El día del robo
Luego del asesinato al soplón el grupo estaba integrado por diez personas incluido el sicario, por lo que básicamente el plan seguÃa siendo el mismo.
Uno de la banda entrarÃa al banco vestido formalmente, llevarÃa los auriculares del teléfono alrededor de su cuello, el teléfono estarÃa todo el tiempo conectado y cuando el financista y su gente salieran del sector de cajas de seguridad transportando lo extraÃdo de ellas para cargarla en los autos, serÃa el momento de actuar pues era el momento de mayor indefensión de estos al estar concentrados en el transporte.
La señal serÃa dada golpeando repetidas veces el micrófono del sistema de auriculares. Estos serÃan los comunes no un bluetooth que queda muy solitario en la oreja y se hace muy notorio cualquier movimiento para usarlo.
En ese momento entrarÃan dos miembros de la banda actuando como si se tratara de un robo al banco y se dirigirÃan hacia los cajeros exigiéndoles el dinero por poco que tuvieran.
Mientras el ladrón con el teléfono y auriculares saldrÃa para hacerse cargo del coche "tapón".
El golpe durarÃa a lo sumo cinco minutos pensando que dejarÃan disparar la alarma; cantando el tiempo quien cuidaba la puerta, pasado ese tiempo cualquiera fuera el resultado se darÃan a la fuga con el primer auto, el que serÃa el señuelo seguido por el segundo auto para actuar de tapón en caso de ser necesario custodiados por el tercer auto "vestido" de policÃa civil que se desplazarÃa por las calles paralelas, sea para interferir o bien para pararlo y hacerlo explotar para crear desconcierto como ya se dijo.
En los autos que tenÃan la finalidad de distraer a la policÃa irÃan cinco asaltantes. Uno en el "tapón" y dos en los restantes.
Con el robo a los cajeros, al financista y su gente no le quedarÃa otra opción que huir pues sino serÃan encontrados con plata y documentación que seguramente a la policÃa de la provincia de Santa Fe mucho le interesarÃa.
En ese momento de desorden es el que aprovecharÃa el sicario para cumplir con su contrato y los cuatro asaltantes restantes para robarle al financista.
Todo estaba previsto para hacerse antes del arribo de la policÃa. No era se precisaba mayor tiempo.
Lo planeado salió como estaba previsto. Eran dos vehÃculos y el sicario no se habÃa equivocado en el cálculo viendo como hacÃan los movimientos de concentración en el banco previos al dÃa de la extracción de todo lo juntado.
La gente del financista guardó en la caja de la camioneta con cúpula la mayor cantidad de bolsos y unos pocos colocaron en el asiento trasero.
De este segundo auto se encargó el resto de la banda quedando a cargo exclusivo del sicario, el auto que transportaba al financista. Mientras se acercaba al auto del financista vio como la banda se apropiaba de la camioneta sin mayores problemas tirando a la calle los cuerpos del conductor y del custodio y partiendo sin hacer mucho escándalo. Entre la alarma del banco y los tiros, la gente estaba muy desorientada. La banda del cabecilla habÃa tenido la precaución de romper las cámaras o tirarle pintura igual estaban con el rostro cubierto y los cuerpos deformados por el tipo de ropa que usaban.
Todo transcurrÃa en segundos. Lleva mas tiempo describirlo. El financista y sus dos guardaespaldas se encontraban acomodados en el asiento posterior y antes que terminaran de acomodarse el sicario acercándose por la puerta derecha del auto comenzó matando al guardaespaldas sentado al lado derecho del financista e inmediatamente se encargó del chofer y su acompañante para dar cuenta del segundo guardaespaldas sentado a la izquierda del objetivo. Como le decÃa su experiencia, el inexperto en el uso de las armas era el custodiado y este debÃa quedar para el final.
Le pareció que el tiempo se aceleraba a un ritmo de vértigo, apenas segundos y en ese instante observó que entre el financista y el guardaespaldas de la izquierda habÃa un chico no mayor a los seis ni menor a los cuatro años.
Ese instante de distracción era el plus que necesitaba un inexperto para disparar y lo hizo con toda eficacia. El tiro le ingresó por el hombro derecho y de inmediato sintió como el brazo se le descolgaba como peso muerto y todo fue inmediato, su herida y el disparo a la cabeza del financista junto al triple tap que le hizo al pecho. Para desgracia del chico ya que mientras el financista se desplomaba al costado y recibÃa la balacera, alguna bala traspasó su cuerpo y terminó con la vida del niño.
Al sicario esto lo paralizó más que el tiro recibido; demostraba que su trabajo habÃa sido mal realizado, ya no era un lavador de dinero para los narcos o de los nazis el muerto en un ajuste de cuentas o en un robo sino un niño inocente y esto el sicario lo sabÃa bien, atraerÃa muchas miradas, muchas se posarÃan sobre la gente equivocada y en consecuencia estaba seguro que ya se estarÃa firmando un contrato sobre su vida.
HabÃa quedado en encontrarse con el cabecilla en los galpones y hacia allà se dirigió. No lo encontró, lo cual era comprensible, con el bote y la hidrovÃa ya estarÃa camino a Paraguay teniendo la opción del Pantanal en Brasil donde cualquiera se pierde hasta que pase la tormenta.
No dejó de maldecirlo pues si bien no era la vÃa de escape que tenÃa planeada, podrÃa haber sido un plan B. La hidrovÃa le permitÃa conectar para llegar hasta Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. Volvió a mirar dentro los galpones, no estaba el cabecilla pero si estaban los bolsos con la parte que le correspondÃa de la plata como asà también la documentación que daba cuenta de los negocios de sus contratantes con el financista.
Imaginó la tentación del cabecilla para quedarse con estos pero eran de propiedad y correspondÃan a una liga que le quedaba muy grande para jugar. Aun en la hipótesis de llamarlos para entregárselos, seguro que lo mataban ante la duda que los hubiera visto o sacado copia.
El cabecilla era un tipo inteligente, sabÃa de sus lÃmites. A él se le cruzó por la mente extorsionarlos, pero comprendÃa que era en vano, solo aumentarÃa el precio sobre su cabeza y la urgencia para acabarlo. Además se dijo "tengo un nombre y un prestigio, a él me debo".
Puso los papeles dentro de la fosa donde habÃan tirado al fumado, se encontraba al fondo de los galpones. A los papeles los acompañó con la casi totalidad de la plata que le habÃa tocado por el robo, ya se sabe que no era lo principal. Se quedó con un poco para atender cualquier urgencia dada su condición de herido, la que por cábala nunca contemplaba en el presupuesto que manejaba y le prendió fuego.
Ni era bueno quedarse con los papeles ni era inteligente quedarse con tanta plata. Por los papeles quizás zafaba pero con la plata seguro que era quilombo y grande con la policÃa local si lo paraban en algún control.
Mientras se quemaban, le sacó una foto, la mandó por telegram encriptado para que se borre en 10 segundos y cuando salió el mensaje tiró también el celular al fuego.
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