Extra II: El país del arte
The way I love you
-Michal Leha
Jaz
Han pasado cuatro años desde que comencé a salir con la chica que más amo en este mundo.
Con cada día que pasa, me sigo enamorando más y más.
Oz tiene ese increíble poder.
Hemos pasado por muchas cosas este tiempo. Buenas y malas; al fin de cuentas, somos humanos. Discutimos, nos peleamos, nos equivocamos. Pero sabemos solucionar nuestros problemas y hablarlos.
Porque sí de algo estoy seguro, es que no quiero perderla.
Estamos a nueve de diciembre, falta un día para nuestro cuarto aniversario de novios y le tengo una sorpresa a Oz. Un viaje, que no se espera por nada, a un lugar que me ha dicho que quiere visitar desde años atrás:
Italia, el país del arte.
Llevo planificando este viaje con meses de antelación. A veces, con ayuda de Enzo. Otras, con la de Sam, que al final decidió estudiar Turismo. Gran giro inesperado en la vida.
Estoy terminando el manuscrito de un libro cuando escucho la puerta abrirse y a Brown correr hacía allá. El sonido de esas llaves llenas de accesorios me hacen sonreír.
—Hola, holaaa, mi Brown, mira que lindo que eres —dice la chica que me sigue volviendo loco. Me levanto, guardando antes el archivo, y voy al vestíbulo.
Ahí está. Agachada, acariciando a nuestro pequeño perro, de raza Pomerania. Nota mi presencia y se incorpora cargándolo entre sus brazos aún cuándo trae bolsas llenas de comida que Brown intenta agarrar.
Me recargo en la pared -llena de fotografías que guardan un recuerdo único cada una de ellas-, mientras la veo luchar con las cosas. Me aniquila con la mirada.
—¿No vas a ayudarme? —pregunta con un bufido que me saca una carcajada.
—Estoy muy cómodo aquí —respondo solo para hacerla molestar. Y cómo siempre, cae en ello.
—Serás cabrón. —Trata de ponerse seria, pero la sonrisa en su rostro no desaparece y finalmente decido acercarme a ella, darle un beso en los labios, mientras tomo las bolsas de su mano al mismo tiempo.
Si no fuera por los ladridos de Brown, seguiríamos en esa posición por toda la eternidad.
Nos separamos y sonreímos como dos adolescentes embobados.
Pasamos al comedor, donde dejamos las bolsas en la mesa, Oz suelta a Brown y este da vueltas alrededor de nuestros pies. El momento de darle la sorpresa es ahora. Ella se entretiene sacando las compras que hizo al regresar de trabajar, como es costumbre.
—Vengo rápido. Voy al baño —le aviso y ella solo asiente, sin prestarme atención.
Paso por la sala hasta llegar a las escaleras y subir a nuestro cuarto. Porque sí, nos compramos este departamento unos meses atrás y desde entonces hemos vivido juntos. Nuestros trabajos nos permitieron darnos este lujo como pareja.
Tomo la caja de regalo que preparé esa misma mañana ya que ella no estaba y regreso al comedor. Oz está dejando las cosas en el refrigerador cuando me aclaro la garganta.
—Oz —la llamo y ella deja las cosas para voltear a verme con caras de pocos amigos. No le gusta que la interrumpa en su momento de acomodar cosas. Quién diría que la chica que tenía su cuarto desordenado tiempo atrás se volviera una adicta al orden.
La magia de crecer, diría yo.
Me ve con la caja de regalo en las manos y sus ojos se abren de inmediato.
—¿Qué es eso que traes en las manos? —inquiere con la voz nerviosa. Nunca termina de acostumbrarse a los detalles que le doy.
—Un regalo, Oz. Para ti. Por los cuatro años que llevas a mi lado.
—Pero eso es mañana... —murmura.
—Lo sé. Tú ábrelo. Entenderás porque te lo estoy dando hoy.
Me mira con desconfianza y le sonrío. Toma la caja y la pone sobre la mesa. Brown, a mis pies, se sienta y observa la escena con curiosidad. Oz comienza a abrir el regalo lentamente y yo grabo.
No hay momento con ella que no quiera guardar para toda la eternidad. Todo es algo que nunca se repetirá y tendrá un lugar especial en mis memorias.
Mi chica mete la mano en la caja y saca su contenido. Primero, un cuaderno de bocetos nuevo más un set de lápices especiales. Sé cuánto quería eso desde tiempo atrás.
—No te pases.
—Sí me paso.
Pone los ojos en blanco. Yo me rio y la sigo observando. Me muevo para quedar sentando a su lado, sin dejar de grabar.
—Sigue, quedan aún algunas cosas más ahí adentro.
Coloca los primeros regalos al lado y continúa con los demás. Tampoco es que haya puesto tantas cosas. Solo lo esencial que pensé que sería necesario para ese viaje lleno de arte.
Sigue con el segundo regalo, que es una cámara analógica que me encantan y que le he pegado el gusto a ella, pues también ama tomar fotografías de ese estilo.
—Me la robaras después, ¿verdad? —sonríe con burla y juego con mis cejas—. ¿Qué me estás tratando de decir con estos regalos?
—Mi filósofa, no te centres en eso hasta que termines.
Suspira. La mejor parte está por venir.
El último regalo. Saca el sobre donde están los boletos y lee la nota que puse en él.
"No me vayas a echar de la casa por esta inesperada sorpresa"
Una tipo broma que tenemos entre los dos que, claramente, no llegará a pasar. Aunque, bueno, Oz siempre dice que lo hará y se traga sus palabras al final del día cuándo me abraza durante las noches y no me deja moverme más.
Abre el sobre y cuándo se da cuenta de que es, avienta los boletos en la mesa y se tapa la boca, mirándome con los ojos abiertos. Niega con la cabeza, sin creerlo.
Dejo el celular de lado y me acerco a ella para abrazarla de lado.
—Es mentira, ¿no? No puede ser verdad.
Tomo sus manos y las uno con las mías. La miro a los ojos. De los suyos salen lágrimas.
—Oz, mi vida, ¿cuándo has visto que te haya hecho una broma así? Sabes bien que todos los regalos que te doy son más qué reales.
Vuelve a negar con la cabeza.
—Son dos boletos. A Florencia. En Italia. Para mañana.
—Así es. ¿Cuál es el problema? —le pregunto sonriendo.
—¡Qué acabo de comprar comida! ¡Y no tengo nada preparado!
Sin poder evitarlo, me echo a reír y ella se limpia las lágrimas y me fulmima con la mirada. Le doy un beso en la sien y paso mi brazo por su cuello para atraerla a mi pecho.
—Eso es lo de menos. Lo importante aquí es qué llevarás al viaje.
—No me puedes soltar esta noticia así por así —me da un golpe suave en el hombro libre y la veo sonreír-. Dios, esto no puede ser real.
—Es más que real.
Oz me abraza aún con más fuerza.
—Gracias por este regalo, Jaz. No tenías por qué. Con pasar el día a tu lado soy feliz. Esto es... No tengo palabras para hacerte entender cómo me siento ahora.
—Lo sé, mi filosofa. Pero quería darte algo especial para recordar por toda la vida. Además de que, bueno, con todo lo que has estado pasando, creo que este viaje te ayudará a inspirarte otra vez.
Los últimos meses, después de que Oz entregara unos cuadros a un museo, se bloqueó de repente. Las ideas no le llegaron a la mente. Entró a un bloqueo artístico. Y se siente frustrada por eso, porque por más que quiere, su mente no le permite trabajar en lo que más ama.
Entonces, aparte de regalo de aniversario, también quiero dárselo por esa parte. Porque la conozco bien y sé cuan importante es el arte para ella.
—Te amo. Perdón que a veces no lo demuestre mucho en palabras.
—Shhh. No te disculpes. —Me separo de ella y tomo sus mejillas con mis dos manos, insertando un corto beso en sus labios—. No hace falta que lo digas siempre. Tus acciones son más importantes que las palabras.
—Algún día yo también te daré una sorpresa de este tamaño.
—Ah, ¿sí? ¿Será capaz de superarla?
—Toca descubrirlo.
Nos quedamos de ese modo, abrazados del otro un rato más, con Brown dormido en nuestros pies, observando los árboles del exterior a través de la ventana y con un cómodo silencio.
☀️
—Estamos aquí. Por fin. —Oz se voltea a verme y sonrió ampliamente. Su emoción es contagiosa. Vamos tomados de la mano, con las maletas en las manos libres.
Después de un viaje en la madrugada, de más de once horas, es un hecho.
Estamos en Italia.
—Pellizcame y hazme saber que es un sueño —me dice. Hago lo que me pide y ella se queja—. No lo decía en serio, idiota.
—Yo te vi muy seria al decirlo, idiota. —Mi segundo pasatiempo favorito, aparte de besarla, es molestarla. De verdad. Si antes no se notó, ahora sí.
—Me caes mal a veces. —Me jala de la mano para empezar a caminar fuera de la entrada del aeropuerto y tomar un taxi. Sam, una experta en turismo, a pesar de su corto tiempo en la universidad, encontró hoteles baratos y guías turísticos para los museos a los que iremos esta semana.
Que, hablando de mi hermana, nos hizo el favor de quedarse en nuestro departamento, cuidar de Brown y acabarse la comida recién comprada. Toda una ángel ella.
—Tú me caes mal cuándo me quitas la cobija en la noche —replico burlón.
—Tengo prioridades al dormir. —Me saca la lengua y la pego suavemente en la cabeza, provocando que se ría.
Cuarto aniversario y así es cómo nos tratamos. Me encanta eso de ella.
—¿Trajiste alguna ropa elegante? —le pregunto. Veo al taxi que tenemos asignado y le hago una señal para que se acerque. Guardamos las maletas en la cajuela, entramos en lis asientos traseros y le doy la dirección al chófer.
—Claro, ¿quién te crees que soy? —contesta ella ya adentro.
—Eres la mujer de mi sueño.
—¿No puedes ser normal en Italia?
—¿No te gusta que sea así?
—Me mata que seas así y odio no poder responder con nada porque siempre me dejas sin palabras.
Sí... Algunas cosas nunca cambian pese a los años.
☀️
En la noche, cuándo los dos estamos arreglados, salimos a la calle tomados de la mano y admirando los edificios de Florencia. Había visto imágenes, pero como siempre, la realidad supera cualquier otra cosa.
Vamos a un restaurante donde hice una reserva. Nos llevan a una mesa, asignada en el balcón con vistas al canal de agua que hay en toda la ciudad.
Oz se queda en blanco al ver el lugar en el que vamos a cenar esta noche. Intercala la mirada entre la vista, la mesa, y yo, que ya estoy sentado en mi sitio.
—¿Piensas quedarte parada ahí toda la noche? Digo, respeto tu decisión, pero si pudiera pasar esta noche de aniversario con la chica que amo, frente a frente, sería muchísimo mejor.
Oz reacciona rodando los ojos. Se sienta en la silla delante de mí y de inmediato busca mi mano con la suya, para así entrelazar nuestros dedos y sonreír de esa manera única que tiene que hace que la mía también aparezca.
—¿Desde cuándo llevas planeando todo esto? —comienza a indagar. Ya era extraño que no lo hiciera con lo curiosa que es.
—Un tiempo. No te lo diré.
—Desearía que fueras Isa para poder insultarte correctamente.
Me rio.
Un mesero llega a pedir nuestra orden y pedimos la comida. Desparece tan rápido como llegó y nos volvemos a centrar en nosotros.
La oscuridad, las velas que hay, el paisaje. Ella. Todo es perfecto. Tomo una foto. Muchas. De nosotros, de Oz, del sitio. Debería de ser fotógrafo también.
—Me gustaría que este viaje fuera el primero de muchos para nosotros —comenta ella tomando del vino que nos dieron al llegar.
—Ten por seguro que vendrán más. De hecho, tengo otra sorpresa que darte.
—¿Más? —pregunta perpleja.
—Sí. Bueno, no es cómo tal una sorpresa por este día, pero sí que lo sabía de hace tiempo y estaba esperando el momento perfecto para decírtelo y escuchar tu opinión.
—Dime. —Se cruza de brazos y me observa con atención.
—Mi editorial va a empezar a hacer giras de mi libro por varios países de Latinoamérica y... Tengo un boleto extra para cada viaje. Si no fuera mucha molestia, ¿te gustaría acompañarme? Quiero recorrer cada lugar del mundo a tu lado y quiero que estés en todas mis giras.
Se queda sin palabras un momento y al instante la tengo casi brincando de la emoción. Amo que festeje todos mis logros como si fueran los suyos. Por supuesto, yo hago lo mismo con los de ella.
—Me siento insultada con esa pregunta. ¡Claro que te quiero acompañar! Iría contigo hasta el fin del mundo.
Sabía que diría esas palabras, pero escucharlas se siente bonito. No pude haber escogido mejor compañera de vida que Oz.
Asiento, sonriente.
—Por muchos más viajes —brindo y ella choca su copa con la mía. Decido mover mi silla a su lado para sentirla más cerca.
La música de fondo nos invade. La comida llega en ese momento. Rápida como dice el eslogan del lugar.
Los ojos de Oz brillan como tiempo atrás no lo hacían. Está sucediendo. Era claro que iba a suceder con todo lo que nos rodea. Sé que ella no trae la libreta, pero yo sí.
—Jaz... —susurra con alegría. Hacemos contacto visual y sin decir nada, saco el cuaderno de una bolsa en el interior de mi saco. Lo pongo en la mesa y ella chilla de emoción—. ¿Cómo lo sabías?
—Tus ojos.
Agarra el lápiz y empieza a hacer trazos en una hoja. La comida queda en segundo término. A ella le da igual, a mi también. La comida fría no es tan importante como la inspiración en un artista.
Me hace plática en algunos momentos aún cuándo está haciendo trazos y yo le respondo muy feliz de verla dibujar. Comemos en una pausa que hace cuando ya tiene el boceto, que es lo más difícil de conseguir. El resto es fácil de hacer.
—Dios, esto es riquísimo.
—Sí que lo es. —Fría o no la comida, con Oz siempre será disfrutable.
Al finalizar, dejamos la comida de lado, el dibujo guardado para continuar después y con la música de fondo. Elevo una ceja hacia Oz y ella niega con la cabeza, sabiendo lo que estoy a punto de hacer.
Me levanto, la tomo de la mano y ahí, entre las mesas, donde las personas comen y nos observan con curiosidad, comienzo a bailar. La acerco a mí y deja que la guíe en el baile.
—Feliz cuarto aniversario, Oz —murmuro en su oreja y ella me roba un beso.
—Feliz aniversario para ti también, Jaz. Gracias por seguir escongiendome otro año más.
—Y te seguiría escogiendo hasta el fin de mis días.
Nos quedamos viendo, bailando al compás de la música, existiendo solo para el otro.
Mi mejor regalo siempre será ella.
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Nota de autor
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¡Sorpresa!
A qué no se esperaban este extra, ¿eh? Pues yo tampoco, jajaja. Aquí escribiéndolo a dos días de publicarlo, inesperadamente.
Hoy, hace un año, decidí darle vida a una idea que apareció en mi mente al querer hacer una historia que me gustaría leer como lectora; una donde solo fueran dos personas enamoradas; donde el drama no fuera enorme; que tanto yo como l@s lector@s lo sintieran como un libro para leer en los momentos donde necesitaran algo para olvidar el mundo externo.
Así nació "El Significado de Nuestro Arte".
Y aquí estamos.
Nunca me cansaré de agradecer el apoyo que le dan a mis chicos, de sus comentarios y de sus votos. De verdad que hacen muy feliz a esa Rebe de hace años que se animó a tomar una pluma y comenzar a escribir aún teniendo poca fé en lograrlo.
Gracias, gracias, gracias.
¡Que las historias nunca
se acaben <3!
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