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September (instrumental)
-Sparky Deathcap

Para iniciar mi cumpleaños, tengo algunos, mensajes en la bandeja de entrada. Solo abro tres; los que más me importan. El resto los revisaré más tarde.

Jaz: ¡Feliz cumpleaños a mi filósofa favorita <3! Tengo muchas cosas que decirte, pero eso será en persona. Por ahora solo puedo desearte que inicies bien el día y que, sobre todo, pienses en ti. Es tú día, hoy no importa nadie más que tú.

A veces pienso la suerte que tengo en tener a Jaz como novio. Quiero decir, el poder que tiene con las palabras es extraordinario.

Isa: Mi segunda persona favorita del mundo cumpleaños hoy y eso es suficiente para amanecer con el pie derecho. A continuación, una representación del dominio de mi magnífica voz

Y me envía un audio cantando a todo pulmón una de mis canciones favoritas. Podrían sangrarme los oídos ahora mismo.

Emi: Feliz cumple, Ness!! Te quiero muchísimo y te deseo el mejor de los cumpleaños pese a todo lo que ha sucedido. En un rato pasaremos por ti, así que ten este tiempo para pensar en el pasado antes de que te distraigamos y te quitemos esa oportunidad

PD: Vístete con algo cómodo, caminaremos un largo rato ;)

El texto que me mandó mi mejor amigo me hizo darme cuenta de ese detalle.

Es el primer cumpleaños en el que mi abuela no está.

Se me eriza la piel y pienso acerca de que nunca más volveré a tener esa llamada nocturna donde me pregunta que hice en mi día y si me la pasé bien. Siento el nudo tan familiar en la garganta, pero no lloro. No es un día para hacerlo. Otro sí, pero hoy no. Quiero pasar mi cumpleaños con buen humor. Y sobre todo, sé que a ella no le hubiera gustado que derramara lágrimas en un día como este.

Me cambio. Me pongo un pants negro y una camisa blanca con un dibujo de una carta de tarot. Termino de vestirme con mis converse de siempre.

Bajo a la sala y me encuentro con los dos adultos en la sala, esperando por mí. Son las ocho de la mañana y hay un pay de fresa sobre la mesita de sala. Los miro a ellos y después al postre.

—¡Feliz cumpleaños, Ness! —me grita mi mamá con una amplia sonrisa cuando me ve parada en el primer escalón.

—Ven acá —me pide mi papá señalando el espacio libre entre ellos. Me pregunto a qué hora se levantaron para preparar esto.

Cuando estoy sentada en medio de ambos, Enzo acerca el pay hasta rozar con el borde de la mesa. Comienza a poner unas velas que estaban en una caja junto a varios cubiertos y después las prende con un encendedor que tenía a su lado.

Me miran y sonríen con complicidad. Me voy cuenta que debí de haber escapado cuando tuve la oportunidad. Me retienen con ellos y empiezan a cantar las mañanitas.

Qué vergüenza, pero así los quiero.

Al terminar la canción, mi papá se levanta para grabarme y lo fulmino con la mirada, pero de igual manera, soplo a las velas y él sigue grabando hasta cuando corto el pastel.

—¿Cuándo planearon todo esto? —les pregunto mientras reparto dos pedazos a ellos y uno para mí. Aún quedan más de tres cuartos del pastel. Podría darles un poco a los mellizos y a Jaz.

—No creas que no aprovechamos las horas en las que no estás en casa.

Lo miro encarnando una ceja por el doble sentido que puede tener esa oración. Ni siquiera me atrevo a pensar en eso. Ni hoy ni nunca.

—Y como sabemos que estarás afuera la mayor parte del día, queríamos tener un tiempo contigo, al menos el primero antes de que los otros tres te roben.

Sonrío y como un pedazo de mi pastel. Ambos hacen lo mismo y platicamos un rato sobre cosas sin sentido alguno.

Para cuando son las nueve es que el timbre de la entrada suena. Me levanto y voy casi corriendo a abrir.

Y ahí están, tres personas que de alguna manera salvaron mi vida cuando menos sabía que lo necesitaba; todos con una sonrisa de oreja a oreja en sus rostros. Sin embargo, al primero al que me lanzo es a Jaz y él me recibe con los brazos abiertos.

—Feliz cumpleaños a mi artista favorita —me dice como saludo y segundos después, me besa.

Escucho a Isa carraspear y tengo que apartarme de Jaz para darle la atención que quiere mi amiga.

—¿A mí no me recibes con un beso?

—Babosa. —La abrazo y seguido a Emi—. Venga, pasen. Hay pay adentro por si quieren comer antes de irnos a donde sea que vayamos.

—Benditos sean tus papás, Ness.

Los mellizos entran, dejándome a solas con Jaz. Tiene algo en una de sus manos y estaba esperando a quedarnos solo los dos para dármelo.

—No es algo inmenso, pero al momento en el que lo vi, pensé en ti. Creo que te describe a la perfección.

Agarra mi mano y abre la palma de ella. Coloca una diminuta cajita negra sobre la misma y espera a que lo abra.

Lo hago esperar unos momentos porque así soy yo. Cuando quito la tapa de la cajita, me quedo sin aire por algunos segundos. Adentro, hay un anillo con tres símbolos incrustados sobre la plata. Los símbolos son un sol, una luna y una estrella. Lo curioso, es que la estrella tiene una pequeña gema en ella que la hace sobresaltar de los otros dos. Lo observo poco antes de ponerlo sobre uno de mis dedos y admirarlo con mejor cercanía.

—¿Te gusta?

—¿Qué si me gusta? Jaz, ¡esto es maravilloso!

Su sonrisa crece muchísimo hasta mostrar los dientes.

—Quizás la luna y el sol no son tan tú, pero la estrella sí que lo es. Podrá haber muchas más personas similares a ti, pero tienes un brillo especial que te distingue al resto, por eso escogí este anillo.

Dado que no sé cómo responder a eso, solo hay una cosa que puedo hacer para demostrarle lo encantada que estoy. Rompo la distancia que había entre nosotros y lo beso nuevamente.

Nunca me cansaré de sentir sus labios sobre los míos.

Para las diez, finalmente llegamos a nuestro destino. Y quedo literalmente con la boca abierta cuando veo en donde nos encontramos.

Estamos en la entrada del zoológico de mi ciudad y hace años, que no lo pisaba. Así que razón para estar más que emocionada, la tengo.

Ahora entiendo porque Emi me dijo que iba a ser algo para guardar para el resto de mi vida. Digo, estar en un lugar mágico como este, junto a las tres personas más importantes de mi vida, ya es más que suficiente para querer repetir este día millones de veces.

Vamos a la taquilla de entrada y cuando saco mi dinero para pagar mi boleto, Isabella me detiene y me amenaza con la mirada.

—Hoy nosotros pagamos por ti, así que guarda ese monedero y no lo saques hasta que lleguemos a tu casa otra vez.

—Ah, mierda.

La señora nos da cuatro boletos y caminamos hacia la parte de seguridad. Pasamos con éxito y de esa manera, es que comienza el recorrido del día.

—¿Qué vamos a hacer primero?

Emi observa el mapa que está sosteniendo y apunta hacia el lado derecho.

—Podemos ir por allá, de esa manera al regresar por la izquierda, podemos entrar a la zona del acuario y todo eso.

—Lo que el guía indique.

Seguimos por donde nos dijo. Mi mano va agarrada de la de Jaz y de vez en cuando, suelo mirarlo de reojo para encontrarme con su mirada ya puesta en mí.

—La última vez que estuve aquí, probablemente haya sido hace doce años. Mi mamá aun seguía teniendo su trabajo y estando estable, por lo que era fácil poder salir a cualquier lugar los cuatro. Veo que muchas cosas cambiaron.

—Yo también dejé de venir hace años, aunque por razones distintas, claro. El trabajo y la falta de tiempo impidieron que viniéramos, por lo que hace años que no venía. Así que, por lo mismo, sugiero que lo disfrutemos como si fuera la primera vez que estuviéramos aquí y todo es nuevo para nosotros dos.

—No es mala idea, mi filósofa.

Pongo los ojos en blanco, mas eso no quita la sonrisa de enamorada que tengo en mi rostro.

Al medio día, estoy más que cansada. Y eso que aún no hemos ni llegado a la barranca que cierra con el zoológico y te obliga a recorrer la otra mitad del mismo.

Mientras Emi y Jaz van al baño, yo aprovecho el tiempo para sentarme en una banca y tomar todo el aire posible. Bebo de mi botella de agua —que por suerte me obligaron a traer antes de subirnos al coche— y descanso la cabeza sobre la pared a mis espaldas.

Mi amiga utiliza este tiempo para comprar unas papas fritas en la tienda y regresa a mi lado. Me ofrece y con gusto agarro unas cuantas. Están llenas de chile a más no poder.

—Mañana amanecerás con el estómago muerto.

—Si de algo moriré, que sea de esto —replica comiendo una papita y sonríe mientras la disfruta.

Emi regresa primero y ve con decepción la compra de su hermana.

—Ness, ¿me aceptas en tu casa hasta el día de mañana?

—Mi casa, tu casa.

—Los odio —dice Isa. Le ofrece la bolsa a su mellizo y él no se niega pese a que detesta el chile.

Me cubro la cara con el mapa del chico y pienso en lo mucho que deseo haber traído una gorra para cubrirme del sol.

—¿Quieres mi sombrero, Ness? —me pregunta Emi y lo miro al instante de que lo dice. Quizás lea el pensamiento y nunca lo mencionó—. Tu cara me dice lo mucho que estás sufriendo.

—Por favor.

Busca en su mochila y me pasa el sombrero negro que trajo. Me lo pongo y un escalofrío me recorre todo el cuerpo.

Jaz vuelve con nosotros en ese instante y me analiza al tiempo que camina. Sonríe cuando llega a nuestra altura.

—¿Qué pasa, Oz? ¿Disfrutando del sol?

—¿Tú crees? Ahora mismo, soy el hater número uno del sol.

Luce divertido por mi sufrimiento. Había olvidado lo mucho que Jaz le encantaba eso.

—Si vemos un puesto de nieves, te compro una, ¿va?

De pronto, es como si el calor no existiera y reviviera completamente.

—Ya dijiste. —Me levanto con facilidad y comparto una sonrisa con Jaz. Los mellizos también se incorporan, comenzamos a caminar e Isa intenta ofrecerle una fritura a mi novio, pero él se niega.

—Soy alérgico al chile.

Tres cabezas se giran hacia él, incluida la mía. ¿Cómo es posible que no fuera conocedora de tal dato?

—Imposible —murmura Isabella y lo ve con los ojos abiertos como platos—. ¿Seguro que eres mexicano?

—Y tampoco me gusta el aguacate —añade Jaz sabiendo lo que va a crear revelando esa información.

Los últimos meses, Jaz y los mellizos han pasado tanto tiempo juntos que fácilmente podría parecer que se conocen de por vida. Hemos salido muchas veces los cuatro al punto en el que él sabe que le gusta a cada hermano.

—Ness, lo lamento mucho, pero debes de romper esta relación ahora mismo. No es sano para ti.

Pondría los ojos en blanco, pero si lo hiciera, podría chocar con otra persona y preferiría evitar eso.

—Olvidas que a mí tampoco me gusta.

—Emi, vámonos. No conozco a esta gente.

—Oh vaya, llegamos al herpetario —señala el aludido haciendo caso omiso a toda nuestra falsa discusión—. Entremos.

Siempre que entro a este lugar, mi mente recuerda esa escena de Harry Potter; y realmente no quisiera ser de las personas que vieron salir a esa serpiente de su encierro.

Cuando salimos, el calor nos vuelve a rodear. Por suerte, justo al frente hay una cabina donde venden nieve abierta. Miro a Jaz y él asiente. Me compra una de fresa y él pide una de mango para sí mismo. Regresamos con los mellizos, quienes analizaban el mapa y nuestro siguiente destino. Jaz aprovecha para tomar una foto de nuestras nieves y de Emi e Isa haciendo caras de concentración.

—Bien, pasamos por las aves y entonces ya estamos en la barranca. Con eso, habremos recorrido la mitad del zoológico, así que podemos comer por ahí y después proseguir.

Seguimos el plan de Emiliano tal como lo dijo. Vemos las aves y entramos al aviario de paso, tomamos fotos y videos de las cosas y finalmente llegamos a la barranca.

La vista que hay en ese lugar es algo inexplicable. Las montañas, todo lo verde, es perfecto. Volteo a ver a Jaz y su cara es un poema. Sus ojos brillan y tiene una sonrisa que va creciendo milímetro a milímetro. Le tomo una foto.

Al terminar, descubre lo que hice.

—Te la debía —me defiendo antes de que diga nada.

Sin embargo, no lo hace. En cambio, prefiere besarme.

Comienzo a pensar que quizás tiene una lista de sitios en el mundo donde le gustaría besarme.

Me separo y siento la cara caliente. Podrán pasar los meses y aunque por más que me repita a mí misma que ya estoy acostumbrada a esto, no lo estoy.

Acto seguido, Jaz hace lo de siempre y lo que más le caracteriza: sacar fotografías a todo el entorno y a nosotros.

Cuando acaba, nos vamos al área donde hay bancas y comenzamos a armar el picnic improvisado. Lo que me gusta de este instante, es que estoy junto a personas que amo siendo rodeada por un lugar lleno de vida y color.

No pude haber pedido mejores personas para pasar este día.

Para cuando son las siete de la tarde, mis pies ya no se mueven.

Fuimos al acuario como última parada y ahora estamos saliendo de la zona de pingüinos. Ese lugar hubiera sido una fantasía para cuando el calor estaba en su pico más alto.

Me siento en una banca/maceta de un árbol y tomo aire. Mis compañeros siguen muy activos a diferencia de mí. Qué envidia les tengo en estos momentos.

—No puedo más —comento conteniendo una mueca y moviendo mis pies para volver a traerlos a la vida.

—Tengo una idea. —Jaz se pone delante de mí y me da la espalda. Se pone en cuclillas y gira un poco la cabeza para verme por encima del hombro.

—No harás lo que creo que harás.

—Sí que lo haré. Ahora sube —me ordena señalando su retaguardia con la cabeza y me quedo pasmada en mi lugar—. Me voy a cansar más esperando a que te cuelgues de mí que de cargarte.

—Pero es que...

—Nada de peros. No te preocupes por tu complexión, Oz; eres perfecta así y te aseguro que nada te pasará.

Dudo un momento. Nunca amé la actividad que ser cargada por otra persona por miedo a que fuera muy pesada. Pero ahora... Jaz hace que empiece a darme igual esos problemas por todo lo que siempre me dice. No sé... Me da más confianza.

Así que, por lo mismo, es que me animo a hacer lo que me pide. Me acomodo como creo que debería de ir y cuando estoy situada correctamente, pasando los brazos por su cuello y las piernas por su cintura, se levanta.

Por un segundo, tengo miedo de que cambie de opinión y decida bajarme. Aunque no debería de haberme preocupado. Jaz revisa de que esté bien agarrada y comienza a caminar con paso firme. A nuestras espaldas, los mellizos van caminando y platicando sobre lo que vieron hoy.

Recargo mi cabeza sobre el hombro de Jaz y desde ahí tengo una vista perfecta directa a su cara. Mueve un poco la cabeza para observarme y sonríe.

—¿Cómo la pasaste hoy?

—Creo que mentir sería algo malo para todo lo bien que me la pasé contigo y con las cerezas.

—Eso quería escuchar. Y eso que aún no acaba el día.

—¿Qué? ¿Aún hay más?

—Sí, pero no te preocupes, no es nada de caminar. Y solo seremos tú y yo. Después de dejar a las cerezas, ¿crees que te dejen pasar la noche en mi casa? Hay algo que solo puedo mostrarte con el cielo nocturno sobre nosotros.

—Yo creo que sí, pero debería de pasar por mis cosas antes.

—Bien, puedo aprovechar ese momento para comunicarles mis ideas a tus papás.

—No tiene nada que ver con cosas sexuales, ¿verdad? Porque realmente no estoy preparada para eso.

—No lo es. Y ten por seguro que nunca te obligaría a hacer algo que no quisieras hacer, Oz —me calma dándome un beso en la mejilla—. Siendo honesto, no creo que eso sea lo más importante en nuestra relación, así que puede quedar para las últimas cosas de todo lo que quiero hacer contigo mientras me lo permitas.

—Gracias, Jaz.

Llegamos a las escaleras que nos llevan a la entrada del zoológico y le indico al chico que me bajaré. Se agacha, haciéndome más fácil el trabajo. Después, iniciamos el último trayecto de nuestra estancia en el lugar y salimos hacia el estacionamiento. Buscamos el coche de Jaz y entramos en él.

No lo enciende al instante. Une su celular a la bocina y pone música mientras descansamos otro rato. Cuando les voy a anunciar a los mellizos que su canción favorita está sonando, los veo con la cabeza apoyada en el otro y adormilados. Bueno, Emi sigue medio consciente, pero está a nada de caer como Isabella.

Los dejo en paz y sonrío con complicidad a mi novio. Entonces arranca el coche y salimos oficialmente del zoo.

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Nota de autor
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Ah, estamos a nada de terminar esta historia. Solo nos queda un capítulo y un epílogo. Si me permiten, voy a irme a llorar jajaja.

Nada, mentira. Disfruten de lo poco que queda de Jaz y Oz. ❤️‍🩹

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