30
In the stars
-Benson Boone
Para las siete de la noche, todos vamos caminando hacia la casa de servicio fúnebres. Jaz va a mi lado y habla por llamada con su papá. Me lo pasó hace unos momentos y el señor Abel me trasmitió sus pésames y los de Sam; de igual manera, me dijo que estaba ahí para todo lo que podía necesitar. Lo mucho que quiero al papá de Jaz es increíble.
Mi tío Roberto llegó hace menos de media hora y después de hablar con sus hermanos a solas, fue que empezamos a prepararnos para salir. Los mellizos van delante de nosotros y mis papás mucho más adelantados.
Llegamos a donde al lugar y entramos todos juntos. El cuarto apartado está separado del resto; es mucho más grande que los otros que hay en el salón. Es extraño, pues entre toda mi familia y mis amistades, somos apenas trece... Lo entiendo a los minutos de estar ahí y ver como más y más gente comienza a entrar.
Reconozco a unos cuantos. Con eso, comprendo porque estamos en esa habitación. Aparte de mi familia, los vecinos y amigos de mi abuela de todo el pueblo comienzan a llegar y saludar a mis tíos y a mi papá. Seguramente los conocen desde que eran unos niños.
Nunca antes había estado en un velorio, pero con estar en el de mi abuela es más que suficiente para decidir que no me gustan. El ambiente es demasiado lúgubre y pesado, además de que escuchar al resto llorar me eriza la piel.
Aun con eso, me mantengo a una distancia no muy lejana de donde está el ataúd, aunque no me atrevo a acercarme a él y ver a mi abuela por última vez. Mis papás, Jaz y los mellizos ya lo hicieron y dijeron palabras de despedida.
Pero yo no me atrevo a hacerlo.
Siento que, si me paro ahí adelante y la veo dentro del ataúd, la realidad me va a golpear más de lo que ya lo está haciendo.
Hacerlo significará dar por hecho de que nunca más volverá.
Estoy sentada en una silla y desde mi lugar observo a cada persona ir y venir, hablar un momento con mi abuela antes de retirarse y rezar por ella. En su mayoría, lo hacen las personas mayores y ya viejas.
Pasan horas, puede ser, hasta que me decido levantarme y ponerme frente a ella por una última vez. Las personas que vinieron están por todo el lugar y conversando entre ellas. Algunas otras se toman el tiempo de ponerse a hablar con los tres hijos de mi abuela. Mis primos están dormidos en unos sillones; los mellizos están en recostados frente a ellos y también descansan un momento la consciencia. Se lo merecen. Jaz, por su parte, está hablando con mi mamá y me echa una rápida ojeada cuando me incorporo de su lado. Le hago un gesto con la mano y regresa la vista con su suegra.
Parece ser que soy de las pocas personas que faltan en estar en esa zona, pues ya casi nadie se había acercado en lo que quedaba de la hora.
Me paro delante del cristal, cierro los ojos antes de ver por completo lo que hay frente a mí, tomo aire y abro los párpados.
Ahí está.
Si no fuera por todo lo que nos está rodeando y mucho menos por la caja en la que está, podría decir que duerme con tranquilidad; como si ya no tuviera más preocupaciones en la vida. Tan solo espero que haya podido irse en paz. Es todo lo que me gustaría saber para no atormentarme con esa pregunta por el resto de mi vida.
Pongo una mano sobre el ataúd con cuidado y comienzo a hablar solo para nosotras dos.
—Hola, abuela. Yo... No sé qué decirte realmente... Nunca imaginé que este día llegaría... —Pienso mis palabras, en las últimas que le diré frente a frente. Deben de ser especiales, para que, donde sea que esté, entienda todo lo que siento—. ¿Recuerdas aquel día, hace diez años, cuando uno de mis vestidos favoritos se llenó de pintura por ayudar a mi papá a decorar tu casa? ¿Te acuerdas que me encerré en mi habitación y lloré por ese vestido tan fuerte que se escuchaba hasta afuera? —Sonrío con tristeza por el mero hecho de recordar eso, y pese a eso, mi visión comienza a tornarse borrosa—. Ese día, por más que mis papás intentaron entrar y decirme que no pasaba nada, no se los permití. A nadie más que a ti. Pasaste a mi habitación y te sentaste en la cama, desde ahí me observaste con una sonrisa y me dijiste que te pasara el vestido. Te hice caso por que eras mi abuela y todo lo que hacías me parecía increíble, extraordinario.
» Salimos de la habitación y te seguí a tu cuarto. Cuando llegamos ahí, sacaste una cajita llena de pinceles y pinturas y pusiste mi vestido sobre el suelo; entonces comenzaste a llenar los pinceles de colores y aventabas la pintura al vestido. Yo me quedé como tonta viéndote hacer todo eso y no entendía que hacías. Al terminar, me sonreíste y me lo volviste a entregar; ya no era el vestido de antes, era uno nuevo, uno lleno de amor gracias a ti. Sin embargo, yo no lo miraba, sino que te miraba a ti. Llenabas todo con luz y era imposible no ver otra cosa que no fuera a ti. Para mí, hacias magia con cualquier cosa que realizabas y era maravilloso verte.
» Desde ese día, comencé a amar el mundo del dibujo, de la pintura. Me dijiste que sería nuestro secreto del cómo se llenó de colores y que siempre podía acudir contigo cuando quisiera usar la pintura para regresarle el brillo a cualquier cosa. En aquel entonces no había entendido, pero años después, cuando un niño me había roto el corazón, tu volviste a coser esa herida, esta vez dándome una libreta donde podía expresar como me sentía respecto a eso. Y nuevamente quedé fascinada con la magia que hacías. Siempre lo estaré.
» Pero ahora... Esa magia se acabó. Y yo... —Tengo que detenerme un momento por que el nudo en la garganta comienza a crecer más y más y me complica el hablar—. Yo solo quería volver a verte hacer magia, el verte sonreír, el verte cocinar como si fuera lo más importante de tu vida. Pero eso nunca más sucederá otra vez. Para mañana, nada volverá a ser lo mismo. Todo aquello que conocí va a cambiar completamente y me cuesta imaginar vivir sin ti. Eras y serás una parte fundamental de mi vida. Me enseñaste tantas cosas que no podría enumerarla en mis dedos. Me enseñaste a ser valiente, a como pedir perdón y a aceptarlo, me enseñaste a reírme por las cosas más sencillas, me enseñaste que nada es imposible. Me enseñaste el mundo del arte; pero más que nada, me enseñaste que amar está bien y que no hay que tenerle miedo. Pero ahora mismo, tengo miedo. Miedo a que te amaré y tú nunca más volverás a regresarme ese amor...
» Y hay tantas cosas que me hubiera gustado mostrarte. Mis logros a futuro, mis sueños hechos realidad, mi graduación de la universidad, mi boda.... Y ya nunca lograrás verlos. Me pregunto, ¿te fuiste pensando en la familia? ¿Pensando que lograste crear un vínculo hermoso con todos nosotros? ¿Pensando en mi abuelo? Por qué espero que estén juntos ahora, porque te lo mereces. Después de tanta soledad, finalmente puedes estar acompañada por el resto de lo que dure el mundo.
» Créeme que hay mucho más que desearía poder decirte, pero si lo hiciera, creo que nunca me recuperaría. Es muy egoísta de mi parte, pero realmente quería despedirme correctamente de ti, abrazarte una última vez y sentir tu calor junto al mío... Pero ya no existe esa despedida de ensueños, por lo que debo de hacerla aquí y ahora. Gracias por haber sido mi abuela, fuiste la mejor que pude escoger, gracias por estar ahí para mis errores y hacerme ver la manera de corregirlos, gracias por alegrarme siempre que lloraba por ser terca y tonta, gracias por nunca dejarme de amar. Te amo mucho, abue. Sabes bien que no me gusta pronunciar esa palabra de despedida, pero ahora... Es el momento de usarla.
Cierro los ojos e imagino que está justo a mi lado, tomándome de la mano y poco a poco la va soltando.
—Adiós, abuela. Te amaré siempre.
☀
El templo estaba lleno. La familia y amigos más cercanos nos pusimos en las bancas delanteras. El padre contó algunas historias de mi abuela en la homilía y en una parte su voz se le cortó por el dolor que sentía.
Cuando vi a los portadores del ataúd entrar con la caja de madera, inevitablemente rompí en llanto. Durante el resto de la ceremonia, logré controlarme hasta que llegó el final.
Al salir todos, los trabajadores dejaron el cajón en la acera para verla por última vez antes de llevarse para siempre y quemar el cuerpo.
Mis tíos y mi papá se acercaron juntos y se quedaron frente al ataúd un buen rato, despidiéndose y cerrando el ciclo. Yo no volví a acercarme; ya no podía hacerlo. Pero los mellizos y Jaz sí lo hicieron.
Y pese a que no quería escuchar la conversación ajena, una parte de ella llegó a mis oídos. Eran palabras de Jaz hacia mi abuela y decían:
—Ahora que no está aquí para cuidarla, tomaré yo su lugar. Sin importar qué, intentaré seguir haciendo feliz a Oz y mantenerla fuera de todo aquello que la pueda herir; tal como lo prometimos la primera vez que nos conocimos. Gracias por haberme aceptado en la familia por este tiempo que estuvo aquí, me hubiera gustado haber pasado más tiempo con usted y probando toda su comida. Ahora descanse en paz.
Me rompió mucho escuchar lo último. Después de eso, Jaz me miró, siendo consciente de que escuché su conversación, y solamente hizo aparecer esa sonrisa tan suya, pero esta vez, con esa sensación de tristeza.
El resto de la tarde la pasamos en la casa de la abuela. Algunos vecinos se pasaron por ahí y comimos tostadas con jamón y un poco de carne que nos regaló el carnicero del mercado municipal.
Incluso con la desgracia que invadió a la familia, pasamos ese agradable momento con las personas queridas y por un instante pienso que es ese el legado que nos dejó mi abuela. El estar unidos aun con las circunstancias en las que estamos.
Para el final del día, salgo al patio trasero y me siento en el jardín. Puede ser peligroso, pero ahora mismo necesito el inmenso espacio del exterior para no sentirme asfixiada con las cuatro paredes que me rodeaban en la habitación.
Escucho unas pisadas a mis espaldas y muevo la cabeza de reojo para observar de quien se trata. Me sorprende ver que es mi papá quien sale de la casa y viene a mi encuentro. No hemos hablado como tal desde ayer después de que me dio la noticia.
Se sienta a mi lado y ninguno de los dos dice algo por los primeros diez minutos. Sin embargo, él es el primero en romper el silencio.
—La primera vez que ella te vio, soltó una grosería impropia de ella. Dijo: "Carajo, de verdad soy abuela". Y luego se echó a llorar mientras te sostenía en brazos y murmuraba lo mucho que ya te amaba. —Lo observo mientras habla, pero él está viendo la noche estrellada allá en el cielo—. Desde ese día, siempre intentó dar lo mejor de sí para que su nieta nunca se sintiera sola y desamada. Espero que haya logrado cumplir ese propósito de su vida.
—Lo hizo —murmuro y aparto la vista de él para observar mis manos y formar un puño con ellas. Encajo mis uñas en mi palma hasta que queda completamente en blanco—. Nunca pude pedir una mejor abuela que ella.
—Lamento haberme alejado, pequeña. Debí de estar más cerca de ti para disminuir tu dolor.
Sigo viendo mi palma y las marcas de las uñas que quedaron ahí. En seguida, mis ojos van directamente a los suyos.
—Está bien. Tú también tenías tu propio duelo y debías de pasarlo a tu manera. Igual, yo debía de estar contigo para que al menos estuviéramos juntos durante este tiempo.
Suspira y niega con la cabeza.
—El dolor nos nubla la mente y nos hace apartarnos de la luz que hay en nuestra vida.
—¿Qué vamos a hacer ahora? —le pregunto con un hilo de voz. Me he estado preguntando eso desde que fuimos a la misa y se la llevaron para siempre.
—Vivir y sanar. Es todo lo que podemos hacer para superar esto. —Agarra mi mano y me jala hacia él para rodearme con su brazo enorme y darme un beso en la sien—. No lo haremos de un día para otro, eso es claro, pero lo haremos durante lo que quede de nuestra vida hasta que pronto sea un recuerdo agridulce.
—Es algo que diría la abuela —replico mientras vuelvo a llorar otra vez.
Mi papá no dice nada, pero siento su sonrisa apagada sobre mi cabeza y su abrazo se hace más fuerte.
☀
Para el domingo por la tarde, estamos de regreso en la ciudad. Sin embargo, se siente extraño regresar. Llegamos al pueblo aun teniéndola presente con el cuerpo y regresamos a la ciudad sabiendo que sus cenizas estaban en el nicho de la iglesia. Es un cambio muy drástico, raro.
Jaz nos deja en mi casa y comenzamos a bajar las mochilas. Mis papás entran primero, dejándonos un momento en privado a ambos.
Está apoyado sobre su coche y se le ve cansado, pero aun así me anima a acercarme a él. Es lo que hago. Me quedo a centímetros de distancia de su cuerpo, aunque eso no evita que me vea atraída por sus brazos y que me abrace, encerrándome entre su pecho y su cabeza.
—Gracias por habernos acompañado, Jaz. No sé cómo mostrarte toda mi gratitud sin que sean más que palabras...
—Shhh, Oz. Ya me has dicho eso millones de veces y sé que estás más que agradecida por todo lo que hice. Pero saber que al menos te ayudé a no decaer y que estuve ahí cuando me necesitabas es suficiente para mostrarme tu gratitud. —Me levanta la cabeza con sus manos y me hace entrar en contacto visual con él—. No habría podido perdonarme si te hubiera visto deprimida y sola en estos días.
—Salgamos mañana, ¿sí? Necesito distraer la cabeza durante esta semana.
—Lo que tú quieras, Oz. Tú y yo, donde sea, ¿de acuerdo?
—Tú y yo —repito y me gusta como suena eso.
Lo beso y me devuelve la acción.
En los últimos días, Jaz fue mi héroe con capa que no creí necesitar. Puede que sea el mejor que he visto en mi vida.
.
.
.
Nota de autor
.
.
.
¿Qué tal? ¿Cómo se sienten?
Yo, definitivamente, destrozada.
Este es un capítulo muy especial para mí, muy personal.
Puse mucho de mi dolor en el de Oz; mucha de mi experiencia durante el duelo de mi abuela. Claro que no puse las cosas más personales, pero sí algunas que me eran necesarias sacar para sanar esa herida que aún con el tiempo que ha pasado sigue abierta, pero poco a poco se va cerrando.
Espero que esté capitulo les haya llegado al corazón, que hayan podido ver como es la pérdida para cada persona. Porque hay que tener en cuenta eso: todos pasamos diferentes momentos cuando perdemos a alguien, pero es importante recordar que no debemos de distanciarnos de quiénes nos apoyan siempre.
De igual manera, me gustaría dejar en claro que el siguiente capítulo se verá un poco más del duelo de Oz durante el pasar de los días y semanas. Quizás te parezca que pasó muy rápido o lo dejó de lado, y es por eso mismo que aviso desde ahora que lo que vivió ella, fue lo que yo viví.
Gracias por leer y esperen el siguiente capítulo lleno de más emociones y experiencias.💗
PD: estamos a nada de acabar esta historia, no sé como sentirme al respecto jajaja.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top