Capítulo VII

Después de un largo viaje en taxi que pareció durar una eternidad, Nate finalmente llegó al impresionante complejo del "Hotel Póker VIP". Descender del vehículo y contemplar el majestuoso edificio le llevó otro momento, y el esfuerzo para subir las escalinatas que conducían hasta la entrada del hotel dejó sus piernas cansadas y su respiración entrecortada.

Al levantar la vista hacia el imponente hotel, Nate quedó maravillado por su magnificencia. El edificio se erguía ante él como un coloso blanco en medio de la noche, sus torres alcanzando el cielo estrellado como guardianes vigilantes de algún misterio antiguo. La luz de la luna se reflejaba en las paredes pulidas del hotel, creando una atmósfera de misterio y encanto.

Las cuatro torres del hotel se alzaban majestuosamente en el horizonte, cada una coronada por uno de los símbolos de las cartas de la baraja: el diamante, el corazón, el trébol y las picas. Era una vista impresionante y surrealista, y Nate casi tuvo que pellizcarse para asegurarse de que no estaba soñando.

El hotel parecía fuera de lugar en medio de la ciudad moderna, como un remanente de un tiempo y un lugar olvidados. Pero a pesar de su apariencia imponente, Nate no pudo evitar sentir una sensación de inquietud y temor ante la idea de adentrarse en sus misteriosos pasillos y habitaciones.

El mayordomo, con su uniforme impecable y su porte elegante, esperaba pacientemente en la entrada del "Hotel Póker VIP". Su mirada era serena y su presencia irradiaba una sensación de calma y profesionalismo. Nate se sintió un poco intimidado por su presencia imponente, pero asintió con timidez cuando el hombre le ofreció pasar.

—Joven, ¿gusta pasar? —preguntó el mayordomo con voz suave y modulada, extendiendo un brazo en dirección al interior del hotel.

Nate miró al hombre de reojo, sintiéndose un tanto desconcertado por la amabilidad inesperada. Aunque había estado preparado para enfrentarse a una actitud hostil o desconfiada, la cortesía del mayordomo lo tomó por sorpresa.

—Ah, eh, sí —balbuceó Nate, recuperando un poco la compostura, y siguió al hombre bien vestido y de gran altura hacia el interior del hotel.

Una vez dentro, Nate se encontró frente a una recepción elegante y bien iluminada, donde un joven amable lo recibió con una sonrisa cálida. El ambiente del lugar era acogedor y sofisticado, con muebles de estilo clásico y detalles decorativos que denotaban un gusto exquisito.

El joven de la recepción, con su semblante sereno y profesional, parecía estar completamente a gusto en su papel de anfitrión. Sus ojos centelleaban con curiosidad mientras observaba a Nate, como si estuviera tratando de descifrar sus pensamientos.

—Bienvenido al Hotel Póker VIP —dijo el joven con voz suave y melodiosa—. ¿En qué puedo ayudarte hoy?

El recepcionista observó con curiosidad la llave en forma de diamante que Nate sacó de su bolsillo, y luego frunció levemente el ceño al pedirle su identificación.

—¿Me permite su identificación? —inquirió el recepcionista con cortesía.

Nate, sintiéndose un poco incómodo, frunció el ceño ante la solicitud inesperada.

—No, disculpe, no quiero registrarme. Solo busco alguna taquilla a la que le pertenezca esta llave —explicó Nate, extendiendo la llave hacia el recepcionista.

El joven de la recepción examinó la llave con interés, y una sonrisa iluminó su rostro cuando entendió la situación.

—Oh, mis disculpas, joven. Y no es una taquilla, es de una de las cuatro suites reales. Usted es el Rey de Diamantes —informó el chico con amabilidad—. De hecho, creo recordar que también ha adquirido la del Rey de Corazones por tiempo limitado, pero su primera membresía es permanente.

Nate se quedó boquiabierto ante la revelación, incapaz de procesar completamente lo que acababa de escuchar.

—¿Qué? No, imposible. Nunca he estado aquí —respondió Nate, incrédulo ante la idea de que pudiera ser dueño de una de las lujosas suites del hotel.

El recepcionista asintió comprensivamente, como si estuviera acostumbrado a reacciones similares por parte de los huéspedes.

—Entiendo que pueda ser confuso, pero aquí en el "Hotel Póker VIP" a menudo suceden cosas inesperadas...

Nate se sintió aún más desconcertado cuando el recepcionista insistió en que tenía su nombre registrado y que incluso tenía una foto enmarcada de él.

—No... esto no puede ser —murmuró Nate, sintiendo cómo el desconcierto y el temor se apoderaban de él.

Pero el recepcionista parecía completamente seguro de sí mismo.

—Pero sí tengo su nombre registrado, joven, Nate Wilow. Incluso tengo su foto enmarcada —insistió el recepcionista, mostrándole un recuadro con la fotografía de Nate.

El corazón de Nate dio un vuelco al ver su propia imagen reflejada en el marco. Se sintió como si estuviera atrapado en medio de una pesadilla de la que no podía despertar.

—Oiga, le digo que no he estado aquí nunca —protestó Nate, desesperado por encontrar una explicación lógica a toda esta confusión.

El recepcionista parecía ignorar sus objeciones y continuó hablando con voz profesional y amable.

—¿Lo acompaño a su habitación? Si tiene la llave del Rey, solo me queda mostrarle su habitación. El bufete está a su total disposición las veinticuatro horas de los siete días de la semana —dijo el joven, saliendo de detrás del mostrador y comenzando a caminar hacia los ascensores—. Con su membresía permanente, usted es un cliente VIP y, por ende, puede hacer uso de las instalaciones como guste. Hay piscinas exclusivas, canchas de tenis y golf, un servicio de masaje habilitado todo el día...

Nate siguió al recepcionista con pasos vacilantes, sintiéndose atrapado en una situación que escapaba a su comprensión. ¿Cómo era posible que su nombre estuviera registrado en este lugar al que juraba no haber visitado nunca? ¿Y qué significaba todo esto para su seguridad y su cordura?

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