Epílogo

Can't help Falling in love
-Elvis Presley

24 de Octubre

—Voy a vomitar —le digo a Isa desde la sala. Estamos en mi departamento, o, mejor dicho, el que comparto con Jaz, y se supone que estamos a punto de salir a la iglesia.

Ella me mira con cara de pocos amigos. Erick, ahora su prometido, está terminando de ajustar su corbata y sonríe con diversión ante la escena frente a él.

—Hazlo después, mujer, no ahora. Arruinaras tu precioso vestido —replica ella terminando de maquillar su rostro—. Bien, creo que ya podemos irnos.

—¿Y si mejor nos quedamos? Siento las piernas a punto de desfallecer.

—No puedes faltar a tu propia boda, Ness.

Resoplo y busco la manera de tranquilizarme.

Han pasado ocho años desde que empecé a salir con Jaz y uno desde que me pidió matrimonio. Y hoy es nuestra boda, en octubre: el mes que nos conocimos, en el que inició todo.

Sigo sin creer que todo esto está pasando. Que haya pasado tantos años desde que lo conocí y ahora estamos aquí.

Quiero sentarme, pero si lo hago, probablemente no me vuelva a levantar por los nervios que siento.

Mi vestido es sencillo, pero tiene detalles que lo hacen ver elegante. Las mangas son transparentes, pero con diseños de mariposas en él, el torso y la falda son de la misma tela y de igual manera, hay mariposas por toda la parte. Estoy usando un collar con un dije de flor que Jaz me regaló en nuestro quinto aniversario, así como el anillo del sol, la luna y las estrellas y, por supuesto, el de compromiso, que es de plata y alrededor del cristal hay unos detalles de plantas. Es precioso.

—Vamos, mueve tu bonito culo, Ness —me anima Isa caminando hacia mí, se coloca a mi frente y pone sus manos en mis hombros semi desnudos—. No tienes que preocuparte por nada, chica. Te ves hermosa, toda la planeación está saliendo tal como estaba prevista, tu futuro esposo justo está llegando al templo y cierto pajarito me dijo que está guapísimo. Así que es mejor ir yendo para allá que hacerlo esperar.

Asiento y trago saliva. Isa sigue notando lo nerviosa que estoy y se acerca con cuidado para no arruinar ambos vestidos y me da un abrazo.

—Hoy va a ser el día más feliz de tu vida y no puedes faltar a él. Recuerda que es Jaz quien estará a tu lado de aquí en adelante y no tendrás nada por lo cual tener miedo.

Escuchar el nombre de mi prometido en voz alta de alguna manera me hace reaccionar y suelto el aire que comencé a tomar durante algunos momentos. Cierro los ojos, me imagino a Jaz frente a mí, y me siento mejor.

—De acuerdo, estoy lista.

—Esa es mi chica. —Isa sonríe mostrando los dientes y mira a Erick. Entiende el mensaje en silencio de su pareja y sale hacia afuera, yendo a avisarle al chofer que vaya encendiendo el vehículo—. Ahora que estamos solas, y aprovechando este corto tiempo que tenemos antes de que nos vengan a buscar, quiero decirte que estoy orgullosísima de ti, Ness. Has logrado cosas que nunca me imaginé posibles y me hacen sentirme muy feliz por ti. Esto —señala mi vestido— es una prueba de otra cosa que me enorgullece de ti.

—Me vas a hacer correr el rímel, idiota —le digo con una sonrisa y ella me la devuelve. Casi veinte años desde que la conocí y pese a que los últimos años hemos tenido nuestros problemas, logramos solucionarlos y volvernos más unidas de lo que ya lo éramos—. Te quiero tantísimo, gracias por estar aquí, hoy y siempre.

—Por supuesto que sí, mi Ness. Hoy y siempre, tal como lo dijimos años atrás.

Erick atraviesa la puerta y nos avisa que ya todo está más que listo para irnos. Miro a Isa y asiente con la cabeza. Salimos de la casa y pienso que regresaré a ella como una mujer casada. Es un enorme cambio para el lugar que me vio crecer y convertirme en quien soy ahora.

Cuando el chofer estaciona el vehículo frente a la iglesia, me tomo unos momentos antes de bajar. Isa y Erick están esperando por mi para encaminarnos a la entrada del templo y finalmente iniciar con la ceremonia.

Abro la puerta y sonrío para mí.

Los tres caminamos hacia los arcos de la iglesia y veo a mis papás justo al frente de la fila para acompañarme al interior del lugar. Aunque mi papá ya me había visto con el vestido, cuando me ve ahora, no puede evitar derramar unas cuantas lágrimas y esbozar una sonrisa de esas que te apachurran el corazón.

Llego junto a ellos e intercambio unos abrazos y palabras antes de pasarme con Sam. La saludo con emoción y con muchos abrazos y besos. No había visto a la hermana de Jaz desde hacía unos cuantos meses atrás hasta el día de hoy, pues se había ido de mochilera por Europa, y desde entonces solo hablábamos en mensajes. A veces.

—¡Estás preciosa, Ness! —me dice sonriendo y mirándome de pies a cabezas varias veces.

—Gracias, Sammy, tú también.

El padre de la misa llega en ese momento y me separo de la chica. Me pongo delante de todos y siento a mi papá justo a mi lado, entrelaza su codo con el mío y aguanto las ganas de llorar que me comienzan a invadir. Siempre fue mi sueño que él fuera quien me llevaría hacia mi prometido y ahora se cumplirá.

El sacerdote comienza a caminar y todos vamos detrás de él. La iglesia no es grande, pero hay suficiente espacio para todos los invitados y personas que se unieron a última hora. Siendo el caso de que Jaz se volvió un escritor famoso, tiene gran público detrás que lo acompaña en cada parte de su vida y esta no es una excepción.

Lo diviso justo a metros del altar. Conozco tan bien a ese hombre que, con solo verlo a esta distancia, sé que está tratando de no ponerse sensible y dejar que las lágrimas le ganen.

No lo logra. Cuando llego a su lado y lo miro, veo que tiene una enorme sonrisa, pero los ojos rojos.

Incluso en mi boda, sigo enamorándome más de él. Algunas cosas no cambian a pesar de los años.

—Eres la mujer más hermosa que he visto jamás y decirte todo lo que quisiera solo limitaría todo lo que eres —me susurra cuando se sitúa a mi lado y entrelaza su mano con la mía.

Sonrío como nunca antes lo había hecho.

Jaz lleva un esmoquin café, un chaleco verde pantano y una corbata de color verde debajo de todo eso. Así mismo, una planta diminuta cuelga de uno de los bolsillos y... Por Dios, sí que está guapísimo.

Mientras el padre habla, echo un vistazo rápido a los dos lados, observando quienes están de cada lado. Mis papás están a mi izquierda mientras que la familia de Jaz a su derecha. En la primera fila de mi lado, veo a los mellizos con sus respectivas parejas y en la otra el resto de amigos y familia Jaz.

El sacerdote finalmente llega a la parte que más me importa. Primero mira a mi prometido.

—Jazer Padilla, ¿quieres recibir a Ossena García, como esposa, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?

Jaz me mira con un inmenso brillo en sus ojos que fácilmente me hacen perderme en ellos. Sonríe —no ha dejado de sonreír en todo lo que va de la ceremonia— y dice:

—Sí, quiero.

Ahora el sacerdote me observa a mí.

—Ossena García, ¿quieres recibir a Jazer Ramírez, como esposo, y prometer serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?

—Sí, quiero —respondo casi al instante porque ya siento la necesidad de ser oficialmente la esposa de Jaz.

El hombre pide por los anillos y las arras. Pensamos mucho acerca de quienes serían las personas encargadas de esas dos cosas, más que nada, por lo que simbolizan y la importancia que tienen en nuestra vida.

Sam se presenta y le entrega a Jaz la cajita con los anillos que tendremos hasta el fin de nuestras vidas. Hacemos el protocolo y decimos lo que se necesita. Jaz me pone en anillo con mucho cuidado y me da un beso en la mano cuando termina. Yo le pongo el suyo mirándolo completamente enamorada. Después, son los mellizos quienes vienen con las arras y me las entregan a mí. Terminando con todo lo que se requiere, llega la parte final de la ceremonia.

Y el momento más esperado de ese día.

El beso.

El primero en esa nueva etapa de nuestras vidas y por supuesto, no será el último.

Jaz me besa con una gran pasión y anhelo que le devuelvo a más no poder. Cuando nos separamos, todo el público estalla en aplausos y festejos.

Y viene la parte que menos me gusta. Las cantidades de fotografías en las que tendré que pasar. Sin embargo, en todas seré acompañadas por Jaz, así que no se volverá pesado.

Pero es un hecho, oficialmente soy la esposa de Jaz.

A las ocho y pasadas, estamos yendo al salón de eventos donde está iniciando la fiesta.

Pienso en el hecho de que ya puedo dirigirme a Jaz como esposo. Si le hubiera dicho a mi yo de hace ocho años, seguramente pensaría que le estoy tomando el cabello. Incluso ahora sigo incrédula porque es real.

—¿Qué piensas, mi filósofa favorita? —me pregunta él dándose cuenta que tengo la mirada perdida en alguna parte del coche.

—En el tema de que somos oficialmente marido y mujer. Es como... No sé, una fantasía que nunca creí posible. O sea, sí que imaginaba verme casada, pero era eso, solo mi imaginación. Pero ahora... —Levanto nuestras manos entrelazadas y observo los dos anillos que hay en los dedos—. Es algo que está sucediendo de verdad y mejor aún, con la persona que más amo en esta vida.

Jaz sonríe y besa mi mano con suavidad.

—Créeme que me sucedió lo mismo, pero desde el día que te conocí, sabía que sí o sí debía de casarme contigo.

—Y ahora estamos aquí.

—Y ahora estamos aquí —repite él.

El vehículo sigue avanzando y pasamos por una calle que conozco de maravilla. Le digo al chófer que se detenga en un espacio no muy lejos de ese sitio y Jaz me mira confundido.

—Ven, hay un lugar al que debemos llegar antes de que inicie la fiesta.

Él asiente sin entender muy bien que es lo que quiero hacer. Bajamos del vehículo tomados de las manos y con nuestros elegantes vestuarios. La gente de los alrededores nos observan con ojos curiosos y yo solo puedo regalarles la sonrisa más grande que tengo, pues voy de la mano del mejor hombre que pude encontrar gracias a este lugar.

Nos detenemos afuera de la cafetería que comenzó toda esta aventura. Hasta el día de hoy sigue manteniendose de pie y está abierta.

—Nos da tiempo para pedir un café, ¿no? —preguntó aún sonriendo y Jaz intercala la mirada entre la estructura y yo. Pronto, el mismo gesto que tengo se asoma en sus labios.

—Siempre habrá tiempo para un café de mocha blanco contigo.

Entramos al lugar y vemos algunas caras familiares que, al instante de vernos, nos comienzan a abrazar y felicitar. Muchos de ellos vieron esta relación crecer, así que entiendo la emoción.

Pedimos nuestras bebidas para llevar, nos sentamos en esa mesa que siempre estuvo apartada para nosotros y solamente nos quedamos mirándonos el uno al otro.

—Hace unos años atrás, los mejores de mi vida, por cierto, conocí a una maga que creaba magia con sus dibujos. Hoy, me estoy casando con esa maga que logró hacer la mejor magia que conozco: conservar ese amor de adolescentes que siempre hemos tenido.

Ya, los años pasarán y sin importar qué, Jaz sigue haciéndome quedar en blanco ante sus palabras.

—Eres lo mejor que me ha podido pasar, Oz. Gracias por ser tú y amarme como lo sabes hacer.

—Deja de quitarme las palabras, idiota. —Me guiña un ojo y yo pongo los míos en blanco—. Gracias a ti por aguantarme y soportar este humor. Te amo, ¿lo sabes?

—¿Cómo no saberlo si me miras así?

Un empleado interrumpe nuestro momento meloso entregándonos los pedidos y le agradecemos. Poco después salimos del lugar para ya no hacer esperar a los invitados.

Mientras caminamos, no puedo evitar echar una última mirada a la cafetería.

Mi lugar mágico y el que se convirtió por un tiempo en mi segundo hogar. El que me hizo conocerlo y aprender del amor.

Aparto la mirada y la pongo sobre Jaz, quién me sonríe como si hubiera leído mi mente y me da un beso en la mejilla. Subimos al vehículo y vuelve a su rumbo original.

Llegamos al salón de eventos y Jaz me observa, a punto de abrir la puerta del lugar.

—¿Lista para darlo todo en la pista de baile?

—Solo si mi esposo está ahí para acompañarme.

La sonrisa de Jaz es cegadora, pero siguen siendo tan única y suya que me hace seguir sintiendo esas cosquillas en el estómago.

Y repito lo mismo que me he dicho cada aniversario con él, con mi escritor y mi chico favorito de la vida, no ha habido mejor error en nuestra existencia que habernos cruzado por un café. El café que repetimos hoy y nos llevó a ese día.

Que, gracias a ese error, ahora estamos aquí.

Casándonos y siendo felices.

Siendo nosotros dos.

El chico que escribía y la chica que dibujaba.

Jaz y Oz.

Fin

.
.
.
.
Nota de autor
.
.
.

Fecha de finalización: 18/08/2023

Oficialmente se ha terminado esta historia.

Si me disculpan, me iré a llorar.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top