Aneurysm
El curso de acción más conveniente hubiera sido el de negarme en el acto. «No» era la única respuesta acertada a tal descarada petición; empero, la indecente invitación se me escurrió de la boca cuan vómito verbal. Fue obra de mi patético alter ego apodado exacerbo, tomando la palabra por mi.
Desde la más diminuta de mis células hasta la mas superficial capa de mi epidermis; cada componente de mi anatomía afana que el calendario avance con prontitud hasta el maldito día martes. Para a él someterlo, destrozarlo, degradarlo; ser capaz de convencer a mi subconsciente que ha llegado la ineludible hora de descartarlo, pues se ha pospuesto bastante la tarea.
No me reconozco desde que todo esté embrollo comenzó, siento incertidumbre, frustración; dicha mixtura de lamentables emociones me predispone a experimentar fatiga, tanto física como mental. La inacabable sensación de fiasco me coacciona un domingo por la tarde a recorrer una y otra vez los mismos rincones de mi hogar, dado que para colmo he caído en la cuenta de que no poseo suficientes pasatiempos en los cuales canalizar toda la ansiedad que padezco.
Medité la posibilidad de contactar a mis amistades para acudir a un bar corriente a beber un poco de alcohol, no obstante, los domingos son días por lo general para malgastar en compañía de aquel limitante constructo social denominado familia, y dos de ellos (Adonis y Dante) ya cayeron en la trampa de la paternidad. Por otro lado, Ernest se encuentra en labores eclesiásticas, Dev trabaja los fines de semana en su estudio de danza, y con la regia señora alcaldesa Federova no se puede contar, pues el venidero período de elecciones la tiene con la agenda a punto de estallar.
Me senté un momento en la sala de estar a ver algo de televisión. Haciendo zapping me detuve a curiosear un programa acerca de perros y sus cuidados. En lo personal detesto a los canes, ya que a mi juicio son animales bobos que se conforman con migajas. A pesar de tales conjeturas he llegado a considerar la descabellada posibilidad de adquirir uno, con el mero propósito de sacarlo a dar largas caminatas y tener una excusa para salir de casa; así de abrumado estoy.
La parte más deshonrosa de este voluptuoso martirio, radica en que la nítida remembranza de su lengua saboreando mis dedos ha provocado que vuelva a tocar fondo; a codiciarlo en sueños. Ese mocoso desalmado me ha empujado a cometer faltas, de las que no existe registro anterior comparable en las impecables páginas del extenso libro de mi existencia terrenal. El total de los cuestionamientos que he desarrollado hacia mi propia grandeza son producto de su maldita culpa.
Me ha tomado por sorpresa que de improviso el timbre sonó en muy repetidas ocasiones Parece que tengo un visitante imprevisto, en vista de que no estoy aguardando el arribo de nadie en particular. Acaso será Dante, ¿Quién ya acabó con sus obligaciones parentales, y le asaltó la depresión post Ashley? Él suele anunciar sus llegadas, pero es el único candidato en quien puedo pensar. No ordené comida, o algún otro elemento que requiera de la presencia de terceros en mi domicilio.
El necio visitante optó ahora por golpear la puerta ante mi demora; vaya falta de respeto a mi serenidad. Deja de insistir, grandísimo...
A través de la mirilla pude observar un rostro que no corresponde al de mi buen amigo. Debí figurar desde el principio que se trataba de él, si la ausencia de tino es su rasgo mas característico.
No le concedí tiempo de pronunciar siquiera medio vocablo, pues le cogí veloz por el antebrazo y sin consideración lo metí dentro de la casa. De manera veloz comenzó a fluir por mis venas adrenalina, y dicho sea de paso, un potente sentimiento de lujuria que elevó mi temperatura corporal, y en adición forzó a mi semblante a torcer un mohín de repelús.
—Com-...
—Te dije que vinieras el martes —interrumpí en el acto. (Tal parece que su intención era saludarme.) —Por si no lo notaste hoy es domingo, animal. ¿A que se debe que seas tan impaciente?
—Nací prematuro, con eso hágase una idea —bromeó. Detesto su sentido del humor. —Estoy bien consciente de la fecha, señor. —Rascó de paso la punta de su nariz, y me dedicó una de sus predecibles sonrisas amplias. —Quería pasar a verlo un ratito, ya que voy a ensayar con mi banda, y su casa me queda de camino al estudio. Eso es todo. —Con que tiene una banda...
Gael descolgó la guitarra que llevaba a cuestas en la espalda. Desearía destrozarla en mil malditos pedazos, asentando un golpe llano sobre su cabeza corroída por el tinte artificial.
—Ya me viste, así que vete, y por favor vuelve en la fecha que te cité; no antes, no después.
Por el bien de su integridad emocional debería obedecer a mi benevolente exigencia, y retirarse sin objeciones de por medio.
La puerta conseguí abrir a medias, puesto que el mocoso se adelantó al desenlace y la embistió con la palma abierta, posponiendo de ese modo el horario de salida; en su accionar, se percibió la osadía, en su mirada, sensual desfachatez. Existen demasiados malos pensamientos pululando alrededor de mi sesera, por lo que es seguro aventurarme a concluir que ningún desenlace podría resultar beneficioso el día de hoy.
—El negro lo hace lucir de maravillas —dijo en alusión a la playera casual que estoy usando. —Resalta más las pecas de su hermosa cara.
Gael clavó de improviso los dientes en el costado izquierdo de su labio inferior, y también advertí que en simultáneo rasgó los ojos en mediana proporción. Su dedo índice inspeccionó la tela de mi camisa. El muy granuja se atrevió a llevar más lejos su cachondeo, y sin mediar aviso pellizcó uno de mis pezones; es evidente que percibió que se encontraba erecto, a causa de este sugestivo jugueteo. Tragué saliva. Un placentero escalofrío recorrió la extensión de mi espina dorsal.
Nos observamos el uno al otro con detenimiento. Sin parpadear, como si se tratara de una competencia. De forma súbita principió a dar marcha adelante. Me instigó a dar paso tras paso en retroceso; mis pantorrillas se estrellaron contra el sillón de tres cuerpos.
—Aleja tus asquerosas manos de mi torso ya mismo —protesté.
—¿Por qué no lo hace usted?
—¿Detenerte?
—Ahá —vocalizó y asintió. Situó su larguísimo índice encima de mis labios. —Póngame freno de una vez si tanto le molesto, que a mi no se me da muy bien eso. —Reí para mis adentros.
Supongo que el mocoso afana con mi mente jugar. Cuan inocente de su parte.
—Has dicho que trajiste la guitarra para un ensayo. —Sin apartarme de él, deslicé su dedo a través de la longitud de mi cuello. —Tócame, para conseguir mayor inspiración.
—Me gustaría, señor, pero no traigo un amplificador.
—No me estas entendiendo, débil de mente.
Sin un ápice de bondad, halé presto un gran puñado del cabello de Gael, así forcé su faz a quedar a la misma altura de la mía. Dirigí mi boca en dirección a su lóbulo derecho, y lo mordisqueé sonriendo ladino; la epidermis de la zona ardió como el mismísimo fuego. Obtuve un musical gimoteo cómo respuesta.
—Quédate quieto —Mi voluptuoso susurro debería poder viajar sin problemas a través de su canal auditivo.
Me senté sobre el sillón con las piernas extendidas. La intención es facilitarle el posicionamiento entre ellas.
—Ven aquí. —Acompañé la orden con un movimiento de mi dedo. —Arrodíllate y baja la cabeza.
Obró justo como esperaba, y lo mejor es que acató en completo silencio, salvo por sus eróticos jadeos. No cuestionó mis mandamientos, tampoco discutió el porque volví a tirar de sus greñas sin mediar aviso, es más, gimió maquinal a un volumen perceptible, mordiéndose con fuerza el labio inferior ya empapado de saliva. En los míos se bosquejó una satisfaga y lasciva media sonrisa.
Pese a la cuantiosa ansiedad que me asalta, desabotoné con talante sereno mi pantalón, y le expuse mi erección que a estas alturas clama por algo de estímulo.
—Tócame, he dicho; como si fuera tu preciada guitarra, querido Akira.
A finales el día en que le haga mío y se concrete nuestra amoral despedida, sea martes o domingo, no cambia en nada el hecho de que es un mal necesario para mí; para ambos.
Gael en esta instancia hizo caso omiso a mi comando, y para colmo se atrevió a alzar la entrecerrada vista sin mi autorización. El carmesí intenso que colorea sus mejillas proporcionó a su faz una apariencia afiebrada; incluso cuando me fascina la voluptuosa visual le observé con una ceja alzada, y el ceño a medio fruncir.
De repente, se lanzó sobre mi regazo, y principió a mover de adelante hacia atrás las caderas, con miras (Infiero yo) de obtener como resultado de la fricción un estímulo que pudiese mitigar una fracción de su vigente excitación. Ulterior, sus labios arremetieron feroces contra los míos. Me encantaría poder decir que aquella sumatoria de insolentes gestos me ocasionaron disgusto, pero hacerlo me transformaría en un fariseo. Correspondí a su beso, afanoso por catarle. Afiancé por completo nuestros cuerpos, y mis brazos se transformaron en su momentánea celda. Posterior a unos segundos, Gael abrió de improviso la boca de una manera desmesurada, y enredó presto su lengua con la mía; ambas arremetieron sin demora contra la otra, pues el hambre de ambos no conoce un fin aparente.
El mocoso a continuación cogió mi rostro, sin dejar en ningún momento de besarme, y enterró de manera pausada las uñas en mis pómulos, que se derriten como helado expuesto al sol entre su tacto.
Llevé mis dos manos en dirección a su trasero, que alcé y estrujé en la medida que su pantalón ridículamente ajustado lo permitió. Dejó escapar un agudo gimoteo dentro de mi boca, en adición me masturbó; la primera demostración de mi satisfacción emanó entonces, inevitable desde lo profundo de mi excitación.
—Lo dijo —bisbiseó frente a mi boca de pronto, jadeando con reiteración. —M-me llamó Akira.
—¿Acaso tienes alguna especie de fetiche con que alguien se refiera a ti por tu ridículo alías? —repliqué en igualdad de condiciones.
—Si se trata de usted puede que lo tenga...
Súbitamente, tomé a «Akira» por la garganta. Ejercí cuantiosa presión en dicha zona, y mientras tanto le instigué a retomar su posicionamiento inicial, con la cabeza entre mis piernas. Me observó desde abajo luciendo unos ojos cristalinos, rebosantes de agua. Poseo mis dudas acerca de que la mencionada humedad sea atribuible a una connotación negativa, en virtud de la colosal sonrisa que iluminó a su semblante de sumo improviso.
—Voy a tocarlo como a mi canción favorita, señor —declaró rijoso.
A continuación, obsequió una prolongada lamida a mi erección, desde la base a la punta ya empapada de líquido pre seminal; un leve gimoteo traicionero se coló a través de mis labios. Consiguiente, su codiciosa lengua relamió cada rincón de la palpitante envergadura, hasta que al final la engulló por completo; succionó primero arriba, después abajo, a una velocidad ciertamente tortuosa y desquiciada. Exterioricé un segundo gemido más resonante aún (Patético).
De pronto, emitió una serie de balbuceos rítmicos pese a mantener todavía la boca ocupada. No son gimoteos, tampoco quejas; diría que tararea una canción (Que he oído con anterioridad) El tempo del movimiento, mediante el cual su experto puño asimismo me proporciona placer, está en sincronía con la curiosa vocalización. No puedo dar crédito a la sandez que ahora mismo acontece, sin embargo, debo admitir que la innata estupidez de Gael Jones por alguna razón me excita a niveles irreales.
Halé de sus tinturados cabellos en tanto comencé a embestir su boca en simultaneo; la longitud de mi falo alcanzó en mas de una ocasión su garganta, y el predecible reflejo faríngeo se volvió constante como resulta de aquel estímulo. Cesó al fin de tararear, y solo fui capaz de oír una serie quejidos e interminables jadeos.
La saliva que escurrió a través de sus comisuras por momentos se asemejó a un torrente de lava ígnea, que me sumió en un éxtasis infernal. Como derivación directa de la competente felación estoy rozando el orgasmo, empero, me rehúso a poner un punto finito al encuentro tan pronto, por lo que permití a Gael llenar sus pulmones con necesario oxígeno. Inhaló con prisas, ulterior tosió.
—Eso no fue nada gentil. —reclamó.
Embustero.
Pues la retorcida sonrisa que se acentuó paulatina a través de su coloreado gesto, evidenció lo mucho que ha disfrutado del maltrato.
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