Capítulo 26: Viejos amigos

Varios días transcurrieron desde el incidente con mis amigos. Ambos se disculparon hasta el cansancio y, cuando mi enfado inicial se disipó, terminé perdonándolos.

Amaba demasiado a esos dos. Siempre estuvieron a mi lado en cada momento difícil. Me defendieron de los abusos de mi madre e hicieron que mi vida recobrara sentido cuando estaba en lo profundo del abismo sin esperanza alguna.

No podía guardarles rencor por algo que ni siquiera hicieron a propósito.

Solo podía dar gracias por tenerlos a mi lado y justamente hoy era el día ideal para ello, puesto que era Acción de Gracias.

—¿Caleb no vendrá? —indagó Zack desde el sofá, escribiendo en ese cuaderno que jamás nos mostraba.

—Dijo que celebraría con sus padres —respondí, colocando una caja de pizza sobre la mesita del centro.

Últimamente no estábamos ganando lo suficiente como para tener una grandiosa cena. Supongo que debíamos retomar lo de tocar en parques para ganar dinero extra.

—Espero que no surja ningún problema. Gemma se ha vuelto una arpía —opinó, cerrando su cuaderno cuando tomé asiento a su lado.

—No digas eso. Es su madre... —le pedí, aunque sabía que tenía razón.

—Incluso ella se ha olvidado de eso —refutó.

—Gemma sufrió mucho —le recordé.

—Caleb también —replicó, apoyando sus codos en sus rodillas y entrelazando sus dedos con la mirada perdida—. Estuvo deprimido durante meses cuando llegó al reformatorio. No sabes cuán difícil fue ver cómo mi amigo se consumía por la culpa... —lamentó, dolido, provocando que una pequeña sonrisa se formara en mis labios—. ¿Por qué sonríes? —preguntó, extrañado.

—Cale estaría muy feliz de escucharte hablar así —señalé, conmovida. Zack nunca era cariñoso con nosotros, así que la más mínima muestra de afecto tenía mucho significado.

—No le cuentes. No quiero escuchar sus cursilerías —emitió, haciéndome reír—. Supongo que ya no estás enojada con nosotros...

—Hace mucho que los perdoné —aseguré.

—Definitivamente no te merecemos... —murmuró, sosteniendo mi mirada—. Prometo que te compensaremos.

—¿Y cómo lo harás? —pregunté, sugerente.

—¿Qué? —balbuceó cuando coloqué mis manos sobre su muslo, ladeando la cabeza con fingida inocencia.

—Vas a compensarme... ¿o no? —puntualicé, arqueando una ceja.

—No hablaba de... —dijo entre balbuceos, desviando la mirada. Estaba nervioso...

—¿De...? —insistí en saber—. ¿Qué te sucedió en la mano? —inquirí cuando rascó su cuello en un gesto de nerviosismo.

—Nada —gruñó, cubriendo sus nudillos lastimados.

—¿Peleaste con alguien? —indagué, preocupada.

—No —contestó, poniéndose de pie para darme la espalda.

—No me mientas —pedí, ceñuda, levantándome del sofá también.

—No lo hago.

—Pensé que querías compensarme por lo que pasó. Podrías comenzar diciéndome la verdad —rebatí, cruzada de brazos.

—Y yo pensé que querías que te compensara de otra forma... —respondió, sugerente, al girarse repentinamente para quedar a centímetros de mi rostro, generando una tensión palpable entre ambos...

Antes se mostraba tímido y nervioso con un simple contacto y ahora se aproximaba de esa forma como si nada... Jamás entendería sus bruscos cambios de conducta. Lo único que sabía era que quien estaba sumamente nerviosa ahora era yo...

De pronto, por suerte o por desgracia, el timbre sonó.

—Yo abriré... —musité, aliviada—. ¿Caleb? —hablé, extrañada, al abrir.

—¿Puedo pasar? —preguntó, temblando de frío.

—Claro —contesté apresuradamente, invitándolo a entrar con un gesto de la mano.

—¿No deberías estar celebrando Acción de Gracias con tu familia? —cuestionó Zack, sentado en el sofá nuevamente.

—Discutí con mis padres —explicó, tomando asiento junto a su mejor amigo.

—¿Qué pasó esta vez? —indagué al sentarme a su lado, preocupada.

—No importa... —farfulló con la mirada perdida—. Además, ustedes son mi familia —agregó, rodeándonos con sus brazos.

—Estás más cursi de lo normal —sentenció Zack, ceñudo.

—¿Pizza? —ofrecí—. Es de la pizzería en la que Zack trabaja —expliqué, ofreciéndole un pedazo.

—Pizza recalentada en el microondas. Es nuestra cena de Acción de Gracias —comentó Zack—. No es el lujo al que estás acostumbrado, pero...

—Es perfecta —opinó Cale, aceptando el trozo de pizza.

—Caleb... —musité, conmovida, depositando mi cabeza sobre su hombro. Me alegraba que, a pesar de la riqueza de su familia, mi amigo no hubiese perdido su esencia. Continuaba siendo aquel chico encantador y aventurero que jugaba con nosotros en las calles de nuestro humilde vecindario.

—Últimamente discutes mucho con tus padres, ¿no? —señaló Zack repentinamente.

—Siguen sin entenderme —respondió, haciendo referencia a la música. Gemma y Arthur se oponían rotundamente a que Caleb fuera guitarrista.

—Y nosotros te reforzamos la idea. Probablemente cada día nos detestan más —dijo Zack.

—Lo que más me duele es que a ella sí la apoyaban con su sueño... —lamentó Cale con tristeza.

—Tal vez el problema no es el sueño, sino el momento en el que lo estás teniendo —aventuré—. Antes tus padres eran felices y lógicamente podían brindar apoyo, pero ahora... —dejé suspendida la frase, cabizbaja.

—Y mucho menos me apoyarán a mí que soy el culpable de su infelicidad —emitió con una mezcla de dolor y resignación.

—No digas eso, Cale. No fue tu culpa —le pedí, acariciando su despeinado cabello azabache.

—Todos sabemos que sí lo fue —refutó—. Ellos son los que más lo piensan.

—Algún día lograrán seguir adelante y te apoyarán, ya verás —intenté animarlo.

—Eso espero, Pheebs... —articuló.

—Traeré más pizza —les informé cuando Cale terminó de comer, dirigiéndome a la cocina.

Mientras esperaba a que la pizza se calentara se me ocurrió que podríamos pedir comida a domicilio para cenar algo un poco más sofisticado, así que retorné a la sala de estar para pedir la opinión de mis amigos; pero cuando llegué Caleb estaba agarrando a Zack por el cuello de su camisa, visiblemente furioso.

¿Qué rayos había pasado?

—Chicos, basta. ¡No peleen! —chillé, temerosa de que en cualquier momento Caleb desfigurara el rostro de Zack a golpes—. ¿Qué pasó? —me mostré preocupada.

—Nada —gruñó Cale, estampando a Zack contra el sofá, pero él ni se inmutó—. Me voy a casa —masculló, fulminándolo con la mirada.

—Espera, Cale —emití, siguiéndolo hasta la puerta—. Estás alterado. No deberías irte así —opiné.

—Ahora mismo no quiero ver a Zack —explicó, mirando con ira a su mejor amigo, quien se mantenía inerte en el sofá—, así que lo mejor será que me vaya.

—Pero... —intenté protestar.

—Nos vemos, Pheebs —se despidió, depositando un suave y cálido beso en mi frente para luego desaparecer bajo el manto de la fría noche.

—¿Qué rayos pasó? ¿Por qué estaban peleando? —exigí saber.

—No peleábamos —aseguró, poniéndose de pie—. Caleb es demasiado emocional —opinó, encogiéndose de hombros.

—Caleb no estaría a punto de golpearte por una simple "emoción" —refuté—. ¿Qué le hiciste?

—¿Vas a defenderlo? —se mostró escéptico—. Claro, él siempre ha sido tu favorito...

—Al menos él es sincero conmigo —repliqué, dolida. ¿Cómo podía decir algo así? Yo los amaba a los dos.

—Entonces, ¿por qué no lo seguiste? Debiste irte con tu predilecto —escupió con la mandíbula tensa.

—Zack, ¿de qué rayos hablas? —hablé, confundida ante sus palabras sin sentido—. ¿Por qué desvías la conversación? Solo quiero saber por qué peleaban.

—No te incumbe —gruñó.

—Solo me preocupo por ustedes... —musité—. El día de la subasta dijiste que querías "darme más". Pensé que comenzarías a tratarme diferente... —emití, avanzando en dirección a mi habitación—. Y no creas que olvidé lo de tu mano —lo regañé, girándome de repente.

—Pheebs, yo... —murmuró, avergonzado.

—Olvídalo, tienes razón —dije con una sonrisa amarga—. Tu vida no me incumbe.

—Lo siento... —completó finalmente, marchándose hacia la cocina.

Cuando Zack desapareció me percaté de que había dejado su cuaderno encima del sofá. ¿Debería devolvérselo o tal vez era mejor dejarlo a solas?

—¿Qué tanto escribes aquí, Zack...? —pensé en voz alta, tomando el cuaderno; pero, por alguna razón, no podía abrirlo. Mi conciencia me atormentaría eternamente.

A pesar de mi inmensa curiosidad, opté por lanzarlo de regreso al sofá, pero mi tiro fue tan impreciso que cayó al suelo.

Realmente no pretendía ver sus escritos, pero cuando me agaché para recoger el cuaderno estaba abierto, exhibiendo su contenido y yo me dejé llevar por la tentación...

En esa página había varias estrofas.

¿Acaso Zack escribía poesía?

Leí "Mil razones" en la parte superior. Al parecer, era el título. Había algunas tachaduras, garabatos y pequeños dibujos en las esquinas, así como notas musicales. ¿Era un borrador?

Caminando por la sala, ensimismada, comencé a leer versos aislados.

Nunca antes lo había sentido...

¿Sentir...? ¿Acaso sus poemas trataban sobre el amor?

¿Por qué fue solo contigo?
¿Acaso fue tu cabello encendido
o el haberme sonreído?

¿Cabello encendido? ¿Sonrisas?

Habla sobre... ¿una chica...?

Tú me enseñaste a ver más allá
incluso cuando todo parecía
una auténtica oscuridad.

Al parecer, esa chica siempre lo ha acompañado, incluso en sus momentos más oscuros...

Desde tu iris avellana
hasta el color de tu alma
podrían ser un arma
que a mi cuerpo harían caer,
pero no pienso retroceder
porque ansío tu querer.

¿Ojos avellana? ¿Como los míos...?

¿"Ansío tu querer"?

Esto no es un poema, es una canción.

—¡¿Qué carajos haces con eso?! —rugió Zack a mis espaldas, sobresaltándome.

—Yo... lo lamento... —balbuceé cuando me arrebató el cuaderno de las manos—. Se cayó al suelo. Juro que no tenía intenciones de violar tu privacidad —me apresuré a decir, apenada.

—¿Lo leíste? —gruñó; iracundo, pero temeroso.

—Yo...

—¿Leíste todo lo que está escrito aquí? —insistió en saber, apretando las hojas en su mano.

—Tus canciones son hermosas —opiné tímidamente, ignorando su enojo. No tenía por qué sentir vergüenza conmigo.

—Maldita sea... —masculló, pasando su mano libre por su cabello, frustrado.

—¿Por qué te enojas? —me mostré confundida.

—No tenías derecho —replicó, enojado.

—¿Por qué nunca nos dijiste que sabes componer? Tal vez todo habría sido más fácil. Ni siquiera cuando me viste desesperada porque necesitaba una canción fuiste capaz de decir la verdad —recordé, decepcionada.

—Yo no te pedí que mintieras —me reprochó.

—¿Ahora vas a echármelo en cara? —pregunté, escéptica y dolida.

—No debiste leer mis canciones... —dijo entre dientes.

—¿Por qué no? ¿A qué le temes? —Ante mis interrogantes él simplemente desvió la mirada—. Me gusta mucho "Mil razones".

—¡¿La leíste?! —chilló con ojos desorbitados.

—Habla sobre una chica... "de cabello encendido y ojos avellana" —rememoré, pensando que quizás, solo quizás, hablaba sobre mí.

—Me largo —zanjó, avanzando con grandes zancadas hacia la puerta.

—¿Por qué siempre huyes de mí? —inquirí, siguiéndolo con paso firme.

—¿Y tú quién rayos eres? —emitió al abrir y ver a un joven de cabello castaño en el umbral a punto de tocar.

—Eh... hola... —balbuceó el recién llegado—. ¿Phoebe se encuentra?

—¿Owen? ¡Qué sorpresa! —exclamé, sonriente. Habíamos hablado días atrás y le mencioné mi dirección, pero no esperaba su visita.

—Pheebs, ¿cómo has estado? —saludó, pasando para darme un cálido abrazo—. Feliz Día de Acción de Gracias —agregó, obsequiándome un precioso ramo de flores.

—Owen, no era necesario. Gracias, son hermosas —dije al aceptarlo.

—¿Quién es este? —escupió Zack, aún con la mano en el picaporte. Si las miradas mataran, probablemente Owen ya estaría muerto.

—Owen, él es Zack. Zack, él es Owen, un viejo amigo —los presenté—. Él estuvo a mi lado cuando mi madre me expulsó de casa —expliqué—. No sé qué habría sido de mí sin él...

—Es un placer, Zack... —emitió Owen, ofreciéndole su mano, la cual el susodicho rechazó, limitándose a mirarlo con desprecio.

—Nunca nos hablaste de él —señaló Zack.

—Hace mucho que no nos veíamos —respondí.

—Por eso vine... para recordar los viejos tiempos —intervino Owen, rodeándome con su brazo, sonriente.

—Veo que están bastante cómodos... así que me retiro, no quiero interrumpir —nos informó, sonriendo forzadamente.

—No tienes que irte, Zack —aclaré, siguiéndolo hasta el porche.

—Diviértete con tu amigo... —dijo, venenoso—. Al final cumpliste tu promesa...

—¿Qué? —balbuceé, confundida. ¿Cuál promesa?

—Que disfrutes la noche —gruñó, dando media vuelta para buscar su moto en el garaje.

—¿Tu amigo es así siempre o simplemente está de mal humor? —preguntó Owen, recostado del marco de la puerta.

—Zack es... complicado —me limité a responder, regresando al interior de la casa—, pero no hablemos de él.

—Creo que "celoso" es una palabra que lo describiría mejor —opinó, divertido—. ¿Es tu novio?

—No —contesté mientras tomábamos asiento el sofá.

—Pero le gustas y, por lo que veo, él a ti también —comentó, suspicaz.

—No le gusto —aseguré, depositando el ramo de flores sobre la mesita del centro.

—¿En serio esperas que me lo crea? —emitió, escéptico.

—Mejor hablemos de algo más agradable —desvié el tema—. ¿Cómo has estado?

—Ahora trabajo para la familia de Bélgica. Soy chofer y guardaespaldas, aunque me desempeño más en lo primero.

—¿No extrañas luchar? —indagué.

—Luchar es mi pasión —contestó, nostálgico.

—Recuerdo que se te daba genial, aunque me daba mucho miedo que te lastimaran. Realmente me alegra que hayas abandonado ese mundo.

—Lo hacía por mi abuela... Quería salvarla... —musitó con tristeza.

—Lo sé, Owen... —murmuré, sosteniendo su mirada café mientras acariciaba su mano—. Aunque te veas muy rudo por fuera, tienes un corazón muy noble por dentro.

—No repitas eso en voz alta. Arruinarás mi reputación —bromeó con su preciosa sonrisa.

Conocí a Owen hace poco más de 3 años. Él me socorrió cuando estaba sin techo después de haber sido expulsada de casa. En ese entonces él tenía 20 años y se dedicaba a luchar por dinero.

—También recuerdo que había muchas chicas locas por ti, pero ninguna logró conquistarte —señalé.

Owen siempre fue muy codiciado. Su despeinado cabello castaño y sus profundos ojos café derretían los corazones de las jóvenes que asistían a verlo. Eso, sumado a su notable musculatura y su excepcional desempeño como boxeador, lo volvieron el blanco del deseo femenino.

—El romance no es lo mío. Soy un chico de acción... —dijo, sugerente

—Ahórrame los detalles —pedí, cubriendo mi rostro, avergonzada—. No puedo creer que hayan pasado 3 años y siga sin gustarte nadie... ¿o sí hay alguien? —Arqueé una ceja ante su evasiva mirada.

—Hay alguien... pero eso no tiene futuro —concluyó.

—Con que sí hay una chica —canturreé—. ¿Quién es?

—Da igual, Pheebs. No sucederá.

—¿Por qué no? Eres muy guapo. Cualquier chica querría estar contigo —opiné.

—Ella no. Me detesta —replicó.

—Dicen que del amor al odio hay un solo paso...

—En este caso no —descartó mi idea—. Hay una barrera demasiado grande que nos separa... —explicó con tristeza.

—No me gusta verte deprimido —murmuré, acariciando su mano.

—¿Y si en lugar de hablar de nuestras tristes vidas amorosas, salimos a tomar algo? —sugirió y yo asentí, sonriente.

<<<>>>

Antes de ir a la cafetería, visitamos el hogar de la familia Knoller, es decir, la casa de Bel; puesto que Owen había olvidado su billetera.

—¿Trabajas en el Silver Domain? —emití cuando bajamos del auto, impresionada ante el rascacielos de 104 pisos que se alzaba ante ambos. Conocía muchas cosas acerca de los Knoller, pero no que vivían en el edificio más alto de la ciudad.

—Aquí viven mis jefes —respondió, encogiéndose de hombros—. Austria... —musitó cuando apareció repentinamente la hermana de Bel.

—¿Así que usas el auto de mi familia para tus ligues de una noche? —indagó la pelinegra, arqueando una ceja, cruzada de brazos.

—Tu padre me dijo que podía usarlo —se justificó Owen—. Él confía en mí.

—No entiendo por qué lo hace. No eres de fiar —escupió ella, fulminándolo con su felina y verde mirada.

¿Acaso no le agradaba Owen?

—Piensa lo que quieras. Vine a buscar algo y me largo —replicó, avanzando hacia el interior del edificio.

—¿Hablas de esto? —inquirió Austria cuando él pasó por su lado, sacando una billetera del bolsillo de su elegante abrigo.

—Devuélvemela, por favor —le pidió con una sonrisa forzada.

—No tenía intenciones de quedármela —aclaró, arrojándosela de mala gana—. No quiero nada que venga de ti —gruñó con cierto desprecio.

—¿Estás segura...? —preguntó Owen con una sonrisa torcida, sugerente, aproximándose hasta quedar a centímetros del rostro de Austria, quien tragó con fuerza, visiblemente nerviosa.

¿Son ideas mías o entre estos dos hay algo...?

—Buenas noches, señorita Knoller —se despidió Owen a un suspiro de sus labios.

Definitivamente esa no es la forma de tratar a la hija de tu jefe...

—Si yo fuera tú, tendría cuidado con él —me advirtió cuando Owen llegó a mi lado—. Es un mujeriego que enamora a las chicas y luego las deja tiradas sufriendo por él.

—¿Lo dices por experiencia? —se jactó.

—Imbécil —escupió ella, apretando sus puños y provocando que la sonrisa de mi amigo se ensanchara.

—Bueno, ¿a dónde quieres ir? —preguntó Owen después de encender el auto.

—Te. Gusta. ¡¡¡Austria Knoller!!! —chillé como demente, articulando cada palabra.

—¡¿Qué?! —exclamó—. No, claro que no.

—No te gusta. ¡Te encanta! —concluí, entusiasmada.

—Ya te dije que no —repitió—. ¿De dónde sacas semejante tontería?

—Ella es muy sensual —opiné.

—Y muy fastidiosa también —agregó.

—Estás enamorado —emití, cubriendo mis mejillas.

—Claro que no. Quisiera que sus padres la mandaran al otro lado del mundo de nuevo para no verla nunca más.

—Imagino que debe ser difícil que te guste la hija de tus jefes —señalé, ignorando sus palabras.

—Ya te dije que no me gusta —insistió.

—¿En serio esperas que me lo crea? —repetí la pregunta que me hizo cuando negué mis sentimientos por Zack.

—Es una arrogante, fastidiosa, mandona, que se cree mejor que el resto y que... —gruñó.

—Y que te gusta —lo interrumpí.

—De acuerdo... —accedió finalmente y yo sonreí, victoriosa—. Sí... me encanta... No sé cómo pasó. Cuando nos conocimos nos odiamos al instante, pero ahora... estoy loco por ella, aunque lo nuestro no tiene futuro. Soy solo el chofer. Su madre no me aceptaría y Austria jamás la enfrentaría, aunque tampoco le pediré que lo haga. No importa cuánto la desee, nunca podré atravesar la barrera que nos separa... —zanjó con tristeza.

—Owen... —musité, acariciando su mano.

—Te dije que lo mío no es el romance, Pheebs —emitió con una sonrisa triste—.¿Qué tal si ahogamos nuestras penas en chocolate caliente? —propuso y yo simplemente asentí.

>>><<<

El ambiente de la cafetería era cálido y acogedor, aunque había pocos clientes debido a la fecha.

—Ya te he hablado mucho sobre mi vida, pero no me has contado nada sobre ti —señaló Owen, bebiendo su chocolate.

—No hay mucho que contar. Formé una banda con mis amigos de la infancia. Cada semana tocamos en el bar After Vibes. Está en el centro de la ciudad. Cuando quieras puedes ir a vernos —sugerí.

—Todo eso ya lo sé. Bélgica lo mencionó. Su novio es miembro de tu banda, ¿cierto? El mundo es realmente pequeño —comentó, mirando a través del cristal a nuestro lado.

—Bel me cae muy bien. Creo que Caleb no pudo escoger a alguien mejor —opiné.

—Es una buena chica —se limitó a responder. Owen siempre fue callado y discreto—. Sin embargo —añadió de pronto—, cuando te pregunté qué fue de tu vida no me refería a tu trabajo... ¿Qué sucedió cuando te fuiste de mi casa ese día...? —indagó ante mi expresión confundida, la cual se transformó en una de incomodidad—. ¿Pensaste que lo había olvidado?

—Lo siento... —articulé, avergonzada. Owen me acogió en su hogar sin saber mi nombre ni mi procedencia y yo huí sin explicación alguna.

—No quiero una disculpa, quiero la verdad —pidió seriamente y yo bajé la mirada, apenada—. Te fuiste con ese hombre, ¿cierto?

Ante su interrogante tragué con fuerza, apretando mis puños sobre mi regazo.

—No quería ser una carga para ti... —farfullé—. Tenías demasiados gastos. Tu abuela estaba muy enferma.

—¿Y por eso aceptaste su "oferta de trabajo"? —replicó, escéptico—. No lo conozco en persona, pero he escuchado hablar de él... Lo llaman Can o...

—No hablemos de eso, por favor... —lo interrumpí. No quería remover el pasado.

—A pesar de que te salvé de la vida que ese tipo te propuso, terminaste huyendo de mi casa sin explicación alguna —me reprochó, dolido—. Simplemente dejaste un sobre con dinero y te evaporaste... Al final regresaste con él...

—No estoy orgullosa de lo que hice... —aseguré con ojos vidriosos—. Pensé que mi vida no podría destruirse más, pero estaba equivocada... —musité mientras una lágrima rodaba por mi mejilla.

—Lo siento, Pheebs... No era mi intención...

—Tranquilo, fue mi decisión... —lo interrumpí, secando mi rostro.

—Solo prométeme que nunca volverás a esa vida sin importar cuán difíciles sean las circunstancias —me pidió, tomando mi mano.

—Te lo prometo.

}}{{

Owen y yo estuvimos conversando y rememorando el tiempo compartido, el cual, a pesar de ser breve, nos marcó para siempre. Después de nuestra hermosa velada él me llevó a casa.

—Zack... —murmuré al verlo en la sala de estar cuando atravesé la puerta.

—Solo regresé a buscar mi móvil —aclaró—. Ya me voy. No quiero interrumpir.

—No tienes que irte. Ya Owen se marchó —expliqué cuando me rodeó, rumbo a la salida.

—¿Tan rápido? —indagó, extrañado—. Tomando en cuenta su apariencia esperaba más de él... —añadió, burlesco.

—No tienes que comportarte como un idiota. No tengo ese tipo de relación con él... —dejé en claro, ceñuda.

—No me interesa el tipo de relación que tengas con él —escupió, desviando la mirada.

—¿Ah, no? —articulé, cruzándome de brazos, escéptica—. Porque parece que estás celoso —señalé.

—No lo estoy —aseguró con la mandíbula tensa, mirando fijamente la pared.

—Ahora repítelo mirándome a los ojos —le pedí, tomando su mentón para forzarlo a mirarme—. Repite que no te interesa que esté con otro chico, que otro toque mi cuerpo y me haga gemir de placer justo aquí... —agregué, palpando el espaldar del sofá a mi lado.

—Basta... —gruñó.

—Dilo, Zack —insistí a un suspiro de sus labios.

—Voy a dormir —me informó, desviando el rostro para luego retroceder algunos pasos.

—¿Eso quiere decir que sí te importa...? —repliqué, arqueando una ceja con una pequeña sensación de victoria.

—¿Sabes qué? Sí, sí me importa —admitió con vehemencia, cerrando la distancia entre ambos hasta dejarme arrinconada contra el espaldar del sofá—. No soporto la idea de que otro ponga sus manos sobre ti...

—¿Por qué? —musité, sosteniendo su oscura mirada.

—¿Por qué? —repitió—. Porque... —balbuceó, tensando su mandíbula como si estuviera intentando... ¿contenerse?—. Mejor voy a dormir antes de que... —emitió, retrocediendo nuevamente.

—¿Antes de qué...?

—Buenas noches, Pheebs —se despidió con una pequeña sonrisa teñida de tristeza, como si le doliera tener que marcharse...

—Zack —lo llamé y él se detuvo, pero no se giró para encararme—, tu canción... ¿hablaba sobre mí?

Ante mi interrogante él se mantuvo estático, pero finalmente decidió marcharse, dejándome sin respuesta.

--------

Bueeeeenas :D
Cómo va todo?
Qué les pareció el cap?
Los leo!
Recuerdan este cap en "Bélgica"? :D
Finalmente Pheebs descubrió qué tanto escribe Zack: canciones :)
De quién hablará su canción? Je je :)
Y tuvimos una nueva aparición de Owen :D
En "Bélgica" era simplemente el chofer y no se sabía nada sobre él, pero en esta historia lo conoceremos un poquito mejor. No obstante, eventualmente tendrá su propia historia con la chica que salió en este cap (Austria). Si gustas conocerla un poco más, puedes leer "Bélgica" :D
Durante la conversación en la cafetería se mencionaron ciertos detalles sobre el pasado de Phoebe, ese que tanto la avergüenza :(
Pronto sabremos qué sucedió.
Y qué opinan del final? :)
Para Zack es cada vez más difícil disimular lo que siente :")
Ya veremos cómo avanza la historia de mis niños :)))
Espero que les haya gustado el cap.
Hasta el próximo.
Bye, bye :)
Dato random: Austria y Owen son una de mis parejas favoritas. Estoy ansiosa por escribir su historia :)))
No olvides seguirme en Instagram como daia_marlin

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top