Día 1

Día 1

Cuando ya tienes disponible el alma, cuando ya tienes desecha la idea, es hora de volver, aunque no sea buena señal... es hora de volver.

Llegar al campamento con Tamirá y su madre es una de las cosas que más me ha costado desde que traje a Zafiro, porque simplemente, hoy es el primer día de reclutamiento y por sobretodo comenzaremos a trazar el plan de contraataque.

Que las cosas estén calmas por aquí, no significa que lo estén dentro del caldero de los Nemosorum, más sabiendo que Hugo, es su estratega, si en verdad amaba a Zafiro, estoy seguro que querrá venganza, y soy el primero en su lista.

—¿Quién es ella?—- La voz de Dara corta todo pensamiento que corretea por mi cabeza. Miro a Tamirá quien baja su bolso, sus ojos apuntan directo sobre la cabeza de la posible mujer más peligrosa de nuestro grupo. Una mezcla de impaciencia y dolor surcó mi estómago al ver a Gizah espectante, sé exactamente lo que ella va a preguntar.

—Tamirá —llamamos al mismo tiempo mi hermana y yo, mi mirada es amenazante y la de Gizah desafiante, tengo un arma tan poderosa conmigo, y no es que no quiera saber si Dara tuvo o no algo que ver con la muerte de Zafiro, simplemente considero que mientras no tengamos las 3 piedras y las 3 llaves, no es momento de saber y perder a otro integrante del equipo.

—Ella es Tamirá —respondo sin despegar los ojos de mi hermana— y su madre...

—Sofía... —responde la mujer mirando la escena con algo de incomodidad.

—Dominis... —digo antes que Dara pueda decir algo más—. Y por el momento, tienen prohibido hablar con nadie, hasta que yo dé nuevas instrucciones... Gizah, guíalas a su cuarto, y busca a Berenice, haremos una pequeña reunión entre los cinco.

—Bien —responde de mala gana, pero sin preámbulos, nos deja a mí y a Dara en el patio.

Los ojos de Dara me dan tanto miedo últimamente, quizás porque me recuerdan a que la usé para sacarme de la piel a Zafiro, quizás por que yo también fui un imbécil con ella. Tenerla frente a frente después de tanto tiempo, me da náuseas, seguramente porque me doy asco al darme cuenta de las cosas que hice mal, y yo que me jactaba de mi inteligencia.

—Helios... —pronuncia mi nombre en un hilo de voz que hace que mi espíritu se muera, más de lo que ya está— Necesitamos hablar...

—-Perfecto —Trato de sonar indiferente— Dime sobre qué...

—Pérfugas... —La palabra me eriza la piel.

—¿Qué pasa con ellos? —pregunto tragando saliva, recordando el rostro de Hugo cuando mencionó que estaban en el campo de batalla atacándonos.

—Nos dejaron ésto —de su bolsillo saca un trozo de papel, estiro la mano para agarrarlo con mucho cuidado para que no se noten mis ganas de no querer rozar su piel—. Con Saskia hemos intentado descifrarlo, pero nada, el idioma es inentendible, lo único que podemos ver...

—Es el símbolo de astas... —lo digo antes que ella, mientras mueve enérgicamente su cabeza.

—El mismo que iba en las notas anteriores, y en el bastón de...

—Gracias —la interrumpo antes de que termine la oración— ¿Cómo sabes que es para nosotros?

—Abajo está tu nombre.

Deslizo mis ojos hasta el lugar donde está escrito la palabra HELIOS todo en mayúscula, con una letra tan perfecta y única, esa letra la reconocería aquí y al otro lado del universo; la profesora Lucía.

Paso mis dedos sobre ese sitio esperando que haya un recuerdo de energía y tal cual, en menos de un segundo estoy en un lugar totalmente a oscuras con el papel en mano, la voz de esa mujer eriza mi piel por completo.

—Helios...

Me mantengo en silencio y comienzo a guiar mis ojos por el lugar, pero aún no me he adaptado a la oscuridad.

—¿Por qué no me hablas? —pregunta para que al fin quede estupefacto, creí que sería un recuerdo en forma de energía, pero no lo es.

—Lucía... —llamo con la voz potente.

—Creí que quedaste sin habla —ríe de manera estridente—. Vaya, me sigue sorprendiendo tu inteligencia, has puesto un sello triple al lugar donde están.

—¿Qué es lo que buscas? —pregunto mirando a mi alrededor con algo de ira por no ver más que la oscuridad.

—El cuerpo de Zafiro —su voz se tornó fría, y mi piel se erizó al escucharla.

—Estás muy equivocada si creías que te lo pienso dar.

—El equivocado eres tú, si no me lo das. No sólo tienes a Nemosorum buscándola, ahora tienes a toda una legión de Esperpentos tras de ti y el cuerpo de la mujer que pudo haber sido la más poderosa de todos los tiempos.

—¿Qué es lo que ustedes quieren Lucía? ¿Para qué quieren su cuerpo?

—Para que nadie jamás pueda abrir la bóveda que cubre a la tierra, ¿que acaso no entiendes que si eso sucede, nos perdemos por completo? Somos los últimos en más de 120 trillones de años. Las generaciones de los multiversos son distintas a la nuestra, los humanos son retrógradas... cavernícolas a nivel cósmico ¿Me entiendes?

—La bóveda debe abrirse en algún momento... —digo susurrando, dudando, incluso, recordando las quejas de Zafiro entre mis pensamientos que van en ráfagas.

—¡No! SI LA BÓVEDA SE ABRE SEA CUAL SEA EL MOMENTO, NOS ENFRENTAREMOS A LA NADA.

—¿Temes a la nada? —la pregunta en realidad es retórica, no pretendo que me conteste —¿Qué pretendes hacer con ella?

—Destruirla, eso es más que claro Helios.

—Jamás te lo dejaría —mi voz tiembla al pensar lo que podrían hacer con el cuerpo de Zafiro, no, no lo dejaría nunca.

—Helios... aquí no hay enemigos claros. Pero te puedo asegurar que como sea, voy a encontrarlos. Si no colaboras, los destruiré.

—¿Qué quieren los Pérfugas en realidad? —pregunto alterado por no llevar el control de nada aquí.

—No estás en posición de preguntar eso.

Esa fue la última oración que escuché antes de volver a ver a Dara quien me observa detenidamente, como intentando descifrar lo que pienso.

Cuando estoy por decir algo, veo a Ebe quien está mirándome desde la puerta, como esperándome, la tenue luz de la luna hace que su rostro sea tan parecido al de ella, si bien son distintas, la sangre no es agua, y puedo sortear en su rostro, el rostro de Yeru, como la primera vez que vino a este campamento, con los ojos pequeños, su largo cabello y su aire de confusión.

Ahora que su alma está encerrada en ella, mi vida no tiene rumbo, pero qué sería de mí si su cuerpo fuese desintegrado por los Pérfugas.

Mi amada piedra, eso no será así jamás. No permitiré que Lucía se acerque a ella a destruirla, jamás.

—¿Estás bien? —pregunta Dara.

—Llama a reunión extra oficial en una hora —digo entregando a Dara el pedazo de papel.

—Son las 2:00 de la mañana.

—No me importa.

Voy en dirección a Ebe, ella entiende mi mirada, a medida que me acerco me deja paso, al entrar a la casa voy directo a la habitación donde Gizah, Tamirá, su Madre y Berenice están. Ebe me sigue, pero la atajo antes de que atraviese la habitación.

—Despierta a todos, en una hora habrá una reunión —le digo, ella sólo mueve la cabeza, pero no puede evitar hechar ojo por dentro.

—Hola —Dice Tamirá, inmediatamente Ebe se tiñe de rojo, pero saluda con un gesto y termina retirándose— Quería saber quien era... —dice sonriendo. Miro de muy mala gana a Tamirá quien levanta ambas manos en señal de defensa.

—Tamirá, está prohibido de manera estricta que ninguno de los que están afuera se enteren de lo que haces.

—¿Por qué? —pregunta Gizah, Berenice sólo me observa aprobando mi decisión.

—Porque necesito que todos trabajen de manera normal, sin temerle a Tamirá, y una cosa más, no te separarás de mí, de ninguna manera...

—Pero... —Gizah me interrumpe cuando Berenice interviene.

—Gizah, deja a tu hermano trabajar, al fin y al cabo, éste es el Helios que hemos extrañado.

Mi hermana toma asiento en la cama que tiene en frente y termina soltando un gran suspiro, yo la observo de manera inquisitiva, odio esa actitud en ella, pero también puedo entenderla.

—DÍA 1 —Dice Tamirá haciendo un gesto en el aire como si estuviera escribiendo— Estoy en medio de una guerra de hermanos, nota mental, hacer café para el guapo gruñón y un té de tilo para la hermosa molesta.

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