El Hilo
Mojado, cansado, enojado, ¿qué otro adjetivo podría describirme? ¿Inútil? ¿Desesperado? ¿Idiota?
Miro mi muñeca y el maldito hilo aparece y desaparece. Me he acostumbrado a verlo en rojo, y ahora es un azul brillante, que de la nada se va, dejándome un hueco en el estómago.
No he comido en estos días hasta que mi estómago me grite con desesperación, pero la verdad es que no tengo ganas más que de saber en dónde carajos están, y por qué me está haciendo esto.
Cada que el hilo aparece, la siento. Y siento su enojo, la verdad no puedo tan siquiera creer que esté despierta, me llena de alegría y pavor al mismo tiempo.
La lluvia no ha parado, y me he refugiado en esta cueva desde ayer, el sonido de las gotas contra el suelo me hacen creer que todo mejorará, me invitan a dormir, a relajarme.
Pero evidentemente esas no son las intenciones de Zafiro, el hilo continúa haciendo lo mismo, cada 5 minutos, lo he controlado. Por lo que el mensaje es claro, ella sabe lo que me está haciendo.
Cierro mis ojos con fuerza y ahora espero que vuelva a aparecer, pero no, está vez no aparece, ella ha dejado de molestarme.
Golpeo la muralla de roca que tengo tras de mí, provocando que la caliza se desprenda de la pared curubicándola, convirtiendo en polvo lo sólido.
Mi respiración se agita tanto por el dolor que me causa todos mis errores, en especial éste. Sostengo mi cabeza con ambas manos porque no puedo con tanto.
¿Qué es lo que quiere de mí? más que mi corazón hecho pedazos, mi sufrimiento cubriendo mi alma y todo lo que queda de mi ser. Me está intentando volver loco, que termine abajo, muy abajo, como la miseria humana que soy.
—¿Qué quieres? —vuelvo a golpear la pared una y otra vez provocando que mis nudillos se raspen, pero no me importa, lo único que quiero saber es si ella aún me quiere, o simplemente ahora soy nada.
He hecho muy mal las cosas es verdad, pero por qué debe hacer pagar las cosas así, destrozando mi ser y cortando en pedacitos lo que tengo.
¡Dios! ¿Cómo dejé que esto pasara? ¿Cuáles fueron mis errores? ¿Dejé de ser cuidadoso cuando dije que te amaba acaso?
No, ese es el problema, nunca lo dije. Me dejé llevar por mi orgullo y creé mil excusas alrededor de ti, conformando mentiras infinitas. ¿Acaso si hubiera sido honesto conmigo nunca hubieses muerto?
Oh Dios, ¿acaso ella en verdad quiere que yo sufra mi amor? ¿Me dirá a qué se debe su furia? ¿Cómo pudo dejar pasar el enojo sobre aquello que teníamos?
Miro de nuevo mi muñeca con la esperanza de que el hilo vuelva a aparecer, pero no.
Así que le rezo a la nada con la esperanza de que ella me pueda oír, o al menos pueda sentir mi herido corazón.
—Mi amor, Mi Yeru, quizás no te entienda —sigo mirando mi muñeca— quizás y tengas tantas razones para odiarme, o matarme, pero, créeme que he pagado con creces tu muerte, que... que estoy en medio de un lamento eterno... pero te amo, y perdóname si nunca te lo dije, era un cobarde... y lo sigo siendo.
>>Sólo dime, hazme saber de alguna forma, si te he perdido para siempre, o simplemente llévate mi alma, porque en verdad no sé que haré si ya no me quieres.
Volví a enloquecer, el hilo seguía imperceptible, ella ya no estaba, solamente era yo y mi dolor, bailando en medio de la pena inmensa.
La perdí, tantas veces, demasiadas, la perdí cuando nunca fue mía, y fallé en medio de una misión, me dejé llevar por la oscuridad de mi orgullo, me cegué a causa de... ¿Qué?
¿Cuándo decidí que era mejor mantenerte lejos de mí? ¿Cuándo consideré que era mejor guardar todo lo que sentía por ti?
Ahora me duele, y me duele tanto que no puedo tan siquiera sostenerme.
Decidí ir, correr a la nada, cuando debería estar con mi equipo planeando tu rescate, pero lo que siento, lo que me dejas sentir, es que no quieres volver... es que nunca quisiste estar.
La pena es mi condena ahora, al fin y al cabo, no hay quien pueda rescatarme a mí, en teoría debo ser yo quien encabece todo.
Los sapos comenzaron a croar, por lo que debí mirar a todos los sentidos de la cueva. Desprendí un poco de energía e iluminé el lugar.
Kururu kua, así lo llaman los nativos, el agujero de los sapos, traducido.
He venido tantas veces aquí, porque es el lugar que más referencia tiene en todo este mundo de energía, pero nunca encontramos nada, más que agua, y el canto de los anfibios.
—Indra somaruka inta inter sumas satrak juaret —agudizo mis ojos, pero no logro encajar la imagen.
Entonces una joven con una media luna dibujada en el rostro se aparece ante mí, ella iba vestida como las hadas, y su vestido blanco hacía creer que se trataba de una princesa.
—El sufrimiento es la llave de las puertas sin cerradura —habla de nuevo, cuando tras ella aparecen un montón de hombrecitos peludos, del tamaño de niños de 4 años— El lamento de tu corazón nos permitió venir junto a ti...
—¿Qué y quién...?
—No preguntes —habla uno de los hombrecitos que tiene un bastón muy parecido al de Zafiro— Hay unas personas que quieren hablar contigo.
La mujer colocó su mano sobre mi brazo, y de la nada, estábamos en medio de Ojo de Mar. Yo estaba en el agua, y como la primera vez fui arrastrado hasta el fondo y me condenaron a oír el mismo canto de Maims que me contaban el destino de Zafiro, pero esta vez me llevaba más al fondo, tanto que dejé de sentirme, hasta que aparecí en un raro lugar.
La tierra parecía árida, no había brisa, frío ni calor. El cielo estaba iluminado, pero no había sol, eran haces de luz que pasaban sobre mi cabeza, conté 17 en total, y en cada haz parecía que pasaban mil destellos de energía.
—Helios Anta —la voz de un hombre me sobresaltó— No tienes idea de cuanto comprendo tu sufrimiento...
El hombre estaba acompañado de un joven de mi edad tal vez, el mismo parecía haber salido de alguna batalla campal, mientras que el hombre se veía fresco, joven, despierto.
—Aldebaran Odeim —me pasa la mano— Y él es mi hijo, Ander Odeim Lamied.
—Ustedes...
—Sí, es por eso que sé perfectamente lo que sientes ahora, y yo te ayudaré a perdonarte, y así recuperar a mi hija.
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