8

Happiness
-Rex Orange County

—¿Y esta sorpresa?

Esa voz me saca de mi mundo y me doy la vuelta para observar al dueño de la voz.

Es Emi.

Me levanto rápido y lo abrazo con felicidad.

—¿Estaré soñando o es real lo que veo? ¿Emiliano Álvarez, frente a mí, en una cafetería? ¿En mi cafetería?

Se ríe de mi comentario y nos sentamos. Cuando voy a preguntar por su hermana, alguien me golpea la cabeza. Y ese alguien tiene nombre y apellido que podría deletrear en menos de un minuto.

—¡Ness! Pero mira cuanto has crecido, si la última vez que te vi eras una cosita diminuta.

—Babosa.

Me abraza desde la espalda y me da un beso en la mejilla. Segundos después, agarra una silla de una mesa desocupada y se sienta en ella. Está a la derecha Emi, siendo la izquierda de mi lado.

—¿Volvieron ayer? Pensé que sería a mitad de semana.

—Regresamos el sábado, pero como estabas con tu abuela, no pudimos ir a verte —responde Emi—. Por cierto, espero que le hayas hablado bien de nosotros.

—No. Dije montón de barbaridades. Ahora mi abuela está decepcionada y no los quiere otra vez.

—Perfecto, iremos para la próxima. —Emiliano sonríe y pongo los ojos en blanco. Isa se levanta cuando escucha que su café es nombrado—. Ten.

Mi mejor amigo me pasa una cajita verde pequeña y levanto una ceja. La abro con cuidado y descubro que es un llavero de madera de un delfín. Mi animal favorito.

—¿Es lo que te pedí? —le pregunto y él asiente—. ¿Cuánto te debo?

—No aceptaré ningún billete o moneda de tu parte. Considéralo como un regalo.

—Gracias, Emi. Es realmente bonito.

Lo sostengo un rato en mis manos antes de ponerlo en uno de los seguros de mi mochila. Se ve muy bien.

—¿Cómo te fue con tu abuela?

—Muy bien. Extrañé tenerla cerca de mí. ¿Qué hay de ustedes?

—Totalmente relajado, aunque Isa hizo uno que otro desastre, pero todo dentro de lo normal.

—No hables mal de mí, idiota. Arruinas mi reputación perfecta ante Ness —replica Isabella cuando regresa y se sienta en su lugar nuevamente.

—Como si no supiera que es lo que haces —murmuro bajo, pero lo suficientemente alto para que me escuchen los dos. Me regalan una sonrisa idéntica—. Bueno, ahora sí puedo confirmar que extrañé verlos en persona y no mediante una pantalla.

—Mira qué bonito, Ness diciendo palabras cursis.

—No volveré a decir nada así durante un año, así que aguántate con eso.

—Eso me recuerda... —Emi pone su mano en la mandíbula, fingiendo pensar—. ¿Quién era ese amigo que nos dijiste?

Isa me mira como si lo hiciera por primera vez y se arrima más a la mesa.

—Es Jazer, como te dije. Lo conocí en esta misma cafetería. Estudia letras, le gusta leer y escribir. Y sonreír.

—Ojalá podamos conocerlo algún día —dice Isa bebiendo de su café. Sin embargo, Emi es el que no habla y solo me mira con curiosidad.

—Podemos ponernos de acuerdo y planear una salida, de esa manera lo conocen.

—Me parece muy bien. Pon fecha y hora y estaremos ahí —declara la melliza por los dos y Emi solamente asiente—. Por cierto, cuéntanos sobre esa cuenta que te hiciste, la de dibujos.

Y ahí me ves, resumiéndoles el por qué lo hice —que ya se lo había explicado a Emiliano— y que planes tengo con ella.

—La compartiré con todos mis amigos —asegura Isa y me muestra una prueba de sus palabras.

—No es necesario ahora. Hazlo cuando tenga más contenido.

—De acuerdo. Aun así, se las pasé a varios contactos para que al menos tengan ahí la cuenta y la sigan.

—Gracias. Tampoco es que mi meta sea llegar muy lejos, por lo que los números no importan tanto.

—Tan humilde nuestra Ness.

Pongo los ojos en blanco, pero sonrío.

¿Qué sería de mi sin los mellizos en mi vida?

Son las once de la noche y estoy en mi cuarto, intercambiando mensajes con Jaz.

Le compartí la sugerencia de que nos reuniéramos algún día porque mis mejores amigos lo quieren conocer. Ni siquiera mis papás son así de exigente como los mellizos.

Jaz responde que le parece bien y que puede el jueves por la tarde. Le hago saber esa información a los mellizos. Obviamente, ellos aceptan y queda acordado ese día.

Envío otro mensaje al chat de mi amigo:

Oz: Ya me voy a dormir. Buenas noches, Jaz:)

Él responde así:

Jaz: Okey. Buenas noches, Oz. Espero que mañana nos podamos ver, extraño tus comentarios sarcásticos.

Y no sé porque, pero me causa una sensación de calidez leer las últimas cuatro palabras que mandó.

En la clase del martes nos explican que lo más difícil de dibujar no es imaginar el dibujo y plasmarlo. No. Lo difícil es hacer que las emociones que sentimos al imaginar tal cosa se queden grabadas en el dibujo; el hacerlas ver entre los trazos y demás cosas.

Pues bien dicen que, para dibujar, primero hay que entender lo que sentimos.

Creo que nunca antes había estado tan atenta a una clase como en esa. En las otras lo hago, pero a medias. Escucho unos momentos y otros no. Pero en esa clase no me sucedió así. Por lo mismo, y ahora que es descanso, estoy intentando dibujar lo que nos dijo la profesora.

Yo pienso que mis dibujos hacen énfasis de lo que estoy sintiendo al hacerlos, pues varias personas me han dicho que pueden ver mis emociones ahí mismo. Mi dibujo representa eso.

Es una representación de un cuerpo femenino, pero el lugar de tener unca cabeza, tiene un montón de círculos y trazos. Es lo que siento: todo.

Sencillo, pero se entiende el concepto. O eso quiero creer.

A veces creo que esa es la cosa más bonita de un humano, que es capaz de sentir. Es algo que no se puede tocar, pero si ver, y eso es más valioso para mí. El saber que alguien me está permitiendo ver su interior.

Quizás Jaz tiene razón, al final sí soy un tanto filósofa.

El día de hoy, Saul, Dora y Alondra no tienen clases, por lo que soy la única del cuarteto que está en la escuela. En estos momentos odio mi horario.

Cierro el cuaderno y me recuesto sobre el pasto y miro al cielo. Las nubes pasar y moverse a lentitud me trasmiten una gran calma.

Las cosas sencillas son las que más me gustan.

Tengo mis audífonos puestos y escucho una canción de Harry Styles mientras camino a la cafetería. Por alguna cosa del destino, levanto la mirada del suelo y lo encuentro ahí.

Está en la puerta, esperándome.

Cuando me ve, una gran, pero gran sonrisa aparece en su rostro. Siento que en algún momento se le va a salir de la cara. Cuando me acerco a él, hace un gesto de un abrazo. Se lo permito dármelo. Ahí está otra vez esa sensación de seguridad.

Creo que nuestra relación se hizo más íntima y más cómoda, tanto así que estamos en ese punto donde los abrazos son válidos.

Me gustan. Bastante.

—Bienvenida de vuelta, Oz.

Por primera vez, y en mucho tiempo, me siento en casa.

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