• Capítulo 27 •

Uchiha Haru.

Regresé todo como estaba en la casa y me dispuse a preparar la cena, ahora que estaba embarazada tenía que cambiar un poco mi alimentación para el bienestar de mi futuro hijo. A Madara le preparé un filete de pescado asado con unas verduras al vapor y para mí solo una sopa de miso con tofú al vapor.

—Estoy de vuelta. —anunció Madara del otro lado de la habitación. Por medio de su voz supuse que estaba cansado por la reunión que había tenido y estaba consciente de ello pues había tardado casi seis horas en regresar a casa.

—Bienvenido, espera sentado en el kotatsu, ya casi está lista la cena. —Le avisé desde la cocina intentando acabar pronto. Preparar dos comidas distintas al mismo tiempo era más complicado y llevaba más tiempo.

—Las reuniones cada vez se hacen más pesadas y estresantes. —dijo mientras se sentaba.

—Lo entiendo. Los viejos Uchiha's se ponen cada vez más estrictos y más por qué estamos a mitad de año. —Comentaba y servía la comida en los platos a la vez. Una vez servido los llevé al kotatsu—. Pero, algún día ellos ya no estarán en este mundo.

—Cuando eso suceda veré mi camino iluminado y podré ser feliz sin tener que estar aguantando sus sermones.

Reí un poco por lo que dijo —Pero mientras eso sucede disfrutemos nuestro tiempo juntos de casados. —le sonreí cariñosa poniendo todos los platos en el tablón.

El solo sonrió a lo bajo como respuesta pero su sonrisa se fue cuando vio los platos de comida —¿Por qué tenemos dos comidas distintas, Haru? —preguntó arqueando una ceja y mirándome con recelo.

—Bueno... —mis emociones comenzaban a revolverse, comencé a sentir un nudo en mi estómago. Había llegado el momento de decirle la gran noticia.

—¿Estás enferma? —cuestionó ahora preocupado levantadose repentinamente del kotatsu, me levantó y me tomó de los hombros.

—No es eso, Madara. Es solo que... —toqué mi vientre y sonreí.— Estoy embarazada...

Su expresión preocupada cambió rápidamente cuando le dije que iba a tener un hijo suyo. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y su boca liberó un leve suspiro, sus oscuros ojos negros brillaron un poco. Fue suficiente para mí, estaba feliz por la noticia aunque no lo decía con palabras.

Al final me abrazó poniendo su cabeza sobre mi hombro, no podía ver su expresión pero estaba completamente segura que estaba contento con la noticia, yo también lo abracé metiendo mis dedos de la mano derecha entre su cabellera, fue un abrazo de felicidad para ambos.

La noticia de mi embarazo no se hizo por esperar, en cuanto le informamos a los viejos Uchiha's comenzaron a ponerme restricciones severas con mis salidas, comidas y cuidados. La vieja Uchiha era la que principalmente se encargaba de cuidarme y cada vez que salía a algún lugar ella me acompañaba, no lo hacían por mí, lo hacían por el bienestar de mi hijo. Querían que el futuro heredero del clan naciera fuerte y sano.

En cuanto a la aldea, la noticia no fue muy bien recibida del todo, pues no se les hacía muy agradable que un descendiente de Madara naciera, era como si la mala suerte hubiese caído en Konoha.  Mis hermanos tuvieron distintas reacciones cuando les dí la noticia de mi embarazo. Hashirama lloraba de felicidad mientras me prometía que me cuidaría y apoyaría en todo el proceso de mi embarazo. Y Tobirama, en lugar de felicitarme o estar un poco feliz, solo amenazaba a Madara con quitarle a nuestro hijo si no lo cuidaba bien. 

—Deberías posponer tu entrenamiento hasta que nazca el bebé, Haru. —me dijo Madara con un ligero tono de preocupación mientras tomábamos el té en el Kotatsu.

—¿Tu creés? —repondí dudosa. —Se que debo cuidarme, pero también tengo que cumplir mis deberes como embajadora de Konoha. Aunque Hashirama me haya dado descanso hasta que naciera el bebé aún tengo varias tareas que cumplir, por ejemplo; capturar al resto de los bijūs y entregarlos a las aldeas correspondientes para sellar nuestro tratado de paz.

Madara me vió un poco enojado por darle la contraria —Tu deber ahora es cuidarte y cuidar a nuestro hijo, además —desvio su mirada a la ventana que daba la vista al sol del atardecer—,  tienes que cuidarte principalmente para que todo salga bien durante el parto. 

Mis ojos azabaches radiaron de brillo por lo que había dicho, sonreí y asentí con un leve quejido. Madara era un poco más sincero con sus sentimientos desde que me embaracé, supongo que quiere ser un padre ejemplar.

Durante el quinto mes de mi embarazo el tamaño de mi vientre era considerablemente grande y el cuerpo me pasaba más, además de mis cambios constantes de humor.

La vieja Uchiha era más molesta y obvio eso alteraba mi estado de animo, me irritaba cada vez que veía su rostro o sentía su presencia. No solo controlaba mis movimientos, también mis comidas que por cierto eran más estrictas que antes, tenía que comer lo que ella me preparaba  porque "eran comidas recetadas por el doctor".

A pesar de tener rigurosos cuidados y sentirme estresada también me sentía un poco tranquila y aliviada, pues durante esos cinco meses no sentía la presencia de la cosa negra, si lo pensaba un poco más, era extraño que no se apareciera desde que me quedé embarazada, eso me daba ligeras sospechas de que algo estaba tramando. Seguir con mi plan era la única forma de liberarme y salvar a toda Konoha.

...

Sobre la fina madera del balcon que conducía al jardín del patio trasero de la casa, ambos Uchiha's admiraban sosegados el hermoso cielo decorado por las esponjosas y blancas nubes, sentían que todo ese estrés acumulado por tanto trabajo y sermones iba saliendo poco a poco de su mente y cuerpos.

—¿Has pensado en algún nombre para nuestro hijo, Madara? —cuestionó Haru mirando a su esposo con tranquilidad mientras tocaba con gentileza su mano varonil.

—Si, ya tengo varios en mente. —respondió seguro con una ligera sonrisa sin dejar de ver el cielo. 

—¿De verdad? —Haru quedó sorprendida parpadeando un par de veces. Esperaba un "No" por respuesta, creía que era algo que no le interesaría a Madara.— ¿Cuales son? —preguntó mirándolo curioso.

—Takahiro o Izuna. Me gustan esos dos nombres, pero estoy indeciso aún.

—Izuna suena perfecto para honrar a tu difunto hermano. —Haru quedó callada unos segundos y luego soltó una ligera risa burlona—. Ambos nombres son muy buenos, pero todos son para niño. Pareces muy seguro que nuestro hijo será niño.

—Estoy muy seguro que será niño. —Respondió Madara con convicción.

Ella recargo su mentón sobre su puño mirando curiosa a su esposo —Y en caso de que sea niña, ¿que nombre le pondrías?.

Madara la miró repentinamente, no había pensado en ello, ni siquiera en que las probabilidades de tener una niña son del cincuenta porciento. Haciendo un leve quejido cerró los ojos y cruzo sus brazos para pensar un momento —Lo tengo —dijo mientras volvía a abrir los ojos—, Hana, me gusta ese nombre.

Haru puso expresión de desagrado en cuanto escucho el nombre —Que nombre tan feo para alguien que llevará el apellido Uchiha. Ni siquiera lo pensaste demasiado.

—Soy malo escogiendo nombres para niña. —dijo arisco.

—Deberías pensarlo mejor, aún te quedan 4 meses antes de que nazca. —Haru tocó con suavidad su vientre mirando melosa a su esposo.

Los meses pasaban rápido como las corrientes de un río en primavera, había llegado en octavo mes del embarazo de Haru y las molestias eran más notorias, el bebé ya daba sus signos de vida, patadas constantes en el vientre de su madre que no la dejaban dormir por la noche, era un bebé intranquilo que aún no había nacido pero ya empezaba a mostrar que sería un bebé muy energético.

Haru creía que era la única con un plan oculto, pero no era así, Madara también tenía uno y que iba a efectuar después de que su hijo naciera y nadie lo sabía, ni siquiera la misma Haru.

Madara ya estaba cansado de las constantes humillaciones y desprecios que recibía su clan, pese a que habían terminado en paz con el clan Senju aún había cierto rencor. Él intentó cambiar por el bien todos pero principalmente por el bien de su esposa y de su futuro hijo, quería tener una vida tranquila, jubilarse de ser líder del clan Uchiha y darle el puesto a otra persona, para tener una vida tranquila que nunca pudo tener cuando era un niño. Ver a su hijo crecer, enseñarle todos los jutsus que pudiera, contarle sobre su vida y la de su hermano para que no quedará el olvido pero simplemente no se podía.

Odiaba a todas las personas de la aldea, veían al clan como una amenaza aún después de demostrar que ellos podían ser de confianza, además de que su deseo de tener poder cada vez crecía, lo evitaba pero sus genes Uchiha no lo permitían. Quería todo el poder necesario para demostrarle a toda a esa gente que el apellido Uchiha no era un juego.

Él, todas las noches sin que Haru o alguna otra persona se diera cuenta iba a su guarida secreta que era una cueva atrás de una cascada cerca de la aldea, tenía diversos planos de toda la zona explorada del bosque que rodeaba Konoha. De la manga de su yukata azul marino saco otro pergamino, era el pergamino de los caminos que llevaban al resto de las demás naciones con información de cada bijū que tenían, pergamino que solo Haru tenía y tomó sin su consentimiento.

Pero el tenía a un bijū en mente, Kurama. El bijū de las nueve colas, el más fuerte de los 9, quería saber su localización para poder controlarlo pero no había señales de dónde podría estar, él ya sabía que Haru lo había capturado pero lo tenía escondido en algún lugar y tenía que averiguar cuánto antes. Usar a Kurama y derrotar a Hashirama y Tobirama para gobernar Konoha era su plan, quería acabar con todas las personas que repudiaban y no estaban de acuerdo con los Uchiha's. Pero no podía hacerlo simplemente así, sabía que Hashirama y Tobirama iban a intervenir, por lo que la única opción era matar a ambos aún sabiendo que Haru le guardaría rencor el resto de su vida por acabar con sus únicos hermanos.

Madara seguía analizando el mapa, buscando alguna pista de dónde podría estar el Kyūby. No había algún indicio de dónde podría tenerlo escondido Haru hasta que de repente recordó algo.

—Mira —le dijo Haru a Madara mostrándole el capullo de una rosa amarilla—, ¿sabías que mi técnica puede almacenar cosas? No importa el tamaño que sea, las rosas siempre lo cubrirán con sus pétalos y no hay forma de abrirlo, solo yo puedo hacer que se abra.

—Es increíble tu técnica, ¿también puedes guardar cosas con vida ahí? —Madara estaba curioso por el jutsu de Haru. En ese entonces aún eran amigos.

—No, si guardo vida aquí está morirá por la falta de oxígeno. —Se quedó callada un segundo para recordar algo—. Oh, ahora recuerdo. Las únicas vidas que puedo mantener en mis rosas sin que les afecte son los bijūs, mi técnica es especial para ellos, según los datos de Tobirama, mis rosas y mis jutsu están conectadas con los bijūs, es como un escudo para ellos. Pero aún estoy aprendiendo a usar mis técnicas de sellado con rosas, mi chakra es muy limitado y no creo poder sellar cosas tan grandes como un bijū.

Madara había recordado la técnica de Haru y la única persona que sabía del paradero del Kyūby era ella. Tenía que encontrar una forma de hacer su jutsu de sellado de rosas para poder sacar al bijū de su escondite.

Jisub Yoshimura
Daiki Yoshimura

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