Capítulo V
Nate continuó avanzando con cautela entre las estanterías, sus ojos escudriñando cada rincón en busca de la misteriosa sección de Misterio. Cada paso resonaba en el suelo de madera con una solemnidad que contrastaba con la tensión que sentía en el aire. La calma opresiva de la biblioteca lo mantenía en vilo, como si en cualquier momento pudiera ser interrumpida por algún evento inesperado.
De repente, un libro de la estantería de Ciencia Ficción se deslizó de su lugar y cayó con un estruendo en el hombro de Nate antes de estrellarse contra el suelo. El sonido retumbó en la quietud del lugar, haciendo que Nate se sobresaltara con un latigazo de nerviosismo. Su corazón golpeaba desbocado en su pecho, su respiración entrecortada por la sorpresa y el miedo.
Antes de que pudiera recuperarse del susto, una voz masculina lo llamó desde algún sitio cercano, obligándolo a girarse bruscamente. Nate sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral mientras se encontraba cara a cara con un hombre cuya presencia parecía irrumpir en la tranquilidad de la biblioteca. La figura del hombre se destacaba en la penumbra, sus rasgos apenas visibles en la tenue luz que se filtraba entre los estantes.
El bibliotecario, un hombre de aspecto decrépito, con una larga barba canosa y gafas con montura de carey, emergió de entre las sombras como un guardián silencioso de los libros. Su presencia imponente contrastaba con la fragilidad de su edad, y Nate sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral al encontrarse con su mirada penetrante.
—Eh, niño, no andes tirando los libros —le reprendió el bibliotecario con una voz ronca y autoritaria, que resonó en la quietud del lugar.
—S-sí, disculpe —murmuró Nate, sintiéndose abrumado por la presencia del hombre mayor. Quiso preguntarle sobre la sección de Misterio, pero su atención fue capturada por algo más.
En el libro que se había caído, algo se asomaba por los bordes, como si fuera otra de las invitaciones que había recibido en el diario rojo.
Con un gesto de desaprobación, el bibliotecario se retiró, dejando a Nate solo entre los pasillos oscuros de la biblioteca. Con manos temblorosas, Nate alzó el libro que se había caído y examinó cuidadosamente la invitación que sobresalía entre las páginas. Efectivamente, era otra de las misteriosas invitaciones que parecían dirigir sus pasos en este juego macabro.
Sin embargo, algo más llamó la atención de Nate: un sobre blanco descansaba junto a la invitación, sus bordes rígidos sugiriendo la presencia de algo más que papel en su interior. Una sensación de intriga y precaución lo invadió mientras sostenía el sobre en sus manos, preguntándose qué misterios podía contener.
Decidiendo que no era seguro abrir el sobre en ese lugar, Nate guardó rápidamente las invitaciones y el sobre en su mochila junto con sus pertenencias. Con el corazón, aun latiendo con fuerza en su pecho, salió corriendo de la biblioteca, sintiendo el alivio de abandonar ese lugar de tensión y misterio.
La lluvia azotaba sin piedad mientras Nate se abría paso a través de la oscuridad de la noche, sus pasos resonando en el pavimento mojado. A pesar de la furia del clima, llegó a casa sano y salvo, aunque empapado hasta los huesos. Con un suspiro de alivio, cerró la puerta detrás de él y se apresuró a quitarse la ropa mojada.
Con manos temblorosas, Nate vació su mochila sobre la mesa de la cocina y buscó ansiosamente el sobre blanco que había encontrado en la biblioteca. Lo encontró entre los objetos dispersos y lo abrió con cuidado, sintiendo una mezcla de emoción y aprensión mientras extraía el contenido.
Una llave extraña y misteriosa yacía en el interior del sobre, su forma enigmática como un rombo o un diamante, con la inscripción "R1" grabada en su superficie. Nate frunció el ceño, desconcertado por el significado de la llave y su conexión con todo lo que había experimentado hasta ahora.
Tomó la invitación con manos temblorosas y la leyó con atención, pero la frase ominosa que había visto antes seguía resonando en su mente: "Ven y encuéntrame". Sin embargo, esta vez, no había ninguna dirección que lo guiara, ninguna pista sobre dónde debía dirigirse a continuación. La incertidumbre se apoderó de él una vez más, envolviéndolo en un abrazo de confusión y desesperación mientras intentaba descifrar el enigma que se estaba desarrollando a su alrededor.
Nate dejó la llave y la invitación sobre la mesa de la cocina, sintiendo un peso en el pecho mientras procesaba todo lo que acababa de experimentar. La tensión de la noche había dejado huellas en su mente y su cuerpo, y anhelaba desesperadamente un respiro, aunque fuera breve.
Se permitió un momento de descanso, un momento para dejar que la fatiga y el agotamiento lo envolvieran como una manta cálida. Se recostó en el sofá de la sala de estar, dejando que sus pensamientos vagaran en la oscuridad de la noche. La lluvia golpeaba con fuerza contra las ventanas, pero dentro de la casa de Nate reinaba una calma tensa, como si el silencio fuera solo el calmante superficial de una tormenta más profunda que se avecinaba en su interior.
En ese instante de quietud, Nate se encontró reflexionando sobre su papel en toda esta situación. Se sentía abrumado por la responsabilidad que había sido depositada sobre sus hombros, una responsabilidad que no había buscado ni deseado. Se preguntaba si estaba verdaderamente capacitado para enfrentar los desafíos que se avecinaban, si tenía el coraje y la determinación necesarios para enfrentarse a un enemigo desconocido y despiadado.
Nate se encontraba en un dilema angustiante. Si bien había seguido las instrucciones hasta ese punto, impulsado por el miedo y la incertidumbre, ahora se enfrentaba a la realidad de la situación. La idea de adentrarse aún más en el juego siniestro de un individuo desquiciado le resultaba aterradora, y el cansancio que lo abrumaba solo aumentaba su sensación de desesperación.
A medida que reflexionaba sobre las opciones que tenía frente a él, Nate se sentía cada vez más atrapado en un laberinto de decisiones imposibles. ¿Cómo podía garantizar la seguridad de esas personas, cuando ni siquiera conocía la verdadera naturaleza de la amenaza que enfrentaban? La incertidumbre lo envolvía como una niebla densa, nublando su juicio y dificultando cualquier intento de tomar una decisión clara y racional.
Por un lado, sabía que continuar siguiendo las instrucciones del misterioso individuo podría ponerlo en peligro a él y a quienes lo rodeaban. Por otro lado, el pensamiento de abandonar a esas personas a su suerte lo llenaba de culpa y angustia. Se sentía impotente, atrapado en un juego macabro del que no sabía cómo salir.
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