Capitulo dieciséis
Y mientras las personas fijaban sus ojos en ella, en sus pasos agraciados yo solo podía odiarla.
Sobre todo cuando lo mire.
Dos filas más abajo, sonriéndole con los ojos brillando de amor por la bailarina.
Obsesiva perversión
El inspector estaba tan molesto como Marlin.
Se le notaba a leguas por la manera en que la yugular en su cuello vibraba, él solo podía limitarse a mirar la carpeta sobre la mesa, el teniente hablaba sobre supuestas pistas que no llevarían a ningún lugar.
La silla de su amiga estaba a pocos centímetros de la suya culpa a el detective Wallas, cambió la hoja llegando hasta el reporte de los técnicos forenses de la casa de la escritora, sabían que se hallaban frente a un psicópata que sabía lo que hacía, y lo hacía bien.
Entre la estación y Silhoutte había por lo menos veinte minutos de distancia, se tomará en cuenta el tráfico de la tarde, las intersecciones en las que desvió cumpliría alguna media hora, por lo que en realidad era muy difícil de que se le escapara tan fácil como lo hizo.
Lo único que podía explicar algo era que el asesino conociera la casa desde dentro, rasco su barbilla indignado por la poca información que tenían, eran cuatro cuerpos los que tenían entre sus manos. No importaba cuántas veces el teniente dijera que lo iban a lograr, sin las pistas estaban más perdidos que un ciego en una tienda de picaportes.
—¿Esto es que? —Wallas levantó una fotografía, era el mensaje grabado en la pared.
—Estaba en la pared justo al frente del cuerpo de Odette —explicó él ya que Marlin no hablaría ni que la obligarán.
Él devolvió la vista hasta la misma fotografía en su carpeta, no entendía el significado de las palabras y sabía que aun nadie podía interpretarlas, soltó un suspiro de resignación.
La sala estaba en una clara tensión, el inspector sentado en uno de los laterales de la mesa de conferencias, tuvo que cederle la cabecera al teniente cosa que no le agrado demasiado, justo después estaban ellos dos, donde Precav casi podía robarle su aire.
Por otro lado, dos de los detectives que trabajaban con el teniente, sabían que aquello era la pesadilla de su amiga.
La puerta sonó y más de uno enarco una ceja, los pasos del teniente eran largos a pesar de no ser muy alto.
—Si es café... —se calló de pronto, desde donde ellos estaban podían ver bien.
Parada en el marco de la puerta estaba Odette, llevaba el cabello suelto lanzado hacia adelante, unos vaqueros de mezclilla y una blusa blanca holgada, vio que ella enarcó una ceja negra sobre su rostro confundida, sus orbes jade viajaron hasta donde ellos estaban, por más que el teniente intentará que ella no lo hiciera la altura le favorecía a ella.
El hombre se aclaró la garganta para llamar su atención, quería que le mirara, de seguro sabía quién era.
—¿Quien le permitió subir? —los detectives frente a ellos se giraron para mirar la puerta—. ¿Qué se le ofrece?
—Disculpe la interrupción, pero venía a ver al detective Darleig. —Marlin le miró, ambos sabían que si los iba a buscar algo tenía que decir.
—Lo siento pero no será posible, él está ocupado en un caso. —ella abrió la boca para protestar.
Intercambio una rápida mirada con Marlin.
Odette no debía salir hasta el otro día por la tarde, su jefe se removió sobre el cuero de su silla, si ella estaba allí significaba que tenía algo importante que decir.
Nunca aparecía sin razón.
Su presencia era como la de un genio de los deseos.
—Lo siento pero no me moveré de aquí hasta que me deje verlo, tengo algo importante que darle. —el teniente parece que malverso lo que dijo por qué cambió el semblante—. Puede ser a él o a la detective Precav, es importante.
Demonios.
Todo en el lenguaje corporal de ellos tres decía que se querían saltar las normas, más pistas era mucho mejor, pero el teniente no sabía lo que simbolizaba esa joven, se giró sobre su asiento para mirar al inspector, este se acariciaba las sienes con ira.
Él no haría nada hasta no tener una orden, podría meterse en muchos problemas él y a casi todos en la estación.
—Si es tan importante ¿Por qué no me dice? —ella puso cara ante el comentario del teniente, se le notaba que jamás lo haría.
Todos sabían que la confianza era vital en un caso.
Él podría ser la primera persona que ella buscaría para hablar, Precav podía ser a la que acudía si era algo íntimo.
Ambos eran el enlace de comunicación con la víctima y único testigo de tres asesinatos solo en Vancouver.
Se aclaró la garganta odiando la nueva política que implementó el alcalde con respecto a el caso, no eran medidas muy buenas, siempre existirían los roces entre las estaciones aunque hiciera básicamente lo mismo.
—Ve. —Nunca en la vida había agradecido tanto una orden al capitán como en aquel momento.
Se levantó de la mesa acomodando su camisa, evitó a toda costa empujar a Marlin de su silla cosa que fue demasiado difícil.
Ella tuvo que agarrarse de la mesa para no caer de espaldas, la ayudó colocando una mano en el respaldo, por el rabillo del ojo pudo ver a Wallas apretar la mandíbula con rabia. Era ilógico pensar que entre ellos sucedía algo, caminó con cuidado hasta la puerta donde se posicionó tras el teniente.
Odette levantó la vista para mirarle, de inmediato el teniente se giró, el sujeto —por no tener otra manera de llamarlo— era de la altura promedio de Marlin, un poco más alto pero de contextura física gruesa, aún así él le llevaba una buenos centímetros de ventaja.
Hizo un ademán con su cabeza para que le permitiera pasar, cosa que no le agrado demasiado.
—Si me disculpa, tengo algo que hablar. —pasó por un lado saliendo al pasillo, ella le sonrió al teniente antes de acercarse.
La hizo caminar hasta su oficina donde sabía que no sería interrumpida, ella no se sentó a pesar de que él le hizo un ademán para que lo hiciera, así que solo se paró en medio del lugar cerca de ella.
—¿Creí que el alta no se la darían hasta mañana? —preguntó, ella sonrió de manera nerviosa, algo la perturbaba.
—Mis nervios no se vieron comprometidos por lo que al caminar bien me dejaron salir. —se encogió de hombros, se le veía nerviosa, soltó una de las correas de su bolso—. Me llegó esto al hospital, creí que debían verlo.
Sacó del bolso un sobre blanco, tuvo un leve deja vu en cuanto la vio.
Tenía los mismos cortes a pesar de que el papel estuviera más maltratado, se lo estiró con cuidado, no tenía remitente pero el receptor era ella, su nombre estaba escrito completo «Odette Emilia Kirk» le dio una mirada a ella antes de abrir el sobre, había varias fotografías que sacó con cuidado.
Eran cuatro para ser precisos, pero lo que cada una contenía le heló la sangre.
Las intentó mirar sin sentir nada aunque fue difícil, en una de ella aparecía Marlin con los brazos cruzados sobre su pecho, no se le veían las piernas pero sabía que estaba de pie, también sabía que fue en el funeral cuando él la dejó sola con Tara, tenía el rostro algo arrugado, eso lo hacía cuando hablaba.
En otra aparece él de pie con su peso apoyado en la capota de la camioneta, tenía el teléfono en el oído, el lugar era el mismo donde consiguieron el cuerpo ayer.
Levantó la vista de nuevo para verla casi temblando, volvió a mirar las fotos, era él sentado en un café de la ciudad, la fotografía fue tomada para que se viera su rostro por lo que solo se veía la espalda de su acompañante, le recorrió un escalofrío, ese día había ido a reunirse con su madre.
La otra aparecía Marlin sosteniendo entre sus brazos al bebé de su hermana, esa foto fue sacada en el hospital, el día que fueron a verla.
No sabía cómo reaccionar, dentro del sobre aún quedaba una hoja doblada, la sacó con cuidado, en ella estaba escrito «Ik ben dichterbij dan je denkt»
No sabía qué significaba.
—Ahí dice «Estoy más cerca de lo que creen». —frunció su ceño, levantó la vista, ella tenía una mano en su nuca mientras le señalaba—. Es neerlandés. —enarco una ceja y ella sonrió—. Mi madre era nativa de Holanda, mi padre si era Norteamericano.
Eso encajaba perfectamente con lo que ella le había "cantado" por así decirlo el día en que la atacaron, el ritmo no se le hacía familiar pero ella en medio del miedo había balbuceando palabras en otro idioma que ahora identificaba.
Soltó un suspiro, caminó hasta su escritorio para sacar un par de bolsas de evidencias, el hecho de que le llegara esa carta justo el mismo día en que ellos recibieron otra le hacía creer que era mucho más inteligente de lo que creían.
La vio rascarse la nuca repetidas veces, parecía que lo hacía por ansiedad, le estaba poniendo nervioso a él también. Debía decirle que su antiguo prometido estaba muerto, que una de las fotografías fue tomada justo donde estaba el cuerpo, no sabía como ella lo tomaría.
—Ayer por la tarde recibí una llamada sobre un nuevo cuerpo. —ella detuvo el movimiento en su nuca para mirarle—. Tu antiguo prometido está muerto.
Su rostro palideció, por el porte que tenía parecía pronto a caerse, rodeó el escritorio para acercarle, la sostuvo del brazo justo antes de que perdiera el equilibrio, tartamudeo algo que no pudo entenderle.
El brazo que estaba en su nuca se comenzó a mover más rápido, tanto que temió que se hiciera daño, la detuvo de manera sutil pero de pronto comenzó a temblar, estaba a punto de explotar, todo indicaba que así sería pero no sabía cómo ayudarla.
—¿Estás bien?
—Si, solo que la última vez que lo vi no terminamos en muy buenos términos —acato con voz muy débil, está vez si busco para sentarse.
Jaló una silla del escritorio para sentarse frente a ella, su rostro estaba sin muecas pero sus ojos estaban oscurecidos, temió por un segundo que le diera un colapso nervioso, luego de un largo rato comenzó a parpadear muy rápido.
Ella atrapó su labio inferior con fuerza como intentando alejar sus lágrimas, soltó un largo suspiro antes de volver a mirarlo, tenía los labios blancos por tanto mantenerlos apretados, tenía más preguntas que hacerle sobre el caso por lo que se aclaró la garganta.
—Bueno, el show debe continuar. —Un segundo, se enderezó de golpe.
—¿Cómo dices? —preguntó con redundancia, sabía lo que ella había dicho.
Se levantó de golpe de la silla, ella le vio asustada se movió hasta la puerta donde salió casi corriendo, el nuevo casi se cae del escritorio en cuanto lo vio correr, pasó por el pasillo hasta que llegó a la sala de conferencias.
Abrió la puerta asustando a casi todos. Rodeó la mesa hasta donde había estado sentado antes, su carpeta no estaba sobre la mesa, frunció su ceño molesto.
La descubrió en las manos del teniente cuando levantó la vista, apretó su mandíbula pero no iba a protestar cuando su mente trabajaba tan rápido, regresó la vista sobre la mesa cuando Marlin hizo énfasis en la suya con una mueca, le sonrió abriendola con rapidez.
Rebusco entre las hojas antes de encontrar lo que buscaba, tomó la fotografía y la hoja antes de gesticular un «Te debo una» a su amiga quien le sonrió antes de que volviera a salir al pasillo, está vez no corrió pero se ganó una mirada de incredulidad por parte del nuevo cuando lo vio regresar.
Su puerta estaba abierta y adentro estaba una nerviosa Odette, masticaba su labio superior hasta que la sorprendió al cerrar la puerta, se sentó de nuevo frente a ella con el material boca abajo ocultando su contenido a la escritora, está pareció curiosa pero se limitó a mirarlo.
—¿Dices muy seguido esa oración? —preguntó, ella intentó recordar lo que había dicho antes.
—¿El show debe continuar? —él asintió efusivo por tener una pista real—. A veces suelo repetirla.
Levantó la fotografía de sus rodillas para pasársela, ella se vio contrariada en un principio antes de mirar, las comisuras de sus labios descendieron de manera tétrica y creyó verla horrorizada, tragó saliva antes de volver a mirarlo, moría por hacerle la pregunta pero debía dejarla procesar.
La fotografía fue tomada del texto que estaba pintado en la pared el día que le atacaron, le había parecido algo extraño hasta que ella repitió la frase, miró la fotografía a la inversa pero sabía muy bien lo que decía.
«¡El show debe continuar!»
—Estaba escrito en la pared de tu cocina el día que te atacaron. —la vio rascarse la nuca de nuevo, tal vez era un gesto involuntario—. ¿Quien sabe que repites esa frase en específico?
Ella frunció su nariz un poco antes de abrir la boca, no dijo nada pero se quedó pensando.
—La repito antes de las conferencias, la saben los de seguridad, mi amiga, mi hermano... —de pronto se quedó como en blanco, él se inclinó un poco sobre su silla—. Susie me aconsejó que tuviera un mantra, y me ayudó a escoger ese.
—¿Te importaría leer esto? —ella negó y él le extendió la hoja impresa—. ¿Cual es el nombre completo de Susie?
—Susan Roberts —aclaró recibiendo la hoja.
Se levantó de la silla para caminar hasta su ordenador, el buscador de personas era bueno, aunque bastante complicado para su gusto.
Tecleo el nombre de la mujer esperando a que la base de datos expulsará un resultado, se irguió de nuevo para hacer sonar sus nudillos, levantó la cabeza para mirar a la escritora sentada con la espalda apoyada en la silla y una mano sobre sus labios, no tenía mueca de asombro pero se notaba que estaba sacando sus propias conclusiones.
La pantalla del ordenador cambio, en esta aparecía en el lateral superior izquierdo la fotografía de una mujer ya entrada en sus treinta no tan simpática, de pobladas cejas rojizas y pecas en todo el rostro, de esas en las que su adolescencia pudo verse adorables pero ahora no tanto, tenía una nariz pequeña y labios gruesos.
Sus ojos eran de un azul aguamarina bastante bonito, la leyenda de la foto decía que fue tomada hacía seis meses cuando renovó su permiso para conducir.
Estaba divorciada, tenía una linda casa cerca del hospital central, conducía un monovolumen compacto de color blanco.
Según la información entregada por la base de datos, no medía más de un metro sesenta, era zurda, estuvo en las mismas ciudades en las que sucedieron los asesinatos, viajaba con la escritora lo que le facilitaba que ésta presenciará las muertes.
—Este léxico es muy parecido al de Susie. —levanto la vista para observar, ella aún miraba la hoja—. Algunas partes no tienen mucho sentido.
»"Si los dioses crearon la vida yo seré quién de la muerte, por qué los bendecidos deben reunirse con sus creadores, no dejo a vuestra merced a esta pobre alma, he de decidir, antes de que la belleza dada a este ser sea profanada por seres sin dioses o amor, prefiero entregarla a los moradores de la muerte"
Él enarcó una ceja, entendía el mensaje a la perfección pero ella con su conocimiento en letras podía darle otro significado.
—Habla de que es la muerte, pero al final habla de los moradores de la muerte. Es redundante. —ella le miró frunciendo su ceño un poco—. ¿Qué más había en el departamento cuando me encontraron?
Soltó un suspiro suave antes de hablar, no se sentía muy a gusto con recordar lo sucedido aquella noche.
—Dos de nuestros policías muertos. —ella quería que siguiera hablando, quería detalles—. Uno de ellos estaba en una especie de altar.
Ella elevó sus cejas y volvió a mirar la hoja, sus ojos brillaron ante algo, le miró haciendo una mueca con sus labios.
—Susie cree en la mitología egipcia, en que los cuerpos deben ser momificados en grupo para que al regresar no estén solos. Yo dije que eso era una locura. —la vio estremecerse de pies a cabeza.
—¿Sabes dónde está? —preguntó sacando su arma de una de las gavetas de su escritorio.
—Supongo que en su casa. —él asintió colgando el estuche de su arma en el orillo de su pantalón.
Jaló el chaleco antibalas de la silla saliendo de la oficina, la joven se levantó de un salto intentando mantener el paso, abrió la puerta de la sala de conferencias pero no encontró a nadie, se detuvo en seco y casi pudo oír cómo la escritora se detenía muy cerca suyo, se giró para mirar ambos lados del pasillo.
Precav no estaba por ningún lado pero desde la oficina del inspector en jefe salían voces, camino hasta ese lugar para abrir la puerta.
Su amiga estaba de brazos cruzados discutiendo con su jefe, parecía muy molesta pero se detuvo al verlo de pie en la puerta, con su arma colgada y chaleco en su mano, incluso el inspector pareció curioso por saber que estaba por decir.
—Tengo un nombre.
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