Capítulo 32 - Final


Un grito brota de mi garganta y me despierto, rodeada de oscuridad, cubierta con una manta. Miro a mi alrededor pero todo esta tan oscuro que no consigo ver absolutamente nada. Solo oscuridad.

Coloco mi mano sobre mi pecho y siento como éste sube y baja desenfrenadamente, intento calmarme, tomar aire y largarlo lentamente.

Coloco mi cabeza sobre mis piernas, cierro los ojos y me repito varias veces que todo fue un sueño.

-Un sueño. Fue un sueño. – susurro intentándome convencer.

Observo mis manos en busca de marcas pero no hay nada. Suelto una carcajada.
Aparto la manta, me levanto lentamente, camino hacia la cocina

Luego de varios minutos de ver como las hojas del árbol se mueven incansablemente, lavo el vaso y voy hacia el living nuevamente. Me acuesto y me tapo con la manta, colocando el libro que estaba leyendo sobre una pequeña mesita que hay a mi costado.

Cierro los ojos e intento conciliar el sueño nuevamente pero es imposible; después de tener pesadillas siempre me costó volver s dormirme y esta noche no es la excepción.

El silencio de la noche es escalofriante, mi corazón vuelve a latir cada vez más rápido. Intento razonar, no hay nada que temer. No hay nada que pueda dañarme. Aprieto los ojos, y me repito por dentro que no me va a pasar nada, que es mi imaginación

Escucho los latidos de mi corazón y un crujido en el piso me sobresalta.

Suelto un chillido y me tapo con la manta hasta la cabeza. Respiro profundamente e intento calmar mi corazón.

Fue solo el piso. Es el piso que hizo ruido.

Es simplemente un sonido al azar que hizo el piso de madera. Nada más. Eso solo.

Suelto una carcajada y me reto mentalmente por asustarme de este tipo de cosas con la edad que tengo.

Me destapo lentamente para poder respirar y me convenzo de que no hay nada extraño. Cierro los ojos, una vez más y me obligo a dormir.

El zumbido de un mosquito me despierta, suelto gruñido y sacudo mis brazos al aire intentando espantarlo. Nunca funciona, y esta vez no es la excepción. Después de varios minutos por con maldito mosquito a mi alrededor decido sentarme en el sillón, estiro mi brazo para agarrar mi celular, lo desbloqueo y me fijo la hora, 6.30 de la madrugada. Suspiro aliviada, al menos tuve varias horas de sueño. Un milagro.

Me abrazo las rodillas y observo el libro que deje en la mesa delante de mí.

Escucho la llave entrar en la cerradura de la puerta y como da vueltas en ésta lentamente. La puerta cruje y mi corazón se estruja. Un pequeño haz de luz inunda la habitación y cada vez se va haciendo más grande. Mi espalda se encuentra frente a la puerta por lo que puedo ver la sombra sobre la pared. Podría reconocerlo incluso sin verlo. Tan solo escuchando la forma en que coloca la llave y la forma en la que abre y cierra la puerta, y la forma en que camina. Puedo reconocer todo de él.

-¿Pesadillas? - dice su voz, puedo adivinar que está cansado.

Me doy vuelta en el sillón y lo miro. Siempre me deslumbra, su enorme espalda, su cabello rubio cortado hace un par de días, sus ojos amables y preocupados.

Sonrío y mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas sin ningún motivo, salto por el respaldar del sillón y lo abrazo sin pensarlo dos veces. Hundo mi cabeza en su pecho y captar su olor al instante.

Sus brazos fuertes me rodean y me acercan más a él. Quisiera que el tiempo se detuviera en este instante, pero sé que el universo no funciona así.

-No pasa nada, Lena. Nadie va a venir a buscarte. Estas a salvo. - susurra en mi oído y lo abrazo más fuerte deseando con todo mi corazón que no se equivoque.

-Todas las noches tengo miedo de despertar y encontrar a alguno de ellos frente a mí. En mis pesadillas puedo ver sus rostros, me persiguen. - sollozo.

Sus manos me toman el rostro y hacen que lo mire. Si pudiese volver a enamorarme de el, lo haría. Sin duda me volvería a enamorar de este maravilloso hombre.

-Ya pedí el cambio de horario en el trabajo, seguramente en una semana pueda patrullar de día. - me sonríe y su sonrisa me contagia a mí.

-No tenes que hacer eso por mí, Jano. Sé que te gusta patrullar de noche. - me golpeo mentalmente por hacer que modifique su vida por mí.

-Quiero hacerlo. Quiero estar con vos. Hasta que tus pesadillas se vayan por completo. ¿Qué te parece? - se acerca a mí y me da un pequeño beso en los labios. Me toma de la mano y camina hacia el sillón. - intentemos dormir un poco. ¿Sí?

Asiento y nos acostamos, acomodándonos en el no tan grande sillón, pero por ahora es todo lo que tenemos.

A los pocos minutos, escucho como su respiración se relaja. Se duerme siempre tan rápido. Lo envidio por poder lograrlo con tanta facilidad, en realidad, asumo que es por su gran cansancio. Trabaja de noche, patrullando la ciudad. Hace un gran trabajo, aunque a veces tengo miedo de que algo le suceda, después recuerdo que no es una persona común y corriente.

Me doy vuelta para mirar su rostro relajado, tranquilo y recuerdo cuando me encontró en todo ese lodo de sangre, tierra y cadáveres. A decir verdad mis recuerdos de ese día, se van borrando lentamente de mi mente y estoy agradecida por ello.

Él pensó que había muerto, se encontraba destrozado. Al parecer estuvo más de una hora intentando despertarme pero no lo lograba, solo mi leve respiración le daba un poco de alivio de saber que, por el momento, seguía viva.

Cuando abrí los ojos, su rostro se encontraba lleno de sangre y lágrimas salían de sus ojos sin cesar. Sí recuerdo perfectamente lo que le dije: "Te ves espantoso" y solté una carcajada.

Desde ese momento no recuerdo mucho más. No recuerdo como llegue al hospital de una ciudad no muy cercana de allí, debe haber sido duro para el llevarme durante todo el trayecto.

Tampoco recuerdo cuando tiempo estuve ahí, aunque él me conto que estuve unos 3 meses sin despertar, cada día mi aspecto mejoraba más y eso lo aliviaba mucho. Decidimos, una vez que estaba completamente recuperada "mudarnos" a esa ciudad. No tenía muchos habitantes, pero si los suficientes para sentirnos rodeados de gente común y corriente que nos hiciera recordar que todo había terminado.
No hice nada con mi casa antigua, y por el momento no tengo ninguna intensión en volver allí. Aunque no esté bien, o al menos leí en varias revistas que así lo dicen, no es bueno negar las cosas que han sucedido... pero ahora es la mejor manera que tengo de manejarlo. Pensé varias veces en ir a un psicólogo pero llegué a la conclusión de que me trataría de loca psicótica o algo así y me encerrarían en un manicomio. ¿Quién se creería mi relato?

Desde que nos mudamos a este pequeño cuartito, las cosas fueron mejorando, muy lentamente. Y aun es difícil continuar con la vida como si nunca hubiese pasado nada. Los dos tenemos nuestras cicatrices, grandes cicatrices que dejaron huellas imborrables en nuestros recuerdos. No soy la única que tiene pesadillas, pero Jano las enfrenta de manera diferente a mí, él intenta razonarlas, y darse cuenta de que está en una pesadilla, yo... aún no puedo hacer esa diferencia. Cada noche, al cerrar los ojos, retrocedo en el tiempo y vuelvo a vivenciar el mismo miedo, el mismo dolor que viví y se siente tan real. Se siente demasiado real.

Me acerco un poco más a Jano y él se acurruca en mí.

Le debo mi vida a él, no hubiese podido salir de ese maldito caos de cadáveres sin él y si por algún motivo alguien me encontrara y me llevara a la ciudad... no podría resistir la vida que se encontraba frente a mí.
A veces me duele verlo, porque me recuerda que mis pesadillas en realidad sí sucedieron y no es un simple sueño que mi imaginación creó. Pero mi sentimiento de gratitud y agradecimiento hacia él es mucho mayor. Siempre me contuvo y lo sigue haciendo, está atento a mis reacciones, incluso en un momento no lograba salir del sillón en el que me encuentro ahora junto a él y a la fuerza lo logró. Debió haber sido doloroso para él ver como chillaba como una loca porque pensaba que afuera lo único que encontraría serían cadáveres, tierra y sangre. Al final, claramente, nada de eso se encontraba al otro lado de la puerta; solo unos lindos arboles florecidos, y calles tranquilas, con algunas personas caminando con sus changos, otros paseando algún perro. Pero nada de cadáveres.

Mi gran escape de las pesadillas y pensamientos paranoicos fueron los libros. Aquellos preciados tesoros que puedo encontrar en la librería a dos cuadras y media de nuestro pequeño departamento. No tenemos mucho espacio por lo que no tengo otra opción que comprar, leer, vender y comprar otro nuevo. Siempre me sentí muy fiel a mis libros, siempre quise retenerlos por siempre, pero ante la situación había dos opciones: 1) Leer y vender para poder comprar otro. 2) No leer. Y la opción 1 fue la vencedera con un cien por ciento de votos.
En esa misma librería donde compro tantos libros, hace ya varios meses comencé a trabajar también, media jornada e incluso a veces jornada completa, como asistente de la vendedora que es una señora mayor muy simpática que al verme ir a comprar tantos libros y venderlos, me preguntó un día si no la quería ayudar. Pensaba que en realidad los vendía por falta de dinero (que en realidad también en uno de los motivos porque solo Jano se encontraba trabajando hasta ese momento) y me ofreció un puesto de trabajo en su tienda. Acepte sin pensarlo dos veces. Es una manera de despejar la cabeza y estar un poco más cerca del paraíso.

Acomodo el cabello de Jano para despejar su rostro y sonrío al ver lo relajado que se encuentra. Algún día voy a poder dormir igual que él, pero por ahora solo puedo aguantar las pesadillas y de a poco ir haciéndome inmunes a ellas.
El pasado es un libro que cerré, que disfrute en su momento y me atormentó también. Es un libro que llevo a cuestas, que no lo podré vender para poder comprar otro. No funciona así. Pero compre uno nuevo, uno lleno de páginas en blanco esperando ansioso porque sea escrito. Porque esta vez, seré yo quien guíe mi camino, trazaré las líneas que me conduzcan a mi futuro. Haré mi propio sendero. Crearé mi libro y éste se encontrará lleno de momentos felices y soleados, también de momentos tristes y nublados. Pero es mi libro. Y lo viviré como si no hubiese otro. Porque éste tampoco lo podré vender.

Esta vez, seré yo quien decida mi futuro.

Esta vez, seré yo quien escriba mi libro.

Aún queda mucho por vivir, y muchas páginas por leer.


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Agradecimientos 

¡GRACIAS! No tengo otra cosa que decirles a aquellas personas que fueron caminando junto conmigo y con Helena por este camino tan difícil; a aquellos que quizás lleguen mas tarde, pero que me dieron una oportunidad y me hicieron formar parte de sus vidas, porque las horas que invirtieron en la lectura de "El Sendero" (y "Caminos Distintos") es muy valioso para mi. 
Pasaron tantas cosas desde que publique Caminos Distintos, y muchas otras desde que empece a escribir El Sendero, perdí personas, encontré nuevas, tuve que despedirme de algunas, viví momentos inolvidables, otros que me gustarían olvidar y todo eso fue que siguiera escribiendo, y ustedes... ustedes fueron el motor principal para que pudiera terminar El Sendero, se los digo de corazón. 

Tengo miles de historias en mi cabeza, y las voy a ir publicando, despacito a paso de tortuga como hice, o tal vez no. ¡Nunca se sabe! 


Nuevamente gracias, y espero que les haya gustado este universo en el que Helena, estoy segura, a esta hora se encontraría leyendo un buen libro en su cama. 


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