16
We fell in love in october
-Girl in red
El resto de la tarde la pasamos en silencio, aunque no es tan callado por la música que estuvo sonando de fondo. Mayormente, el silencio fue de mí parte. Jaz me dio mi espacio y, como él me conoce bien, me permitió sumergirme con mis propios pensamientos y traspasarlos a mi libreta. Mientras tanto, él se puso a escribir en una libreta que no sé de dónde sacó y de fondo puso música para cubrir el abundante silencio del pueblo.
De vez en cuando, le echaba una mirada y lo atrapaba viéndome. Me sonreía de esa manera tan suya y yo se la devolvía.
El momento es demasiado mágico que me da miedo romperlo y regresar a la realidad.
Termino mi dibujo y lo observo. En la hoja hay dos manos entrelazadas apoyadas sobre el césped y tierra. El resto del espacio es un cielo azul celeste y pequeños rayos de sol. Será sencillo, pero el significado que tiene es lo más valioso.
De pronto me siento tímida y, mierda, no sé qué decirle. Las palabras escaparon de mi boca.
—¿Qué pasa, Oz? —me pregunta él al notar mi inquietud.
—Cristo. —Suspiro por el susto que me dio—. Hum, ¿qué te parece? —Le paso la libreta con la hoja acomodada y él se levanta. Estaba recostado boca abajo y escribía en ese estado. Se queda observando mi dibujo un rato y saca su celular.
—¿Me permites?
—Sí, sí. Claro —le respondo desconcertada.
Pone la libreta sobre el césped, acomoda unos tantos lápices y, no muy lejos de mi dibujo, pone su propia libreta. Toma varias fotos antes de regresarme el objeto.
—Nunca me cansaré de ver tus dibujos. —Es su manera de decir que le gusta.
—Ah. —Y yo me quedo sin palabras—. Gracias.
Jaz sonríe y se acerca un poco a mí.
—Es extraño verte callada y sin tus comentarios sarcásticos.
—Bueno, es que... —Muevo las manos, pero las palabras siguen sin salir de mi boca. Que se note que nunca me había pasado algo así—. Pues, sí.
Se echa a reír.
De mí.
—No he dicho nada divertido.
—No, no, por supuesto que no —replica cuando deja de reírse, más la sonrisa no desaparece de su rostro—. Lo que pasa es que es raro verte de esta manera. Y no me malinterpretes, me gusta. Es nuevo en ti. Y no puedo negar que me deja encantado.
Y ahí va otra vez.
¿Es parte de su poder de escritor?
Jaz sabe que me ha dejado impactada, pues solo agranda la sonrisa y vuelve su vista hacia el celular. Lo veo de reojo, entra a Instagram y sube la foto que acaba de tomar a su historia. Pone una canción que no alcanzo a ver cuál es.
En segundos, me llega la notificación de que se me ha etiquetado en una historia y, recuperando mi movilidad, levanto una ceja.
—Escucha la canción —me pide Jaz.
—Espera.
Ingreso a la aplicación y primero veo su historia antes de subirla. La canción no es nada menos que: 'We fall in love in october'. Desde luego que debía de ponerla.
Lo miro después de compartir la imagen.
—Pensé que era ideal para esto —repone aun cuando no dije nada.
—Está bien, me gusta esa canción. Es solo que aun sigo procesando que esto es real.
Se acerca hasta mí y me rodea con sus brazos.
—Pues créelo, Oz, por que haré lo necesario para que esto dure mucho tiempo y sientas que es real.
—Bien, pondré mi parte. Solo tenme paciencia.
—Lo que sea por esto.
Vuelve a agarrar mi mano y la acaricia.
Me permito disfrutar este rato.
☀
La abuela grita nuestros nombres desde el portón de la puerta. Nos levantamos, agarramos todas nuestras cosas y vamos hacia la casa. Esta vez, con las manos entrelazadas. ¿Es un gran avance? Creo que sí. Aunque es lo único que sé hacer en este tema de una relación.
Mi abuela nos mira unos segundos mientras asiente con la cabeza.
—Ossena, necesito tu ayuda con la comida. Jazer, ¿podrías ir avisándole a mi hijo que ya vamos a cenar. Esta en la habitación al lado de la escalera —le indica con sutileza.
Jaz asiente y me mira antes de darse la vuelta y de desaparecer por donde indicó mi abuela. Yo, por otra parte, lo observo hasta que no soy capaz de verlo más.
—Reacciona, pequeña —me llama ella con un chasquido de dedos. Nos encaminamos hacia la cocina.
A pesar de que hay taquerías por todo el pueblo, la abuela siempre prefiere hacer sus propios tacos. En la encimera tiene la carne en una olla, así como las tortillas en el tortillero y el resto de condimentos en diferentes recipientes de cristal.
—Así que salió bien.
—Mejor de lo que pensaba. Resultó ser que él ya tenía sentimientos por mi desde mucho antes. —Decirlo en voz alta es un golpe grande para mi consciencia—. Oh, vaya.
La abuela me sonríe y me da un abrazo rápido.
—Qué bueno que haya sido así. Es un buen muchacho y estoy segura de que te hace feliz.
—Sí, lo hace.
—Bien, tienes la aprobación de la abuela. No le digas a tu padre, pero es más importante que lo apruebe yo a que él lo haga.
—Gracias —respondo sonriendo de oreja a oreja.
Ella pasa sus dedos por mi mejilla y cierro los ojos. Siempre que hace esos pequeños gestos, me vuelvo a sentir una niña pequeña en busca de los brazos de su abuela.
—Venga pues, vamos a llevar las cosas al comedor.
Agarra la olla de la carne y va a donde dijo. La sigo con los recipientes que me caben en la mano y los pongo sobre la mesa. La abuela ve a Jaz y le pide que vaya por lo último que quedó en las encimeras.
Pobre, lo trae de aquí para allá. Ya es bienvenido a la familia oficialmente.
Enzo baja del segundo piso con una cara de cansado, pero se nota que está feliz. Nos sentamos en la mesa y nos comenzamos a servir. Pongo tres tacos en mi plato y le pongo cilantro, cebolla, limón y salsa no picante. En cambio, Jaz se sirve cinco y le echa de todo: lo mismo que yo más salsa picante, cebolla de la morada, guacamole y sal.
Miro su plato con los ojos abiertos. Él me sonríe y se acerca a mi oído. Pues claro que debía de sentarse junto a mí.
—Besar me deja hambriento —me susurra el cabrón y siento como se me calienta la cara.
—No puede ser —mascullo del mismo modo. Pongo mi vista en mis tacos y me dispongo a comerlos. Por suerte, mi papá le estaba comentando algo a mi abuela, así que ninguno escuchó lo que me dijo Jaz.
—¿Puedo tomar una foto de nosotros comiendo? —pregunta él a mi familia. Ellos asienten y Jaz toma una imagen del momento.
Y tal como sucede con la imagen, desearía que esto fuera para siempre.
☀
La mañana siguiente salimos a una excursión hacia un campo donde hay rocas enormes. Pero enormes en el sentido de que miden más que una casa del pueblo.
Tengo años en no ir ahí.
Mi abuela mueve su abanico y mi papá la lleva del brazo. Jaz y yo vamos más adelantados de ellos. Con las manos entrelazadas.
Aun se siente extraño estar así. Y más con Jaz. Es como verlo lejano, pero al mismo tiempo no.
Estamos a unos minutos de llegar a la zona donde están las rocas, por lo que hay tiempo para conversar sin tanta agitación.
—Ayer me puse a pensar sobre algo... —comienzo a decir y Jaz me observa—. ¿Qué somos?
—Supuse que en algún momento preguntarías eso —responde él como si ya estuviera preparado para contestar—. Por más que me gustaría decir que somos novios —me es extraño pensar en eso siquiera, esa palabra no existe en mi vocabulario—, primero tenemos que realizar todo lo que las personas que comienzan a quedar hacen.
—¿Y eso es...?
—Tener citas, ir lento y con calma, pero tener en claro a dónde va la cosa.
—Entonces, ¿quieres que tengamos citas? —Otra palabra que no está en mi vocabulario. Ni un segundo de mi vida he pensado en tener una cita con alguien.
—Por supuesto. Es clave para ver que esto funcione. Y si lo hace, como espero que lo haga, te propondré que seamos novios de una manera más formal y romántica.
—Es muy raro todo esto —admito.
—Y por lo mismo es que iremos con calma y paciencia. Poco a poco. A pesar de que nos veamos todos los días, eso no equivale a una cita. Las citas son cosas más elaboradas, a menos que sea algo improvisado.
—Eso suena bien.
—Sí, y no tienes que preocuparte por eso. Tengo algunas cosas planeadas.
Asiento con una sonrisa. Por una parte, me alivia saber que Jaz tiene eso ideado y que aún no somos novios. Sería todo muy rápido; aún tengo que acostumbrarme a este contacto tan cercano. Y por el otro lado de la moneda, simplemente quiero aprovechar todo el tiempo que pueda junto a él, sin importar los planes.
Llegamos hasta las rocas y levanto la cabeza. Fácilmente podrían medir lo mismo que un edificio de la ciudad.
—Es la primera vez que estoy aquí —comenta Jaz y aparto la vista de las rocas para mirarlo con incredulidad.
—No te creo.
—Te lo juro. Con mi familia casi nunca salíamos de la ciudad, así que eran raras las ocasiones donde nos íbamos por carreteras.
Ahora entiendo del porque tomaba tantas fotos a la carretera. Para mí, es más que normal salir de la ciudad. Solíamos ir casi hasta veinte veces por año a la casa de la abuela, lo que significaba ver mucho las montañas y los prados.
—¿Quieres una foto? —le pregunto y la manera en la que sonríe. Como si no pudiera preguntarle algo más maravilloso que eso.
—Me harías un gran favor. —Me pasa su celular y se acerca a una roca y se acomoda. Le saco varias imágenes y me les quedo viendo embobada. Después salgo de mi trance y le devuelvo el aparato a Jaz. Él sonríe con malicia—. Aquí estoy yo para eso, Oz.
—Me quiero matar.
Se echa a reír y me señala con la cabeza que rodeemos las rocas. Mi papá y la abuela se quedaron atrás tomando fotos con sus propios celulares.
Lo sigo. Podría seguirlo a donde sea mientras seamos felices.
Hay una manera de subir, por lo que hacemos eso y trepamos hasta arriba, donde se encuentran varias rocas enormes apiladas y puedes crear la apariencia de que cargas una con tu propia fuerza.
Jaz me pide, con muchas suplicas porque sabe cómo soy, que salgamos haciendo esa misma pose para una foto. Y porque soy como soy, no puedo negárselo.
Le habla a otro turista para que nos tome la foto y el señor acepta con gusto.
Lo siguiente sucede así: yo me pongo de una manera en la que mis brazos alcanzan sin éxito la roca, dado la estatura que tengo, mientras que Jaz llega perfectamente y me sonríe con burla. Sin embargo, me atrae hacia sí y no me queda de otra que ser yo quien lo rodee con los brazos.
—Ahí va la foto —nos indica el señor y comienza a contar hasta tres—. Uno, dos y tres...
Y en ese último segundo, Jaz me besa.
El maldito ya tenía esa idea en mente.
El señor le devuelve el celular a mi acompañante y este observa las fotos. Asiente complacido. Me las muestra.
Decir que salimos mal sería mentir. Mis brazos están alrededor de su cintura y mi cabeza está levantada y la suya inclinada para quedar a la altura de la mía. Sus brazos realmente dan la perspectiva de estar sosteniendo las rocas.
Pareciera una película de esas de drama donde los protagonistas están a punto de morir y deciden declararse sus sentimientos en ese instante.
—Gracias por tu trabajo, Oz.
—Claro, cuando quieras —replico poniendo los ojos en blanco, pero no evito que una sonrisa aparezca en mi rostro.
Bajamos y observamos un poco más las rocas por un tiempo en el pasto donde nos sentamos. Sacamos fotos, por supuesto, y hacemos teorías conspirativas de cómo llegaron a ese lugar. Jaz sugiere que fue en la época de los gigantes ya extintos y que ellos apilaron esto como una manera de dejar su legado presente. Yo, en cambio, digo que fue algo que hizo la naturaleza por sí sola, así como las montañas o los ríos en medio de la nada, esas rocas llegaron ahí así por que sí.
La abuela y Enzo se acercan a nosotros con expresiones agitadas y con gotas de sudor por toda la cara. He de suponer que ambos subieron hasta la cima y por eso están cansados. Espero que sea eso.
—¿No quieres una foto de este recuerdo, Jazer? —pregunta la abuela como si lo conociera de toda la vida y fuera consciente de que Jaz ama tomar fotografías de todo.
—Sería un placer, señora.
Nos levantamos y me pongo al lado de la abuela. Jaz, por otra parte, se sitúa al lado de mi papá y nos avisa del tiempo de la foto. Terminando de sacarla, nos dice que nos sacará una donde mi papá, mi abuela y yo aparecemos. Debo admitir que aprecio ese detalle.
Cuando son cerca de las doce, la abuela declara que es hora de que regresemos a la casa para cocinar las galletas antes de que comencemos a guardar las cosas para salir a la carretera. Siendo ella la cabeza de la familia, no podemos hacer otra cosa que obedecerla y subir al coche.
☀
Me despierto a media hora de llegar a la casa de Jaz. En algún momento del camino me quedé dormida, pero eso no es lo peor. Lo peor es que cuando me doy cuenta sobre quien estoy recargada, casi se me sale el alma. Mi cabeza estaba apoyada sobre el hombro de Jaz y mi brazo enroscado sobre el suyo.
—Ay, mierda. Perdona —le digo con la cara roja y con toda la pena del mundo que puedo sentir en el momento.
Jaz solamente me sonríe y pone la mano en mi brazo cuando intento apartarlo.
—No tengo ningún problema con esto —aclara refiriéndose a los codos unidos—. Y mucho menos con que me uses como almohada.
—Es que es algo muy íntimo —le hago saber.
—Mejor. Significa que tienes la confianza para dejar a tu cuerpo descansar a mi cuidado.
Él agarra mi cabeza y la vuelve a dejar sobre su hombro. Pienso retirarla, pero sus palabras me dejaron reflexionando, por lo que me quedo ahí.
Echo un vistazo a mi papá y veo que también me ve por el retrovisor. Sonríe de lado y vuelve su vista hacia la calle. Ya estamos en la entrada de la ciudad, por lo que no falta mucho para terminar este viaje.
—Quizás debamos de repetir esto algún otro día —me comenta Jaz y levanto la vista hacia él—. Pero solo tú y yo.
—Suena... Bien. Solo está la cuestión de planearlo adecuadamente.
—Por supuesto. Pero será para mucho tiempo después. Ahora mismo con todo el tema de mi mamá, que es un dolor en el culo, no puedo dejar a mi papá solo mucho tiempo. De hecho, casi niego tu oferta de acompañarte por más que quisiera por eso mismo. Él me convenció de que necesitaba darme un respiro y esto sería lo mejor. Vaya que lo fue —hace una pausa y cierra los ojos—. ¿Te imaginas que pudiera haber pasado si no venía? ¿Cuánto más hubieras tardado en declararte?
—Una vida entera.
Jaz asiente y toma mi mano con la suya.
—Me alegra haber podido venir y acompañarte. De poder conocer a tu familia y a ti un poco más. Eso es lo que más puedo agradecer en este momento.
Termino de entrelazar nuestros dedos.
—A mí también me alegra que pudieras venir. La abuela estaba feliz de poder conocerte.
Al salir de la casa, Teresa mantuvo una conversación poco -muy- extensa con Jaz. Después me acorraló a mí y también platicó conmigo sobre ciertos temas que jamás habían venido a mi mente pero que me dejó en claro que tuviera cuidado en esa área. Al final, me reveló que le aliviaba saber que había encontrado a alguien que me hiciera feliz y que no podía estar más alegre de que fuera Jaz. Me hizo prometer que debía de volver a llevarlo a su casa.
Miro a la bolsa de tela que está a mi costado derecho y la agarro. Adentro están las galletas que preparamos y que nos quedaron sorprendentemente bien. Jaz tiene un don para la cocina que no me dijo. Durante ese rato, quienes más hablaron fueron la abuela y él, por lo que no quedó duda alguna de que Teresa se encariñó con Jaz.
—¿Por qué no me dijiste que sabías cocinar?
—No pensé que fuera algo realmente interesante de saber. En mi casa suelo prepararle la comida a Sam, así que aprendí para hacerlo bien y que no muriera por hambre.
—Ya quisiera saber cocinar. No puedo ni acercarme a la estufa cuando está prendida por miedo a quemarme —confieso y Jaz suelta una carcajada que muestra que se está burlando de mí. Otra vez.
—Podría enseñarte alguna vez. Si quieres.
—Nada me encantaría más.
—Bien. Que esa sea nuestra primera cita —suelta así por nomás. ¿No piensa que esas simples palabras pueden detener mi mundo?
—Ah.
—¿Qué pasó, Oz? ¿Los ratones te comieron la lengua?
—Cállate, idiota.
—Ve preparándote para ese momento. Ya te diré el día —sigue como si no se diera cuenta de mi estado.
—Cuanto te odio.
—Ni tú crees tal mentira.
Decido ignorarlo, pero él no me permite hacer tal cosa. Agarra mi mandíbula con su mano libre y antes de notarlo, ya está su boca sobre la mía.
En poco tiempo, logré guardar información motriz para mejorar en el tema de los besos. El coche se detiene y eso hace que me aparte de Jaz. Miro por encima de él y noto que estamos frente a su casa. Mi papá sale del vehículo y nos apresuramos a bajar; Jaz toma sus pertenencias y toca el timbre. Mientras esperamos, se une a mí y me mira antes de hablar.
—Gracias por dejarme ser parte te esta experiencia, Oz. Te prometo y juro que nunca haré nada que pueda hacer que te arrepientas de esta decisión y mucho menos hacer algo que te haga daño. —Pone su mano en mi mejilla y se me eriza la piel por el contacto—. No dejaré que te sientas menospreciada y humillada. Ante todo, siempre espero tratarte de la manera en la que lo mereces y hacerte entender que no hay nada de malo en amar.
La puerta de su casa se abre y las voces del interior comienzan a aproximarse al cancel delantero.
—Aún es muy pronto para decir esa palabra que se dicen las parejas, así que solo puedo decirte te quiero y estaré esperando por nuestra próxima reunión y para las que vienen después.
Y si esas palabras no sirvieron para derrumbar los muros que tenía, une nuestros labios por cuarta vez en el día y siento que podría morir ahora mismo.
Se separa de mí y me muestra esa sonrisa tan suya. Se despide de mi papá con un apretón de mano y se dirige al portón de su casa. Escucho a lo lejos como el señor Abel y Sam lo reciben y nos agradecen. Entonces cierran la puerta y desaparecen de nuestras vistas.
Pestañeo varias veces para recobrar la compostura y cuando me doy la vuelta para entrar al auto, veo de reojo que mi papá me mira con ojos de querer respuestas.
Lo ignoro y entro en el coche desde el lado del copiloto. Mi peor error, quizás.
—¿Y eso fue...? —me pregunta mi querido padre cuando entra al coche y lo comienza a encender.
—Pensé que ya tenías en claro la idea de que éramos algo —le respondo mientras me encojo de hombros. Procedo a ponerme el cinturón y él a arrancar el coche.
—Bueno, era un tipo de broma. Aunque realmente pensaba que eran algo hace una semana. ¿Ahora lo son?
Se detiene en un semáforo que hay en la calle y aprovecha ese instante para voltear a verme con una ceja levantada.
—Aun no. Pero estamos planeando comenzar a quedar para poco a poco hacerlo oficial —le respondo mirando hacia la ventana.
—Pues ese beso que te dio me dejó pensando que él quiere hacerlo oficial pero ya.
Tengo que tapar mi boca con mi mano disimuladamente para que no vea mi sonrisa rebelde en mi rostro y me delate.
—¿Cómo fue que empezaste a salir con mamá?
Casi nunca solemos hablar de ese tiempo, por lo que es raro la vez que hago una pregunta o ellos comentan del tema. No porque haya sido una época complica o algo parecido, sino porque, como antes no estaba interesada en el tema de tener un novio, no había necesidad que hacer preguntas que no me ayudarían en algo. Ahora que, dada la situación, estoy en ese punto de mi vida, esos cuestionamientos finalmente los puedo realizar.
Enzo parece sorprendido de que haga tal pregunta. Aun así, sonríe y suspira como si estuviera preparándose para contar una historia nostálgica y llena de recuerdos. Bueno, es porque lo es.
—Conocí a tú mamá a finales de la preparatoria. —Madres, eso es hace casi veinticuatro años. Es bastante tiempo—. Estábamos en el mismo grupo, pero nunca, en los tres años del ciclo, conversamos alguna vez hasta que llegó un día que hicieron binas con personas con las que no convivíamos y me tocó con tu madre. Creo pensar que ves por donde va esto. Después de esa actividad, sorprendentemente descubrimos que teníamos varias cosas en común y comenzamos a platicar cada vez más hasta el día que iniciamos la relación.
Gira por una calle y prosigue.
—Sin embargo, debo de aclarar que no empezamos de la misma manera que ustedes. Nosotros fuimos por lo directo, sin citas ni nada, y solo la pregunta de si quería ser mi novia. Pero ahora que lo pienso, quizás una cita o dos antes de eso no hubiera estado mal. Tuvimos bastantes después y aun las tenemos. A veces, cuando el trabajo nos lo permite.
Estoy tan centrada en su voz que, a pesar de estar viendo por la ventana, no me doy cuenta que estamos frente a la casa hasta que, con un botón que está en el retrovisor, abre la puerta de la cochera y mete el coche.
—Me alegra que ustedes decidan ir por las cosas más planeadas para averiguar si realmente funcionan como pareja. Suele pasar eso, por más que dos amigos que se gustan e intentan ser novios, muchas veces quedan mejor en una amistad —dice cuando apaga el vehículo. Siento que tiene algo más que añadir, por lo que ni muevo mi mano para abrir la puerta—. De todo corazón, espero que funcionen como pareja. Se te ve muy feliz de esta manera. A ambos.
Que mi papá me diga eso es más de lo que necesitaba escuchar. Le agarro el brazo y lo aprieto con fuerza. Él me sonríe con ternura y me pone su mano en mi cabeza.
—Te quiero, mi monstruo Ness. Ahora anda, adentro, que tu madre nos espera y no la podemos hacer esperar.
Hago lo que dice y me bajo del vehículo. Tomo mi mochila y entro a la casa. Tal como dijo mi papá, Jessica está sentada en la sala y viendo la televisión. Cuando me ve entrar, se levanta y se apresura a reunirse con nosotros.
—Qué bueno que regresaron con bien —dice y me abraza. Le devuelvo el gesto.
Poco después, me separo y permito que reciba a mi papá como bien sabe hacerlo. Voy a mi habitación y cierro la puerta al mismo tiempo que aviento la mochila a la cama. Me quedo parada en medio de la habitación y entonces soy consciente de la realidad.
Y oh.
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