Capitulo quince
¿Y si me dice que no? ¿Que pasara entonces? ¿Seguiré con mi vida como si nada o simplemente ignorar lo que está pasando?
¿Por que la vida es tan complicada?
¿Amor o muerte?
El gimnasio estaba abarrotado de agentes, algunos eran policías, bomberos, agentes de los distintos escuadrones que servían en la ciudad.
Entre esos estaban mujeres que también solían ir a ejercitarse, aunque ella era fan de los cuerpos ejercitados no le gustaba venir sola.
Casi siempre era invitada por alguna de las bomberas, eran lo más cercanas a amigas que tenía y sobre ellas resaltaba Camila, tenía alrededor de treinta años, algunos seis de servicio.
No sobrepasaba los treinta, era morena de cuerpo esbelto, no sabía que tan largo era el cabello castaño de esta pues siempre lo cargaba atado, sea en un par de trenzas pegadas a su cuero cabelludo o en un moño, era de carácter reacio pero de muy buen corazón.
Estaba más que agradecida por conocerla, en un trabajo como el de ambas era difícil congeniar con más empleados, le había enseñado a defenderse sin arma, no era tan bajita pero podía usar su fuerza corporal para derribar a su oponente.
Todo era cuestión de saber qué hacer en un momento en que su vida se viera en peligro.
Como mujer no le gustaba mucho los ejercicios que hacían que sus brazos se vieran exagerados, las pesas las odiaba pero las hacía solo por qué «Te harás daño al disparar» o eso alegaba Camila para obligarla a levantar peso.
Estaba tendida sobre una de las máquinas respirando con dificultad luego de levantar por lo menos veintitrés kilos —creía que no pero eso parecían— el cabello lo llevaba atado en un moño alto, transpiraba como una loca.
—Eres una floja Precav, ¿Quieres ser la más débil de tu equipo? —ella negó, el recuerdo del día anterior con el teniente vino a su mente.
Odiaba a ese sujeto, como a nadie más en ese mundo.
Pero ahora trabajarán en conjunto pues cruzó ambas jurisdicciones, su teléfono sonó y casi sintió alivio antes de que Camila comenzará a refunfuñar algo sobre la distracción en los momentos de ejercicios.
Se giró sobre la plancha para sacar su teléfono celular de la bolsa que siempre cargaba consigo, no se alejaría de esta jamás pues en su trabajo no podía estar muy lejos de la comunicación, Camila si, ella lo hacía era por turnos.
El número no tenía remitente, frunció su ceño antes de abrir el mensaje, era su hermana citando a tomar un café más tarde, frunció su ceño sabiendo que Stewart no había salido del hospital aún, era extraño y sabía que era mala idea responder.
Luego hablaría por teléfono con su hermana con el número que ya conocía, temía que fuera una trampa.
—Debo irme. —levanto la bolsa de la plancha, Camila abrió la boca para protestar—. Tengo trabajo.
Mintió, era la única excusa que su amiga perdonaría o creería, pero no podía hacer más nada, le besó la mejilla a su amiga antes de caminar hasta los baños.
Se daría una ducha antes de ir a buscar a Félix, debían decidir si eso se tomaba como parte de la amenaza recibida la tarde anterior o era una rara coincidencia.
Camino entre las máquinas hasta los vestidores, llevaba una muda de ropa cómoda para regresar a casa solo que lo más probable era que terminaría en la estación, la ducha fue rápida el agua humedece los cabellos cortos que se salían de su moño y caían sobre su espalda.
Se vistió tan rápido como pudo para no sentir tanto frío, se sentó sobre el banco frente a los casilleros atándose las botas de tacón, no eran las más adecuadas para su trabajo pero eran cómodas y útiles.
Tomó su teléfono celular para marcarle a Félix, él le había dicho que usaría dos números pero ella jamás lo vio necesario, él siempre cargaba ambos encima pero decidió marcar al número que solo tenía su familia y ella.
Esperó unos cuantos segundos hasta que oyó el sonido del timbre de un móvil cerca, frunció su ceño girando sobre sí unas cuantas veces para dar con el origen.
Cruzó el área de las mujeres hasta la puerta de los vestidores masculinos, quería corroborar pero no pasaría, no sabía quién estaba del otro lado, bajo su móvil para volver a marcar.
Efectivamente ese era el timbre que él predestinó para ella, era «Show me the meaning of being lonely» de los Backstreet Boy.
Él lo había hecho en burla por su fascinación por esa banda parte de su adolescencia.
Si el teléfono estaba allí significa que él también estaba en el gimnasio, bajo su teléfono girándose para regresar al casillero con sus cosas cuando fue interrumpida por alguien que se atravesaba en su camino.
—¿Hace cuánto no nos veíamos a solas? —ella apretó su mandíbula, era chiste que ese hombre intenta ligar con ella.
—Fueron los mejores quince días —replicó con sarcasmo, intentó que él se quitará del camino pero se atravesó mucho más—. Permíteme, necesito pasar.
—Pero linda. —hizo un mohín que pretendía verse adorable, rodó los ojos.
David Wallas era un agente de la otra estación, se conocieron hace más de dos meses, desde entonces había estado a su alrededor como una polilla cerca de la luz.
Eso le estaba chocando.
Ella no quería nada con él, ni podía imaginar de dónde sacó esto que ella podía estar interesada en alguien como él. No toleraba su presencia por nada del mundo pero las líneas de su trabajo les hacían convivir a veces más de lo que ella quería, evitaba tomar casos que le involucra con la otra jurisdicción.
Así no lo vería.
—¿No venías a buscarme? —oh dios ¿Era tan estúpido por creer que ella estaba parada allí por él?
—Venía por Darleig. —los gestos de él se endurecieron, sabía que no toleraba a su amigo—. Pero Félix no está por acá.
Logró quitárselo de encima cuando al descuidarse pasó bajo su brazo hasta los vestidores, ella no tenía ningún interés romántico en su compañero.
Llevaba conociéndolo desde siempre, ambos vivieron por la misma calle, y aunque en la secundaria se distanciaron por culpa de que sus profesores de la primaria sugirieron que no los dejaran estudiar juntos pues eran un verdadero caos, teniendo en cuenta que se metieron en muchos problemas.
Siguieron siendo amigos a pesar de que ya no pasaban casi tiempo juntos, pero ambos hicieron las pruebas para la Academia ya que siempre fue un sueño compartido.
De niños vieron series policías de los setenta y ochenta, nada mejor para pasar el fin de semana con maratones de "Hawaii five-0" "Magnum P.I" incluso —por que ella le obligaba a verlo— "Los Ángeles de Charlie".
Su emoción por ser uno de ellos creció cuando ambos supieron que a pesar de que Vancouver era una ciudad con baja tasa de crímenes, siempre habría alguien que intentaría cambiarlo.
Hoy ambos eran dos de los mejores detectives, habían intentado separarlos para que cada uno se desempeñará por separado en las dos estaciones, al final concluyeron que su grado de efectividad se multiplica cuando están juntos.
Cerró su casillero con llave antes de salir, se aseguró de que David no estuviera cerca antes de caminar entre las personas, no había estado por el área de las pesas o las caminadoras por lo que se limitaba a un solo lugar, el área de boxeo.
Sabía cuándo fanático era a ese deporte, por lo que caminó con cuidado entre las personas evitando chocar con los que se ejercitaban, más de uno se le quedó mirando pero los ignoró hasta que llegó al área que buscaba, Félix era fácil de encontrar, estaba golpeando un saco rojo, no había más nadie cerca o eso alcanzaba a ver entre los artefactos.
A medida que se acercaba pudo notar que la fuerza que ejercía era demasiada, se estaba descargando emocionalmente, por eso era que le gustaba.
Tenía una excelente coordinación para los golpes, lo había visto derribar a hombres más dobles en cuerpo que él como si no fueran objetivos, tenía los audífonos colocados por lo que no le vio acercarse, la notó casi cuando estuvo a su lado.
Lo sorprendió tanto que se detuvo en seco palideciendo, jaló los cables de sus oídos, sintió como la respiración de él se aceleraba y parecía propenso a un ataque del corazón.
—¿Si le pones la foto de tu hermano creo que te serviría más? —bromeo pero por el rostro de él no pasó mueca de gracia, parecía a punto de empujarla frente a un autobús.
—¡¿Me quieres ver en un hospital?! —ahogó una risa ante la exageración, poco a poco lo vio recomponerse—. ¿Qué haces aquí?, ¡¿Cómo mierda me encontraste?!
Era inevitable no reírse ante aquello, casi nunca tenía esos momentos donde podía asustarle, no desde los ocho años luego de ver por primera vez "El resplandor" juró que nunca se había reído tanto como en ese momento, también tuvo que disculparse varias veces en dos semanas por qué él le había dejado de hablar.
Él captó que ella no iba responderle hasta que dejará de reírse, lo vio rodar los ojos mientras comenzaba a quitarse las vendas de las manos.
—Oh dios, tú cara. —su cara de obviedad era divertida.
—Ja-ja muy madura —replicó con sarcasmo, sacando los vendajes—. ¿Qué haces aquí? ¿No es día de acicalar tus gatos?
Ahora su gesto cambió, rodó los ojos molesta, él sabía que ella no tenía mascotas, levantó la vista al techo antes de volver a mirarlo, ya se había quitado el vendaje de la mano izquierda por completo, sobre los nudillos habían marcas rojas por los golpes, él la miró de lado comenzando a quitar de su otra mano.
—¿Qué haces aquí? —preguntó por tercera vez en cinco minutos.
—Estabas por las pesas con Camila y la fantástica voz de mis chicos me trajo hasta ti. —él frunció su ceño.
Corto la historia como en quince partes, solo para contar dos.
—Me quedo con eso. —él arrugó su nariz con una sonrisa como quien se conforma.
Un televisor estaba encendido en una de las esquinas con un canal de música, Félix se aclaró la garganta pero no para llamar su atención, solo parecía hacerlo por qué le escocía la misma.
Desde allí pudo vislumbrar una mujer del otro lado golpeando una pera de boxeo, estaba concentrada en otra cosa ya que no los miraba solo se limitó a seguir haciendo su trabajo, quitó la goma de su cabeza para que el cabello le cayera libre por la espalda.
—¿Qué tal van los preparativos para la boda? —él rodó los ojos, no le gustaba hablar mucho de su familia.
—Ayer creí que lo más escalofriante sería esa carta hasta que llegue a casa y estaba la invitación a la ceremonia. —Felix detestaba a su hermano.
Sabía que ellos nunca se llevaron bien, incluso antes de la muerte del padre de ambos ninguno hizo ademán para hacer las paces, ahora no lo culpaba por no querer ir a la boda de este, siempre fueron polos idénticos.
Se repelen.
A eso añadirle que la prometida de Sebastián —el otro Darleig— fuera el amor de la vida de su amigo —o sea, de Felix—.
Lo más retorcido es que la chica fue la novia de él pero lo dejase por su hermano.
La madre de ambos jamás fue muy partidaria a que arreglaran las cosas, si hubiera hecho eso antes tal vez Félix pudiera perdonar a su hermano y sanar las heridas de años, pero ahora tenía cicatrices que se abrían cada que la madre los reunía.
—¿Vendrás a la boda conmigo, no? —preguntó él luego de terminar de liberar las manos de los vendajes—. Me lo debes por el baby shower de Cheryl.
Hizo un gesto como de quién no quiere, él la miró frunciendo el ceño, no le gusto demasiado que hiciera eso.
—¿Por qué no llevas a la hija de Tamlss? —el pareció confundido por aquello. No era inocente era estúpido—. No te hagas el estúpido, a ella le gustas.
—Su padre murió hace cuatro días ¿Y la voy a invitar a la boda de mi hermano en dos meses? —él negó repetidas veces, no estaba muy acorde con todo eso.
—Vamos, tú la traes loca desde la secundaria. —las cejas de él se elevaron, se notaba que no prestaba atención a esa clase de cosas—. Recuerdas el rumor de que ella estaba enamorada de un Darleig. —lo vio asentir, todos supieron de aquello.
—Creí que era Sebastián o alguno de mis primos. —ella negó, consideraba que era mucho más inteligente.
Camino hasta las bancas donde se sentó, cruzó una pierna sobre la otra, él se quedó parado en su posición inicial mirándole.
Lo conocía desde siempre y podía decir que la Academia le había hecho mucho bien, aunque no fuera una persona con un cuerpo de casillero, no se veía desgarbado.
Tara —Tamlss— estaba loca por él desde antes de que fuera un fanático de los objetos interestelares, siempre buscaba la manera de estar en el mismo lugar que él, puesto que los familiares nunca iban a las fiestas en la estación pero ella se presentaba, arrastrando a su hermana con sus hijos, Tamlss —padre— nunca se opuso a que conocieran a que se dedicaba.
Pudo verla disimular cientos de veces el sonrojo que aparecía cuando estaba cerca, e intuía que no le lograba agradarle era por qué la consideraría un obstáculo, tal vez creería que entre ellos sucedía algo.
—¡Eres tú! —podía golpearlo.
Lanzarle el tacón de su bota, tal vez.
Lo vio abrir la boca para replicar cuando el televisor chillo, ambos miraron notando que era el noticiero. Hablaba sobre algunas controversias nacionales hasta que hablaron de los últimos asesinatos en la ciudad, ambos se quedaron muy quietos mientras hablaban de las desafortunadas víctimas.
El reportero hablaba de las medidas que estaban tomando la policía para atrapar al responsable, por último anunciaban que el alcalde tenía un anuncio para toda la ciudad esperando que no se esparciera el temor, la cara perfilada del hombre salió en la pantalla, conocía ese tono de político que usaría.
Repite el lema de la ciudad un par de veces en la rueda de prensa, habló de la fama que tenía su país por tener tan pocos crímenes y lo comprometida que estaba la policía en atraparlo tenía una noticia muy importante.
Como si fuera su peor pesadilla apareció el teniente, sus rasgos redondos y nariz afilada ocuparon el primer plano de la pantalla, se enderezó en la banca, el alcalde siguió hablando pero ella no prestaba atención alguna a más nada, solo podía intentar descifrar por qué el miserable machista estaba en las noticias.
—... para asegurar el éxito el teniente Lester tomará el caso junto con los detectives que ya lo estudiaban. —no, eso no.
Félix la miró pero ella no se movió, solo intentaba no levantarse de allí para arrancar la pantalla del soporte, le devolvió la mirada a su amigo quien parecía asustado por su futura reacción, agachó la vista hasta sus piernas antes de volver a mirarlo.
No quería que aquello le afectará en su trabajo, así que lo mejor sería empezar por tolerar la imagen de ese —lo usaba solo por tecnicismos— infeliz.
—Esto traerá muchos problemas. —y como si hubieran oído a Félix, sus teléfonos sonaron.
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