21
It's Beginning to look a
lot like christmas
-Michael Bublé
Es 22 de diciembre y estamos yendo ya en la carretera para llegar a la casa de la abuela a tiempo. No obstante, esta vez no mantuve mi vista sobre la carretera, sino sobre un libro que estoy hojeando.
Las dos últimas semanas transcurrieron tranquilas, siendo honesta.
Salí varias veces junto a Jaz y finalmente comencé a tomar esto de la relación con calma y ya no me siento tan nerviosa como los primeros días. Dependiendo que queríamos hacer, era el sitio a donde íbamos. Aunque más que nada, debíamos de realizarlas por la tarde, ya que desde la mañana hasta la hora pico, trabajábamos.
De igual manera, estuve quedando con Emi e Isa en varios lugares y en otras ocasiones con Saul y compañía. Incluso fui a la cafetería a comprar café y saludar un rato a Misa o a Lau, dependiendo quién estuviera ahí.
El día de ayer visité a Jaz en su casa y nos quedamos viendo películas en su habitación, la cual pude conocer por fin. Su cuarto tiene un total de tres estantes repletos de libros. Si dudé en algún momento cuanto le gustaba leer, ver eso me dejó en claro que definitivamente ama ese hobby. Frente a los libreros estaba la cama y un proyector, así como una pequeña mesa desarmable.
Después de ver la película, estuvimos conversando un rato hasta que llegó el momento de irme. Estaremos afuera un total cuatro días, por lo que no lo veré en ese lapso de tiempo y realmente me duele. Es increíble el cariño inmenso que le tengo a Jaz para llegar a ese punto.
Por lo mismo de no vernos en esos días, fue que intercambiamos regalos. Yo le había llevado un libro a Jaz, que por suerte no lo tenía, y él me dio uno a mí de igual manera. Sin embargo, para entregármelo tuvieron que pasar dos cosas.
Una: que cerrara los ojos y no los abriera hasta que él me indicara.
Dos: me dio un abrazo y me agradeció por seguir estando con él.
Terminando sus palabras, es que me puso un paquete delgado en las manos y me dijo que podría abrir los ojos.
Estaba envuelto en papel café con decoración navideña. Jaz tenía su celular en la mano y sé que grabó mi reacción. Qué bueno que lo hizo, porque era algo que nunca, jamás, esperaba tener. Resulta que, mientras lo abría, intentaba adivinar que era. Tenía forma de libro, así que pensé que sería uno de sus libros favoritos.
Cuando terminé de quitarle el papel navideño, tuve que leer el título y el nombre del autor dos veces para comprobar que era real. Después miré a Jaz con la boca abierta a la par e intercambiaba la mirada entre él y el libro.
"La chica que dibujaba con magia".
Ese es el título del libro.
Y, por lo tanto, el autor era nadie más y nadie menos que mi Jaz.
Una sonrisa se me cruzó en el rostro cuando la realidad cayó sobre mí y de inmediato, me le eché encima a Jaz y lo rodeé con fuerza.
Ahí entendí del por qué decía que pronto sabría qué era lo que estaba escribiendo.
Así que lo que hago ahora para matar mi tiempo es leer el libro. No es algo largo, pero es suficiente para mí. Más que nada, son pequeños relatos como el protagonista se enamora de su interés romántico y algunas situaciones que vive con esa persona. Gracias a Jaz, sé que esos dos personajes están basados en nosotros y todo es desde su punto de vista, por lo que, increíblemente, todo lo que piensa el protagonista es lo que Jaz piensa de mí.
Es que no hay mejor regalo que ese. Y no me refiero al libro, sino el tener a alguien que me ame como Jaz lo hace.
Cuando regresé a la casa y mi papá vio el libro, preguntó por él. Tuve que explicarle que era de Jaz, pero que era una copia que mandó a imprimir para dármelo solo a mí. Y todo siendo por parte de su primer sueldo del trabajo.
Solo espero que mi regalo de cumpleaños sea comparable al que él me dio por fiestas decembrinas que, por suerte, sí se va a lograr hacer. Jaz dijo que festejaría después con su familia porque esta sería la primera vez que hace otra cosa aparte de comer con Sam y el señor Abel, así que ya tenemos planes para esas fechas.
☀
Al llegar a la casa de la abuela, el frío que nos envuelve está terrible. Esa es una de las razones por las que no me gusta ir hasta acá en pleno invierno. Entre más alejada de la ciudad estoy, más frío me da.
Llevo encima dos suéteres y ni así logro tener las manos calientes.
—Pasen, pasen. Preparé chocolate caliente para que se sientan como en casa —nos dice la abuela al entrar. Ahí adentro está menos helado y huele a chocolate.
Dejo mis cosas en el sillón y voy inmediatamente a la cocina a tomar una taza y beber de ella. Que delicia. Esto contrasta al hecho de soportar el horrible frío que hace en el pueblo.
Me siento en el sillón junto a mis pertenencias y pronto se unen todos con sus propias bebidas en mano. Mi abuela sopla a su chocolate caliente y después toma del mismo antes de preguntar:
—¿Cómo estuvo el camino? ¿Tuvieron alguna dificultad en llegar?
—No, ¿por qué? ¿Pasó algo? —pregunta Enzo con el ceño fruncido.
—Vi en las noticias que un tráiler se descarriló y eso ocasionó un tráfico larguísimo, estaba preocupada de que estuvieran atrapados ahí.
Ella siempre revisa las noticias cuando vamos en carretera, pues le preocupa que algo se nos haya cruzado en el camino. Eso me hace quererla aún más.
—Probablemente pasó horas después de que pasáramos por el camino, porque no vimos nada parecido —responde mi papá tranquilo. Ella asiente y suspira con alivio.
Aparte de nosotros, se supone que mi tío Tristán llega mañana al igual que mi tío Roberto, por lo que solo hoy tendremos la casa para nosotros cuatro. Cuanto extrañaré está tranquilidad y paz que existe actualmente.
Terminando mi bebida, me levanto y finalmente me doy el tiempo de revisar la casa adecuadamente. Cada pared tiene un cuadro o bota navideña colgada en ella, los muebles con adornos tienen montones de renos, osos polares y uno que otro santa. Y lo mejor, el árbol de navidad, que está justo al lado del ventanal del pato trasero. No es tan grande, pero es muy bonito y estético. Mucho color verde, rojo y café que combinan perfectamente.
Voy a mi habitación, que ahora compartiré con mis papás, y acomodo mis cosas para dejar espacio para las suyas. Es una pena que no tendré mi espacio a solas, pero eso es mejor que compartir cuarto con alguno de mis primos.
☀
Al día siguiente, y tal como estaba planeado, llegaron mis dos tíos. Tristán por la mañana mientras que Roberto por el atardecer.
Y ambos con sus respectivos hijos.
Así que todo lo que estaba en silencio se volvió un mercado repleto de gente. Pero viendo la expresión de mi abuela al ver a toda la familia reunida, vale la pena soportar a tanta gente por unos días.
Durante la cena, todos estamos sentados o en los sillones o en las sillas del comedor, pero en la sala.
Mi papá está hablando con sus hermanos, mientras que mi mamá con las esposas de mis tíos. Mis primos juegan con el celular entre ellos, por lo que solamente quedamos la abuela y yo para conversar juntas. Y sé que es lo que vamos a abordar en nuestra plática.
—¿Cómo estás, Ossena?
—Bien, con frío.
—Hay más chocolate caliente por si quieres —me ofrece ella como si no supiera que voy por mi tercera taza de la noche.
—Gracias, pero con esto tengo en el momento.
Asiente y solo pasan segundos para que cambie la expresión de su rostro por una que conozco muy bien.
—Tu padre me contó que ya son novios. Jazer y tú.
—Pues sí, aunque me hubiera gustado contártelo yo misma.
—No te preocupes, me lo contaran o no, lo iba a saber. Desde que los vi juntos, sabía que algo iba a suceder. ¿Sabes lo mucho que me alegra saberlo?
—No tenía idea. ¿Por qué te alegra tanto?
—He visto a mis tres hijos comenzar sus relaciones con sus ahora esposas y pese a que debería de bastarme eso, también quería ver a mis nietos con las suyas propias. Y dado que tus primos aún son muy pequeños para eso, bueno, todo era ver si la suerte te sonreía o no. Y bueno, ya vimos que sí. —Sonríe con nostalgia y comparto el mismo gesto—. Por lo que, cuando llegue el tiempo en el que ya no esté aquí, que esperemos que sea hasta dentro de muchas más décadas, podrás saber que me fui en paz respecto a eso. El verte feliz y segura con alguien que amas.
Detesto que la abuela diga algo respecto al tiempo en el que ya no estará conmigo. Es como un recordatorio de que tarde o temprano sucederá. Y no me gusta pensar constantemente en eso. Sin embargo, hago de lado esos pensamientos por el momento y le respondo:
—Es bueno pensar que al menos viste a uno de tus nietos con pareja. Y hablando dé, pensaba traer a Emi, a Isa y a Jaz unos días por el cumpleaños de, bueno, mi novio. —Y de esa manera es que digo esas dos palabras en voz alta por primera vez desde que Jaz me lo pidió. Y la sensación que me dejó en la boca no la esperaba.
—Siempre son bienvenidos a su casa. Hace tiempo que no veo a los mellizos...
—Sí. Gracias, ya te avisaré después que días vendremos —le digo y ella sonríe cerrando los ojos—. Ahora vuelvo.
Me levanto de mi lugar, dejo la taza sobre la mesa y camino hacia el baño. Me tomo mi tiempo en el sanitario y cuando regreso, me quedo parada un momento mientras observo a mi familia desde esa distancia.
Entonces pienso en lo que me dijo Jaz acerca de tener fotos de cada momento y hago lo mismo que él hace siempre. No tengo muchas fotografías de mi familia completa en un mismo lugar, así que tener una es tan valiosa como un anillo de oro. Incluso más, porque en algún momento en el futuro, estaré extrañando el tenerlos a todos reunidos y juntos.
Regreso a la sala y ahora todos están hablando sobre un tema del cual desconozco el contexto.
—...y después terminaremos con los regalos —dice mi papá mientras me siento en mi lugar y cruzo las piernas.
—Es mejor abrir los regalos antes de cenar, así en caso de que los niños ya estén cansados, se vayan a dormir y solo quedamos los que queremos —replica mi tío Tristán.
La misma discusión de todos años. Duran hasta una hora hablando de ese tema y, aun así, siempre eligen la única opción que es válida. La cual es, fácilmente, dejar los regalos para el día siguiente y así sentir el ambiente navideño de una mejor manera.
Pongo los ojos en blanco y decido entrar al chat que tengo con Jaz, el cual terminó cuando me preguntó que me había parecido el libro. Y dado que aún no lo leía, no le pude dar una respuesta. Que, por fortuna, ya se la puedo dar ahora.
Oz: Si soy sincera... no hay nada que me haya gustado más q tu manera de escribir y expresar los sentimientos
Le sonrío a la pantalla cuando veo que inmediatamente se conecta y comienza a escribirme.
Jaz: ¿En qué parte vas? Parece que aún no llegas a lo último.
Y respondo que a la mitad. Será corto el libro, pero aún no me acostumbro a estar leyendo un libro por voluntad propia, así que voy a mi ritmo, aunque sea lento. No obstante, he disfrutado mucho de la lectura. Eso es algo que pocos libros logran hacerme sentir. Punto a favor para Jaz.
Levanto la vista del celular cuando noto, por el rabillo del ojo, que todos comienzan a incorporarse de sus lugares. Es hora de que nos retiremos a nuestros respectivos cuartos, al no ser que, dependiendo cada quien, quiera quedarse aquí abajo. Yo me levanto y sigo a mis papás. Con este frío ni ganas de estar en la planta baja hay.
Nos turnamos para cambiarnos la ropa y cuando estoy en pijama, me recuesto en la cama y me tapo hasta el pecho. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo al sentir el calor inundándome por completo.
☀
La mañana de navidad es relativamente agitada. Mientras que mi papá, mi abuela y una de mis tías cocinan la cena, el resto de adultos terminan de limpiar y decorar la casa con los últimos detalles. Mis primos juegan en el patio, así que estamos libres de escuchar el griterío que traen diario.
Yo me encuentro limpiando el vestíbulo y al estar ahí, observo las fotos que están colgadas y colocadas por el espacio. La mayoría son de mis abuelos y mis tres tíos riendo o simplemente posando para la foto. Otra que hay ahí, y que es la única de ese estilo, es la mía junto a mis dos abuelos; estoy siendo cargada por mi abuelo mientras que mi abuela me ve a la cara y tiene una sonrisa hermosa.
Esa, quizás sea, de las pocas imágenes que tengo donde aparezco con ellos dos. A veces me apena mucho el no haber conocido a mi abuelo actualmente, estoy segura de que hubiéramos tenido una conexión increíble.
Hay veces que no soy consciente de lo mucho que les ha de faltar a mis tíos y a mi papá el no tener a mi abuelo con ellos, es como, han pasado casi dos décadas e imaginar el dolor que sienten es horrible.
Sigo limpiando más fotos, esta vez son más recientes y son de algunos momentos donde la familia está reunida y se les nota felices. Aunque claro, son muy pocas esas fotografías.
Para terminar mi trabajo, llego a una foto, la cual es la más grande de todas, y es una donde están mis dos abuelos abrazados y demostrando el inmenso amor que se tenían con solo ese gesto. La imagen fue tomada en uno de sus aniversarios y, por lo tanto, tienen vestuarios un poco más elegantes que lo usual.
Suspiro y aparto la vista de toda esa escenografía antes de que me entren ganas de llorar y voy a la cocina. Es triste pensar que los niños no reconocerían al hombre que está en esas fotos si no es porque les explicaron que es el abuelo.
En la cocina huele, mayormente, a pavo. No soy fanática de esa comida, pero solo por ser navidad lo acepto. De igual manera, veo en las charolas que hay espagueti, ensalada de papa, entre otras cosas. Aunque no hay mejor comida que la que hace mi abuela en específico, que ya es tradición tenerlos en la mesa. Sus famosos tamales rojos y verdes.
A pesar de tener el pavo, los tamales son lo que más se come. En su mayoría, gracias a mí.
—¿Puedo ayudar en algo? —pregunto observando a cada persona hacer lo suyo.
—Humm, ¿puedes preparar la bola de queso? —sugiere mi abuela y la miro atentamente—. Es fácil y no tienes que usar la estufa.
—Está bien, pero, ¿no hay otra cosa más?
—A no ser que quieras meter la mano en el horno y sacar el pavo, no.
—Bueno.
—Aquí está la receta, solo sigue los pasos y todo será pan comido.
Suelto aire y agarro la libreta que me está tendiendo. Veo los ingredientes y lo siguiente que hago es ponerme a buscarlos y reunirlos sobre el comedor para comenzar a prepararlo. Por suerte, mi mamá ya acabó con su tarea y se une a mi para ayudarme con la bola de queso.
Deseo poner música, pero con el sonido de fondo y los gritos de mis primos, sería imposible escucharla por completo.
Sin embargo, por una vez en la vida, no me quejo del alboroto que hay en la casa.
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