumo ilimitado jefe —me asegura mientras las chicas van pasando a la disco.

Recuerdo que un tiempo atrás era yo quien recibía a la gente, y trabajaba turnos dobles para ganar dinero, a pesar de que nosotros podríamos tener lo que quisiéramos, mis tíos me decían que era mejor no abusar del dinero que no era nuestro.

Trabajar no era un fastidio, muy por el contrario, era lo que me hacía sentir normal.

Yo me sentía inferior a los niños ricos que llegaban a la disco del padre de Alex, cuando en realidad yo era el jefe de todo.

Sonrío al guardia en forma de agradecimiento, y al entrar al box que nos correspondía, no tardé en ver a las personas recorrer de un lugar a otro con sus copas llenas de bebidas, latas de cerveza o sus cigarros.

En un pestañeo ya sabía qué chica estaba drogada, qué hombre era el responsable, y quien era el proveedor.

—¡Vamos a atacar! —exclama Dana al ver a un grupo de muchachos, así que camina hacia ellos.

La dejé ir, no me voy a interponer ahora, justo ahora a mi hermana furiosa, y con unas ganas de vengarse de mí, por este segundo sello.

Me tiré al sofá cuando me percaté de que la única que está conmigo es Alex, sonrío indignado, pues todas fueron de cacería y me dejaron, pero supongo que esto es una misión al fin y al cabo.

Respiré profundo, porque a medida que me dejaba llevar, las sombras se hacían menos presentes y mi cuerpo se sentía mejor, era como si el pecado de este lugar me diera más vida.

Un mozo se acerca a mí y a Alex, así que supongo que debo comenzar a pedir algo.

—Señorita, caballero ¿Qué les traigo? ¿desean ver la carta?

—Definitivamente no —me detiene Alex antes de que yo pueda hablar—. Tráeme un mojito, y para el joven, ron, con un toque de jengibre y canela. ¿O me equivoco?

—No... —susurro sorprendido— es lo que quiero caballero, pero tráiganos una botella de whisky y 3 vasos para mis otras invitadas.

Cuando dije eso el joven tomó nota en su tableta y se fue, dejándonos a solas, bueno, a solas es una forma de decir.

—¿Todavía la extrañas? —pregunta Alex mientras se toma unas selfies.

—¿Bromeas? obviamente, la extraño todos los días, Zafiro es...

—Me refería a la coca, Hugo.

No pude evitar sentirme incómodo, sonreí apenas y me encogí de hombros, como si eso fuese suficiente, yo en verdad no podía hacer ni decir otra cosa, la cocaína era mi única amiga, de verdad, hasta Zafiro, y ahora que ella no está, lo he considerado muchas veces.

Alex no deja de sonreír, como si lo que acabara de preguntar le diese créditos extra, porque simplemente ella en verdad comprendía lo doloroso que era para mí todo. Pareciera disfrutar mi desgracia.

El mozo se acerca primero a Alex y le entrega su bebida, luego a mí.

—Vuelvo en un rato con su botella —dice cuando le ofrece a Alex una mirada cargada de ganas de tocarla, es una reacción muy comprensible, Alex es hermosa, y a decir verdad, últimamente veo algo de Zafiro en ella, pero eso sólo lo sé yo.

Alex toma un trago de su bebida mientras me penetra con los ojos, intentando sacar algo de mí, me pregunto si sigo viéndome fatal.

—¿Por qué no estás con las demás Alex?

—Porque esta noche quiero saber de ti Hugo.

—¿Se trata de algún tipo de venganza contra tu madre por no hablarte de tu hermano? ¿Quieres estar con el rechazado Nemosorum?

Ella toma otro trago y sonríe demostrándome que está muy, muy, muy ofendida.

—¿Qué pasó con nosotros Hugo?

—Lo mismo que pasó entre tú y Lior, Anahi y yo, o cualquier chica con la que me haya metido antes de Zafiro. NADA Alex, no pasó nada.

—Porque nunca te importé.

No podía creer que ella esté sacando esto del tintero, bajo mi bebida y la apoyo contra la mesa mientras al fondo sonaba con mayor fuerza la música.

—Nunca me importaste, ¿eso es lo que piensas? ¿Acaso no me usabas Alex? —pregunto con furia— ¿Acaso no me tenías de títere? Estaba loco por ti —confieso sintiendo la ira recorrerme—. Pero me di cuenta de que yo, era uno más de tu colección, que lo nuestro no era más que cuerpo contra cuerpo.

>>Me dejaste con el corazón roto, pero aún así estaba para tus caprichos, y comprendí que no importaba lo que sea que hiciera, yo sólo era un muñeco en tu estantería.

Suspiro, porque no podía tan siquiera creer que al fin le dije esto a la venenosa Alexandra, es más, no puedo creer que esta verdad salga de la nada, como si ambos nos debiéramos explicaciones.

—Luego llegó Zafiro, y dejaste de ser mi fiel seguidor —vuelve a beber—. Sin embargo Hugo, te equivocas en algo, yo sí te quise, pero eras un reverendo idiota, siempre compitiendo con Lior, que no te diste cuenta que la loca era yo.

Alex se muerde el labio, para luego soltar una pregunta directo al corazón.

—¿Ella lo supo alguna vez, digo, que tú y yo?

—Jamás, y creo que es la primera vez que hablamos de esto.

—Es que, mi querido Hugo, estoy intentando ser mejor, al fin y al cabo, tú eres la única esperanza que tengo para encontrar a mi hermano, y la única forma de hacerlo, es sacando toda la basura de mi corazón.

Quizás Alex tenga razón, es hora de trabajar sobre lo que tenemos y la única forma es tirando la basura, tal como debe ser.

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