Capítulo 24: Confusión

Normalmente los lunes eran días rutinarios y aburridos, pero eso cambiaría gracias a Cale, puesto que nos había invitado a una subasta benéfica. Me sorprendió mucho que sus padres accedieran, ya que no les agradábamos, en especial a Gemma.

Cuando vivíamos en el mismo vecindario era más agradable. Tal vez el dinero provocó que perdiera la humildad... o quizás fue la pérdida que sufrió hace pocos años lo que la transformó en una mujer frívola y engreída.

—No quiero ir —emitió Zack ante la petición de Caleb.

—Pero, ¿por qué? —me quejé como niña pequeña, pues había adorado la idea de asistir a un evento tan exclusivo.

—No es mi ambiente —explicó.

—Ningún lugar es tu ambiente —replicó Caleb—. Siempre debemos obligarte a ir a cualquier sitio —añadió, divertido.

—No voy. Punto —gruñó Zack—. Además, no tengo ropa adecuada. Ese lugar estará lleno de personas ricas e importantes. Aunque quisiera, esta vez no puedo ir vestido con mi ropa habitual —intentó justificarse.

—Cierto... Yo tampoco tengo ropa —musité al percatarme de que tenía razón.

—Zack, ¿desde cuándo te preocupa lo que los demás piensen de ti? —preguntó Cale, arqueando una ceja—. Además, les conseguí un vestido y un traje, así no tendrán excusa —dijo, alzando las bolsas que contenían nuestros atuendos.

—¿En serio, Cale? —me mostré emocionada—. ¿Lo puedo ver?

—Claro. Ve a probártelo —me animó.

—Ahora regreso —les informé, entusiasmada, y luego fui hacia mi habitación.

Después de cubrir mi cuerpo con el elegante vestido contemplé mi reflejo en el espejo de pie, satisfecha y sonriente.

Me pregunto si a él le gustará...

Ansiosa por ver la reacción de Zack, regresé a la sala de estar para que mis amigos me dieran su opinión.

—¿Qué les parece? —indagué al llegar.

—Estás hermosa, Pheebs —opinó Caleb.

—Gracias, Cale. Amé el vestido —aseguré con una sonrisa.

—Puedes quedártelo —ofreció de pronto.

—¿En serio? —articulé, sorprendida—. ¡Gracias! —exclamé, entusiasmada, ya que me había encantado—. ¿Te gusta, Zack? —pregunté tímidamente, puesto que él no había emitido palabra alguna.

—Supongo... —se limitó a responder desde el sofá sin mirarme siquiera, dejándome profundamente decepcionada (como de costumbre).

—Eso en "el lenguaje de Zack" significa que estás preciosa —terció Caleb para animarme.

—¿Entonces vendrás? —me dirigí a Zack.

—Ya les dije que no quiero ir —repitió, hastiado.

—Acompáñanos, Zack, por favor —insistí, inclinándome hacia él con la intención de apoyar mis manos sobre su regazo.

—Está bien. Iré —accedió de mala gana, poniéndose de pie a la velocidad de la luz para evitar mi contacto.

¿Por qué reaccionaba así?

—Te acompañaré a cambiarte —ofreció Cale.

—¿Para qué? —gruñó Zack rumbo a su habitación.

—Tranquilo. No voy a violarte —aclaró Cale, divertido, siguiendo a su mejor amigo.

Yo, por mi parte, regresé a mi cuarto para terminar de alistarme, optando por un maquillaje sencillo y un peinado semirrecogido. Al concluir, retorné a la sala de estar para esperar a mis amigos.

Normalmente decían que las chicas nos demorábamos arreglándonos, pero esos dos llevaban un siglo encerrados.

¿Qué rayos estarían haciendo?

Con mis tacones rechinando emprendí el trayecto hasta la habitación de Zack, pero cuando me dispuse a tocar la puerta él abrió repentinamente.

—Sal de mi habitación —ordenó con la mano en el picaporte—. Terminaré de vestirme solo —añadió, provocando que me percatara de que llevaba su camisa desabotonada.

—Hola, chicos —saludé en un frágil intento por disimular mis ganas de despojarlo de su elegante traje.

—¿Estabas escuchando detrás de la puerta? —inquirió Zack, clavando la mirada en mí, ceñudo.

—No —me apresuré a decir—, venía a ver por qué se demoraban tanto. Incluso me maquillé mientras los esperaba —expliqué.

—Estábamos a punto de salir —replicó.

—¿Así? —indagué, recorriendo su pálido torso semidesnudo con la mirada—. Déjame ayudarte —le pedí, colocando mis manos sobre su pecho para ayudarlo. Bueno, no les mentiré, en realidad solo quería tocarlo...

—Yo puedo solo —gruñó al apartarme, ríspido y... ¿nervioso?

—No seas necio. Acepta mi ayuda —emití con el entrecejo hundido.

¿Por qué le asqueaba tanto mi contacto?

—Ya larguémonos de una vez... —dictaminó al rodearme, esquivo, abotonando su camisa torpemente.

—Ten paciencia con él... —me pidió Cale, palpando mi hombro alentadoramente mientras yo observaba la puerta, dolida ante el rechazo de Zack.

()()()

El enorme salón en el que se llevaría a cabo la subasta tenía una refinada decoración a la altura de los elegantes invitados. Era evidente que todos los presentes eran personas muy adineradas. Ahora podía entender por qué Zack se sentía fuera de lugar...

—Ahí está la familia Knoller —comentó Gemma, ansiosa, evidenciando su imperiosa necesidad de dar una buena impresión—. Ustedes, compórtense —nos regañó de forma totalmente innecesaria. Aunque no frecuentáramos este tipo de lugares, teníamos modales.

—Bruja —dijo Zack por lo bajo cuando la señora Shines dio media vuelta, haciéndome sonreír.

A medida que avanzábamos hacia la mesa de los Knoller, es decir, la familia de Bélgica, comencé a prepararme psicológicamente para conocer a la modelo más grandiosa de todos los tiempos: Alaska Montserrat, la madre de Bel.

—Arthur... vinieron —dijo Sheldon Knoller, el padre de Bel, quien además era un atractivo hombre de negocios de cabellera negra y felinos ojos verdes.

—¿Cómo estás, Sheldon? —saludó el señor Shines, estrechando su mano cuando se puso de pie—. Qué tal, Alaska. Niñas... —se dirigió al resto de la sonriente familia.

Anteriormente había visto a las mujeres de la familia Knoller en revistas y redes sociales, pero en persona eran mucho más hermosas. Sin embargo, no veía a la mayor de las hermanas, Kenya Knoller.

—Veo que además de Gemma y Caleb trajeron a otros invitados —comentó Alaska.

Oh, por Dios, Alaska Montserrat acaba de notar nuestra existencia. Actúa normal.

—Son unos... amigos de Caleb —explicó Gemma, intentando disimular su desprecio. 

—Es un placer, chicos —nos saludó Sheldon Knoller, estrechando nuestras manos.

—El placer es nuestro, señor —respondí tímidamente, víctima de los nervios. Zack, por su parte, ni siquiera se inmutó.

—Por favor, no me llames "señor". Solo Sheldon —me pidió amablemente.

—Si quieren, pueden sentarse en una mesa cercana a la nuestra —ofreció Alaska con gentileza.

La madre de Bel era una hermosa mujer de cabello rubio y ojos azules que había reinado en las pasarelas durante años. Sin embargo, a pesar de estar retirada, continuaba gozando de fama y renombre y, por supuesto, de la admiración de muchos.

—Nos encantaría —contestó Gemma.

Zack, Caleb y yo veníamos de un vecindario humilde y no estábamos acostumbrados al lujo ni a relacionarnos con celebridades. Sin embargo, la familia de mi mejor amigo se vio obligada a adaptarse al medio después de su estallido financiero. No obstante, en ocasiones el esfuerzo de Gemma por encajar parecía forzado.

Como éramos demasiados optamos por ubicarnos en tres mesas: en una estaban los adultos; en otra, las hermanas de Bel y finalmente estaba la nuestra.

—Me alegra que los padres de Caleb los invitaran —confesó Bel, quien decidió acompañarnos en lugar de permanecer junto a sus hermanas, a las cuales observé, embobada, mientras un  camarero nos servía aperitivos y bebidas.

En total eran 5 hermanas. Bélgica era la hermana del medio. La mayor era Kenya Knoller, una famosa modelo, cuya ausencia no lograba comprender, pero preferí no preguntar para evitar ser indiscreta. La segunda era Austria, una exótica pelinegra de ojos verdes llena de tatuajes que poseía una sensual figura fitness. Por último, estaban las gemelas rubias de rostros angelicales: Venecia e Irlanda, a las cuales tuve la oportunidad de conocer en la fiesta de Halloween.

—Nos sorprendió un poco, pero aun así nos emocionó la idea de asistir —respondí.

—Habla por ti —gruñó Zack tras beber un poco de champán—. Detesto este tipo de lugares.

—No seas maleducado —lo regañé, ceñuda. No quería que Bel se llevara una mala impresión de nosotros. Después de todo, era la chica de la que Caleb estaba enamorado.

—Solo soy sincero —replicó, encogiéndose de hombros—. ¿Qué necesidad hay de realizar eventos tan ostentosos para donar dinero a una causa justa? Deberían haber gastado el dinero de la organización en algo verdaderamente valioso, pero no. Prefieren jactarse de que hacen caridad —sentenció.

—¡Zack, basta! —exclamé—. Respeta a Bélgica —exigí.

—No te preocupes, Phoebe —emitió ella, relajada. Al parecer, sus palabras no le afectaron en absoluto—. Entiendo el punto de Zack. De hecho, tengo una tía llamada Grecia que dice lo mismo. Ella prefiere hacer donaciones anónimas. No le gusta jactarse de sus buenas acciones, por eso no viene a este tipo de eventos. Y yo creo que ustedes dos tienen razón. Si para ser generosos necesitan vanagloriarse, entonces su altruismo es pura hipocresía.

—Creo que me agradaría esa señora —intervino Cale, sonriente—. Es la madre de Paris, ¿cierto? —Ante la interrogante Bel asintió—. Por cierto, ¿por qué no vino contigo? —indagó, haciendo referencia a la prima de Bélgica.

—Hoy Dallas tenía un partido de baloncesto y fue a apoyarlo —explicó ella.

—Cierto... Había olvidado que hoy jugaríamos contra otro instituto. ¿Y por qué no fuiste a apoyar a tu primo? —se mostró interesado.

—Porque... —balbuceó Bel, nerviosa—. Mi padre me insistió mucho para que viniera.

Tal vez era mi impresión, pero creo que alguien estaba mintiendo...

—Entiendo... Yo no quería venir, pero mi padre también insistió demasiado —mintió Cale. En realidad había venido porque quería verla.

—Incluso nos invitó a nosotros —terció Zack, bebiendo de su segunda copa. Espero que no termine ebrio... o tal vez, si lo hace, podríamos terminar lo que dejamos inconcluso...

Dios, no he bebido ni una gota de alcohol y ya no sé ni lo que digo.

Minutos después dio inicio la subasta en la que los mejores postores obtuvieron joyas, ropa de diseñador, obras de arte, propiedades de viviendas y disímiles artículos que ni siquiera sabía lo que eran.

Una de las ofertas fue una pintura de un artista muy importante, lo cual se evidenció en el exagerado precio del cuadro.

Una elegante mujer hizo la primera puja, pero rápidamente fue destronada por un mejor postor, cuya voz me resultaba familiar. Al mirar discretamente a mi alrededor, me percaté de que el emisor era nada más y nada menos que Alfred Russell, el productor musical que nos había rechazado tiempo atrás.

A pesar de que su oferta fue tentadora, alguien más hizo una nueva puja. Dicha persona era un señor de unos 60 años que me parecía conocido.

¿Dónde lo había visto antes?

Para mi sorpresa, Alfred Russell hizo otra puja. Al parecer, el cuadro le gustaba mucho. Sin embargo, al otro señor también, puesto que su exorbitante oferta fue la ganadora.

La subasta de la pintura dio fin a la parte central del evento, motivo por el cual los invitados retomaron sus conversaciones o simplemente comenzaron a bailar en el centro del gran salón al ritmo de la suave melodía.

—¿Te gustaría bailar, Bel? —Caleb rompió el silencio en nuestra mesa, ofreciéndole su mano a la chica de sus sueños.

—¿A mí? Eh... —balbuceó, buscando mi mirada, perdida y nerviosa. Yo solo asentí con una sonrisa para animarla. Realmente ansiaba que después de nuestra conversación comenzaran a salir—. Sí, claro... —respondió finalmente, tomando su mano.

—Zack, deberías bailar con Phoebe —sugirió Caleb repentinamente y luego se desplazó con Bel hacia el centro del lugar, dejando una tensión palpable en el ambiente.

Eso, vete y déjanos con la bomba.

—Hacen una linda pareja, ¿no crees? —comenté para cambiar el tema. A veces Cale podía ser muy indiscreto.

—Si tú lo dices... —se limitó a responder.

—Me encanta esa canción —emití cuando comenzó a sonar I'm not the only one de Sam Smith, moviendo mi cabeza lentamente mientras cerraba mis ojos, anhelando que cierto chico me invitara a bailar... pero sabía que eso no sucedería.

—Pheebs —me sacó de mi ensimismamiento su voz. Al mirar a mi lado, Zack estaba de pie, extendiéndome su mano mientras desviaba la mirada, incómodo y con las mejillas sonrojadas—. ¿Quieres... eh... pues... lo que sea...? —balbuceó, nervioso.

—¿Intentas preguntarme que si quiero bailar contigo? —formulé la pregunta que él no se atrevía, sonriente ante su esfuerzo tierno y sobrehumano.

—Pues... sí...

—Será un placer —accedí, sonriendo tímidamente.

Sintiéndome como una tonta y enamorada princesa de cuento de hadas, me dirigí junto a Zack hacia el centro del salón. Después coloqué una de sus manos en mi cintura y tomé la otra para iniciar nuestro baile.

Al comienzo Zack estaba un poco rígido y visiblemente perdido, pero poco a poco fue capaz de seguir el ritmo. Siempre fue muy listo. Además, esta no era la primera vez que bailábamos juntos.

—Pensé que no me lo pedirías... —admití, depositando mi rostro sobre su pecho mientras cerraba los ojos, sintiéndome como en casa.

—Sabía que querías bailar. La forma en la que mirabas a todos te delató —opinó, relajado.

—Pero tú odias bailar —repliqué con suavidad, escuchando sus latidos acelerados. La primera vez que bailamos en la azotea del bar también estaba así...

—Pero a ti te gusta. Te ves feliz cuando bailas —refutó, provocando que me alejara de su pecho para sostener su oscura y brillante mirada—. Y a mí me gusta verte feliz —agregó, dejándome profundamente conmovida; pero cuando me dispuse a responder algo inesperado sucedió.

El estruendoso ruido de la alarma de incendios inundó el lugar, generando revuelo entre los invitados que evacuaron rápidamente el salón mientras los rociadores automáticos del techo nos empapaban.

—¿Fuego? —musitó Zack, estático en medio del caos.

—Zack, debemos salir ahora —dictaminé, pero él parecía estar en trance. Su expresión lucía temerosa y su mirada, perdida; haciendo un profundo contraste con el resto de los invitados que corrían, presas del pánico—. ¡Zack! —exclamé, pero él no parecía escucharme.

—Tienes razón... —murmuró finalmente—. No permitiré que suceda de nuevo... —añadió y yo hundí el entrecejo, confundida; pero no tuve tiempo de preguntar porque Zack tomó mi muñeca y corrió hacia la salida.

Sus pasos eran agigantados y su velocidad, insuperable. Su actitud rozaba la desesperación. Todos temían que el incendio se propagara, pero el temor de Zack era diferente... No parecía estar huyendo del fuego, sino de... algo más...

—¿Zack? —emití cuando atravesamos la salida, sofocada y confundida, ya que él continuó corriendo a pesar de que no había peligro—. ¡Zack! —chillé y él finalmente se detuvo—. No debes seguir corriendo, ya estamos a salvo —aclaré, colocando mis manos sobre mis rodillas mientras respiraba profundamente para recuperarme.

—¿Estás bien, Pheebs? —indagó.

—Sí, tranquilo —jadeé—. Probablemente fue una falsa alarma —opiné, mirando a los invitados dispersándose a lo lejos.

—Tenía miedo... —musitó, llamando mi atención.

—No sabía que le temías al fuego... —comenté, preocupada ante su mirada perdida y vulnerable.

Cuando éramos pequeños Zack, al ser el mayor, siempre nos protegía. En ese entonces pensaba que era genial e indestructible, que nada podía perturbarlo... pero claramente estaba equivocada.

—...De que algo te sucediera... —completó, enfocándome—. No puedo perderte a ti también... —agregó, depositando su frente sobre la mía mientras sostenía mis brazos con una firmeza casi dolorosa.

¿Qué le sucedía...?

Ambos estábamos sanos y salvos ahora. ¿Cuál era su preocupación?

—Nada va a sucederme —aseguré, tomándome el atrevimiento de acariciar su rostro—. Estaré a tu lado siempre...

—¿Lo prometes? —musitó, frágil y asustado.

—Lo prometo —respondí para transmitirle seguridad mientras la confusión me invadía.

¿Por qué actuaba así?

—Qué escena tan conmovedora —nos interrumpió una venenosa voz femenina.

—¿Vivian? —musité.

—¿Qué haces aquí? —gruñó Zack, hostil.

—Soy una invitada... igual que ustedes... —aclaró, sonriente—. Aunque me sorprende que ustedes dos fueran invitados. Probablemente los Shines sintieron lástima —añadió, destilando veneno.

—Al menos nosotros no le abrimos las piernas a nadie para poder entrar —escupió Zack.

—Cuida tu lengua, niño —masculló mi madre, avanzando en nuestra dirección, amenazante—. O puedo darte donde más te duele... —amenazó, mirándome fijamente.

—No te acerques a ella —ordenó Zack, posicionándose frente a mí para protegerme y Vivian se detuvo, alternando la mirada entre ambos, suspicaz.

—Patético... —sentenció, burlona—. El amor es tan ridículo —opinó.

—Lo dice porque nunca ha sido amada —replicó Zack—, pero afortunadamente Phoebe sí tiene a alguien que la ama... —agregó, mirándome por el rabillo del ojo durante breves segundos para luego enfocar a Vivian nuevamente.

¿Qué quiso decir con eso? ¿Acaso hablaba de... sí mismo?

—Te daré un consejo, Zack, porque me agradas a pesar de todo... —cambió el tema de repente, cruzada de brazos—. Aléjate de Phoebe... Esa zorra no vale nada —masculló, fulminándome con la mirada. Me sentiría dolida, pero escuché eso tantas veces que creo que me había vuelto inmune a sus ofensas.

—No necesito sus consejos... —refutó Zack—, y aquí la única que no vale nada es...

—Querida, ¿hay algún problema con estos jóvenes? —nos interrumpió un elegante señor de cabello plateado.

—Usted... —musité al percatarme de que era el ganador del cuadro subastado y el mismo hombre que acompañaba a Vivian el día que nos reencontramos.

—No, querido —contestó ella, rodeando su brazo con una falsa sonrisa. Dudo que aquel pobre hombre le gustara. Era obvio que estaba con él solo por su dinero.

—¿Querido...? —repitió Zack, asqueado.

—¿Quiénes son ellos, Vivian? —indagó el señor y todos la miramos, expectantes. ¿Acaso diría que Zack también era su sobrino?

—Invitados del evento, querido —respondió con simpleza, pero su temor era evidente. Si hablábamos, su mentira y la posibilidad de escapar de la vida que tanto odiaba se desmoronarían.

—Es un placer —emitió el señor, dándonos la mano. Al parecer, no me había reconocido—. Vamos a casa, querida. Mañana llegará el cuadro que te compré.

—Déjeme darle un consejo, señor... —se alzó la voz de Zack—. Debería elegir mejor a sus compañías... —insinuó.

—¿Qué quieres decir, joven? —preguntó, confundido.

—Que se fije bien en la persona que pasea colgada de su brazo. Hasta la sirena más hermosa podría matarlo sin piedad ni remordimiento... —le advirtió, provocando que Vivian me fulminara con la mirada. Era una clara amenaza: si Zack hablaba de más, ella alejaría a Flori de mí.

—Zack, basta —musité—. Deberíamos irnos —sugerí, tomando su brazo y tirando de él—. Con permiso —me excusé en un murmullo con la esperanza de que mi madre no tomara represalias—. ¿A qué venía todo eso? —le reclamé cuando desaparecimos del campo visual de Vivian y su acompañante.

—Eso te pregunto —refutó, ceñudo—. ¿Por qué me detuviste? Pude desenmascarar a esa bruja delante de su adorado millonario.

—No puedes hacer eso... —farfullé.

—¿Por qué no? —replicó—. Sé que es tu madre, pero... No me digas que aún la quieres —agregó, escéptico—. Esa mujer no merece tu amor.

—Lo sé, pero aun así... —dije con un hilo de voz, bajando la mirada. Mi silencio se debía a mi hermana, pero una minúscula parte de mí no quería dañar a Vivian.

—Realmente tu corazón solo es capaz de amar a quien no lo merece... —concluyó con una sonrisa triste.

¿Lo decía por mi madre o por... alguien más?

Siempre hablaba de "alguien" que no merecía mi afecto...

¿Hablaba de sí mismo?

Si era así, ¿por qué lo pensaba? Seguramente era por ese secreto que Caleb se niega a contarme.

—Disculpen... —nos interrumpió una voz familiar.

—¿Señor Russell? —dije, sorprendida.

—¿Cómo has estado, Phoebe? —indagó cortésmente.

—Muy bien... —respondí, insegura—, ¿y usted?

—Feliz de encontrarte aquí.

—¿A mí? ¿Por qué? —me mostré confundida. No compartíamos ningún vínculo y la última vez que lo vi había odiado nuestra presentación.

—Quiero aprovechar este momento, ya que estás con tu baterista... —explicó, mirando a Zack—, para decirles que me gustaría darles una segunda oportunidad.

—¡¿Qué?! —exclamamos Zack y yo al unísono.

—Recientemente he visto videos de sus fans y he notado una clara mejoría —opinó.

—Nos hemos esforzado mucho por mejorar, señor —aseguré.

—No lo dudo, Phoebe. Nos mantendremos en contacto —se despidió, ofreciéndome su tarjeta.

—No se arrepentirá, señor Russell —contesté al recibirla.

—Estoy convencido de ello. Ya quiero escuchar su nueva canción.

—¿Nuestra nueva canción? —repetí, confundida.

—Sí... Supongo que siguieron mi consejo y han intentado componer —señaló, arqueando una ceja.

—Eh... sí, claro... —balbuceé, desviando la mirada—. La próxima vez se la mostraremos —mentí, sonriendo, nerviosa.

—Excelente. En dos semanas tendré un viaje de negocios, así que me gustaría que vinieran a mi estudio antes de esa fecha —propuso.

—¿Y quiere que le mostremos una canción propia? —indagué, forzando la sonrisa.

—¿Hay algún inconveniente?

—No, en absoluto —mentí nuevamente con un gesto exagerado de la mano—. Ahí estaremos.

Dicho eso el señor Alfred Russell asintió y luego dio media vuelta para dirigirse a su auto.

—Estamos perdidos —concluí.

—Tranquila, lo resolveremos —replicó Zack, sereno.

—¿Acaso no comprendes la gravedad del asunto? Alfred Russell quiere que le mostremos una canción propia y ninguno de los tres sabe componer. Es por esto que nunca debes mentir en tu currículum —hablé, cubriendo mi rostro de forma dramática—. ¿Te divierte mi sufrimiento? —inquirí, ceñuda, ante la sonrisa de Zack; la cual, a pesar de ser inoportuna, no dejaba de ser hermosa.

—Claro que no —respondió.

—¿Entonces por qué sonríes? —cuestioné.

—Porque si lo impresionamos, estarás un paso más cerca de tu sueño... y como te dije antes: si tú estás feliz, yo también lo estoy... —confesó, sosteniendo mi mirada.

—¿Tu bebida tenía algo? —bromeé. Quería tomarme en serio sus palabras, pero había sufrido demasiadas decepciones al ilusionarme—. Te estás comportando... diferente... —puntualicé.

—Es solo que... creo que mereces... más... —fue su respuesta, aunque no logré comprender del todo a qué se refería. ¿Qué quería decir con "más"?

—¿Acaso tú estás dispuesto a darme... más...? —indagué, ladeando la cabeza, sugerente.

—Creo que deberíamos buscar a Caleb —cambió el tema, evasivo, rodeándome para marcharse—. ¿Vienes? —preguntó después de dar varios pasos y yo lo seguí con esa decepción tan familiar a la que tristemente terminé acostumbrándome.

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Bueeenas :D
Cómo han estado?
Qué les pareció el cap?
Los leo!
Recuerdan este capítulo en "Bélgica"? :D
A aquellos que aún no hayan leído dicha historia, los invito a hacerlo :)
Zack por momentos se comportó... diferente :)
Ya quiero escribir su historia para saber qué está pensando :D
Creo que la suya será mi favorita de las tres :)
Y tuvimos una nueva y desagradable aparición de Vivian :/
Cambiando un poco de tema, mañana es el último día del año. Espero que tengan un feliz fin de año y un excelente año nuevo. Que el 2025 sea el año de sus vidas ^.^
Espero que les haya gustado este cap.
Hasta el siguiente.
Chauuu \(^.^)
Hasta el año que viene :v
Dato random: Creo que lo mencioné antes, pero bueno, me gusta más narrar y leer la perspectiva de los protas masculinos :)
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