Capítulo 22


El bosque es el lugar más seguro y más reconfortante que pueda encontrar en estos momentos. Y eso afirma que mi vida no está en la cima, más bien se encuentra en picada, y pareciera que no hay piso, sigo cayendo, nada ni nadie me detiene. ¿Llegare a tocar fondo?

Abro los ojos; unos pequeños rayos de sol llegan a colarse por entre las hojas espesas de los árboles, muy pequeñas.

Me siento y miro a mí alrededor, Jano no está.

La voz de Vaerunes resuena en mi cabeza, una vez más.

-Quedan cuatro días, Helena.

-¿Y que se supone que tengo que hacer? - le pregunto en voz alta, al no obtener respuesta insisto - ¿Que tengo que hacer? No quiero asesinar gente, no quiero la extinción. Por favor, Vaerunes.

-No hay opciones. Cuatro días, Helena.

-Si hay opciones, y si no las hay, ¡podemos crearlas! Podemos cambiar, confío en que podemos crecer como especie, o lo que seamos. Vaerunes, este no puede ser el fin.

Los minutos pasan pero Vaerunes no vuelve a mí, es como si se aburriera de mis intentos de convencerlo de que no es una solución asesinar a todo un pueblo. En realidad... a dos pueblos.

Recuerdo cuando leía en los libros que tenía en mi casa, esos libros fantásticos de aventura, acción, mundos futuristas, clanes antiguos, animales salvajes... que valientes los protagonistas, cuanto podían hacer, podían cambiar las reglas, podían vencer lo invencible. Pero son solo libros, no puedo hacer nada de eso, no soy valiente, no puedo vencer seres invencibles, no puedo cambiar mi destino, hay algo más allá que me lo impide, aunque quisiera, presiento que todo saldría como lo tienen planeado. Soy un títere, me siento... me siento parte de una historia en la que el escritor no está empeñado en hacer pasar un buen rato, todo lo contrario, quiere verme sufrir.

Suspiro y me vuelvo a acostar. Cuatro días para hacer... ¿qué?

-Despertaste.

La inconfundible voz de Jano se hace presente y asiento lentamente con la cabeza.

-¿Dónde estabas?

-¿Desde cuándo necesito pasar cuenta de donde estoy y donde dejo de estar? - su voz tiene un tinte de humor pero no me hace gracia.

-Está bien. Deja.

Me levanto, me sacudo la tierra de mi ropa y comienzo a caminar por el bosque.

-Era un chiste, ¿sabes? Estaba en -

-No me interesa. Es tu problema.

-Estas siendo irracional.

-¿Hay algo racional al rededor mío? Si es as avísame por favor, porque no lo encuentro.

-¿Qué te pasa? ¿Dijo algo Vaerunes? -pregunta con preocupación, caminando a mi lado, al ser más alto me alcanza rápidamente y por más que acelere mi paso, lo acompañan tranquilamente.

-¿Desde cuándo tengo que contarte si una voz aparece en mi cabeza o no?

Me agarra del brazo y me hace dar vuelta para quedar frente a él, sus ojos inspecciona mi rostro y yo desvió la mirada. Sus ojos fijos me incomodan, sé que estoy hecha un desastre, ¿dese cuando me interesaría?

Física y mentalmente hecha un desastre.

Tiro de mi brazo para poder soltarme de él, pero no me deja hacerlo.

-No quiero pelear, Jano. Soltame. - le advierto.

-No te voy a soltar hasta que te tranquilices y me cuentes que pasó. - so voz es baja, como si estuviese hablándole a algún animalito perdido en el bosque e intentara ganarse su confianza.

-No pasó nada.

-No te creo.

Lo miro a los ojos y tiro de mi brazo una vez más.

-¡No pasó nada! -le grito - ¿Qué puede pasar? ¿Qué carajo puede pasar?

Empujo su hombro con mi brazo y su agarre se afloja por lo que puedo liberar mi mano. Sus ojos muestran signos de dolor, de preocupación. Genial.

-Perdón. - me doy media vuelta, dándole la espalda, me tapo la cara con las manos e intento reprimir las lágrimas que intentan salir de mis ojos

-Perdón, no quise gritarte.

Sus brazos me envuelven, pega su cuerpo al mio y su calidez me atrapa. Apoyo mi cabeza en su hombro y cierro los ojos. - No quise empujarte. No quise meterte en todo esto. Perdón.

-No te disculpes Helena, estoy acá por elección, y no voy a cambiar de parecer - sus brazos me dan un pequeño apretón y suspiro, encontrando este gesto sorprendentemente placentero y relajante.

-Podrías irte, olvidarte de todo esto.

-No. No podría, no quiero.

-Lo siento. Lo de tu papá. - digo casi en un susurro.

-Lamento lo del tuyo.... supongo.

-No. No lo lamentes. Yo no lo hago - coloco mis manos sobre las suyas y siento un leve temblor en ellas - Cuando termine todo esto... ¿que pasará?

-No sabemos cómo va a terminar. Es todo tan confuso, pensé que entendía como se manejaban, pensé que comprendía su manera de actuar, no la aceptaba, pero la entendía... pero no. Ya nada es como pensé que era - siento el peso de su cabeza sobre la mía.

-Esto me gusta -digo algo avergonzada - que estemos así.

-Si, a mí también - sus brazos me empujan hacia él y siento como mi estómago da un vuelco.

¿Será hambre?

Los días pasan lentamente, no podemos hacer mucho en el bosque más que charlar, buscar algo para comer, dormir y esperar a que la hora llegue.

Me resigne hace varios días a luchar contra esto... ¿cobarde? Sí. Lo soy. No soy como las heroínas que leía en los libros, horas y horas pase leyendo las aventuras de miles de mujeres y hombres; salvaban mundos, a sus seres queridos, a sus amantes, a un pueblo. Y yo todo lo que hago (o voy a hacer) es asesinar personas. Exterminar una "raza". Me gustaría decir que no puedo hacer nada, pero estaría mintiéndome. La simple y pura verdad es que soy una cobarde.

Me doy vuelta en la cama de hojas y ramas que hicimos con Jano y lo veo dormir plácidamente. ¿El también morirá en un día? ¿El también va a pagar las consecuencias de generaciones de guerrar sin fin?

Estiro mi mano para correr un cabello que le cae sobre los ojos y mientras lo observo una idea se comienza a formar en mi cabeza. Cómo es que no lo pensé antes.

Me levanto rápidamente y comienzo a buscar entre los materiales de caza algún tipo de cuchillo, doy con el fácilmente y lo observo.

Esta podría ser la solución, podría acabar con todo esto en este preciso instante. Podría hacerlo. Podría.

Apoyo la punta del cuchillo sobre mi corazón, cierro mis ojos y respiro varias veces intentando calmar los latidos que resuenan en mis oídos.

Empujo el cuchillo hacia mí y una fuerza hace que el cuchillo salga volando de mis manos y termine a varios de donde me encuentro.

Miro sorprendida el cuchillo, me acerco a él y una vez que lo vuelvo a tener entre mis manos lo dirijo rápidamente hacia mi corazón pero nuevamente sale disparado de mis manos.

-No.

La voz de Vaerunes resuena en mis oídos y maldigo por dentro.

-Mierda - digo resoplando.

-No voy a dejar que lo hagas.

Me siento en el piso y golpeo con mis puños la tierra hasta que los nudillos comienzan a sangrarme, no lo siento. No siento el dolor de mis manos, simplemente lo veo, pero no lo siento.

-Helena, te estas lastimando. - la voz de Jano proveniente de mi espalda me hace detener dejando mis palmas apoyadas en la tierra, contemplando la sangre de mis dedos.

-¿No hay nadie a quien quieras proteger? - pregunto con un hilo de voz.

-Sí. Hay alguien. - se sienta a mi lado mirando el bosque, que es nuestro único paisaje en días.

-¿Harías cualquier cosa por salvar la vida de esa persona?

-Sí. Estoy seguro que lo haría.

-¿No tenes miedo d que muera en un día? ¿No pensas hacer nada?

-Si... - me mira y luego dirige su mirada a mis manos las cuales esc9ñondo atrás mío - pero siento que no puedo hacer nada.

-A lo mejor podrías hacer algo. ¿quién es? -pregunto curiosa.

-Una chica. - responde simplemente

-¿Una chica? ¿De dónde? ¿Es la chica esa que estaba en tu casa? ¿Que era como yo? - siento que algo en mí se estruja y maldigo en voz baja mientras seco mis manos ensangrentadas en mi ropa -¿Es ella?

-¿Importa? - las comisura d sus labios se levantan y eso me irrita.

Me levanto rápidamente y camino hacia donde quedo tirado el cuchillo, lo agarro y vuelco hacia Jano.

-Levántate - le ordeno con frialdad.

Él se levanta lentamente desafiando mi paciencia y se posiciona frente a mí.

Le extiendo el cuchillo y hago que lo agarre en su mano derecha, sin soltarlo dirijo su mano y el cuchillo hacia mi corazón.

Su mirada comienza a tornarse confusa y cuando empujo su mano hacia mi pecho intenta alejarse pero se lo impido.

-Me dijiste que querías salvar a alguien, y sabes perfectamente que en un día todos van a morir Jano.

-Helena, ¿qué estás haciendo? - pregunta con dolor en su voz - ¿que queres lograr?

-Quiero terminar con todo esto, no quiero tener en mis manos la sangre de todas esas personas, no quiero ser el juguete de nuestros ancestros que están sedientos de venganza, quiero elegir mi propio camino, encontrar mi sendero y podes salir de todo esto - lo miro a los ojos e intento que comprenda como me siento.

-Esta no es la solución. Estas demente. –Intenta alejar su mano pero la agarro con fuerza - No voy a hacerlo.

-Esa persona va a morir si no lo haces. - digo con dureza - vamos, Jano. Un último favor, no quiero asesinar a toda esa gente.

-No puedo. No puedo hacerlo. - sus ojos parecen atormentados.

-Ey, está bien... yo te lo estoy pidiendo, no vas a tener remordimiento. - coloco una mano en su mejilla y sonrío - es lo que más deseo en estos momentos. Por favor.

-No puedo. Si lo hiciera... estaría asesinando a la chica que más me importa cuidar.

Mi mano queda helada en su mejilla y toma el momento en el que estoy sorprendida para apartar su mano de mi pecho y tira lejos el cuchillo.

Doy un paso hacia atrás y el cierra los ojos arrepentido de su palabras.

-No quería que te enteraras así. Ni siquiera s si quería que lo supieras. - se rasca la nuca y me mira nervioso - No puedo clavar ese cuchillo en tu corazón, Helena. Simplemente...

-¿Yo? ¿Yo soy esa chica? - pregunto anonadada.

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Un poco tarde pero seguro, ¡espero que les guste! 

Cada vez nos estamos acercando más y más y no puedo dejar de preguntarme si voy a poder decirle adiós a los primeros personajes, a mis primeros lectores, a mi primer historia. Pero todo tiene un final, y "El Sendero" no se va a escapar de esa gran ley. 

No olviden comentar, votar y compartir :)

¡Buena semana!

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