13

Perfect
-Ed Sheeran

Sábado 12 de noviembre. 5:30 p.m.

Estoy terminando de maquillarme la cara. No es mucho, no me gusta usarlo, pero al ser una fiesta debo de ir tan siquiera arreglada.

Mi vestido es algo sencillo, pero me fascina como se ve. La parte del torso es totalmente negra y tiene mangas largas. La parte de la falda es blanca con flores negras como decoración. Y por supuesto, mis converse que combinan muy bien con el conjunto.

Cuando termino de alistarme, escucho el sonido de la puerta abrirse. Me llega esa extraña sensación en el estómago.

Las dos últimas semanas no fueron tan difíciles de llevar respecto a eso de los sentimientos. Creo que finalmente logré convivir con ellos y acostumbrarme lo suficiente para entenderlos. También pasaron muchas cosas con Jaz que hicieron que crecieran muchísimo más. Vimos películas dos días a la semana, de vez en cuando llegaba a la librería o en ocasiones, simplemente estábamos en la cafetería, como siempre.

Y aunque no es tan grande y expectante cada momento, lo recuerdo como uno. Son las pequeñas cosas las que hacen que cada recuerdo sea especial y único.

Mi papá me llama desde abajo y yo agarro mi bolso con mis pertenencias. Salgo de la habitación y comienzo a bajar de las escaleras.

Es ahí donde lo veo.

Y...

No tengo palabras.

Se ve... Elegante. Y guapo. Pero jamás me escuchará decir lo último en voz alta. Va vestido con un traje negro sencillo y con una corbata blanca. Su cabello está acomodado y las gafas se le ven demasiado bien.

Sigo bajando las escaleras sin apartar la mirada de sus ojos. Si no lo estuviera viendo, me hubiera perdido cada expresión que pasó por su rostro. Primero está atónito, luego frunce el ceño y, por último, sonríe ampliamente.

—Te ves muy guapa, Oz.

Ah vaya, no sabía que cuatro palabras eran suficiente para desfallecer internamente a alguien.

—Tú también, Jaz —logro responder con las mejillas calientes.

Intento ignorar el hecho de que Enzo está ahí, observándonos, pero está haciendo todo lo posible para que recordemos que sigue ahí.

—Acércate, Ness. Quiero tomarles una foto antes de que se vayan.

—Pero eso ya no se hace...

—Soy tu padre y haré todo lo que quiera —me dice él y pongo los ojos en blanco.

Termino obedeciéndolo. Me arrimo a Jaz y él me sonríe. Hace una seña con su brazo, pidiendo en silencio si puede ponerlo sobre mis hombros. Se lo permito.

Sentir su contacto sobre mi piel es electrizante. Algo que no sabía que necesitaba pero que termina encantándome. Me dejo llevar por el momento y recargo la cabeza sobre su pecho. Sonrío y hago mi seña favorita para salir en las fotos.

Enzo termina de tomarlas y nos separamos. Jaz me guiña el ojo antes de hablar con mi papá.

—Le prometo que cuidaré a Ossena y no dejaré que nada malo le pase. De igual manera, la traeré de regreso sana y salva.

—Muy bien, muchacho. Cuida de mi pequeña. No se olviden de divertirse —replica y le extiende la mano. Jaz la acepta.

—Gracias, papá. Nos vemos más tarde.

Me abraza y cuando me separo de él, nos comienza a echar de la casa.

En frente de la estructura hay un coche. Es un Hyundai i10, como me explica Jaz dentro del vehículo, de color azul celeste.

—¿Es tuyo?

—No realmente, es de mi papá, pero me dejó usarlo para llevarte a la boda.

—Vaya. ¿En qué se irá él?

—Va a pedir un Uber. No te preocupes, él y yo tenemos un trato, así que todo está bajo mi responsabilidad.

Enciende el vehículo y conecta su celular a las bocinas. Comienza a sonar la música. David Bowie, Elvis Presley, The Beatles, The Cure, entre otros artistas empiezan a sonar durante todo el camino.

—Bienvenida a la buena época de la música —me dice Jaz acompañado de una carcajada.

—Mi música es buena.

—No tanto como está. Te voy a educar con estas maravillas.

Y siguen sonando y no discuto más porque estoy disfrutando de esa sensación de libertad. Grabo un poco de ese momento, de Jaz cantando mientras conduce. También tomo una foto de nosotros en un semáforo rojo y otra de él distraído.

Estoy nerviosa por llegar al lugar, pero siento que junto a Jaz, estaré tranquila la mayor parte del tiempo.

La misa es lo primero. No soy católica (aunque digo mucho el nombre de Dios), pero siempre me han gustado las bodas de la iglesia. No sé, esa sensación de ver como se unen dos personas con tanto cariño y amor...

La novia, Gabriela, y el novio, Pablo (el primo de Jaz) dan sus votos y después se dan el beso. Aplaudo junto a los demás y observamos a los novios salir. En el lugar donde nos sentamos está ni cerca del altar ni lejos del mismo. De igual manera, el papá de Jaz y su hermana, Samantha, están al lado de nosotros.

Su hermana es tan parecida a él que, si quisieran, podrían pasar como mellizos, excepto que varían de la estatura. No he tenido tiempo de platicar con ella, por lo que aún no sé con exactitud como es su personalidad, pero a primera vista, se nota que es agradable. Lleva puesto un vestido azul marino sencillo que le queda bastante bien.

Salimos a los escalones de la entrada y todos comienzan a acercarse a tomar una foto con los recién casados. Es durante ese transcurso del tiempo que Jaz me presenta a su familia. Ya conozco al señor Abel, por lo que lo saludo como si fuéramos amigos de toda la vida. Luego está Samantha.

—Sam, esta es Oz —me presenta. Su hermana probablemente esté cerca de medir el metro cincuenta, le gano por diez centímetros—. Oz, esta es Samantha, de quien te he hablado mucho.

—Hola, ¿qué tal?

Ella me examina unos momentos antes de hablar. Tiene el ceño fruncido.

—Sabes dibujar, ¿verdad? -me pregunta manteniendo la expresión y asiento con confusión—. Entonces, ¿crees poder hacer un dibujo de los personajes de One Piece con tu estilo?

Escucho la risa de Jaz detrás de mí y solamente no lo fulmino con la mirada porque su hermana me está mirando directo a los ojos.

—Eh, por supuesto. Solo que tendría que ser otro día, pero puedo hacerlo con gusto.

Samantha relaja su expresión y sonríe. ¿Era una prueba eso? Ahora todo el mundo tiene una prueba para permitir que seas su amigo. Debería implementar una.

—Puedes decirme Sam.

—En ese caso, dime Ness.

—¿Y por qué no Oz?

—Porque ese es el apodo de yo le puse y solamente yo se lo puedo decir —se interpone Jaz con una sonrisa y levantando las cejas.

Jesús, me es imposible no verlo y sentir la cara caliente.

Sam le lanza una mirada cargada de significado que no entiendo. Se encoje de hombros y vuelve a mirarme.

—Gracias por acompañar a mi solitario hermano, Ness.

—¿De nada? Supongo. —Jaz me golpea el brazo con suavidad y sonrío—. No está mal acompañar a un solitario como Jaz.

—Tonta.

—Mira, se acercan los abuelos.

Volteo hacia donde apunta Sam y veo que están dos personas mayores caminando hacia nosotros. La mujer usa un vestido café con una cinta en la cintura y un collar que combina a la perfección con el diseño del vestido. El señor, al igual que Jaz, usa un traje negro. De hecho, es lo que usan todos los hombres.

Cuando ambos llegan hasta nosotros, Jaz me vuelve a presentar. La mujer, a la que llaman abuela Alma, es casi de mí misma estatura, tiene el cabello semi gris y varias arrugas por la cara. El hombre, el abuelo Rubén, tiene poco cabello en la cabeza, usa lentes y al igual que su esposa, no tiene tantas arrugas en el rostro.

Los nervios que sentí inmediatamente desaparecen cuando la mujer me agarra de las manos y me sonríe.

—Eres preciosa, Ossena. Nos alegra tenerte aquí. Si necesitas algo, puedes decirnos, ahí estaremos en todo momento —expresa la señora Alma y asiento.

—Gracias.

Caminan hacia el señor Abel y aprovecho esa distracción para girarme hacia Jaz.

—Ay cabrón, tenía el corazón en la garganta —le digo en voz baja.

Jaz se echa a reír y se acerca a mí.

—Le agradaste a mi familia, ahora puedes venir siempre que quieras a comer con nosotros.

—Tampoco quiero interrumpir tanto con el ambiente familiar.

—No te preocupes por eso. Sam siempre lleva a su mejor amiga y la tratan como si fuera una más de la familia.

—Lo tendré en cuenta

Jaz asiente y voltea hacia el umbral de la entrada.

—Ven, vayamos a tomarnos una foto con los recién casados.

No se detiene a pensarlo y me toma de la mano, llevándome de esa manera hasta las puertas de la iglesia. Los esposos terminan de tomarse una foto con otras personas antes de que pasemos nosotros. Jaz felicita a su primo y me vuelve a presentar. Gabriela, una mujer muy bonita, me sonríe y la felicito. Después nos preparamos para la foto.

Cuando terminamos de hablar con ellos (Jaz habló la mayor parte del tiempo) nos alejamos y vamos hacia al jardín que decora la parte delantera del templo. Ahí hay más invitados, todos hablando entre la familia y amigos. Nos sentamos en una banca y suspiro como si fuera la primera vez que lo hiciera desde que llegamos al templo.

—Tu familia es muy grande —le comento.

—Y eso que no vinieron todos. En la fiesta serán muchos más. Creo.

—Con mi familia casi siempre todas las fiestas que se hacen son de parte de mi papá, por lo que somos apenas unas veinte personas. Incluso menos.

Jaz me observa con curiosidad. Ha de ser porque es la primera vez que le hablo de mi familia más haya de mis papás.

—¿No hay buena relación con la familia de tú mamá? —pregunta con cuidado de no tocar ningún tema sensible.

Sé que no debería darle importancia a un detalle pequeño como ese, pero joder, es lo que más me gusta de Jaz.

—No exactamente. Hay ciertos conflictos que no se han logrado solucionar con los años y simplemente se dejó de insistir con el tema. Y para evitar más problemas, decidieron desistir con la idea de reunirnos de vez en cuando —explico—. Aunque, claro, desde que empecé a salir sola, suelo ir unas veces al año con mis abuelos y visitarlos. Al fin de cuentas, son eso, mis abuelos.

—Compañeros de problemas familiares —bromea y se me escapa una carcajada.

—¿Será esa la verdadera razón por la que somos amigos?

Jaz sonríe de lado y deja caer la cabeza en el respaldo de la banca. Lo imito y nos quedamos así hasta que nos dicen que es hora de ir al salón de eventos.

Esta vez, Sam y el señor Abel vienen en el coche con nosotros. Y aunque una pequeña parte de mi ser quisiera ir solo con Jaz, no me molesta en absoluto compartir transporte con ellos, puede que así conozca más a Sam, que realmente se ve amigable.

Y dicho y hecho, me paso todo el trayecto conversando con ella. En ocasiones, encuentro a Jaz mirándome desde el retrovisor y en esas veces le regalo una sonrisa y él me la devuelve.

Durante un momento, me siento parte de la familia de Jaz. Y se siente mejor de lo que esperaba.

El salón de eventos es al aire libre. Todas las mesas y sillas están acomodadas alrededor de la pista de baile. Hay muchas plantas por las paredes y también hay una pequeña fuente en una esquina. De igual manera, los baños están al lado de la zona de juegos para los niños.

Nos sentamos a dos mesas de distancia de donde está la mesa especial para los recién casados. Y frente a esta, se encuentra el dj.

Mientras esperamos a que las dos personas principales de esta ceremonia lleguen, pedimos unos refrescos y el papá de Jaz pide un poco de alcohol. A los minutos de que la mesera regresa con nuestras bebidas, otros familiares de Jaz aparecen y se sientan en espacio libre de nuestra mesa.

—Estos son mis tíos, Darío y Helena, y mis primos, Lionel y Simón —dice Jaz.

Darío es el hermano del señor Abel, según me explica Jaz durante un momento que tenemos para charlar. Es un hombre alto, delgado, de tez blanca, su cabello es castaño y con la misma sonrisa que su hermano. Helena, al contrario, es más bajita y tiene el cabello de color rojizo. Su color de piel es moreno, cosa que comparte con sus hijos. Dos adolescentes de entre trece a quince años. Lionel tiene las mismas características que su mamá y Simón las de su papá, excepto el color de piel.

Ambos me juzgan con la mirada y hago lo mismo.

—Ella es Ossena, mi... —lo piensa antes de responder y se me ponen los pelos de punta—. Mi amiga más especial.

No era lo que esperaba, pero sigue siendo algo. Aunque no puedo negar que duele escuchar que soy una amiga. En fin, especial es una palabra fuerte, única. Es como si yo dijera que dibujar para mí fuera especial —cosa que lo es— porque es algo que me importa mucho.

Espero que le dé el mismo significado.

—Pueden decirme Ness si gustan.

—Mucho gusto en conocerte, Ness —dice el señor Darío.

—Igualmente.

No sé qué más agregar cuando me dicen esas palabras, así que todo lo que hago es asentir y responder con algo corto.

Poco a poco la zona comienza a llenarse de personas. De la misma manera, la música también invade el espacio. Por un momento, temo que todo lo que pongan sea banda y corridos, pero para mi gran suerte, es todo más pop y baladas en inglés. Es lo mismo que yo pondría en mi boda, sobre todo a Taylor Swift.

Puede que hayan pasado unos treinta minutos desde que llegamos al salón cuando finalmente los novios hacen acto de presencia. Todos aplaudimos cuando van a la pista de baile y comienzan a saludar a las personas. Terminan y van hacia su asiento especial. Pasa un momento de música antes de que la pantalla que está detrás del dj comienza a cambiar de imagen y lo que se ve es un video de ellos de jóvenes y cómo van creciendo al paso de que su relación lo hace. De fondo hay una canción de esas típicas que ponen en tiktok de parejas. Sin embargo, eso no evita que sienta el nudo en la garganta.

Siempre, siempre, me da una sensación de nostalgia con ese tipo de videos. Sería genial tener uno cuando llegue mi día.

Acaba unos minutos después y aplaudimos. Gabriela está llorando, pero eso no impide que vea a su esposo con amor y admiración. Entonces la música vuelve a cambiar y la reconozco al instante.

"Aquí" de la película Encantada.

Por Dios, se me eriza toda la piel y toda la atención se va directa a los novios, quiénes volvieron a levantarse y ahora bailan al compás de la música y puedo ver con claridad como es que Pablo le canta en la oreja a su esposa.

Cuando la letra dice: "Ya sé que solo quiero tenerte aquí", miro a Jaz.

Y él me está viendo a mí.

Podrá ser mi imaginación, pero durante esa fracción de segundos, siento que solo somos los dos en este mundo y es suficiente para mí.

Antes de que pueda darme cuenta, la música finaliza y los aplausos invaden la atmosfera. Todo ese resto de la canción estuve mirando a Jaz y él a mí. La magia se rompe, no sin antes de que él me dé su sonrisa tan única y yo sienta que el alma me deja.

Y aunque solo fue cosa de un momento, eso no evitó que comience a pensar que quizás tenga una posibilidad con Jaz.

Quizás.

Después del primer baile de esposo, vino el de los familiares y los padres. Momentos después el brindis y las palabras de agradecimiento por parte de los novios y, por último, la comida y el pastel.

La verdadera razón por la que vine a la fiesta.

Nos sirvieron una pechuga de pollo, espagueti y ensalada de papa. Mientras comemos, noto que Jaz saca su celular y me apunta con el mismo. Y mierda, me toma una foto justo cuando estoy con la comida en la boca.

Se ríe de mí y me muestra la foto. No salgo mal, pero se ve claramente como estoy disfrutando la comida, así como la mirada que le lanzo a Jaz.

—No creas que te salvarás, eh.

—Dios me libre.

Le golpeo la rodilla con mi pie y él se ríe. Seguimos comiendo con la música de fondo y con el ambiente agradable.

Cuando el pastel llega, es mi momento de ir contra Jaz. Es al primero al que le dan el pedazo y lo ve con ojos de hambre. Mientras se lo come, le saco la foto y vaya, incluso así se ve bien.

—¿Admiras a este gran humano? —pregunta Jaz con burla cuando nota que observo la imagen más segundos de lo esperado.

—No, estoy viendo el pastel. No me han servido y muero por probarlo.

—Que mentirosa.

Jaz sonríe y pongo los ojos en blanco. Finalmente llega mi pedazo del pastel y lo como con gusto.

Minutos más tarde, aun cuando no me he acabado mi rebanada de pastel, comienza a sonar la música, lo que indica que es momento del baile para todos los invitados. O para los que quieran bailar, porque, en mi caso, no bailo.

Pero claro, una persona no me dejará en paz respecto a eso. En una de nuestras tantas conversaciones en la cafetería, le confesé a Jaz que no me gusta bailar y que, si puedo, evito hacerlo.

—¿Bailamos, Oz?

Ahí está. Y sé que lo hace con intención, pues su sonrisa lo delata.

—En tus sueños —le respondo mientras termino de comer mi pastel. Ya hay personas bailando y suele cambiar la música, de repente ahí una lenta y de pronto ponen cumbias.

—Mira, una canción y te invito el café la próxima vez.

Hijo de puta. Conoce mi debilidad.

Él sabe que es lo que estoy pensando, pues se levanta y espera a que haga lo mismo. Bufo y me levanto sin ganas. Antes de que nos alejemos de la mesa, Jaz se detiene con su hermana y le dice algo en voz baja. Entonces regresa conmigo y me toma de la mano. ¿Es consciente de que lo ha hecho dos veces en el día?

Llegamos a la pista del baile y no tengo la más mínima idea de que hacer ahora. ¿Lo agarro del brazo? ¿Del cuello? Quizás debí de haber visto algunos videos para prepararme en este momento.

Sin embargo, parece que no tengo que preocuparme por eso, pues es Jaz quien se encarga de todo. La canción que está sonando es 'Tan enamorados', de no recuerdo quien, por lo que es algo más lento y tranquilo. Siendo ese el caso, el chico acomoda mis brazos donde deberían de ir en un vals (¿esto es un vals?); una mano sobre el hombro y la otra agarrándola de su mano. Así mismo, para terminar de acomodarnos, él pone su propia mano sobre mi cintura y me estremezco.

Nos movemos cómo va la música. Más parejas se juntaron en el resto de la pista, entre ellos los novios, y se mueven al ritmo de la canción. Sin embargo, no puedo mirarlos a todos ellos porque solamente tengo ojos para una persona.

Y esa persona también los tiene solamente para mí, pues desde que empezamos a bailar, no los ha quitado de mí.

Quizás me estoy dejando llevar por el momento, como horas antes, pero comienzo a acercarme a él hasta quedar a milímetros de separación de su hombro. Al mismo tiempo, Jaz acerca su cara al lado derecho de mi cara y siento su respiración en mi oreja.

Entonces comienza a cantar en voz baja:

Amor mío, así es la vida juntos. Dos locos de repente, sonriéndole a la gente...

La manera en la que lo dice es...

No tengo palabras para describirlos, pero hace que toda la piel se me erice y dejo caer la cabeza en su hombro. Él es quien lleva las riendas del baile, por lo que solamente nos mecemos de lado a lado lentamente. Jaz sigue cantando en mi oído y lo escucho. Ignoro a la voz del cantante y solamente existe su voz para mí.

Seguimos de esa manera hasta que la música desaparece y comienza a sonar una de los Ángeles Azules. Qué manera de terminar esto.

—Así que es de esta manera como se siente Alicia cuando deja el Mundo de las Maravillas —comenta Jaz aun sin separarse de mí.

Y aunque su comentario no estaba hecho para hacerme reír, es lo que termino haciendo. Es lo que me pasa siempre que estoy a su lado, todo se siente tan libre y bonito que no hace falta mucho para hacerme sonreír.

Jaz luce confundido, pero eso no evita que sonría.

Y aunque la música ya no es lenta, nosotros seguimos en nuestra misma posición y nos quedamos tal como estábamos.

Es la una de la mañana y estoy frente a la puesta de mi casa con los pies muertos. Jaz está detrás mío y cuida que entre completamente.

Pongo la llave en la cerradura, más no abro la puerta. En cambio, me giro para queda frente a Jaz y despedirme de él.

Después del baile lento que tuvimos, olvidé por un momento el hecho de que odio bailar y simplemente me solté a su lado. En un rato se nos unió Sam y ahí nos veías a los tres bailando como si fuéramos expertos. Una hora más tarde, quizás, finalmente nos sentamos y descansamos los pies. Pero eso no era lo único que me dolía, las comisuras de los labios me quemaban por estar sonriendo y riendo en cada momento.

En ese lapso de tiempo, antes de que nos fuéramos, Jaz apuntó hacia una cabina de fotos y lo seguí hasta ahí. Nos tomamos distintas fotos con varios disfraces y solo reía y reía.

Ahora mi mente está cansada y no recuerdo si fue él o fui yo quien guardó las fotografías instantáneas.

—Gracias por haber aceptado la invitación, Oz —comienza él. Siempre es él quien inicia y termina la despedida—. Te juro que hace tiempo que no me divertía así.

—Yo tampoco. Fue una experiencia... distinta. Gracias por sacarme a bailar y no dejarme como la amargada que soy ahí en las sillas.

Sonríe y niega con la cabeza.

—Lo volvería a hacer si hace falta.

No tengo respuesta para eso.

—Nos vemos otro día para darte el café que te prometí —me guiña el ojo.

—Lo esperaré con ansias.

—Bien. —Se detiene un momento y aunque parece estarlo pensando, al final no duda y se acerca hasta mí y pronto me veo rodeada por sus brazos—. Si hay alguna otra fiesta, te invitaré. Hiciste de esta noche una de las más especiales de mi año —dice desde arriba de mi cabeza.

—Bueno, tendré que practicar más mi baile.

Cuando pienso que se va a finalizar el abrazo, no pasa eso. En lugar de separarse, lo que hace es alejar la cabeza y darme un beso en el cabello.

Me quedo estática por tal gesto y solamente lo miro a los ojos.

—Cuídate, Oz.

Y se separa, yéndose hasta su coche y entrando en él.

Sigo procesando lo que pasó. Mis manos hacen todo automáticamente y pronto entro a la casa. Rápidamente, corro hacia la ventana y veo que sigue ahí, no se va hasta que se asegura de que estoy dentro de mi casa. Lo despido con una mano y él me ve. Logro visualizar una diminuta sonrisa antes de que el coche se mueva y desaparezca de mi campo de visión.

Me tiro al sillón y todo lo que puedo pensar y decir es:

—Por Dios.

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