10

Labyrinth
-Taylor Swift

Saliendo de la universidad me dirijo a la cafetería como diario. Sin embargo, esta vez no me quedaré ahí al igual que todas las tardes pasadas.

Misael me recibe en el mostrador. Le sonrío.

—Hola, Ness. ¿El de siempre?

—El de siempre —repito y le doy el dinero. Misael pasa la orden hacia sus otros compañeros, después regresa a su zona de trabajo y me mira. Yo doy un vistazo a mi espalda y me doy cuenta que no hay fila, por lo que tengo la sensación de que se pondrá a platicar hasta que me vaya.

—¿Y qué ha pasado?

—¿Pasado con qué?

—Tú sabes, Ness. —Entorna la mirada y levanta las cejas. A veces me cuesta creer que es solamente dos años mayor que yo.

Sé a qué se refiere.

—Nada de lo que tú crees, así que no pienses cosas de más.

—Hum, es pena escuchar eso, se ve que la pasas muy bien con él.

—Lo hago, sí, pero no significa que por eso tenga que haber otra cosa aparte de nuestra relación de amistad.

—Bueno, si tú dices...

No me cree.

Aunque debería de haberlo esperado, desde que conozco a Misael, y lo que tenemos de amistad, sé que cuando él piensa en algo, es porque está seguro de que pasará.

Llaman a mi amigo y él se aleja. Segundos después, vuelve con mi pedido en manos y me lo entrega, no sin antes darme un último vistazo.

—Diviértete, Ness.

—Gracias, Misa. Anda, ya regresa al trabajo.

Sonríe y me da la espalda.

Salgo del local dándole una sorbida a mi café y preparándome para lo que está por venir.

El lugar donde quedamos es el mismo donde fui a jugar con Isa unas tres semanas atrás. El tiempo se ha ido volando y apenas soy consciente del día en el que estoy.

Los mellizos me reciben en la entrada y nos dirigimos al área donde se juega básquetbol. Isa trae su pelota, por lo que se pondrá a jugar un rato. Sin embargo, ahora mismo estamos sentados en la banca que está a espaldas de la cancha. Hoy traje algo casual pensando que Isa me va a obligar a jugar. Mis converse de diario, un pantalón roto y holgado y una camisa tinta holgada, así como un cárdigan delgado. También una gorra para el sol. Los mellizos tienen puesta su ropa deportiva de casi diario.

—¿Tu amigo tardará en llegar? —pregunta Isa.

Veo rápidamente la hora en mi celular.

—No, llegará exactamente a la hora. Nosotros somos los que están temprano aquí.

Isa asiente y bosteza, cierra los ojos y se queda en la posición en la que está.

—¿Cómo ha estado Lily? Olvidé preguntar por ella la última vez.

—Está bien, las vacaciones le sirvieron como gasolina. Anda llena de energía y moviéndose de un lado a otro. Además, su nuevo novio, Jorge, le está intentando conseguir un puesto en su instituto, así que ya imaginarás.

La mamá de los mellizos tiene un novio casi cada nuevo año. El papá de ellos vive en Estados Unidos. Nunca fueron algo más allá de una amistad, los tuvieron casi por accidente y Lily decidió hacerse cargo de ellos acá en México, pero tienen una buena amistad, a pesar de todo. Suele mandarles regalos y dinero a sus hijos casi cada tres meses y se mantiene en contacto con ellos.

—Hace tiempo que no la veo. Luego me daré una vuelta por su casa.

—Llévale unos chocolates, así te dejará entrar. —Emi me guiña el ojo y yo le saco el dedo corazón. Lo conozco, quiere los chocolates para él.

—Anotado, unos chocolates blancos con relleno de cereza.

—Esos están perfectos, estoy seguro de que te dejará estar en la casa una semana entera por tal regalo.

—Imbécil.

En ese momento, veo como Jaz se acerca a nosotros.

Me levanto y lo saludo con la mano. Me ve, le aparece una sonrisa en el rostro, y acelera el paso. Por otra parte, siento la mirada de Emi sobre mí y a Isa incorporándose y observando la escena.

Cuando mi amigo llega hasta nuestra altura, lo presento a los mellizos.

—Este es Jazer, como ya les dije. Jaz, estos son Emiliano e Isabella, mis cerezas favoritas.

—Te estamos escuchando, Ness —me dice Isa desde mi espalda. Siento su pierna sobre mi pantorrilla.

—También conocidos como mis mellizos favoritos.

Jaz sonríe y mueve un poco la cabeza en dirección a cada uno.

—Hola, un gusto. Oz me dijo que querían conocerme así que aquí estoy. Cualquier cosa que quieran saber de mí, fuera de lo más personal, pueden preguntar.

—¿Oz?

—Sí, esa chica que está ahí —me señala y pongo los ojos en blanco—. Es el apodo que le puse.

La chica me observa y la sonrisa que está en su rostro no me da una buena señal. Maldigo internamente.

—Perfecto, vayamos a sentarnos. —Me apresuro a decir antes de que salga con algún comentario innecesario. Isa me lanza una mirada por última vez y decido ignorarla esa vez; ya me las arreglaré cuando estemos solas.

Nos volvemos a sentar donde estábamos antes de que Jaz llegara.

—Cómo esperamos que estés al tanto, nuestra Ness ha tenido malas experiencias con personas en el pasado —empieza Isa y el chico invitado me mira. Él está a un asiento de distancia de mí, siendo Isa quien está de por medio. Su hermano está a mi lado izquierdo. Increíble que cabemos todos en esa diminuta banca.

—Sí, lo sé.

—Bien, eso es bueno. Y también sabrás que, por su bien, queremos ver que esté rodeada de buena gente. —Jaz asiente. Isa hace lo mismo y prosigue—: Así que por eso estás aquí, para que te juzguemos en vivo y demos nuestra dichosa opinión.

—Soy todo oídos.

—Primero, y si quieres decirlo, queremos saber quién eres. No solo tu nombre, sino que haces, a que te dedicas, tus pasatiempos, etcétera.

Jaz comienza a presentarse adecuadamente. Dice que tiene diecinueve años; que estudia licenciatura en letras y escribe cuando puede; que no trabaja en nada por cosas personales; que le gusta el color café; los libros; ir al cine e ir en carretera. Que también le gusta ir a museos a ver el arte de otras personas, vestir cómodamente y con estilo, la música del siglo pasado y las del estilo indie pop, el invierno y los atardeceres.

Yo lo estuve viendo todo el rato. Me parece hipnótico que, cuando habla, mueve las manos, como explicando cada cosa que dice. No me había dado cuenta por estar casi siempre viéndolo directo a los ojos.

Cuando termina de hablar, Isa se queda en silencio. Está pensando. Miro de reojo de Emi y él solamente tiene una sonrisa genuina en su rostro. Él ya tiene claro que es lo que piensa de Jaz.

—¿Qué pasa ahora? ¿Aprobé o reprobé? —pregunta, aunque me está mirado a mí.

Me encojo de hombros. Por más que conozca a los mellizos a niveles inimaginables, nunca sé que es lo que están pensando. Más cuando comparten miradas como lo están haciendo en estos momentos.

—El poder de la hermandad —murmuro y siento como la cabeza se me va adelante por el golpe que me dio Emi. Me uno a su risa y le golpeo en la pierna.

Isa se levanta y se aclara la garganta. Se viene su momento. He presenciado tal escena unas diez veces, creo, y siempre me sorprende por lo que dice en cada ocasión.

—Okey, con solo eso hemos tomado una decisión.

—¿No quieren saber más cosas?

—No, calla. Escucha primero. Parece que eres un buen sujeto, agradable y con buen humor. Además de tener un buen gusto en música y en ropa, que es esencial eso, de verdad que sí. Por lo mismo, creemos que eres una buena amistad para nuestra Ness. Sin embargo, solamente queremos advertirte de que, en el momento donde la lastimes, te verás con nuestros puños. Y créenos, no son amigables.

Jaz está igual de sorprendido que yo. Debería de haberlo visto venir. Digo, por todo lo que hace él, ya debería de saber que es buena persona.

—Me agrada escuchar que apruebo el ¿examen? Y prometo que no la lastimaré, es lo que menos espero hacer.

Isa sonríe.

—Es lo que esperaba oír, Jazer. Ahora, ¿una ronda? —pregunta mientras agarra su balón y se lo muestra.

Así como mi papá estrecha la mano, Isa los invita a jugar basquetbol. Es la manera de decir: 'Me agradas, te permito entrar a mi área'.

Jaz me mira y le alzo el pulgar.

—No te dejes derrotar tan fácil —le digo.

Él sonríe y sigue a Isa a la zona de la cancha. Yo me quedo junto a Emi. Nos recorremos al centro de la banca y cuando quedamos en una posición cómoda, recargo la cabaza sobre su hombro.

—¿Qué piensas tú, Emi? Quiero escuchar tu propia opinión y no la que compartiste mentalmente con Isa.

Lo oigo suspirar.

—Pienso que es el más adecuado para que sea tu amigo. A pesar de que no tienen tantas cosas en común, algunas sí, se nota que la pasas bien con él. Te saca de tu zona confort. Y la manera en la que te mira...

—¿Qué tiene la manera en la que me mira?

—Me agrada. Y sé que a ti también, más de lo que imaginas. —No responde la pregunta.

—Sí, realmente me agrada. Me parece muy diferente al resto de personas que conozco... Tiene algo que hace que tenga los ojos siempre puestos en él, como un aura inusual y nueva.

Emi hace un extraño ruido con la garganta. Me volteo a verlo.

—¿Qué sucede?

—Ay, Ness.

—¿Qué hice ahora?

—No te has dado cuenta, ¿verdad?

Niego con la cabeza y Emi cierra los ojos. De pronto comienzo a sentir que no me gustará lo que dirá en unos segundos.

—Por la manera en la que hablas de él, en la que lo miras, diría que te gusta.

Y definitivamente no me gusta lo que dice.

—No. No. No. No. No. Por supuesto que no, es imposible. Lo conozco hace apenas unas tres semanas y es una locura que me guste con tan poco periodo de tiempo.

—Ness —me llama Emi y me callo. El chico se acomoda de lado y agarra mis dos manos y las entrelaza con las suyas—, en el tema del amor, el tiempo no existe. No importa si pasaron días, semanas, meses, años, décadas, lo que sea; nada de eso importa cuando tu corazón empieza a gustar de alguien. Es imposible que lo controlemos.

—Pero... —No tengo palabras. Nada me sale de la boca.

Mi mente está trabajando rápidamente en mis emociones. Está recordando cada momento que pasé junto a Jaz las últimas semanas. Y poco a poco comienzo a caer en cuenta con la realidad.

—Mierda, mierda. Oh por la puta mierda —murmuro.

No me gusta llorar, no cuando me hace sentir débil. Pero no puedo evitarlo en este momento. El nudo en la garganta se me comienza a formar, así como la visión borrosa y la falta de aire en mis pulmones.

Las lágrimas comienzan a caer. Sin embargo, Emi me abraza y escondo mi cara en su pecho. Me permito llorar en ese pequeño lugar. Es por eso que Emi es mi mellizo favorito, no necesita de palabras para saber cuándo alguien necesita su momento. Y, sobre todo, tiene las mejores maneras de regresar el ánimo.

—No quiero tener estas emociones, Emi. No quiero —murmuro segundos después de tranquilizarme. Sigo escondida en su pecho.

—¿Y por qué no?

—Tengo miedo.

—¿Miedo a qué?

—A amar. A salir herida otra vez. A tener el corazón roto. A sufrir.

—No deberías de tener miedo, Ness. El amor duele, carajo, claro que duele, pero no significa que lo hará siempre. Existen esos momentos de felicidad y alegría que te hacen olvidar del dolor. Obviamente, te romperán el corazón millones de veces, mírame a mí —se ríe un momento y también me río un poco—, pero llegará alguien que lo reconstruirá otra vez y verás que el amor también cura.

—¿Y si no llega esa persona?

—Bueno, para eso están los amigos, ¿no? Para coser las heridas que tú no hiciste.

—Yo... Realmente no sé qué hacer con todo esto.

—En ese caso, no hagas nada. Primero afirma que sea amor lo que sientes, si no lo es, alíviate. En caso de que lo sea, descubre tus emociones, aprende de ellas y entonces veremos qué haces. Aun tienes mucho que ver y descubrir, no lo hagas todo en el mismo momento.

Asiento y finalmente me alejo de él. Me limpio las lágrimas y Emi me sonríe.

—Ness, quiero verte feliz, no quiero que vuelvas a pasar por lo mismo de hace años. Si en algún momento te sientes abrumada por todos los sentimientos que tienes, puedes venir a desahogarte conmigo o con Isa y te ayudaremos en lo que podamos. Y te aseguro que mantendré la vista puesta en Jaz siempre que pueda. No me importa usar los golpes una vez más para tenerte bien.

—Te quiero tantísimo, Emi. Gracias, gracias...

—Yo también, Ness, yo también. Lo haré siempre, para que lo tengas en cuenta.

—Lo haré.

Compartimos la sonrisa y suspiro. Tengo tanto para pensar, tanto para reflexionar que siento que esta noche no dormiré.

—¿Por qué llora mi Ness? ¿Qué le hiciste, Emiliano? —Isa y Jaz regresan sudados y con las playeras empapadas. Parece que se divirtieron. La chica mira a su hermano con ojos amenazantes, mientras que Jaz me observa a mí con ojos de preocupación. Yo la mantengo un momento antes de apartarla y ver a Isa.

—Me contó el momento donde adoptaron a Gasparb—el hámster que tuvieron una década atrás—— y el momento de su muerte. Ya sabes como soy respecto al tema de los animales.

—Ay, mi Gaspar. Tiempo que no pensaba en él. Ness, tengo que decirte que tienes un buen amigo. No es tan bueno en basquetbol, pero me hizo batallar.

—¿Jugaste en algún momento de tu vida? —le pregunto con la ceja levantada, intentando bromear y que olvide la expresión triste de mi rostro.

—Mi papá me metió un verano a un curso y ahí estuve jugando por unos cuantos días. También sé algo de voleibol y de futbol. —Jaz hace una mueca y relajo mi postura.

Ojalá así se quedara el tiempo. Sin preocupaciones, sin sentimientos. Solo dos (cuatro) adolescentes (casi adultos) disfrutando de una tarde cualquiera. Pero la vida no es así. La realidad es otra.

Por el color del cielo, entiendo que está anocheciendo y que tengo que regresar a casa. Los mellizos ya saben de mi horario imaginario y se acercan a mí.

—Te veremos algún otro día, ¿verdad, Ness?

—Sí, Isa, sí. Ustedes son los que no tienen tiempo para que nos juntemos.

—Que exagerada. —Pone los ojos en blanco-l—. Haremos un tiempo en nuestra ocupada agenta, ¿a que sí, Emi?

—Yo soy el que está libre por la tarde.

Mellizos siendo mellizos.

Jaz se sitúa detrás de mí.

—¿Quieres que te acompañe a tu casa?

Pienso decirle que no por unos instantes, pues realmente tengo ganas de estar sola unos momentos y sumergirme en mis pensamientos. Pero otra parte de mí quiere estar cerca de Jaz y empezar a entender ese nuevo sentimiento que hace tiempo no tenía tan presente.

—Claro.

Asiente y sonríe con alivio. No sé si notó que estaba tensa hace unos minutos atrás, pero ahora está feliz de que haya aceptado su invitación.

—¿Te llevamos a tu casa, Ness? Mamá vendrá en un rato y te puede dar raite.

—Gracias por la oferta, pero Jaz me acompañará —les digo. Emi me mira intensamente y solamente asiento con un poco de confianza. Él hace el mismo gesto.

—Bueno, vayan con cuidado. Te quiero, Ness.

Me despido de los mellizos con abrazos y palabras y le indico a Jaz que nos vayamos alejando.

Salimos del parque y cruzamos una calle con cuidado. Quisiera decir algo, pero las oraciones no salen de mi boca.

—¿Estás bien, Oz? Te noto un tanto ida.

El chico está a mi lado y me mira con esos ojos negros que me erizan la piel.

—Sí, estoy bien. Solo pensaba acerca de un problema familiar que suele suceder por estas fechas.

No me gusta mentir, pero las mentiras son buenas cuando tienes miedo de aceptar la verdad. Y en este momento, no quiero aceptarla.

—Espero que todo vaya bien con tu familia. Conmigo siempre hay temas familiares sobre la mesa que ya hartan.

—¿Es muy mala la relación con tu familia?

—¿Cómo lo sabes?

—Entonces es un sí. Hace tiempo tuvimos una conversación y no recuerdo bien, pero salió el tema de tu hermana y dijiste algo que me dejó en claro que era un tema agrío y difícil de tratar.

—Lo es. Mira, te diré la verdad porque confío en ti, Oz.

Asiento —ignoro los latidos de mi corazón por mi bien— y espero a que comience a hablar.

—Como ya sabes, tengo una hermana, Samantha. También tengo otro hermano, mayor que yo por cinco años, llamado Mario. Él está fuera del país, por lo que no es participe del conflicto interno que tenemos —me dice. Estamos en contacto visual, pero, aun así, noto como duda unos momentos—. Luego está mi papá. Con él no tengo problemas grandes; tenemos nuestros roces, pero nada grande y grave. Y está mi mamá. Con ella están los problemas.

» Ella es... Un tanto abusiva. Tiene problemas con el alcohol y las drogas. Por más que mi papá intenta llevarla a un centro de rehabilitación, ella se niega. Hay noches que la escucho gritarle a mi papá y echarle la culpa de todo. Por suerte, Samantha tiene el sueño pesado, así que no es testigo de los pleitos, aunque claro, sabe del problema que tiene nuestra madre y hace lo posible por ignorarlo y mantener una buena relación con ella. De mi parte, hago como si no existiera, no quiero verme envuelto en sus adicciones, e intento brindarle toda la ayuda que pueda a mi papá.

» Durante estas semanas, él ha estado buscando la manera de ponerle fin a todo esto y finalmente alejarse de mi mamá. Necesita unos buenos abogados, así como la finanza para el tema del divorcio y entre más cosas. Es algo agotador, pero me alegra que esté buscando la manera de detener todo esto.

—Oh, Jaz... Que feo que tengas que pasar por eso...

—No te preocupes, Oz. Estoy acostumbrado a esto y solo espero que termine lo más pronto posible. Por el bien de todos. Y, si te soy honesto, tu compañía me hace olvidar del tema por un rato.

Tengo que romper el contacto visual porque siento la cara roja. Me insulto internamente porque ese no es el momento para esto. Ni nunca lo será. Centro mi frustración para otro momento y suspiro para calmarme.

—Si lo necesitas, mi mamá es abogada. Quizás pueda ayudarle a tu papá.

—¿De verdad? Eso sería demasiado y le ahorraría tiempo. ¿No te importaría que traiga a mi padre a con tu mamá?

—Mientras sea todo dentro del ámbito laboral, está perfecto —intento bromear para que este más relajado.

Lo logro, finalmente sonríe. Cuanto extrañaba ver ese gesto en su cara.

—Que tonta.

—Así me quieres —se me sale sin poder evitarlo.

—Así te quiero —afirma con esa sonrisa tan suya.

Y mientras seguimos caminando, no se da cuenta de lo que acaba de provocar.

Sin poder evitarlo, una gran, pero gran sonrisa, cruza por mi rostro

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top