Capítulo único: "Trabajo"

Akaza ha escuchado rumores por parte de varios alumnos. No es algo que normalmente le interese lo suficiente como para darle más de su atención a un tema como ese, o así habría sido normalmente de no ser por el nombre que había en dichos rumores: Rengoku Kyōjurō.

Con solo esa mención él ya tenía claro que el tema era de su incumbencia. ¿Cómo no querer saber algo que le podría estar pasando a quien se atreve a llamar el amor de su vida? Se encargó de agudizar todo lo posible su sentido de la audición para tener todos los detalles posibles.

"—Escuché que Rengoku-sensei, aparte de la escuela, traba en otro lado. Pero no se sabe dónde".

"—Hm, oí algo parecido. Aunque también dicen que no es algo muy tranquilo que digamos".

Esa fue la primera parte de la conversación que llegó a interceptar. ¿Qué podría hacer alguien tan encantador como lo era Kyōjurō? ¿Por qué no se podría considerar algo "tranquilo"? Con esa idea y sus horarios, o hasta lo que dicen que gana un maestro, lo menos "tranquilo" posible sería trabajar en una tienda de conveniencia. Pero algo como eso sería muy fácil de intuir, por lo tanto muy fácil de descifrar.

"—¿'Tranquilo' cómo?".

"—Ah, la verdad no sabría decirte. Dicen que no es algo muy normal, o quizás fácil de escuchar. O incluso decir, ya que por algo nadie sabe. No sé los detalles, pero sí me da curiosidad".

Y allí la segunda y última parte de la conversación antes de que cambiaran de tema abruptamente. Para que sea algo que no resultara sencillo de decir o hasta escuchar, la opción de trabajar en almenos ese tipo de tienda podía quedar descartada. Lo único que complica decir algo sobre un trabajo es que sea difícil de describir o que no quieras, o hasta no puedas decir de qué trata. Y conociendo a Kyōjurō, no hay ninguna cosa que le cueste decir por ningún motivo.

Excepto uno, o hasta dos, quizás. Una única razón por la que hasta alguien como su maestro le costaría encontrar palabras para hablar: La vergüenza. Y el segundo, podría ser un secreto. Pero perfectamente pueden ir ambas opciones juntas y ser un secreto por alguna vergüenza.

Aunque sigue sin entender qué podría hacer el rubio para, nada más hipotéticamente, sentir algo como eso.

Tomando en cuenta cómo es ese hombre, se le hace casi imposible hayar una respuesta. Pero en este momento no le queda más que analizarlo y ver a qué conclusión llega. Lo bueno es que si algo tiene por seguro, es que cuando calificas para un trabajo, es porque cuentas con las características que este solicita.

Y ahora que toca ese tema tan relevante, incluso crucial para avanzar más rápido, se formuló inmediatamente la siguiente pregunta: "¿Qué características tiene Kyōjurō?".

Para alguien que había terminado siendo cautivado por todo su ser, no es algo complicado. O eso quiere pensar ahora que debe enlistar todo lo que pudo ver con sus propios ojos sobre su profesor de historia.

Es amable con todo el mundo, incluso con él; es responsable con su trabajo cuando se trata de la revisión de tareas y la calificación de examenes, perfectamente capaz de organizarse para que el trabajo no se le acumule; también es muy bueno para hablar con la gente y animarla cuando le sucede algo, viendo por el bienestar de alumnos, compañeros de trabajo y por supuesto que su hermano menor, y no solo con él sino que con su familia en general ya que también se encarga de trabajar duro y cuidar de su madre, que en estos momentos cuenta con una salud delicada, también todo en sus manos para apoyar a su padre para que no se le bajen los animos por los pocos alumnos que están llegando a su dojo.

Si alguien le preguntara cómo sabe de esa situación, él simplemente diría que se trata de momentos de confianza entre su profesor y él cuando terminaban las clases y tenían el tiempo para conversar tan amenamente de un tema tan personal como ese.

Con lo poco que acababa de mencionar de su maestro, eso lo hacía apto para los trabajos que tuvieran relación con servicio al cliente por su carisma y facilidad para relacionarse con las personas. Una sonrisa encantadora que mantiene siempre a flote a la gente a su alrededor y una voz que te transmite una seguridad que no quieres dejar por nada del mundo.

Ahora que lo piensa, Kyōjurō podría tener un trabajo relacionado con ayudar a las personas que se podrían encontrar pasando por momentos difíciles y definitivamente le iría de maravilla. Tener a alguien como él en cualquier área que requiriera lo mencionado, sería muy beneficioso.

Pero ahora que piensa en esas características claramente positivas, al ver que lo llevarían a trabajos con causas nobles, también ve que no cuadran para lo que está buscando. No coinciden para la descripción de un trabajo que no sea fácil de mencionar, escuchar o considerar "normal" para hacerlo "aceptable". Hay algo que debe estar pasando por alto, y eso claramente no tiene nada que ver con la actitud de Kyōjurō.

Un suspiro de cansancio sale de su boca cuando toca ver otro aspecto de su querido rubio. Luego de las características psicológicas siempre vendrán las físicas, y no es que nunca se haya fijado en el aspecto de Rengoku Kyōjurō, todo lo contrario, sus ojos se quedaron fijos en él cuando lo vio por primera vez.

Y ahora que lo piensa ¿A quién no le pasaría lo mismo? Es un hombre muy atractivo. Y tomando en cuenta cuán superficial puede llegar a ser la sociedad con ese tema, definitivamente el lugar en el que esté trabajando también debió observarlo con detenimiento.

Ojos poco comunes cuya tonalidad juega para ver si les pueden llamar rojos o dorados, hebras color sol que cambian a rojo en las puntas y que son así por naturaleza. Cejas pobladas que llaman la atención no solo por su forma, sino también por desentonar con la tonalidad de su cabellera y por lo menos a él se le hizo bastante atractivo. Rasgos que mantienen la dureza que tienen la gran mayoría de hombres, y que a la par mantiene la suavidad que pudo ver había heredado de su madre, haciendo que aquella sonrisa que esos labios ni muy carnosos ni muy finos muestran todos los días, no haga más que brillar como el sol que aparenta ser su persona.

Apenas está empezando por su rostro y ya está suspirando como enamorado mientras deja escapar una sonrisa embobada sin quererlo. Ah, si hubiera alcanzado a describir la grave voz que salía de sus labios al momento de hablar, definitivamente hubiera puesto sus pensamientos en pausa para pedir oírla pronto.

Pero debe avanzar con lo que está haciendo. Dando por finalizado la descripción de la faz del rubio, siguió con lo que todos podrían notar. Un hombre alto, cuyas grandes manos contaban con un tacto que dependiendo de su decisión podía resultar tan delicado como tosco, pero siendo todo lo opuesto a la palabra desagradable. Ama cuando Kyōjurō posa sus manos sobre él para darle una palmada en la espalda, pero está yendo por las ramas.

Siguendo a sus manos, puede pensar en sus brazos. No cuesta darse cuenta de la musculatura con la que cuentan estos, menos al recordar que el rubio mantenía sus mangas por arriba de los codos casi todos los días, dejando ver el hermoso tono crema que acompañaba su piel. Brazos fuertes, capaces tanto de aguantar el peso de los materiales utilizados en educación física y que contanta amabilidad ayudaba a recoger cuando se daba la ocasión; como tambien para dar un agarre firme al tratarse de un abrazo, lo sabe por experiencia, y por dichos momentos hay otras cosas que con gusto puede mencionar.

Rodear la cintura de Kyōjurō es algo que apenas puede describir con palabras. No es muy pequeña, por supuesto, pero la figura de esta lo hipnotiza y no puede evitar aprovechar cada oportunidad que le da el rubio para enlazarse con él en un abrazo. En los que por cierto, tiene contacto con otra parte que ama ver y que si pudiera, se quedaría allí por horas.

Su pecho. Los pectorales del rubio son algo que también ama sentir, por muy atrevido que suene. No niega que lo es, lo admite sin pena y sin orgullo, pero sabe perfectamente que muchos más tienen su mismo gusto y pueden ser hasta cientos de veces más descarados que él. El deseo de ver o tocar aquella parte de Kyōjurō es grande, pero se contiene hasta que el propio rubio lo deja estar allí cuando se abrazan y lo toma como recompensa luego de un día pesado. La firmeza de los músculos en su pecho es agradable de sentir, y en una ocasión pudo descubrir que esta misma estaba presente en su abdomen.

Si tuviera que resumir para ya no hacer tan larga la descripción, el cuerpo de Kyōjurō está perfectamente tonificado. Y por supuesto, tiene una condición física que puede llamar perfecta cuando recuerda verlo jugando con los muchachos que están en los clubes deportivos, lo ha visto correr también en persecución de alumnos problemáticos... él incluido en ambos casos, ya que jugar una que otra travesura nunca está de más y Kyōjurō amaba ver la pasión de los estudiantes en el club de defensa personal. Y debe admitir que amó tanto correr de él, como practicar con él; pudo ver de primera mano la firmeza de sus piernas y no puede evitar admirarlo.

Rengoku Kyōjurō podría hacer cualquier cosa que se propusiera si tocaba el tema del deporte, y también podía ser visto como un hombre muy atractivo cuando se fijaban en ello de forma superficial.

Si tuviera que pensar en trabajos relacionados a eso, podría pensar en que perfectamente podía ser un deportista o incluso modelo, pero no está buscando eso.

Está buscando algo que no sea fácil de decir, algo que cueste escuchar y que incluso tuviera que mantenerse en secreto por vergüenza a que se sepa, debe ser algo que llegue hacer que alguien como Rengoku Kyōjurō pueda sentir que debería guardar silencio para ahorrarse algún juicio.

Si debe ser honesto, ya tiene una opción en mente y un par de ideas que van de la mano al pensar en porqué la que "esa" podría ser la opción más posible.

La madre de Kyōjurō está delicada de salud, su padre tiene problemas por la falta de alumnos en el dojo, y el salario de un maestro puede no ser suficiente cuando pensaba en el costo de las medicinas y el hecho de ser quien puede estar aportando más a los gastos de la casa, cuando se recuerda los problemas con el trabajo del padre de la familia. Allí la necesidad es enorme, más al pensar que aparte la madre, Kyōjurō tiene un hermano menor que sigue creciendo y a quién en cualquier momento le pueden pedir materiales para clases tan molestas como lo sería la de artes visuales. Económicamente se puede necesitar otra fuente de ingresos. Y sabe que el rubio es capaz de hacer lo que sea, cualquier cosa en sus manos para cuidar a un ser amado.

Y aquí es donde más para mal que para bien, piensa en el atractivo de su maestro y no solo en su carisma, junto a la confianza con la que se le acerca a cada persona que conoce. Su buena condición física junto a una energía que perfectamente le permitiría hacer actividades complicadas para la mayoría de personas. Todo lo mencionado, recalcando el atractivo del rubio que era capaz de dejar embobados a varios y varias con solo su caminar, solamente le hace pensar en esa idea...

¿Sería demasiado descabellado o estúpido pensar en que Kyōjurō podría resultar siendo un striper, cuando pensaba en la necesidad del dinero, su voluntad para hacer cualquier cosa para ayudar a sus seres queridos, y el detalle del encanto que tanto su mirada como su cuerpo tiene, aparte de ser algo que tampoco es muy fácil de comentar en voz alta por la posibilidad de ser juzgado...?

No sabe si sería algo muy propio de una estúpida historia sacada de internet o si verdaderamente puede ser una posibilidad cuando recuerda la dificultad que su querido Kyōjurō le había mencionado un día donde verdaderamente necesitaba ser escuchado.

Sea cuál sea la posibilidad luego de recordar el rumor que escuchó, solo puede pensar en una cosa: No le importa lo que haga Kyōjurō. Estará con él de todos modos, le seguirá gustando y haga lo que haga poco le importa fuera de su bienestar. El peso en sus hombros no es fácil de soportar y como mínimo quiere apoyarlo estando con él.

Y se lo piensa hacer saber.

—Kyō... Rengoku-sensei. —se corrigió al ver que no estaban solos en la sala de profesores. El rubio solamente lo deja llamarlo por su nombre cuando estaban a solas.

—¿En qué puedo ayudarte, Akaza? —caso contrario al suyo, pero no hay problema con eso.

—Necesito hablar con usted después de clases ¿Se puede?

Solamente ve al rubio sonreírle mientras deja unas guías de historia sobre el escritorio.

—Ten por seguro que estaré allí.

—Se lo agradezco mucho.

Ni siquiera tenían que acordar un lugar para verse en dicha hora. Se habían reunido tantas veces que ya no era necesario mencionar la parte de atrás de la escuela para saber dónde encontrarse. Ellos ya lo tenían grabado en piedra prácticamente. Y solo bastaba esperar pacientemente a que el día terminara. El tiempo puede pasar más lento de lo que podría desear, pero no importa.

El rubio le dio una última dulce mirada antes de inclinar levemente la cabeza, dándole esa imagen que no puede evitar considerar encantadora, antes de volver la vista a su trabajo. Él también debe ver con qué puede ocuparse hasta el final del día. Sabe que a Kyōjurō le terminó agrandando reunirse con él para hablar.

No quiere recordar o mencionar lo aburrido que fue esperar a que terminaran los últimos dos bloques de clase que le tocaban a su curso. Tener química y luego matemáticas no es algo agradable para el cerebro de nadie, a menos que le tengan algo de cariño a esas asignaturas. No las odia, pero tampoco le gustan más de lo que le podría gustar la clase de historia, por dar un ejemplo.

Su único consuelo es tener a Kyōjurō frente a él, esperándolo tranquilamente y con la expresión que tanto ama ver luego de una ajetrada tarde. Su corazón se emociona y no puede evitar acelerar el paso para estar a su lado.

—¿Y de qué querías hablar? —preguntó con calma. Siempre que podían iban directamente al punto.

Y Akaza amaba eso.

—Quería decirte... que me gustas.

Tanto como lo amaba a él.

—Oh, Akaza... —dijo en respuesta con una mirada que aparte de transmitir dulzura, también le daba el mensaje del rechazo. Todo acompañado de una sonrisa melancólica, quizás para no herir su corazón— Esto ya debes saberlo, no puedo aceptarte. Y no necesariamente porque seas mi alumno. Créeme que te aprecio, te quiero mucho, pero hay cosas que sinceramente no creo poder decirte por mucha confianza que nos tengamos... es complicado de decir.

Lo sabe, sabe perfectamente de qué se trata.

—¿Es por ese otro trabajo...? Escuché un par de cosas sobre eso... —ve al rubio cruzar los brazos mientras lleva su mirada al suelo. Sigue mostrando melancolía con esa sonrisa tan hermosa, que no hace más que estrujarle el corazón.

—Sí, es por eso. Hay cosas que no podría decirte tan fácilmente y ese es el ejemplo perfecto. Debo admitir que tengo miedo de cómo puedes reaccionar si te digo de que trata. —cada palabra con ese tono tan decaído, como si con el gesto en su rostro fuera la única cosa con la que pudiera mantenerse a flote. No le gusta verlo así.

—Es imposible que piense mal de ti.

—Eso dices ahora. Si supieras, no creo que digas lo mismo.

Lo amaba mucho, pero que no se atreviera a subestimarlo. Menos si ni siquiera va a mirarlo a los ojos para que pudiera ver cuán decidido está para quedarse con él.

—Kyōjurō, no hables sin saber lo que voy a hacer —dijo acercándose con paso firme, llegando a tomarlo de los hombros con firmeza, pero sin llevar a lastimarlo, para que lo mirara a los ojos. La sorpresa en la mirada color ambar era fácil de leer.

—Akaza...

—No me interesa en lo que trabajes. Me vas a seguir gustando, no, ¡Te voy a seguir amando! y te lo demostraré con gusto —exclamó con su muy conocida perseverancia, por no llamarle insistencia—. Incluso si trabajas en un club nocturno, incluso si eres striper voy a seguir contigo. Es imposible que esa tontería me aleje de ti.

Luego de eso, la estupefacción solo creció en el rostro del rubio. Su boca estaba mínimamente abierta mientras su faz se quedaba en blanco. ¿Acaso fue muy directo? ¿Acaso es temor por haberlo dicho demasiado fuerte y alguien lo escuchara? Admite que es una imprudencia enorme por su parte, pero afortunadamente no hay ningún alma aparte de ellos, y si así fuera, se aseguraría de que el hipotético desafortunado guardara silencio si quería salir caminando de allí.

Kyōjurō sigue sin decir nada por varios segundos más. Su silencio lo inquieta, ¿Debió quedarse callado? ¿Y su debió tener más consideración cuando le dijo que no quería hablar del tema? ¿Había arruinado todo con él...?

—Akaza... —lo llamó con el tono más neutro que pudo haber escuchado de él. Alejó al muchacho de sí, soltando sus manos de sus hombros.

—Kyōjurō, yo... Lo sien...

Hasta allí llegó.

—¡Eres tan ocurrente! —exclamó el mayor para su sorpresa antes de romper a sonoras carcajadas. Terminó por sujetar su propio cuerpo en un abrazo para ya no dejar escapar el aire que escapaba de sus pulmones. Sigue riendo mientras Akaza no hace más que mirarlo extrañado.

No puede entender el porqué de su risa. Se supone que es un tema delicado, un tema que supuestamente podría alejarlos, y estaba allí, dejando ir el aliento de su cuerpo hasta casi sacarle lágrimas.

—Kyōjurō... —lo llamó tratando de no divagar en la búsqueda de respuestas.

—Cielos, debo admitir que me sorprendiste con tus palabras. Y sinceramente no sé de qué otra forma reaccionar con lo que dijiste, ya que nunca creí que podría trabajar como striper en primer lugar —dijo ya cuando recuperó la calma, haciendo que la curiosidad del más joven simplemente creciera.

—Entonces ¿Qué es lo que haces?

El rubio vuelve a cruzar sus brazos mientras lo ve a los ojos con la misma tranquilidad que la mañana.

—Algo muy, pero muy diferente, Akaza. Creeme que no puedes estar más equivocado —dijo recuperando la cercanía con el muchacho—. Pero debo admitir algo, ver tu determinación me ha dado algo más de confianza para ver si puedo contarte de esto. Calmas mi corazón al decir que no te irás independientemente de lo que haga. Te diré lo que hago, pero de verdad espero que cumplas tu palabra, confieso que sigo nervioso.

Ahora fue él quien tomó sus hombros, pero con una suavidad que seguramente Akaza debió usar cuando él había realizado el acercamiento.

—Ya dije que me quedaría. ¿O acaso tendría que correr? —preguntó quedándose quieto en su lugar, observando al rubio manteniendo la escasa distancia entre ambos.

—Sinceramente espero que no lo hagas a pesar de esto. Porque, Akaza, evidentemente no soy striper... soy sicario —habló con la naturalidad que lo caracterizaba, pero con la peculiaridad de que su mirada pareció oscurecerse al mencionar dicho trabajo. Su sangre se congeló dentro de él por un momento mientras Kyōjurō seguía observándolo con la misma dulzura de antes.

¿Como alguien tan amable, tan enérgico, tan alegre y tan correcto podría hacer eso?

—Kyōjurō... —no pudieron salir más palabras aparte de su nombre.

—Por eso no quería que supieras. Soy incapaz de mentirte y no quería que supieras. No quería que te involucraras con un asesino. —habló acariciando su rostro con una ternura y delicadeza increíble, como si con eso quisiera dejar en claro lo importante que era para él.

—Kyōjurō... ¿Por qué?

—Por necesidad, Akaza. Amo enseñar, amo ser maestro y quisiera vivir de ello, pero en verdad necesito el dinero para mi madre y para sostener las cosas hasta que el asunto mejore para mi padre. No trataré de justificarme diciendo que de todos modos elimino a gente que se lo merece, no diré que no hago nada malo. Soy consiente de lo que hago. —dijo todavía acariciando sus mejillas con cariño.

Akaza sabe por qué cosas está pasando, de la misma forma en la que tiene aunque sea un poco de sentido sobre lo que es y no es correcto... pero ver que él de todos modos quiso contarle de aquel trabajo que iba lejos de todo lo que Kyōjurō podía aparentar tener de moral, arriesgándose a ver que tratara de seguir corriendo incluso cuando le dio su palabra... el muchacho simplemente se quedó como dijo que lo haría.

—Nunca pondrías excusas como esas... —respondió por fin mientras tomaba una mano en su rostro, sin intentar apartarla, sino todo lo contrario, acurrucandose en el tacto.

—¿Vas a seguir conmigo después lo que dije?

—Por supuesto. Te dije que me quedaría. Esto no me va a alejar. Si me lo pidieras podría ser hasta tu compañero de crimen. —habló sincero mientras seguía sujetando su mano con firmeza y cariño. Vio los ojos ajenos llenarse de luz.

—No tienes idea de lo mucho que me tranquilzas, Akaza. En verdad. —dijo mientras rodeaba el cuerpo del muchacho con sus brazos, dándole la fiemeza que tanto anhelaba sentir desde el inicio del día.

—Me quedaré, ya te lo dije —le recordó mientras acariciaba su espalda. Trantando de darle tranquilidad luego de haberle dejado quitarse un peso de encima—. No me impide seguir amándote.

El rubio se acurrucó en él luego escuchar esas palabras. Sabe que las tomó en cuenta y eso lo hace feliz. Lo ama, y como lo ama, no va a apoyarlo, lo sostendrá con todas sus fuerzas.

—Te lo agradezco, Akaza. —fue su último diálogo antes de suspirar y fortalecer el agarre sobre el más joven.

Fin.
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Y aquí el final de otra historia medio random que se me ocurrió luego de divagar un poco.

¿Qué tal les pareció esto?

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