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It's Nice to have a friend
-Taylor Swift
Para cuando llegamos a su casa, son cerca de las seis y pasadas. Aún no sabemos nada de Emi y no puedo evitar comenzar a preocuparme. Son pocas las veces en las que mi amigo se queda incomunicado, por lo que mi mente comienza a decirme que algo malo pasó. También sé que Isabella piensa lo mismo por lo distraída que está. La dejo caer sobre el sillón de su sala y voy en buscar de unos cuantos hielos para su tobillo.
—¿Puedes poner mi celular a cargar? El cargador está en la cómoda de mi habitación. Quizás mi hermano me mandó algún mensaje.
Mientras ella se acomoda el hielo, yo voy a su habitación en busca de lo que me encargó. Su cuarto es sencillo, tiene posters de bandas sobre las paredes y una televisión grande. Lo que más me gusta, es que, entre todos los posters, hay un dibujo que le hice años atrás. De hecho, fueron de los primeros que le di como muestra de cariño. Ella conserva más, pero ese es especial por las razones anteriores.
Regreso y le tiendo el cargador. Conecta el celular a un enchufe y esperamos a que vuelva a cobrar vida al tiempo que el sonido de la manecilla del reloj se escucha por todo el espacio.
—Enciende, maldita mierda. —Isa gruñe y deja el aparato sobre el sillón. Se lleva las manos a la frente y trata de calmar sus nervios.
—Ya está prendido.
Lo agarra como si su vida dependiera de ello y entra a mensajes. Veo por encima de su hombro y solamente está el que yo le mandé y uno de Erick preguntando como está. Cuando íbamos para su casa, le cuestioné del porque no llamó a Erick y me dijo que era porque a esa hora trabaja y no podía salir. Ya me era raro el pensar porque no había acudido a por su novia.
—Nada.
—No nos alteremos. Aun es muy pronto para preocuparnos.
Me siento al lado de Isabella y pongo una de mis manos sobre su hombro y me mira de reojo.
—Si en media hora seguimos sin saber algo de Emiliano, te juro por Dios que voy yo misma a la policía.
—De acuerdo.
No sirve de nada discutir con ella cuando está en ese estado, por lo que todo lo que puedo hacer es asentir. Le mando un mensaje a mis papás diciéndoles donde estoy por si llego tarde y otro a Jaz avisándole de lo que acaba de ocurrir y sobre la situación con Emi.
Para cuando pasa la hora que Isa dijo que esperaría, hace ademán de levantarse y me interpongo en su camino al percatarme de que el lugar dejó de estar en completo silencio a como estaba segundos atrás.
—Déjame pararme, Ossena.
—Silencio —le digo. Ella no hace caso y comienza a abrir la boca para replicar, pero pongo mi mano sobre sus labios—. Calla y escucha...
En eso, la puerta de la casa se abre y ambas nos quedamos congeladas en nuestros lugares. Sin embargo, escuchamos el sonido de llaves tan familiares y comparto una mirada con mi amiga.
—¡EMILIANO ÁLVAREZ HUERTA! —grita Isabella y me aparto de su lado al saber lo que se aproxima.
Mi amigo llega con una cara de susto cuando escucha su nombre completo y se queda plantado en la entrada de la sala al verme a mí ahí y al pie de su hermana. Me lanza una mirada de ayuda y yo solamente lo fulmino con la mirada.
—Explicación. Ahora mismo.
Madres, ver a la chica pelirroja enojada no es agradable de presenciar.
—¿Explicación de qué?
—No hemos sabido nada de ti desde que salimos de la universidad, hace cuatro horas. Me lesioné el tobillo y mandé mensajes de auxilio a nuestro grupo y no los leíste. Te envié algunos a ti en privado y nada. Ness intentó llamarte varias veces y tampoco respondiste. No sabes el puto susto que nos diste.
Mi amigo no dice nada por unos momentos, comprendiendo las palabras de su hermana. Avanza con lentitud y se sienta a su lado. Me observa unos segundos antes de voltear a ver a su otro yo y hablar.
—Antes que nada, quiero pedirles perdón por haberlas asustado de esta manera, créanme que nunca fue mi intención. Mi celular se quedó sin batería poco tiempo después de que me separé de ti al salir de la uni y como me fui con Briana y perdí la noción del tiempo.
Levanto una ceja al escuchar el nombre femenino entre todo su monologo. Hacía meses que Emiliano no nombraba a esa chica. Es como su casi algo, pero nunca han confirmado algo. No comprendo con exactitud qué relación tiene con ella al cien por ciento.
—No pensaste en hacernos saber, desde algún mensaje del celular de Briana, ¿el dónde estabas?
—No se me cruzó por la mente, siendo honesto.
Isabella suspira con frustración, pero noto que está más relajada y el ceño fruncido de su rostro desapareció cuando sintió a su hermano justo a su lado.
—Donde se te ocurra volver a preocuparnos así, cabrón...
—Lo sé, lo sé. No volverá a pasar. Lo juro por nuestra madre. —Emi levanta los brazos y esboza una sonrisa de culpabilidad.
Finalmente me permito sonreír, aunque niego con la cabeza.
—Ahora que lo mío quedó aclarado, ¿cómo mierda te lesionaste?
☀
Para cuando regreso a mi casa, son cerca de las ocho de la noche. Por fortuna, los mellizos hicieron el favor de llevarme, pues de paso, van a recoger a su mamá del trabajo e ir a cenar con ella.
Si algo aprendí de esta tarde, definitivamente es cargar mi celular a tiempo. Es increíble que el poder de los mellizos haya llegado al punto de que ambos aparatos electrónicos se quedaron sin batería casi al mismo tiempo.
Antes de llegar a mi casa, los dos comenzaron a decir que no planificara nada para mi cumpleaños, que cae el 27 de mayo. Dentro de un mes.
—¿Por qué? —indagué cuando me dijeron eso. Sé que están planeando algo, pero me gustaría saber que es. Más que nada para preparar mi tiempo.
—Tú sabes bien que no te lo diremos, por lo que no gastes saliva en preguntar por eso —repuso Emi sonriendo desde el retrovisor.
—¿Puedo saber quiénes están involucrados?
—Tú sabes quienes estarán, así que tampoco gastes saliva en esa pregunta. No gastes saliva en nada acerca de tu cumpleaños, mejor.
Le levanté el dedo corazón a Isabella.
—Bueno, esperaré ese día con ansias —dije con falso entusiasmo.
—Más te vale que hagas realidad esa emoción, porque será algo que te gustará guardar para el resto de tu vida —replica Emi
—Ah, ¿sí?
—No más saliva. Silencio.
Miré con cara de pocos amigos a la chica y ella me sacó la lengua de lado. En eso, mi casa apareció ante nosotros y Emiliano estacionó el vehículo en el espacio libre.
—Gracias por traerme.
—Gracias por salvarme el tobillo hoy. Probablemente, sin ti, no pudiera volver a caminar de por vida.
—¿Más dramática no se puede ser?
—Te queremos, Ness. Pasa una buena noche. —Mi amiga me lanza un beso y Emi se despide con la mano.
—Hasta luego, cerezas.
El coche se aleja de mí mientras entro a mi casa.
La luz del comedor está encendida. La música suena desde la televisión con canciones de Alejandro Fernández. Sé con exactitud quien anda cocinando.
—¿Por qué estás preparando la comida tú? —le pregunto a mi mamá y pega un brinco al no esperarme ahí.
—No llegues así de la nada —me reprocha. Tiene el mandil que mi papá suele usar cuando cocina y sostiene unas pinzas. Me acerco a ella y veo que está calentando quesadillas. Fácilmente sería yo si tuviera que cocinar—. Tu papá está en una llamada con la Secretaría Económica por el tema de la sucursal.
—Eso solo significa que habrá más trabajo —murmuro y finjo una actuación de derrota.
—Buena suerte —responde con un tono de voz de burla.
Resoplo y al darme cuenta de que no me sirve de nada quejarme, decido ayudar a mi mamá con lo que falta para la cena.
Al menos, mi papá está logrando sacar adelante su negocio. Y eso no es algo fácil de hacer. No negaré lo orgullosa que me hace verlo cumplir esa meta que lleva años planeando.
Sé que también hace esto por la abuela, pues ella siempre lo animó a que abriera otra sucursal al ver que le iba tan bien.
Hoy fue un día sencillo, sin muchos planes que realizar, pero eso está bien. Pasar tiempo con los mellizos cómo meses atrás se sintió tan bien y me hizo olvidar por un momento que las cosas eran diferentes.
La sigo extrañando todos los días, pero sé que está mejor en el lugar donde esté. Eso es lo único que necesito tener en la mente para no deprimirme por ella.
De verdad que perder a un ser querido te cambia la vida.
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