El canto de un naim
—Te lo digo en serio Helios, debes seguir a Dara —Tamirá me estaba prácticamente suplicando con un tono de voz muy serio— Ya sé que me has pedido que no mire las posibilidades, ni que te cuente nada de lo que veo en ninguno de los Dominis, pero hazme caso.
Me acomodo en el sillón en el que estoy, y fijo mis ojos en Bruno, quien está jugando a lo lejos con un gato que entró al campamento. Mientras intento razonar el pedido de Tamirá, la voz de Gizah y Andree me estremecieron.
—Hazlo —ordenaron al unísono.
Ellos son los únicos que saben del poder de Tamirá, y ambos están a favor de que siga a mi amiga, que la espíe en pocas palabras.
—¿qué posibilidades ves Tamirá? —pregunto llevándome la mano a la cabeza.
—Si no la sigues, veo cosas malas —responde casi temblando.
—¿Y si la sigo? — mi voz está quebrada, adolorida. Tamirá guarda silencio por largo rato, para luego hablar al fin.
—Al menos bajan las posibilidades —responde.
—¿Por qué no quieres ir hermano? —Gizah está enojada, histérica la verdad.
—Porque, ella es mi amiga.
Terminar esta oración fue mi condena, Gizah gritó con furia, mientras Andree negaba con la cabeza, si bien, yo confío en Tamirá, no podría desconfiar de Dara, la conozco desde que tiene 4 años, hemos pasado por tantas cosas, que en verdad me cuesta la idea de tener que espiarla.
—Ella sería incapaz de traicionarnos, además, ella me quiere, tanto como yo a ella —digo con un tono razonable, porque en verdad así me parece.
—Ella no te quiere —Gizah habla entre dientes— Ella está obsesionada contigo, y una mujer así de obsesionada, es capaz de hacer lo que sea Helios. Tamirá, dinos qué es lo que ves.
—No puedo —responde mirándome con vehemencia— tu hermano me puso un bucle para que guarde silencio.
Andree no puede creerlo, me está matando con los ojos, sí, puede que esté mal lo que hice, pero no podía arriesgarme a que ella cuente a todo el mundo todo lo que ve, así que si yo no se lo pido, o si no le concedo permiso, ella no puede decir nada de lo que ve.
—Fuiste capaz de ponerle un seguro a Tamirá, ¿pero no a Dara? —pregunta Andree bastante indignado— Sabes que ella es nuestra principal sospechosa de la muerte de Zafiro.
—¿QUÉ MIERDAS? —exclamo mientras me levanto del sillón y camino junto a mi hermana— Gizah, en verdad has sido capaz de decir esa teoría a Andree, ¡no hay pruebas de eso Gizah!
Andree me separa de mi hermana y se pone en medio de los dos, automáticamente le pongo los ojos en blanco, el maldito va a defender a mi hermana, se supone que él es mi segundo al mando, pero va a estar a favor de Gizah, y no de mi lado.
Respiro profundo, cuando Tamirá me ofrece una mirada suplicante, como si de esa forma me a convencer. Dara se va del campamento en una hora, y en verdad, no quiero hacerlo. Más sabiendo que tengo gente nueva a la que entrenar, luego tengo a Bruno, a quien debo dar lecciones.
Mientras ellos esperan en silencio mi respuesta, giro mi tronco para hacer sonar mis huesos, a ver si eso me relaja. Al momento en que llevo mis brazos a la cabeza, el hilo de mi muñeca hace un destello de color azul.
Mi cuerpo entero se tensó, y fue como si alguien me hubiese derramado agua fría. Traigo mi muñeca de nuevo a la altura de mis ojos y el destello vuelve a iluminar mi retina.
—¿Lo vieron? —pregunté esperanzado.
Mis acompañantes negaron con la cabeza Tamirá, quien me da un leve sí entre sus labios. Sin pensarlo corrí hasta donde estaba Berenice. Abrí la puerta para verla girar sobre una carta el bastón de Zafiro.
En eso, de mi brazo del lado en el que llevo el mapa se desprendieron unos destellos gigantes, como si el bastón me estuviera estirando. Camino hasta donde ella está, para ver que el cuerpo de Zafiro comenzaba a mover muy levemente el pecho, como si estuviese respirando, pero cuando ella cesó el giro sobre la carta, el cuerpo volvía a quedar inmóvil.
Berenice me da una mirada de inspección, para luego sonreír amablemente. Como cuando intentas dar una esperanza a un niño, o cuando están por decirte algo que te puede llenar de ilusión, pero quieren que no lo hagas, que te tranquilices y esperes a los resultados.
—He encontrado algo muy interesante —responde ella al fin— La carta número 11 —dice levantándome el trozo de papel y tirando a un costado el bastón de Zafiro.
—He leído unas mil veces esa carta, porque era la que menos entendía —suelto el aire recordando aquella vez en la que Zafiro me la estiró de la mano, y tocando en otra carta ella entró en una bifurcación.
Recuerdo que fui tan feliz en ese momento, ella había ayudado a resolver el caso y a encontrar a Fran con vida gracias a ese bastón. Salté a sus brazos y su perfume se impregnó en mis fauces, fue tan revelador para mí, que terminé soñándola esa noche.
Berenice me observa detenidamente, quizás porque ella tiene algo más que decir, algo que reviente la burbuja de esperanza, o que ayude a sostenerla.
—La carta dice "Mi padre me contó que ella está bien sin saber de mí, aún así, la quiero conocer"
Y bajo esas palabras estaba dibujado el símbolo de las 4 astas, pero en el medio esta tenía algo diferente, llevaba el sello de los Dominis. Me acerco hasta la abuela de Zafiro, y ella me extiende el papel, cuando lo acaricio, siento el relieve de una letra en la esquina del papel. La letra A se hacía más y más fuerte en mi mente, la respuesta se dibujaba como cuando las notas musicales del piano lo hacían en mi cabeza cada que tenía que tocarlo.
—Ander —suelto el nombre sin más—. Es él, quiere saber de su hermana.
Berenice suelta el aire de sus pulmones, agarra de nuevo el bastón y lo acerca a una mancha marrón, parecido al café sobre el papel, que se encuentra en la esquina del mismo, cuando lo hace, el hilo termina brillando de nuevo, dando la sensación de que Zafiro comienza a respirar.
No hay nada que evite que mis ojos comiencen a humedecerse, intentando recordar ¿por qué ella está en ese tubo de energía, y no aquí a mi lado, quizás peleando por alguna insolencia suya, o alguna tontería.
Pero no, ella está sumergida en un sueño profundo, causada por la muerte misma, y todo por mi culpa.
—Es sangre, esta mancha —aclara Berenice. Aprieto mis labios con fuerza, pues la solución ya está más que escrita ante mí— El bastón concentra la energía de Zafiro, y al entrar en contacto con la sangre de su hermano.
—La sangre es más fuerte —es lo que ella escuchaba cada vez que la metían en una bifurcación, eso era porque Alexandra es su hermana y Ader su madre. ¿Entonces la sangre de Ebe podrá revivirla?
Berenice se tira a su silla de nuevo con el bastón en las manos para soltarlo y tomar otra carta, la misma que Zafiro había tocado cuando entró en el bucle de energía, la número 8.
—"Moles y el señor del bosque, se encargarán de cuidar el bastón, ellos se lo harán llegar, hijo" Es evidente, que el bastón lo hizo Ander, con el afán de proteger a su hermana, pues, evidentemente, él sabía algo que nosotros no.
—De hecho —me lamo el labio para luego recostarme contra la pared— Yo también sabía algo.
El rostro de Berenice se transformó de comprensión a disgusto, nunca le había contado a nadie, lo que estoy a punto de confesar.
—Cuando entramos a Ojo de Mar, todos vimos algo, una historia, donde dos hombres; uno viejo y otro joven, derramaban sobre el universo palabras y energía, a continuación, nos hablaban de las 3 rocas, la llave, y nuestra misión.
>> "Ustedes son Dominis y a partir de hoy, su principal deber es salvar almas, y evitar que los Nemosorum abran la bóveda, son el último universo"
>> Cuando la voz se hacía tenue, aparecía otra y nos hablaban de qué pasaba en el mundo, la única que no vería lo que nosotros, era Zafiro, porque ella tenía el poder de decidir quedarse o irse.
>> Una mujer, con una media luna tatuada en el rostro, apareció ante mí, y me llevó al escenario de Zafiro. Yo la vi sufrir y retorcerse de ira y dolor.
>> La mujer me contó todo lo que ella estaba pasando. ¿Cómo crees que reaccioné?
La abuela de Zafiro me miró detenidamente, esperando a que yo pudiera continuar, a que pudiera decir algo más.
—La mujer me dijo que yo lo podía detener, que podía ayudarla, pero me negué. Recuerdo haberle dicho que el dolor que ella . Y ese fue mi primer error. Estaba tan enojado, que no quería ayudarla. ¿Por qué hacerlo? Ella también se convertiría en una guerrera.
>>Entonces la mujer me explicó, que nuestra existencia era producto de las decisiones, de personas que encontraron el momento justo, y que gracias a ellos, los Dominis al fin existen sobre la tierra, "nada está escrito" repitió la mujer.
>>"Si hoy ver blanco, mañana podría ser negro, lo único verdadero, es que el amor no confesado será una condena"
>>Esa mujer sabía lo que yo sentía por Zafiro, pero aún así lo negué, entonces, sus palabras se volvieron duras y frías.
>>"La muerte la seguirá, la sangre la sostendrá, parte Nemosorum, Dominis, Astram y Naim, si no la proteges, la perderás"
—Fue el cántico de un Naim —responde Berenice cuando guardo al fin silencio— Todo este tiempo, sabías que ella estaba condenada a morir.
—SOLO SI NO LA PROTEGÍA —grité frustrado—. Creí que lo estaba haciendo.
—Por eso se cortaba —Berenice se lleva ambas manos a la cabeza— Ella buscaba a la muerte, porque su vida estaba vacía.
>>¡Claro! la sangre la sostendrá, si ella sabía mucho antes que Ebe y yo éramos parte de ella, si tú le hubieses dicho que la querías...
—El amor confesado a tiempo, su salvación será —dije apretando mi mano en un puño— Yo, la última noche, la soñé, ella moría, por eso le dije que me gustaba.
—Pero nunca le dijiste que la amabas, ni tú, ni yo, ni su hermana. Ella estaba rodeada de miseria y dolor, y no por ser sólo una adolescente malcriada, estaba condenada.
—Estaba condenada, por el canto de un Naim.
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