26

Float
-Harbour

Despierto por el codazo de alguien contra mis costillas.

Maldigo en voz alta y cuando estoy consciente a totalidad, tardo unos momentos en recordar donde estoy y con quienes estoy.

Volteo mi cabeza y veo que Isa sigue dormida justo a mi izquierda. Y si levanto la mirada del lado contrario, puedo encontrar al brazo de Emiliano cayendo por la cama.

Suspiro y regreso a mi almohada.

¿Quién diría que mi primera forma de despertar del año sería gracias al golpe de otra persona? Vamos empezando el año de la mejor forma.

Agarro el celular que dejé bajo el cojín antes de caer rendida del sueño y reviso la hora. Son más de las doce de la tarde y tengo cuatro chats en la bandeja de entrada

Al primero que entro es al que comparto con Saul, Dora y Alondra: los mensajes son los típicos que se mandan justo a las doce del nuevo año y uno que otro mensaje más fuera de eso. El segundo es el de Laura y dice lo mismo que el anterior. Y lo mismo sucede con el de Misa.

El único diferente es el de Jaz, es una foto suya recién despierto y con un mensaje de buenos días en el pie de imagen. Para seguirle el juego, me tomo una selfi junto a una Isa adormilada y se la envío con el mismo pie de imagen, solamente que cambio el "días" por "tarde".

Y mientras que los mellizos despiertan, sigo viendo mis redes sociales y publicando todo lo que me etiquetaron Jaz y los chicos a mi lado.

Para la una de la tarde, finalmente se mueven y salen de sus sueños. Emi se lleva una mano a la cabeza y murmura montón de barbaridades para sí mismo; mientras que, por otro lado, Isa está medio ida y tarda en contestar a mis llamados.

—Voy ir a comprar unos electrolits —digo en voz alta, siendo consciente de que no me hacen caso, y empujando con suavidad a Isa, me levanto del colchón improvisado que armamos y me dirijo a mi armario. Agarrando unas prendas que no se ven mal, salgo de la habitación y me cambio en el baño.

Después bajo y me encuentro con mis papás en la sala; cansados, pero platicando cómodamente.

—Hola —los saludos mientras busco las llaves en el organizador que hay en la entrada.

—Buenas noches —replica mi papá sonriendo con burla y pongo los ojos en blanco aun sabiendo que no me ven.

—Iré a comprar unos electrolits para Emi e Isa. Regreso rápido —les anuncio y ellos asienten.

—De acuerdo. Ve con cuidado, cualquier cosa nos avisas.

Afirmo con la cabeza y abro la puerta de la casa para salir momentos después.

Al regresar, los hermanos están en el comedor, y por sus caras, se les nota que están más que derrotados internamente.

Llego con ellos y les tiendo las bebidas delante de cada uno. Se mueven con velocidad, pues al instante se lanzan directo por el producto y lo toman como su vida dependiera de ello.

Los dejo ahí y me encamino a la cocina, lugar donde está mi papá cocinando chilaquiles. Tomo agua de frutas del refri y la llevo al comedor junto con platos. Los ordeno en sus distintos lugares y les echo un vistazo a los mellizos.

Siguen con caras de cansados, pero ya se les ve mejor que antes.

—Gran forma de empezar el año, ¿verdad? —les digo con un tono de burla y ambos me responden con gruñidos.

—¿Por qué no nos detuviste, Ness? —pregunta Emi con los ojos cerrados.

—Ni siquiera sabía que había cervezas en la casa, ¿cómo los iba a detener?

—Acuerdate que estaba embobada platicando con su novio —le dice Isa a su hermano como si no estuviera justo a su lado.

—Por Dios. A la próxima los dejo en sufrimiento y no les compro nada.

—Era una broma, Ness, por favor, no nos tortures así.

Le doy un golpe suave a mi amiga en la cabeza y ella responde con un quejido de lo más falso.

—Ya pronto comeremos, así que intenten recuperarse para ese momento.

—No prometemos nada —masculla Emi volviendo a beber de su electrolit.

Regreso a la cocina y ayudo en lo que puedo. Son chilaquiles verdes, así que son más sencillos de preparar, en mi opinión. Corto las verduras y mi papá hace todo el proceso de cocinar con fuego y herramientas eléctricas. Y mientras él termina de calentarlos, yo pongo la cafetera en su lugar y dejo que el café comience a salir.

A los veinte minutos, quizás, es que estamos en el comedor, los cinco, y con los platos ya servidos. Para este momento, a los mellizos se les nota un poco mejor y se unen a la conversación cuando no les duele tanto la cabeza.

Cuando terminamos, nos quedamos un rato más en la mesa hablando de los planes que tenemos para ese año. Los míos, más que nada, son seguir dibujando y si puedo, meter alguno de mis dibujos a un concurso y lograr ganar algún premio.

Los hermanos dijeron que querían comenzar a hacer campañas para ayudar a los más pequeños a socializar de mejor manera. Mi papá dijo que esperaba ampliar la librería y mi mamá solamente comentó que quería seguir teniendo muchos casos aun cuando la cansaban mucho.

—El diez se van con tu abuela, ¿verdad? —me pregunta Jessica cuando recogemos la mesa y llevamos los trastes al lavabo, lugar donde Enzo ya está lavando todas las ollas que usó.

—Así es.

—¿Emiliano va a conducir?

—Yo creo que sí. Aunque lo más probables es que Isa le cambie el lugar a la hora de haber iniciado.

—Como es costumbre —asiente mi mamá y se va junto a mi papá. Siendo el caso de que la conversación llegó a su fin tan pronto como inició, me voy a mi habitación a ayudarle a los mellizos a ordenar todo.

Isa está recostada sobre el colchón improvisado, por lo que Emi es el único que está guardando sus pertenencias en su mochila.

—Mueve el culo, Isa —le digo lo suficientemente alto para que me escuche y se queje.

—No puedo —rezonga la aludida y la fulmino con la mirada

—Sí que puedes, así que muévete y comienza a ordenar este desastre.

La chica gruñe, pero me hace caso, de cierta manera, y desde su lugar, agarra todo lo que está a su alcance y lo guarda en su mochila de viaje.

A los minutos, y gracias a mi ayuda, es que terminamos y se levanta del colchón. Emi se acaba lo que queda de su electrolit y después lo guarda en su mochila. Ambos cuelgan sus respectivos bolsos detrás de sus espaldas, así como las almohadas que también trajeron -las cuales bajaron durante un momento de la celebración- y los llevo hacia el primer piso.

Se detienen y se despiden de mis papás con más besos y abrazos antes de salir al exterior. Estando ahí, Emi abre la cajuela del auto y guarda todas las cosas que traen encima.

—¿Puedes conducir así? ¿No quieres que mi papá los lleve? —le pregunto a mi amigo.

—No te preocupes, tampoco estoy tan mal. Creo poder aguantar hasta la casa —me responde mirándome a los ojos.

—Hum.

—Izzy es quien me preocupa. Creo que tomó más que yo.

—Eso no lo dudo. ¿Quién trajo las cervezas?

—Tobías.

—Debí de haberlo visto venir. —Suspiro negando con la cabeza—. Pero bueno, vayan con cuidado, por favor.

Le doy un abrazo a mi amigo y él me lo devuelve. Aparte de Jaz, otra persona que da los mejores abrazos es Emi. Siempre son tan cálidos y dispuestos a demostrar amor que no puedes negarlos. Me aparto de él y me besa en la coronilla para acto siguiente ir a la parte del conductor e ir comenzando a encender el auto. Voy a con Isa, quien está parada en la acera con cara de muerta y la envuelvo en mis brazos.

—Toma algo para el dolor de cabeza y estarás mejor —le digo mientras me separo de ella y la miro.

—No lo creo, pero lo haré —contesta entornando los ojos y bostezando.

—Mándame mensaje cuando lleguen a la casa.

—De acuerdo.

Me da un beso en la mejilla antes de ir al lado del copiloto. Entonces Emi comienza a mover el coche y a alejarse de mi vista. Me despido con una mano hasta que ya no los veo más y regreso al interior de mi casa.

Una semana después, justamente el 8 de enero, abro la puerta de la entrada y me quedo estupefacta al ver quien está en la entrada.

En mi defensa, no esperaba verlo el día de hoy. Más bien, hasta el día en el que nos fuéramos para la casa de mi abuela. Lo vi la semana entera en el trabajo, más no fue hoy allá. Le mandó una disculpa a mi papá mediante un mensaje y dijo que le llegó un asunto urgente, por lo que es por eso que no fue a trabajar.

Así que todo lo que hago es preguntarme que está haciendo aquí. De todas maneras, le permito el paso y lo observo mientras se sienta en el sillón. Ha venido a mi casa más veces de lo que imaginaba. Los vecinos podrían pensar con facilidad que ya vive aquí por tantas ocasiones en las que aparece en el umbral.

—¿Quieres salir hoy? —me pregunta Jaz sonriendo y mostrando los dientes.

—¿A dónde iríamos?

—Tengo unas cuantas ideas. ¿Te gusta Avatar?

—Algo. No soy fan, pero tampoco me disgusta.

—Perfecto, entonces ya tengo el plan para hoy.

Levanto una ceja, esperando a por su respuesta.

—Iremos al cine a ver la secuela y después a pasear por la plaza y comer ahí mismo.

Aunque ya tengo la respuesta en la boca, y él la sabe, me tardo segundos en decirla en voz alta.

—Bueno. Si tanto insistes.

A Jaz se le amplia más la sonrisa y se levanta del sillón.

—Pues venga, que la película no esperara a que estemos ahí.

Pongo los ojos en blanco, pero aun así lo sigo fuera de la casa. Les mando un mensaje a mis papás de que estaré fuera durante el resto de la tarde.

Nos vamos en un camión y como está casi vacío, tengo la oportunidad de preguntarle del porque faltó esta mañana al trabajo. Él suspira y dice:

—Te acuerdas del problema que se armó en año nuevo, ¿verdad? —Confirmo con un asentimiento de cabeza y él imita mi gesto—. Pues después de eso, las cosas siguieron empeorando para mal. Mis tías comenzaron a amenazar a mi papá con montones de cartas y mensajes. Mi papá ignoró todo eso hasta que llegó el día de hoy, siendo el caso de que aparecieron en la entrada de la cochera, volviendo a amenazar y gritando un montón de tonterías que no tenían sentido. ¿Puedes creer el punto al que llegaron por una sola cosa?

—¿Qué hizo tu papá?

—Lo mejor que podía hacer: llamar a la policía. Aunque tardaron rato en llegar, cuando lo hicieron, se llevaron a mis tías con ellos y ya no me enteré que más pasó. Solo sé que mi papá fue a donde se las llevaron y ahora están solucionando las cosas donde sea que estén. Sam está con una amiga en una pijamada, así que nunca sabrá que esto sucedió a menos que se lo comentemos. Por mi parte, solamente quería escapar de mi casa y alejarme por un rato de todo el lío que se está armando con esa familia mal de la cabeza.

—Qué horror que hayan llegado a todo eso solo por que intentaron ayudar a tu mamá. Si yo fuera ellas, estaría agradecida de que la llevaron a un lugar donde la puedan apoyar con lo que está pasando.

—Pues sí, pero parece que todas heredaron esos problemas de la cabeza que no las hace pensar bien. —Baja la vista a nuestras manos, las cuales están entrelazadas, y una pequeña sonrisa se esboza en su rostro—. Perdona que te use para dejar de pensar en todo esto.

—No tienes nada que perdonar. Por mí, haré lo que pueda para que te olvides de ese asunto y disfrutes de lo que queda del día. Es lo menos que puedo hacer como tu novia —le digo sonriendo y al instante mi expresión cambia.

Válgame Dios, lo enamorada que tengo que estar para decir todas esas cursilerías. Me desconozco.

Jaz ve mi cara, así como parece que leyó mi mente, pues se ríe y echa la cabeza hacia el respaldo del asiento del camión. Y yo solo quiero desear que su risa me dure toda la vida.

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