Capítulo 10
Wait a Minute!
-Willow
Más cerca del domingo y eso solo significa una cosa.
No sé porque me aterra irme de aquí. ¿Será por la comodidad que siento estando en este lugar? ¿O por el miedo de regresar a la realidad que tanto quiero evitar? O ambas.
Solo ha pasado un día desde que hablé con Isa y las cosas han seguido su rumbo normal, pero yo me siento más liviano. Fui a casa de Arleth a desayunar, cosa que se ha hecho costumbre ahora que no trabaja y me contó que está viendo ofertas de trabajo en tiendas de ropa. Pero que, según ella, aún no se compromete a nada porque quiere estar segura de que es lo que hará con su vida.
Eso me puso a pensar en algo.
Es curioso que, cuando somos pequeños, creemos tener la vida resulta al decir que trabajaremos en algún lugar y con eso bastará para sobrevivir, cuando la realidad es otra. Entre más crecemos, más nos damos cuenta que nuestra vida no solo depende de un trabajo y ya. Es más que eso. Es tener una buena salud mental para salir adelante día tras día; es tener buena socialización para no sentirse solos; es tener buena economía para abastecerse toda una semana.
Pero lo irónico es que a la edad donde comenzamos la «adultez», es cuando menos sabemos que queremos hacer con nuestra vida. A dónde queremos direccionarla. Y lo peor es que existe la crisis de identidad donde no sabes que te gusta y mucho menos qué harás el resto de tu vida.
Arleth me ha demostrado eso. Ella quiere hacer tantas cosas, mas no sabe por cuál iniciar o en cuál enfocar más su atención y eso la presiona mucho.
En mi mente se sigue repitiendo una cosa que me dijo horas atrás:
—Es tanta carga para alguien que comienza a conocerse a si mismo y no al mundo entero. Si no me conozco a mí, ¿cómo lo haré con el resto de personas?
Aún siendo la tarde, mantengo esas palabras en mi cabeza por el trasfondo que tiene.
Existir puede ser muy difícil a veces.
El caso es que ahora me encuentro en el parque que me ha servido para desestresarme, viendo como las hojas de los árboles se mueven y el aire me recorre la cara. Cierro los ojos. La paz no me dura tanto cuando siento que alguien me pisa en la tibia. Me incorporo de inmediato y veo a la causante de mi dolor. Claro, debía de ser ella.
—My god, perdón, pelirrojo. Es que estás en mi camino —se disculpa y pongo los ojos en blanco.
—Ya, habiendo medio parque a mi alrededor libre justo pasas donde estoy.
Suelta una risotada que hace que algunas mujeres que pasan la volteen a ver con ojos que echan fuego.
—Era para ver si seguías vivo.
—Muy divertida, eh. —Por más que intento parecer sarcástico, la voz me delata con mi tono divertido. Es que con esta chica es imposible no sonreír.
Arleth se acuesta a mi lado y observa las hojas al igual que yo. Ella me recuerda mucho a un árbol. Está en constaste crecimiento, tiene sus épocas buenas y malas, en las que les da tranquilidad a los demás y no necesita de nada más que amor y agua para vivir. La volteo a ver. Sí, definitivamente es un árbol verde.
—¿Qué tanto me mirás? —indaga cuando nota mis ojos sobre ella.
—Estaba relacionandote con algo de la naturaleza.
Eso llama su atención.
—Interesante. Contáme más. ¿Qué soy para vos?
—Una persona —me hago el gracioso y pese a que mi chiste es terriblemente malo, ella se ríe.
—No te puedo tomar en serio, pelirrojo. Decime de una vez; si no, por tu culpa, no pego un ojo esta noche.
—Está bien, no quiero ser el causante de eso. —Sonreímos—. Eres un árbol. Como estos de aquí. —Señalo a los que nos están dando sombra.
Aparta su mirada de mí y la vuelve a poner sobre el árbol. El brillo en sus ojos me deja en claro que la he relacionado bien.
—Me gusta. Sí. —Asiente. Se sienta y voltea a verme. Sus piernas están cruzadas y uno de sus zapatos está cerca de mi mano. Yo la muevo para que esta quede agarrándola.
—¿Y yo qué soy?
—Un volcán —responde de inmediato—. Todavía te estás preparando para hacer «erupción» y mostrar todo lo que tenés por dentro. No te creas que por el lío que arma y genera, eso para nada.
Yo no me hubiera relacionado a un volcán, pero oyéndola... Puede que tenga sentido.
—Parece que ya nos conocemos bien.
—Y vamos a seguir conociéndonos más. No pienses que porque te vas en unos días te zafás de mí. Estás destinado a ser mi amigo hasta el fin de los tiempos.
—Sálvame Dios —murmuro en broma y ella me da una patada con suavidad. O se supone—. Tú tampoco te librarás de mí tan fácilmente.
—Vamos a hablar sin parar hasta que te canses de mí, día y noche.
—Es imposible que alguien se canse de ti. Tienes algo que ofrecer todos los días y eso te hace super interesante.
—Gracias, Emi. Vos siempre tan lindo con las palabras. Eres la primera persona en creer eso.
—Solo soy honesto. —Elevo los hombros, restándole importancia—. ¿Hacemos algo estos días? Me gustaría pasar este tiempo contigo porque no se cuando volveré aquí.
—¿Qué te parece si mañana nos vamos a la playa a ver el amanecer antes de que te vueles de la ciudad? Son re bonitos.
—¿A la playa?
Comienzo a sonreír lentamente. No sé si recuerda lo que le dije sobre lo mucho que me gusta ese lugar o lo dijo al azar, pero sea cuál sea, me encanta su idea.
—Ajá. Es la mejor manera para despedirte de este lugar.
Ya deberíamos de empezar a preparar todo —respondo mostrando mi emoción al sentarme de igual manera para quedar a su altura.
Rie y me da un golpe en la pierna.
—¡Dale, ya está! Salimos tipo mediodía para llegar a la tarde y mirar tanto el atardecer como el amanecer, ¿va?
—Me parece perfecto. Ahí estaré cuándo me avises.
—¡Qué emocionante! Ya estoy re ansiosa para que sea mañana y llevarnos a la playa.
—¿Hace cuánto que no vas?
—Años, quizás. Desde antes del high school. —Se queda perdida en la nada. Sé la razón y me apresuro a añadir algo.
—Bueno, entonces me alegra ser la persona que te acompañará después de tanto tiempo. Así hacemos de este viaje algo más especial, ¿no crees?
—Solo me estás haciendo re subir la emoción y falta banda todavía para que llegue el momento.
—¿Vamos a algún lugar a comer algo mientras tanto? —le pregunto, mirándola directo a los ojos. Obviamente, ella agita la cabeza en señal de afirmación.
—Conozco un buen lugar por acá. Seguíme.
Se incorpora y me tiende la mano para ayudarme a levantarme. La tomo y nuevamente, siento que encajan muy bien. Me suelta cuando estoy con los dos pies sobre la tierra para iniciar a caminar.
Ahora me cuesta imaginar tardes como estas sin Arleth. Lo increíble que tiene que influenciar mi vida para llegar a este punto.
𓆉
Isa alza una ceja. Yo sonrío mostrando los dientes. Ella suelta un suspiro.
—Ah. Vaya. Gracias por invitar. Eres el mejor hermano, deja te aplaudo. —Deja caer su celular sobre la cama y exactamente, hace lo que dijo. Yo pongo los ojos en blanco mientras echo una gran carcajada—. Un, «oye Isa, ¿no te gustaría ir a la playa junto conmigo y la panadera? Ya sabes, así la conoces, te agrada y aceptas mi matrimonio» no estaría mal, ¿sabes? Tú bien tienes idea de que sigo sí a todo menos a un asesinato.
Su imaginación tan imaginativa me causa gracia.
—¿Aceptas un «lo siento, Isa, la verdad no pensé en ti cuando acepté la idea y solo pensaba en lo bien que la iba a pasar, pero te invito a la siguiente»? —respondo en el mismo tono y lo siguiente que recibo es un cojín en toda la cara.
Como buen hermano que soy yo, se lo devuelvo con fuerza, mas fallo y ella actúa más rápido, atacándome con su munición.
—Me rindo, soldado caído.
—Isa veinte, Emi cero, como debe de ser.
Ambos nos reímos por lo tonto que somos. Mi melliza se avienta en mi cama y cae a mi lado. Le pongo una mano en el cabello y juego con él. Ella vuelve a dejar salir un suspiro.
—No sé porque crees que entre Arleth y yo habrá algo. Apenas y superé a Brianna. Ha pasado muy poco tiempo para que mi corazón vuelva a querer. Además, ella es como esa amiga que necesitaba.
—¿Has escuchado lo que le llaman "intuición femenina"? Bueno, la mía me lo dice. La cosa aquí es que yo no te estoy asegurando que será ahora —Me mira señalándome con el dedo. Frunzo el ceño.
—Ah.
—Sí, ah.
—Te vas a equivocar, nunca llegaré a sentir nada por ella. Te lo prometo.
—Veremos que tan bien cumples tus promesas, entonces. —Isa, como buena persona que tiene que estar en constante movimiento para no aburrirse, se incorpora y revisa la mochila que tengo al borde de la cama—. Okey, tienes todo lo necesario para mañana.
—Pues claro, tontísima, sé que debo de llevar a un sitio como la playa.
—Perdona, es que a veces es gracias a mí que sobrevives en el exterior y quería ver si eres igual de independiente sin mí. Ya tienes permiso para casarte.
—Sálvame Dios —murmuro mirando al techo.
—Solo tráeme algo, ¿sí?
—Obvio que no.
—Gracias, te amo.
𓆉
—¿Has escuchado el término «inexorable» —cuestiona la ex panadera mirándome, aprovechando que el semáforo está en rojo. Según su celular y la dirección puesta en él, tardaremos unas dos horas en llegar al sitio.
Cape Kiwanda. Suena muy... No sé. Pero tiene algo atractivo en su nombre.
—Nop. ¿Por?
—Hoy me crucé con un juego de palabras de mamá y me interesó el significado. —Arranca el auto y seguimos hablando—. Es como cuando algo está destinado a pasar sí o sí, ¿entendés? Lo relacioné con nuestra situación.
—¿Relacionar en qué sentido? —indago.
Como siempre, hay una canción en el estéreo. Esta vez, se trata de una de Willow que se hizo vira en Tiktok tiempo atrás. Buenísima, por cierto.
—Porque va a llegar el momento en que tengamos que tomar caminos distintos, aunque no queramos. Y aunque nos crucemos de nuevo, va a seguir siendo el mismo desenlace. Vos en tu mundo y yo en el mío...
—Es muy triste viéndolo así —digo mirando por la ventana y viendo como los edificios pasan rápidamente.
—Claro, es así nomás. La vida es así de caprichosa. No hay nada que podamos hacer para cambiarla, solo nos queda adaptarnos a lo que nos toca.
—¿Positividad o realismo?
—Un poco de ambas.
Me sonríe y le sube la música, dejándose llevar por esta. Ahora es una de un grupo que se llama Enjambre. O así me explica ella.
Avanzamos otro tramo, donde ella canta y yo pienso sobre lo que dijo.
«Inexorable»
Incluso la palabra suena como algo complicado como lo es el destino.
Es cierto. Al final, sea lo que sea que pase con nosotros, será un ciclo que se repetirá una y otra vez hasta romperlo a la mitad. Yo vengo, ella ya está aquí. Yo me voy, ella se queda... Continuamente.
𓆉
—Qué bonito lugar —exclamo cuando veo que nos acercamos a Cape Kiwanda. Oregón tiene algo que lo hace ser precioso y único.
Arleth termina de guardar sus documentos en la carpeta. Los míos ya los puso en su lugar.
—En otoño se ve mejor que ahora —afirma la chica sonriendo. Lleva casi todo el rato con eso en la cara y yo me pregunto cómo no le duele la cara. A mí a la hora ya se me cansó la boca y lo sigue haciendo por cada tontería que decimos.
—¿Dónde estaciono?
—Vos seguí con el mapa, yo te guío desde acá. —Asiento y ella saca la cabeza por ventana.
Intercambiamos de lugar a mitad del camino, pues a Arleth no le gusta conducir en carretera como tal. Y la verdad es que fue bueno que cambiáramos de sitio, ya que ella estando sin el pendiente de conducir, habló y habló por largos ratos. Y como a mi se me da muy bien escuchar, hacemos la dupla perfecta.
Obviamente, en el camino Arleth me estuvo contando sobre sus anécdotas cuando era pequeña, de su época en la educación básica y cuando se tuvo que cambiar de país para una mejor vida. Y en la plática, noté cierta tensión cuando hablaba de su mamá. Algo me dice que no hay buena relación ahí.
Ha sido muy interesante escucharla, ya que tiene algo peculiar en su forma de narrar los hechos. Supongo que son los sentimientos que deja salir a la par que habla.
Doy vuelta en una de las calles que indica el mapa cuando mi acompañante me dice que pare y estacione. Comprendo el porque en cuestión de segundos. La calle se acaba a unos metros de distancia y detrás de esta se puede ver el mar. La sonrisa me crece en el rostro.
—¿Querés quedarte mirando desde acá o preferís bajar y verlo de cerca a solo unos pasos? —se burla ella y bufo. Desabrocho mi cinturón y tomo los pertenencias de la parte trasera, pasándole las suyas en el acto.
Ambos bajamos del vehículo y sin pensarlo un segundo más, comenzamos a caminar hacia donde la arena se encuentra. Como ya llevamos la ropa preparada para este momento -yo con una camisa blanca y un short beige, ella con su traje de baño azul marino de dos piezas y un short amarillo-, así como con el calzado, no tenemos que cambiarnos para poder estar en esa zona. Yo le di la idea a Arleth. Que ser fan de ir a la playa sirva de algo, por lo menos.
La verdad es que no sé cuando mi gusto por venir a un lugar así comenzó. Quizás desde que tengo uso de razón, pues una de las primeras fotos que mamá nos tomó a Isa y a mi fue en una playa estando en nuestra carriola. Y a lo largo de nuestro crecimiento, íbamos casi cada verano a una para pasar las vacaciones. Así que supongo que todo eso influyó a que me gustara como lo hago ahora y se convirtiera en uno de mis lugares seguros a donde ir siempre que necesito paz.
Mentiría si digo que soy una persona normal que se espera hasta tener un lugar en la arena donde dejar sus cosas y quitarse los zapatos, porque la realidad es otra. Inmediatamente pasamos del cemento a la arena y yo me quito los crocs que tengo, quedando totalmente descalzo.
Es que no hay otra explicación a esto. Soy como un niño cuando recibe su juguete más esperado en navidad.
Arleth se ríe por mi actitud y yo comparto su risa porque me siento tan liberado estando aquí. Creo que era lo último que me faltaba para sentir un poco de paz entre tanto tormento. Claro que, como a la chica ex panadera le gusta imitarme -eso es mentira-, también se quita sus chanclas y las guarda en su mochila para quedar de la misma forma que yo.
Nos miramos y corremos, sujetando nuestras pertenencias, directo al mar.
—¡Si pierdes, me debes una paleta! —le grito mirándola de lado y ella me saca el dedo corazón. Solo hace que acelere más el paso.
—¡Ese serás vos! —replica en el mismo tono y aunque trata de correr aun más, está compitiendo contra alguien que juega con Isa casi todos los fin de semana y tiene que correr o si no le irá peor. Así que es claro quien gana.
Y debería de ser de ese modo, pero un maldito niño se me cruza en el camino y lo tumbo, provocando que comience a llorar. Veo de reojo como Arleth se carcajea, tomando mucha delantera. Yo tengo que levantarla al niño y pedirle perdón, pero cuando ya retomo la marcha, es más que obvio que hay un perdedor.
—¡Karma! Cuando vayamos a comprar algo para cenar, me comprás una paleta. No te vas de acá sin darme una. —me dice cuando estoy a su lado y la miro entornando los ojos.
—Eso fue injusto.
—No, vos armaste las reglas. —Se encoje de hombros y chasqueo la lengua. A unos metros, literalmente a menos de dos, se encuentra el agua azul. Y a lo lejos, se puede ver como el sol bajará en unas horas más. Son cerca de las cinco de la tarde. Tenemos tiempo para muchas cosas antes de ver el atardecer—. ¿Qué te parece si encontramos un lugar para dejar nuestras cosas y pasar un buen rato?
—Pensé que nunca lo dirías.
Tengo que aguantarme las ganas de meter mis pies al agua y quedarme ahí, pero por lo mismo, si lo hago ya no me querré mover. Así que solo con que demos con un lugar para dejar todo, seré uno con el agua.
No muy lejos de donde terminamos nuestra carrera imaginaria, hayamos un hueco libre para nosotros. Arleth rápidamente lo aparta, pues ve a una familia de como cuatro hijos venir a donde estamos. Ella los observa cambiar de dirección y yo me aguanto la carcajada. Arleth saca unas mantas y las pone sobre la arena, así como algo de fruta a la mitad, ya que la otra parte fue para el camino y por último bloqueador solar. Saco el propio y lo aplico en mi piel.
Me siento al lado de Arleth y me comparte de su fruta. Comemos en silencio, mientras observamos a las demás personas ser simplemente humanos. Es tan fascinante pensar que todas y cada una de ellas tienen problemas personales que enfrentar y pese a ello, se dan el tiempo de venir un rato a relajarse y olvidar todos sus problemas. Creo que por más difícil que pueda ser todo, necesitamos, por lo mínimo, un descanso mental.
—Andá a darte una vuelta por el agua un rato.
Aparto la vista de unos niños que juegan con su pug y miro a mi compañera de aventura.
—¿Qué?
—Se te nota re ansioso por meterte al agua. Andá nomás..
—Pero...
—Yo me encargo de cuidar tus cosas. Aprovechá este momento, que es para disfrutar.
—¿Qué hay de ti? —cuestiono, que es en realidad lo que me preocupaba. No tanto las cosas.
—Necesito agarrar un poco de sol. Estoy re pálida —bromea y nos reímos—. Después me sumo a vos en un rato. Palabra de honor.
Asiento y me incorporo, limpiando la arena de mi short. Me quito la camisa y la guardo en mi mochila. Siento los ojos de Arleth encima míos, pero ignoro eso.
—Vuelvo en un rato. Cualquier cosa que pase o necesites ayuda, grita y estaré aquí.
Me sonríe y guiña el ojo.
—Relax, pelirrojo. Sé cómo cuidarme sola. Andá y disfrutá un rato.
Casi, lo digo en serio, me saca a patadas. Me apresuro a irme antes de que verdaderamente lo haga. Llego a la orilla de la playa y el agua me toca los pies. Me da un escalofrío. Dios, extrañaba esta sensación. Sigo caminando un poco más, siendo así que el agua me va subiendo más y más hasta llegar al pecho y es ahí cuando me sumerjo y desaparezco bajo la superficie del mar.
𓆉
Cada vez más cerca del momento donde Emi tendrá que irse... Se vienen cositas, jajaja.
Sin más que decir, el siguiente capítulo es definitivamente uno de mis favoritos, si no es que el número uno. Es tanto personal para Emi como para mí, así que espero que les guste.
¡Gracias, nuevamente, por llegar hasta aquí!
Nos vemos el próximo jueves. :)
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