24

Love the One you'are with
-They Isley Brothers

Para el 31, logramos comprar una piñata, ciertas decoraciones para la sala y aperitivos.

Así que, para las ocho y pasadas de la noche, los primeros invitados en llegar son los mellizos. Como siempre.

Les abro y en lugar de que yo los reciba a ellos, el frío me recibe a mí. Llega un aire terrible que me hace temblar y olvido por un momento lo que iba a hacer.

—¿Podemos pasar, Ness? ¿O nos dejaras morir de hipotermia frente a tu casa justamente un día cómo hoy? —pregunta Isa con una sonrisa burlona.

—No hacía falta preguntar, solo con que me muevas ya puedes entrar —le respondo y hace exactamente lo que le dije. Choco contra la pared de atrás y veo a mi amiga con cara de pocos amigos. Emi, en cambio, cierra la puerta y revisa que esté bien—. A veces parece como si fueran nuevos aquí.

—Es que no nos invitas, Ness —responde la chica con un falso reproche y niego con la cabeza al poner los ojos en blanco.

—¿No viene Erick con ustedes?

—Llegará en un rato. Primero fue a visitar a su familia y ya luego vendrá. Puede que, por las diez, así que por un buen rato estaremos libres de él.

—Dos horas soportando que nos hable solamente de su novio, ¿verdad? —le pregunto a Emi en voz baja pero no lo suficiente para que Isa escuche y levante el dedo corazón a nuestra dirección.

—¿Y Jaz? ¿Él vendrá? —me cuestiona mi amigo mientras avanzamos a la sala y nos sentamos ahí. Mis papás están terminando de preparar la cena, así que aún no se reúnen con nosotros. No hasta que quede todo listo, lo que puede ser en realidad cuarenta minutos o más.

—No estoy segura. No lo negó, pero tampoco lo afirmó, así que hay chance que de falte y hay chance de que llegue, pero quien sabe a qué hora. Prefiero mantenerme neutral y evitar la desilusión.

—Entiendo... Bueno, por suerte para ti, estamos aquí, así que olvídalo un rato y céntrate en nosotros —me dice Emi pasando su brazo por detrás de mi cabeza y abrazándome con el mismo.

—Lo intentaré.

—¿Qué es esto? —Isa señala una piñata con forma de estrella y un letrero con el año 2022 pegada en el centro.

—Es la piñata. Es genial, ¿no? —digo con sarcasmo.

—Nunca vi algo tan horrible como eso en mi vida.

—No lo negaré —admito con una sonrisa—, pero es que la compramos justamente hoy en la tarde cuando ya no había de donde escoger y solo quedaba o esa estrella o una piñata que literalmente tenía la forma de 2022 en ella.

—Pues así dan más ganas de romperla —declara Emi observando la piñata con burla.

En ese instante, mi mamá decide salir de la cocina y su expresión cansada brilla al ver a los mellizos en la sala.

—Siempre puntuales, ¿eh?

—Gracias a mí —agrega Emi con rapidez. Se levanta del sillón y se aproxima a mi mamá para abrazarla. Con facilidad, ambos podrían considerarla como su segunda figura materna al igual que con la abuela Tere. Han pasado tantas veces en mi casa que, en ocasiones, y por accidente, ella los llama por apodos que suele usar en únicamente para mí.

—En un rato pondremos la botana, solo terminamos de preparar la lasaña y somos de ustedes por completo.

Los hermanos cambian de lugar y ahora es Isa quien abraza a mi mamá y le da un beso en la mejilla.

—Esperaremos con gusto. Aunque también Ness podría ayudar en algo.

Miro a Isa con el semblante serio.

—Es una buena idea, ahora que me la dices. Ven, Ossena, hay que atender a los invitados.

—El próximo año solamente le diré a Emi que venga —digo e Isa se hecha a reír.

—Ni idea de cuanto he escuchado esa oración, pero nunca la cumples. —Me señala con una mano y pongo los ojos en blanco.

A contra de mi voluntad, termino en la cocina ayudando con lo que falta mientras escucho a los mellizos discutir por el tipo de música que pondrán.

Son las nueve de la noche cuando el timbre suena. Para ese tiempo, ya terminamos de preparar la comida y ahora estamos en la sala platicando con los mellizos. Mi papá se asoma desde la ventana y al ver quién es (o son), se apresura a abrir la puerta. Desde mi lugar, muevo la cabeza hacia el vestíbulo par a observar quien entra, pese a que me dije a mí misma que no iba a ilusionarme respecto a si Jaz llegará o no, ahí estoy viendo hacia la puerta.

Para mi mala fortuna, en lugar de ser una persona, son tres las que entran. Las reconozco al instante.

La mujer de cabello castaño ondulado y corto es Mónica. Tiene puesto un saco negro, una camisa blanca que se logra ver en el cuello y unas mallas del mismo color del saco. Paula, al contrario, tiene decolorado el cabello y fácilmente llega hasta su cintura. Ella lleva un pantalón de mezclilla con una playera de color verde encima y un suéter de color rojo. Tobías tiene el cabello corto y la barba al ras de la cara. Al igual que mi papá, usa una camisa de cuadros roja y un pantalón negro. Es como un código de vestimenta de los hombres, no lo sé. Todos usan esa combinación.

Mi mamá se levanta y los va a recibir mientras que nosotros nos quedamos observando a los adultos. Los mellizos conocen a los tres llegados, pero nunca han hablado como tal. Aunque Tobías podría ser una excepción.

Cuando llegan a la sala, me incorporo de mi lugar y los saludo con un abrazo mientras ellos me dicen que ha pasado el tiempo y mucho sin vernos, las típicas palabras, ya sabes. Después pasan con los hermanos y los saludan cordialmente. Finalmente, Jessica y Enzo atraen sillas al espacio libre de la sala para que se sienten y el lugar se siente mucho más pequeño al tener a tanta gente ahí. Creo que nunca antes habíamos tenido una reunión de esta magnitud. O puede que sí y simplemente mi mente no quiere recordarlo.

La conversación pronto se divide en dos: Paula, Mónica, Tobías y mis papás y Emi, Isa y yo. Sorprendentemente, ninguna plática choca con la otra.

—¿Dónde va a pasar año nuevo Lily? —les pregunto.

Es una tradición suya ir a un estado distinto para iniciar el año. El pasado, lo empezó en Nuevo León, por lo que ahora tengo curiosidad de donde lo pasará esta vez.

—Dijo que estaría en Guanajuato. Esperemos que nos traiga algún recuerdo —responde Isa—. Pero no sé por qué quiso ir allí. El plan inicial era que estaría en Baja California, pero parece que hubo un cambio de planes.

El segundo año nuevo que pasaron los mellizos con nosotros les pregunté del porque no lo festejaban con su mamá. Ambos se quedaron callados y pensativos antes de responderme. Teníamos catorce años. Al final, Emi terminó diciendo por ambos que era porque su mamá era un alma libre y le gustaba compartir esa libertad con sus hijos. Y dado que no tenían otra familia donde ir, elegían quedarse con nosotros al sentirse cómodos y a gustos con mi familia.

Por lo mismo, Liliana aprovecha ese tiempo para salir de nuestro estado y viajar a otro lado. Los mellizos se quedan a dormir en mi casa y regresan a su casa el segundo día del año. Así que, desde hace casi cinco años, nunca han pasado el año nuevo junto a su mamá ni en su casa.

—Algún hay que ir a Guanajuato nosotros. Quiero ver todo eso de las momias —sugiero mirando a Emi.

—Y también eso del callejón del beso o todo lo que está por el alrededor —añade este y asiento.

—Ossena —me llama mi papá y lo volteo a ver—. ¿Puedes traer un poco de aderezo, por favor?

Por más que quiera negarme, ya no puedo hacerlo al tener a los tres adultos en la sala. Con los mellizos no habría problemas porque ya es costumbre que me queje, pero aun así haga las cosas porque es la manera en las que nos llevamos, pero con los otros tres sería muy inmaduro. Y no quisiera pasar por esa humillación.

Así que hago lo que me pidió, agarro la charola de la mesa semi vacía y me encamino a la cocina, no sin antes escuchar como comienzan a bombardear de preguntas a los hermanos. Con que ese era el propósito.

Tardo más de lo que debería y al regresar, siento la mirada amenazante de mi amiga a mis espaldas. Dejo el recipiente de donde antes lo agarré y regreso a mi lugar en la esquina de la sala.

—Gracias por nada —murmura Isa.

—De nada. Ya era hora de que les tocara algo de atención.

La chica gruñe, pero Emi se carcajea.

—¿Quieren jugar al juego de dos verdades y una mentira? —pregunta Mónica. Se nota que es maestra de primaria por la manera en la que formula la pregunta.

—Por supuesto —acepta Emi sin consultarnos primero y las dos, Isa y yo, lo miramos con cara de pocos amigos—. No tenemos nada más que hacer, así que mejor eso que morirnos de aburrimiento hasta que sean las doce y finalmente empiece lo mejor.

No puedo debatirle eso, por lo que terminamos aceptando. Los cinco adultos se acomodan para tener mejor espacio y entonces inicia nadie menos que a mi señora madre.

—Gané un concurso de belleza cuando era más pequeña, conocí a Guillermo del Toro y casi me postulo para la presidencia.

La miro con la boca abierta por las tres cosas. Sea cual sea la mentira, las otras dos ni siquiera sabía que habían pasado.

—Yo creo que es la del Toro. Es poco probable que hayas conocido a ese señor —dice Paula.

—No, yo pienso que es la de la postulación a la presidencia —replica Tobías mirando a mi mamá con atención, como si eso lo hiciera adivinar cual es cual.

—La de la belleza. Sin ofender, señora Jess.

Isa se burla de su hermano por lo que acaba de decir, pero la verdad es que yo también creo que es esa. No es que mi mamá no sea guapa, pero nunca, jamás, tuve conocimiento alguno sobre esa etapa de su vida. Lo del Toro es probable por el hecho de que ha trabajado para grandes estrellas y quizás en alguna ocasión lo conoció. Y bueno, el último no lo veo complicado por el mismo hecho de su trabajo.

Todos la miramos esperando la respuesta. Aunque lo más probable es que Enzo ya conozca la mentira de las tres.

—La verdad es que sí conocí al de Toro de casualidad. Me lo encontré en la calle hace años y bueno, ya tenía consciencia de quien era y pues corrí para saludarlo y entre otras cosas. Lo de la belleza también pasó y fue cuando tenía seis años. Así que la mentira es la de la postulación.

Tobías asiente satisfecho y las otras dos restantes toman un trago de su bebida por haber perdido. Mi papá no jugó porque él sabría fácilmente cuál era la mentira, así que no hace lo que ellas dos hicieron. Los miro arqueando una ceja.

—El que gana no bebe y el resto sí —explica Mónica al vernos confundidos—. Solíamos hacer esto cuando jugábamos tiempo atrás.

Incluso en año nuevo aprendes algo nuevo de los otros.

Para las diez y media, el timbre vuelve a sonar y esta vez es Erick quien entra por la puerta. Seguimos jugando y estamos en la ronda de Emi cuando es interrumpido por su hermana cuando nota quien es el recién llegado.

Niega con la cabeza al ver a su melliza correr hacia su novio y yo me encojo en mi lugar por la desilusión que no debería de sentir, pero ahí está punzante.

De alguna manera logramos caber los cuatro en el sillón y Emi revela sus respuestas y para terminar voy yo.

—Un día vomité por haber tomado una lata de cerveza completa de un trago, me he subido a un avión a punto de estrellarse y casi muero por un piquete de avispa.

Miro a los mellizos, rentándolos a adivinar cual es la mentira. Después a mis papás para advertirles que no hablen ni digan nada pues ellos estuvieron en dos de esas verdades y me pueden arruinar mi turno.

—Ness, no te gustan las alturas, menos los aviones, ¿cómo estarías en uno que estuviera a punto de estrellarse? —me pregunta Isa con el ceño fruncido.

—Y que sepamos, no eres alérgica a las avispas, por lo que tampoco podrías morir por eso... —agrega Emi con la misma expresión de su hermana y rio al verlos de esa manera.

—En lo que nosotros estamos enterados, —volteo hacia Tobías—, tampoco te gusta la cerveza, así que....

Una sonrisa se dibuja en mi rostro y me aclaro la garganta.

—La mentira es la de las cervezas. Las otras dos sí pasaron. Un día casi se estrella el avión en el que íbamos, si no, pregúntenles a ellos dos —señalo a mis papás con la cabeza—. Y por supuesto que casi muero por una avispa. No soy alérgica a las avispas, pero esa vez me doy horrible y casi ocasiona mi muerte.

—¿Qué? —exclama Isa con la boca abierta.

—Sí, tenía unos ochos años y estábamos en la casa de la abuela y como está directamente al aire libre, es más probable que haya insectos, así que pueden imaginar lo que sucedió. Por suerte, la abuela estaba vigilando y acudió rápidamente a mí y me llevó al hospital.

—Ness, ¿cómo es posible qué no nos hayas contado eso? —pregunta Emi estupefacto.

—Era una anécdota que estaba guardando para una ocasión especial. Y esa ocasión es esta —me encojo de hombros como si no fuera la gran cosa y agarro una fritura de la mesa.

Mis tres amigos me siguen con la mirada y tengo que hacer todo el esfuerzo del mundo para no reírme.

—Ossena tiene montones de historias que suelen parecer imposibles para alguien como ella —comenta mi papá moviendo la cabeza.

—¿Alguien quiere más refresco u otra cosa? —Mi mamá se levanta y sus amigos le ofrecen los vasos y ella desaparece en la cocina.

—Ya verás, Ness, te mantendremos despierta toda la noche hasta que nos cuentes todo lo que has vivido —me amenaza Isabella entornando los ojos y mirándome fijamente—. T.O.D.O

—Solo si tú logras mantenerte despierta.

En eso, mi mamá regresa con los vasos de agua y con un refresco de Sprite en el brazo para ponerlo en la mesa y quienes quieran, se sirvan. Yo soy una de las que lo hacen mientras que Jessica se queda parada pensando. Entonces dice:

—¿Vamos preparando la comida? Queda una hora y unos minutos para las doce, por lo que de aquí a que la cena se enfríe, rompemos la piñata y servimos la lasaña, ya será esa hora.

—Está perfecto para nosotros —responde Paula por sus amigos.

—Igual nosotros —habla Emi.

—Esa es la razón principal por la que venimos anualmente.

Ruedo los ojos por el comentario de Isa, pero aun así asiento.

—Yo saco la lasaña, Jess. Tú sirves lo otro. —Mi papá y la aludida intercambian miradas antes de ponerse de acuerdo y moverse al mismo tiempo a la cocina.

La conversación vuelve a centrarse en dos grupos: los mayores y los jóvenes. Por mi parte, voy a donde mis papás a ver si requieren mi ayuda en algo.

Enzo está poniendo una de las charolas de lasaña sobre una tabla de madera y quita el aluminio que tiene encima. Jessica comienza a calentar el pan de ajo, por lo que mi única ayuda es en ordenar el comedor para ahí pongan las dos cosas y los invitados agarren la porción que quieran.

A los diez minutos, todo está arreglado, pero humo que sale está terrible, así que lo siguiente que hacemos es ir a romper la piñata. No me quiero extender en esa parte, por lo que solamente enumeraré algunas de mis partes favoritas de la piñata:

1-. A mitad de la situación, en el turno de Emi, su hermana salió golpeada por culpa de este cuando le dio sin querer en la cabeza. Lo que me reí no tiene explicación.

2-. Ver a los adultos correr hacia los dulces como si de niños se trataran. Quizás esa es la magia de las piñatas, todos nos sentimos como niños cuando los dulces caen y tienes que ganarlos antes de que te lo quiten.

3-. Ver a Isa sin golosinas por que Emi y yo se los quitamos.

Así que al terminar de partir la piñata, regresamos al interior y mis papás van a revisar la comida, por lo que los seis invitados que estaban a punto de tomar asiento en la sala se acercan a preparar su comida. Al final, pasamos mis papás y yo y nos sorprendemos al ver que casi se acabaron las dos charolas. Quedan para dos o tres platos más en caso de que alguno de ellos quisiera repetir. Agarro mi pan de ajo, mi porción y me sirvo más refresco antes de regresar a la sala junto a Emi.

—Tú papá preparó la lasaña, ¿verdad, Ness? —me pregunta Erick y afirmo con la cabeza.

—Exactamente.

—Está deliciosa. Dile que me pase la receta, mi mamá me amaría por eso —me pide le chico y sonrío.

La gente que ha conocido a mi abuela y a mi papá suele decir que este último heredó su talento para cocinar. Yo misma soy de las que dicen eso a menudo. Me hubiera gustado heredarlo a mí también. Todo lo que me tocó fue tenerle miedo a la estufa.

Dejo el plato en la mesa y voy a agarrar mi vaso de agua cuando el timbre de la puerta suena.

—¿Quién llega a estas horas? —pregunta mi papá con recelo y se encamina hacia la entrada.

Bebo de mi refresco mientras observo a los mellizos e intercambiamos miradas. Es ahí cuando se abre la puerta y la persona entra a la casa y yo escupo lo que tengo en la boca.

Me atraganto e Isa tiene que recurrir a mi ayuda.

No es nadie más que Jaz quien está en el vestíbulo y me observa con una sonrisa en el rostro.

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