Capitulo 3
Derek se acerca a mí y se ríe a carcajadas. Lo toma por los brazos y lo arrastra hacia fuera del espacio en donde estamos combatiendo. Nuevamente una flecha se clava en mi pantorrilla. La saco y veo antes de tirarla, que tiene una nota. La desato y leo.
"No te distraigas."
Comienzo a pensar en lo que la nota quiere decir, el mensaje está claro. Pero no tiene sentido.
Me doy vuelta en la dirección en la que viene la flecha y lo único que veo es el puño de Derek. Mi cuerpo reaccionar rápidamente, pero no lo suficientemente rápido. Sus nudillos golpean fuertemente contra mejilla y caigo al piso. Sonrío, me levanto y veo a Derek sonriendo sin su yelmo. Voy hacia él quien toma nuevamente su hacha y comienza a levantarla por sobre su cabeza. Fácilmente esa hacha podría pesar unos quince kilos. Es enorme, parece pesada y creo que solo él puede utilizarla. No es una opción frenar el golpe de esa arma, la única opción es esquivarla.
El problema es que Derek no es fácil de derribar. Vi muchos combates en los que los compañeros con quien peleaba él terminaban con manos y brazos quebrados por haberlo golpeado. Y la armadura que tiene hace mucho más difícil poder utilizar la daga. En realidad... lo hace imposible.
Me alejo varios metros antes de que baje el hacha y termina estampada contra el piso. Él se ríe y clava el hacha en el piso de arena. Me pregunto si luchará sin su hacha. No sé si es mejor o peor.
Antes de poder decidir veo que se está sacando su armadura. Doy un paso hacia atrás sorprendida y a él le causa gracia.
-No sería demasiado justo que este con la armadura de pies a cabeza y vos solamente con esa tela. – se encoje de hombros y comienza a sacarse la parte inferior de la armadura. No sé si reír o taparme los ojos.
Se comienzan a escuchar mujeres y algunos hombres gritando el nombre de Derek y algunas frases atrevidas. Me río y me pregunto cómo es que llegamos a esto.
Cuando los Don y los Sin don piensan en los Tua Neeg, estoy segura que no se imaginan esta escena. Pero acá estamos. Los grandes asesinos babeando por Derek. Estos momentos son los que disfruto. Estos momentos son los que amo de estar acá. A pesar de que en pocos instantes tenga que volver a pelear, estos detalles hacen mi vida.
Me alejo de mis pensamientos cuando veo a un Derek casi desnudo frente a mí. Solo lo cubre un short negro parecido al mío. Líneas negras se comienzan a formar en su rostro y brazo izquierdo. Como si un fuego se comenzara a propagar desde su mentón hacia sus ojos y un sol de ocho puntas se forma en su frente y en su brazo líneas parecidas a los tribales comienzan a formarse... me recuerda a Krisna. Sus ojos plateados brillan con diversión y en ese momento sé que estoy perdida. Doy tres pasos hacia atrás y lamento haber sacado del espacio el sable. Error.
Miro a mí alrededor en busca de algún arma que pueda servirme y veo el escudo. Esta más cerca de Derek de lo que pensé que podría llegar a estar. Maldigo internamente y tomo la daga en mi mano.
El inmenso cuerpo de Derek comienza a moverse lentamente y el estadio se silencia al instante. A los Tua Neeg le gusta ver combatir a su gente, al menos cuando es en el estadio. Les gusta ver las estrategias que se usan, las armas, los movimientos. Aprenden y enseñan.
Limpio la transpiración de mi frente y miro hacia donde se encuentra Zdrada. Lo veo sonriendo con satisfacción. Sé que está orgulloso de lo que creó, a pesar de muchas fallas que pueda tener sé que soy lo que él esperaba de mí. Sé que falta mucho por recorrer, pero siempre hice mi mejor esfuerzo y se vio recompensado.
Me veo arrastrada a la realidad cuando siento un movimiento extraño a mi lado. Reacciono rápidamente y esquivo la patada de alguien. Sé que Derek no es. Debe ser el chico que faltaba, el chico que estuvo fastidiándome todo el tiempo con las flechas. Al fin.
-¿Me extrañaste? – pregunta una voz que conozco perfectamente. Lamentablemente. Me niego a creer que él esta acá. No después de toda la mierda que hizo. – ¿No me vas a recibir con un abrazo? Hace mucho que no nos vemos, Lena.
Me doy media vuelta y miro a Derek. Él parece estar divirtiéndose, pero al ver mi cara se pone serio y tose varias veces tapándose la boca con su gran mano. Corro hacia donde se encuentra y se prepara para recibir mi ataque pero me agacho y le doy una patada detrás de la rodilla para debilitarlo. Su gran mano me empuja contra la arena y me aprisiona contra ella. Lucho para escaparme de su agarre y no logro hacerlo. Se acerca su rostro al mío y le doy una patada en el estomago. Seguramente me dolió más a mí que a él, pero logro hacer que saque su mano de mi pecho y así poder levantarme de la arena.
Nunca pude vencer a Derek, estoy segura de que hoy no va a ser la excepción. Pero no por eso voy a dejar de intentarlo.
-Mejoraste mucho desde que me fui. – escucho una voz detrás de mí y respiro profundamente para poder tranquilizarme.
-Andate. – contesto fríamente. – Estoy entrenado.
-Sí, yo también.
Siento una mano en mi hombro y me alejo rápidamente. No voy a darme vuelta, no voy a ver su cara. No quiero verlo, no quiero escucharlo, no quiero sentirlo cerca de mío.
Me encamino hacia la puerta del estadio cuando Zdrada aparece frente a mí. No levanto la mirada, sé que está furioso.
-Anda a pelear. – su voz parece estar conteniéndose para no hacer un escándalo acá, aunque creo que no le moleste mucho hacerlo.
-No voy a pelear con él. – digo en voz baja.
-¿Qué dijiste? – aprieto los puños ante la frialdad de su voz. – Repetí lo que dijiste.
-No voy pelear c-
-¡Anda a pelear, Helena! – me toma por cuello y me levanta a la altura de su cara. Mis pies abandonan el piso pero no lo resisto. Muchas veces hizo esto. – Enfrentalo, pelea. No seas débil. ¿Esto es lo que entrené? ¿Esto es por lo que arriesgue mi vida en ese maldito bosque?
Me lanza hacia atrás y caigo de espalda en la arena. Doy media vuelta y apoyo mi frente en la arena, muerdo mi labio inferior intentando no llorar. Respiro varias veces y me sereno. Levanto mi cabeza y lo veo. Vestido todo de negro, botas hasta las rodillas y rodilleras en ellas. Su boca y nariz tapada con una máscara negra, su cabeza cubierta por una capucha negra, sus manos con guantes cortados dejando ver su piel pálida. Un cuchillo colocado en su cintura y el arco con las flechas en su espalda. Sus ojos tienen esas marcas que siempre admiré, como una máscara sus ojos cubiertos de negro y sus ojos también... negros. Se lo podría confundir con una sombra si no fuese por su piel blanca.
Su mirada se encuentra con la mía y siento que mi corazón comienza a quebrarse. Nuevamente. Él era mi mejor amigo, seis meses fue mi mejor amigo. Desde el día en que llegue el estuvo a mi lado, y me ayudo en todo lo que Zdrada permitía. En momentos en que la soledad se instala conmigo, aceptaría a cualquier persona que me diera un poco de su tiempo y su bondad. Pero el no quiso ser más mi amigo, quiso ser algo más. Lo rechace. Él no lo aceptó.
Me levanto y tomo la daga que Zdrada me alcanza. No saco mis ojos de los de él. No quiero perderlo de vista.
Él no lo aceptó. Se enfureció.
Juego con la daga en mi mano y él se saca la máscara negra de su boca. Agarra su cuchillo me sonrie.
Se enfureció y desapareció al otro día del pueblo.
Quiero borrarle esa sonrisa asquerosa de su cara.
La única persona en la que creí que podría haber confiado. Que por poco le cuento absolutamente todo lo que paso en Óskópnir, se fue. Se fue simplemente por un capricho suyo. Puede ser egoísta lo que piense, pero lo siento así.
Corro hacia él e impulso la daga hacia su cara. Él lo esquiva y clava su cuchillo en mi brazo derecho. Lanzo una patada y le pego en el estomago. Me alejo de él y tomo la daga con mi mano izquierda. Siempre pude usar ambas manos para luchar, es una gran ventaja.
Él no parece tener la intención de atacarme y me pregunto por qué estaría desperdiciando tal oportunidad si antes de que desapareciera del pueblo si puño casi choca contra mi cara. Casi... porque lo esquive. Si no tendría la nariz rota.
-No hay necesidad de que estas tan enojada. – inclina su cabeza hacia la izquierda y sonrie con tristeza. – Lo mejor fue que me haya ido.
Mi vista comienza a nublarse, paso mi mano por mis ojos intentando secar las lagrimas pero no existen. Pestañeo varias veces pero sigue todo igual. Nublado, desenfocado. Siento que mis piernas se debilitan, y mis brazos pesan, mi cabeza duele, siento que estallará en cualquier momento.
Intento alejarme de él pero el cuerpo no contesta. Siento que la oscuridad me toma en su mano y lucho contra ella pero me es imposible. Cierro los ojos y escucho los latidos de mi corazón.
No puedo desmayarme acá. No frente a él, no frente a Zdrada. Cierro los puños y clavo las uñas en mis palmas.
-Es veneno.
Siento una mano en mi hombro e intento quitármela de encima, pero mi cuerpo se niega a reaccionar. Las flechas. Las flechas tenían veneno. Mentalmente me golpeo la cabeza contra una pared. No puedo creer que haya vuelto a caer en esta trampa. La primera vez que combatí con él me pasó lo mismo. Sus flechas tenían veneno y tuve que dejar de pelear, casi muero. No estaba tan entrenada para resistirlo, no como estoy ahora. Y ni siquiera puede hacerle frente.
-Alejate. – digo apretando los dientes por el dolor que comienzo a sentir.
-Sé que mi comportamiento fue una idiotez. Pero te pido que lo pienses... Yo n-
-¿Así queres que lo piense? – levanto mi mirada a pesar del dolor y de la pesadez y me pongo erguida. – Envenenándome con tus flechitas en medio de un combate.... Supongo que en tu cabeza esta es la mejor forma de hacer que una persona piense. ¿No es así? No deberías de haber vuelto, deberías haberte quedado dond-
Mi cabeza comienza a dar vueltas y presiento que estoy a punto de desmayarme. Me niego a cerrar los ojos porque sé que ahí terminaría mi conciencia. Arrastro mis pies hacia atrás alejándome de él. Mis piernas me traicionan y caigo sentada en la arena.
Está bien si cierro los ojos. ¿Qué más da?
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
Despierto en la cama de la enfermería del estadio. Varias veces estuve acá, no es como si no reconociera el lugar. Olor a desinfectante, paredes blancas, sabanas blancas, mesas blancas, camas blancas, piso blanco... Como si el color blanco te fuese a calmar.
Muchas veces las personas que vienen y son ingresadas a la enfermería están inconscientes. Y cuando se despiertan, generalmente, lo único que quieren hacer ir y golpear a quien los dejó noqueados. Por eso siempre despertas atado a la cama. El cuero con el que te atan también es blanco, no vaya a ser que es marrón. No, pecado.
Suspiro y me acomodo en la cama intentando no moverme mucho. Si escuchan que desperté van a querer revisar que este todo bien, que no tenga ningún sistema dañado, que pueda mover bien los brazos, piernas, costillas. Ahora que recuerdo sé que tenía varias costillas rotas y ya no siento ningún dolor. Siempre supe que a pesar de tanta blancura, en la enfermería te curan de cualquier cosa que podrías llegar a tener. Eso es bueno.
-Despertaste.
Mierda.
-No le voy a avisar a las enfermeras. Quiero hablar con vos.
Muy considerado. Realmente muy considerado de su parte envenenarme y después no llamar a las enfermeras para que no me hagan sus millones de preguntas para revisar mi estado.
-Sé que me podes escuchar, seguramente estés pensando varios comentarios sarcásticos. Asique no voy a insistir mucho...
Correcto. Muy inteligente el chico.
-Por ahora.
Abro los ojos y lo fulmino con la mirada. Sus ojos negros no están observándome, es como si evitara mi mirada. Sus codos apoyados en sus rodillas, sus manos juntas y la cabeza gacha.
-Tenes cinco minutos. – digo con voz áspera.
El levanta la cabeza rápidamente y se sienta erguido en la silla. Una sonrisa se instala en su rostro y quiero borrársela al instante. Pero las correas no me lo permiten. Creo que es una buena idea esto de las correas, te deja pensar. Aunque... lo haría por más que piense horas y horas.
-Mi actitud no fue la mejor en su momento... y supongo que tampoco ahora. Pero cuando estoy cerca de vos es como que no puedo pensar claramente. – suspira y mira el techo. – Supongo que nada de lo que pueda decirte puede hacer que me perdones.
-No. No te voy a perdonar. – miro hacia la pequeña mesita de madera (también blanca) en busca de un vaso con agua. Él se levanta de la silla rápidamente y sale de la habitación. A los pocos segundos vuelve a entrar con una pequeña taza.
-Si no puedo decirles a las enfermeras que ya estas despiertas me las tengo que arreglar. No es un vaso... pero lo importante es que tiene agua. – sonrie y me da la taza. Supongo que tiene razón. Agarro la taza intentando no tocar su mano y él lo nota porque su sonrisa de desvanece. – Si no podes perdonarme... ¿podríamos volver a empezar?
Su pregunta me toma por sorpresa y dejo de tomar agua para poder mirarlo mejor.
-¿Por qué seguís insistiendo? Si te fuiste como si nada, nuestra amistad no debía de significar mucho.
-Significa mucho para mí nuestra amistad, Helena. Y no quiero que por un error mío se arruine.
Me odio por ser tan sensible y siempre creerles a las personas lo que me dicen. No puedo ver a alguien que este mal, por más que tenga alguna razón por estarlo. No quiero ser la culpable de que alguien este mal. Aunque se lo merece... quizá podría intentar.
-Podríamos... volver a empezar. – su mirada se ilumina y asiente varias veces. –Hola, soy Helena. – digo tendiéndole mi mano.
-Hola Helena. Un gusto conocerte, soy Faisuri.
* * * * * *
¡Nuevo capitulo! Espero que les guste y sepan disculpar la demora.
No olviden comentar y votar. ¡Y COMPARTIR! Me ayudaría mucho que compartan con sus amigos o en las redes sociales tanto El camino como El sendero, así mas gente conoce la historia.
Gracias por leer :)
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