Capítulo 19: En lo profundo

Finalmente había llegado el gran día de la fiesta en la piscina en la casa de mi influencer favorita, Paris Hungría. Aún me sorprendía que nos hubiera invitado.

A pesar de que estábamos en otoño, no vivíamos en una de las zonas más frías del país, motivo por el cual nos podíamos dar el lujo de celebrar este tipo de fiestas en esta época del año.

Después de vestirme con mi outfit de sandalias, una bolsa, un pareo transparente de tonalidad oscura y un bikini negro que contrastaba con mi piel pálida y hacía relucir mis pequeños tatuajes, me dirigí a la sala de estar para esperar a que Caleb viniera a buscarnos.

—¿Zack? —llamé su atención al llegar allí. Él estaba sentado en el sofá, vestido con su habitual ropa negra.

Al levantar la mirada de su móvil, recorrió mi cuerpo con cierta indiscreción que preferí ignorar.

Desde que le hice compañía en el cementerio estaba menos ríspido, lo cual me hacía pensar que sentía gratitud por mi gesto de amistad, pero continuaba sin hacer algo que demostrara que Caleb tenía razón...

No estaba más cariñoso, simplemente era menos grosero.

—¿Qué? —respondió secamente, retomando su expresión de indiferencia.

—¿Por qué no te has vestido aún? —lo regañé, colocando las manos en mi cintura—. Caleb está a punto de llegar. No me digas que te arrepentiste de ir.

—Debería... —contestó por lo bajo, desviando la mirada con fastidio.

Supongo que la gratitud se esfumó.

—¿Qué dijiste? —lo enfrenté, avanzando un paso en su dirección.

—No, Pheebs, no me arrepentí de ir, aunque debería... —aclaró, poniéndose en pie, quedando a pocos centímetros de mí y evidenciando la gran diferencia de estatura entre ambos.

Zack, desde pequeño, siempre tuvo una estatura impresionante que llamaba la atención de todos. Ahora que tenía 21 años fácilmente podía medir más de 1.85 m.

Cuando estaba tan cerca me forzaba a alzar la mirada hasta que me dolía el cuello. Verme tan pequeña en comparación con él me hacía sentir vulnerable y minúscula... y un poco excitada tal vez...

¡¿Pero qué estoy diciendo?! ¡Lo estaba regañando!

No tienes que fingir con nosotras, cariño.

—¿Y por qué no te has vestido para la ocasión? —insistí en saber, cruzándome de brazos para marcar distancia entre ambos. No era momento para sentirme tentada.

—Ya lo hice. Iré así —respondió, encogiéndose de hombros y luego tomó asiento en el sofá nuevamente.

—¿Irás a una fiesta en la piscina con botas y vaqueros? —repliqué, escéptica.

—Que vaya a la fiesta de tu amiga es una cosa. Que vaya vestido como se debe ya es avaricia —rebatió con una sonrisa burlona.

—Si soy sincera, me sorprende que hayas aceptado venir  —confesé, sentándome a su lado mientras rememoraba mi gran insistencia para que accediera a ir.

—A mí también —contestó, haciéndome sonreír.

—Supongo que te sientes en deuda conmigo... —comenté, depositando la mirada en la mesita del centro.

—¿En deuda? —repitió, confundido—. ¿Por qué?

—Por haberte acompañado en el cementerio... —le recordé con timidez, puesto que no hablamos al respecto desde entonces. Después de salir de aquel sitio su vulnerabilidad y tristeza se esfumaron como si aquel momento nunca hubiese existido.

—Oh... —articuló—. Tu compañía realmente me ayudó en ese momento... en que me sentía a la deriva... —confesó con la mirada perdida—, pero no me siento "en deuda" o "agradecido" contigo —aclaró—. Decir eso sería menospreciar mis sentimientos hacia ti...

—¿Tus sentimientos? —repetí, enfocándolo.

—Sí... mis sentimientos... de amistad... —se corrigió apresuradamente—. Sé que ese día te quedaste porque me ves como un gran amigo...

—Sí, claro... como amigo... —dije con amargura, desviando la mirada.

Nunca espero nada de ustedes y aun así logran decepcionarme.

>.<>.<>.<

En algunos videos de Paris había visto su hogar, pero verlo en persona era incomparable. Su mansión era lujosa e impresionante. Además de la casa de Caleb y de su amiga Megan Meyer, nunca había visto un sitio como este.

El fabuloso lugar estaba lleno de invitados, muchos de los cuales mi mejor amigo saludó, así que supuse que serían compañeros del instituto. De hecho, algunos de ellos me resultaban familiares, puesto que a su exclusivo colegio asistían hijos de celebridades y personalidades importantes del país que aparecían en revistas y programas televisivos.

Cuando finalmente llegamos a la piscina la juvenil multitud disfrutaba de la fiesta bailando, bebiendo, nadando o simplemente conversando o, mejor dicho, coqueteando.

—Hola, chicos —saludó una voz familiar.

Al buscar a la emisora, vi a una chica pálida de cabello negro con dos mechones de color rojo vivo que caían a ambos lados de su rostro, la cual nos contemplaba con sus distintivos ojos verde turquesa.

—¡Meg, tú también viniste! —exclamó Caleb, saludando alegremente a su amiga.

Desconocía los detalles exactos sobre el vínculo que compartían ella y mi mejor amigo, pero sabía que ella lo había apoyado mucho durante su estancia en el reformatorio. La familia de Megan Meyer se dedicaba a la política y, por tanto, hacían obras de caridad. Entre ellas estuvo una dedicada a ayudar a jóvenes con antecedentes penales a reincorporarse a la sociedad como personas de bien.

—Jamás me perdería una fiesta de Paris. Aunque es un poco creída, da las mejores fiestas, incluso mejores que las mías —admitió con suficiencia, evidenciando su alta (quizás excesiva) autoestima.

—En lo de creída tiene razón... —dijo Zack por lo bajo para que solo yo escuchara.

—Si tú lo dices, debe ser cierto —comentó Cale con su encantadora sonrisa, la cual no pasó desapercibida para Megan.

A pesar de que no la conocía, saltaba a la vista que era autoexigente, inteligente y, sobre todo, muy orgullosa; pero también era obvio que, pese a sus esfuerzos por disimular, estaba enamorada de Caleb. Su mirada la delataba.

—Siempre he tenido buen criterio y tú siempre has confiado en mí... —habló, ligeramente seductora.

Tal vez estamos sobrando aquí...

Mientras Zack y yo estábamos en modo planta haciendo la fotosíntesis, busqué con la mirada a Bel para saludarla, pero el sinfín de adolescentes dificultaba mi tarea.

—¿Esa no es la amiga de Caleb? —susurró Zack en mi oído, haciéndome dar un leve respingo.

Al girarme, comprobé que sí era ella. Estaba comiendo junto a la mesa de los aperitivos y bebidas. Lucía un hermoso y sencillo bikini de color azul. Además, llevaba su lacio cabello castaño suelto, el cual le daba un aire relajado.

—Cale, nos adelantaremos —le informé, dejándolo a solas con Megan.

Luego avancé hacia la mesa, siendo seguida de cerca por Zack, quien caminaba con su habitual indiferencia y con una obvia expresión de desinterés.

Cuánto odio por la humanidad.

—¿Bel? —llamé su atención y ella se giró—. ¡Bel! —exclamé, sonriente.

—Phoebe —emitió justo antes de que la abrazara.

—Pensé que nunca te encontraría. Esta casa es gigante. ¡Estás hermosa! —comenté.

—Gracias, tú también —me devolvió el cumplido, contemplando mi atuendo—.¿Caleb y Zack no vinieron?

—Sí, claro. A Zack tuve que amenazarlo prácticamente para que viniera, pero logré traerlo —respondí, victoriosa—. Ahí está... —añadí cuando llegó junto a nosotras con perezosas zancadas (y cara de asco, he de agregar).

—Hola, Zack —saludó Bel con timidez.

—Hola —se limitó a responder, lanzándome una mirada fulminante, ante la cual sonreí ampliamente. Era obvio su arrepentimiento por venir, pero su mal humor no me arruinaría la fiesta.

—Gracias por invitarnos, Bel.

—De nada, Pheebs —respondió—. ¿No saben dónde estará Caleb? —indagó, buscándolo con la mirada, lo cual me dio gran satisfacción. Me alegraba ver su interés en mi amigo.

—Se quedó hablando con una tal Megan —contestó Zack con indiferencia.

¡Mierda, Zack!

Justo cuando debía mantener la boca cerrada lo arruinaba.

Ante su respuesta Bel se quedó pensativa. Quién sabe lo que estaba imaginando. Yo amo a Cale, pero conozco su merecida fama de mujeriego, así que no debíamos alimentar esa inseguridad en la chica que tanto le gustaba.

—Hola, Phoebe —nos interrumpió una hermosa recién llegada—. ¿Cómo estás?

—¡Paris! —exclamé, tomándome el atrevimiento del abrazarla, pero ella se lo tomó bien.

—Zack —saludó secamente al concluir nuestro abrazo y el susodicho se limitó a asentir.

La tensión entre ambos era casi palpable. Zack negó conocer a Paris, pero a medida que pasaban los segundos dudaba más de sus palabras.

—Ahora vuelvo, chicos —rompió el silencio Bel, marchándose a buscar a Cale.

—Tu fiesta está hermosa, Paris —dije para hablar de algo. Odiaba los silencios incómodos.

—Gracias, Phoebe. Siéntete como en casa. Ustedes son mis invitados especiales —respondió con una sonrisa.

—Qué honra —intervino Zack, sarcástico, tomando un sorbo de una botella de cerveza.

—Me alegra que tú también estés disfrutando de la fiesta, Zack —replicó con la mandíbula tensa, forzando una sonrisa.

—Nos invitó la reina de las redes sociales. ¿Cómo podría no estar feliz? —refutó sin disimular el sarcasmo.

¿Por qué rayos se comportan así?

Zack normalmente la ignoraría (él siempre ignora a todos), pero este ataque tan gratuito solo evidenciaba una cosa: sí se conocían... y muy bien...

—¿Se puede saber cuál es tu problema? ¿Por qué eres siempre tan idiota? —rebatió Paris, indignada, perdiendo la compostura.

¿Siempre? ¿Cuántas veces se han visto?

—Lamento que seas tan sensible, princesita —dijo él, dándole otro sorbo a su bebida sin mirarla siquiera.

—Por respeto a Phoebe no te demostraré cuán fuerte abofetea esta "princesita" —gruñó, enojada—. Iré a atender al resto de mis invitados. Nos vemos luego, Pheebs —se despidió y yo me limité a sonreír, incómoda y avergonzada por la actitud de mi amigo.

—¡¿Qué rayos fue todo eso, Zack?! —exigí saber, ceñuda.

—¿Qué fue qué? —se hizo el desentendido, contemplando la piscina.

—Esta escena que acabas de montar frente a Paris —respondí con obviedad.

—Es lo mínimo que merece tu amiga engreída. Alguien debe bajarle esos aires de princesa del universo —opinó, apoyándose en la mesa.

—Sí conocías a Paris... —concluí bajo su mirada indiferente—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—No sabía que esa niña mimada era tu influencer favorita. Sigo sin entender por qué te gusta —comentó.

—¿Por qué me mentiste cuando te lo pregunté directamente? —insistí en saber.

—Quería ahorrarme explicaciones. —Se encogió de hombros.

Ante su escueta respuesta opté por no hacer más preguntas. Solo lograría que se encerrara en sí mismo y no obtendría la información que necesitaba.

¿Qué relación compartían Paris y Zack?

—¿Estarán en este rincón todo el día? —nos interrumpió Bel, llegando de repente junto a Caleb. Ambos estaban completamente empapados—. Deberían darse un chapuzón.

—No, gracias. No me gusta —decliné su oferta con cortesía. Zack, por su parte, directamente la ignoró y continuó bebiendo su cerveza.

A pesar de que me gustaba el ambiente de las fiestas en la piscina y el entorno de playa, odiaba entrar al agua. Prefería quedarme en la orilla contemplando a las personas. El agua me traía malos recuerdos...

—Pheebs, ¿te gustaría venir conmigo? —me sacó de mi ensimismamiento Bel.

—No sé a dónde, pero vamos —respondí, animada.

—Tienes muchos tatuajes —comentó, observándome mientras caminábamos por el lugar.

—Me encantan los tatuajes —contesté, sonriente—. Es una forma de reflejar las cosas que amo y sellarlas en mi cuerpo para siempre —expliqué.

En total tenía 9 tatuajes. Todos eran pequeños y sencillos. Algunos eran incluso muy comunes.

En la parte posterior de mi tobillo derecho tenía una mezcla de la clave de sol con la clave de fa, lo cual representaba mi amor infinito por la música.

Tenía tatuada 3 minúsculas aves volando en la fosa triangular de mi pabellón auricular derecho, símbolo de la libertad que anhelé desde niña para huir de mi caótica vida.

Detrás de mi oreja izquierda tenía tatuado el nombre de Flori, adornado por un corazón y una sencilla flor. No necesitaba explicar el obvio y profundo significado de ese tatuaje.

Las letras Z y C (esta última dentro de la otra) estaban tatuadas en la región cubital de la parte interna de mi muñeca izquierda en honor a mis queridos amigos.

En la parte posterior de mi cuello estaba el triángulo equilátero que representaba a la banda con uno de sus vértices apuntando hacia abajo.

Sobre la región anterior de mi antebrazo derecho, cerca de la articulación del codo, estaba la frase "never say never", la cual me transmitía un mensaje de esperanza de un futuro mejor. Además, Cora me la decía todo el tiempo cuando era mi psicoterapeuta, así que también me recuerda a ella. Esas palabras me dieron aliento cuando estuve a punto de perder la fe.

Debajo de mi clavícula izquierda, próximo a mi hombro, estaba un sencillo tatuaje de una flor de loto que representaba la resiliencia ante los desafíos.

En la falange proximal de mi meñique izquierdo estaba la silueta de un pequeño corazón con los detalles internos del símbolo de la paz, representando lo que anheló una pequeña Phoebe y nunca obtuvo en su hogar: amor y paz.

A lo largo de mi columna se encontraba un diseño de un fénix con algunos detalles sencillos y hermosos, símbolo del renacimiento que viví luego de salir de aquel lugar...

—Entonces, ¿todos tienen un significado? —se mostró curiosa.

—Claro. Si es algo que tendré en mí eternamente, debe ser algo realmente especial y valioso.

—Me gustaría que algún día me hablaras de todos tus tatuajes —me pidió.

—Será un placer —contesté genuinamente cuando íbamos pasando junto a la piscina.

—Disculpa —escuché decir a un chico que chocó accidentalmente a Bel, lo cual provocó que ella me chocara y, lamentablemente, yo estaba justo al lado de la piscina y la implacable fuerza de gravedad me hizo caer a esta, provocando que mi pecho se oprimiera cuando sentí el frío abrazo del agua.

Debido a mi miedo jamás aprendí a nadar. Me aterraba sumergirme. Ni siquiera podía estar en una bañera.

Con movimientos torpes traté de subir a la superficie, chapoteando mientras luchaba por retener oxígeno en cada bocanada, lo cual se me dificultaba debido a que sentía como si tuviera un peso enorme en mis pies que me hundía hacia el fondo. Traté de pedir auxilio, pero no pude. Intentar respirar era mi prioridad y tampoco lo estaba logrando, ya que de un momento a otro mi campo de visión se tornó oscuro...

><><><

Cuando abrí los ojos nuevamente comencé a toser, expulsando el agua retenida mientras me levantaba lentamente, ya que estaba acostada muy cerca de la piscina con una multitud a mi alrededor. En medio de mi desorientación recibí un efusivo (casi desesperado) abrazo por parte de mi mejor amigo, quien estaba empapado y murmuró mi nombre al ver que había recuperado la conciencia.

—Estoy bien —respondí, devolviéndole el abrazo, débil.

Estuve a punto de ahogarme...

Y Caleb había salvado mi vida.

Cuando Cale concluyó nuestro momento busqué a Zack con la mirada, quien estaba entre los invitados con expresión de alivio, pero tenía el entrecejo hundido, como si algo le molestara.

¿Acaso no estaba feliz de que hubiese sobrevivido?

Confundida, sostuve su intensa y oscura mirada, pero él simplemente me ignoró al girarse y desaparecer entre la multitud.

¿Por qué se enojaba?

—Pheebs, qué bueno que estás bien —se alzó la voz de la anfitriona.

—Gracias, Paris. No quería armar este alboroto en tu fiesta —lamenté.

—Por favor, ni lo menciones. Nos diste un buen susto —replicó con preocupación.

—Lo siento... —murmuré. No quería acaparar la atención y mucho menos arruinar el buen ambiente.

—Si quieres, puedes quedarte en una de las habitaciones de la mansión —me ofreció amablemente—. Después de esto lo mejor será que descanses.

—No es necesario. Ya estoy bien —mentí, poniéndome en pie torpemente.

—No mientas, Phoebe Elizabeth —me regañó Caleb—. Estuviste a punto de morir ahogada —refutó.

—Pero ahora estoy bien —rebatí—. Además, no quiero molestar a Paris.

—No es molestia en absoluto —aseguró ella—. Le pediré a nuestra empleada que prepare una habitación para ti.

—Pero...

—Sin protestas —exigió, alzando dictatorialmente su dedo índice de manicura perfecta y luego esbozó una sonrisa.

Después de que Bel y su prima nos acompañaran a la elegante y espaciosa habitación nos dejaron a solas para que descansara. Todo esto me parecía exagerado e innecesario, pero lo mejor sería no contrariar a Paris y, mucho menos, a Caleb.

—Pensé que te perdería... —confesó Cale, acariciando mi rostro, sentado junto a mí en el cómodo y suave colchón.

—Ya pasó... —murmuré, tratanto de reprimir los terribles recuerdos.

—Tú eres muy importante para mí, Pheebs. Te quiero demasiado... Si algo te pasaba... —emitió entre la paranoia y la desesperación.

—Pero no pasó nada —repliqué, acunando su rostro para calmarlo.

—Mi vida no sería la misma sin ti... —musitó con ojos vidriosos.

—Yo también te amo, Cale. Le das color a mis días —dije, abrazándolo con una sonrisa, absolutamente conmovida.

Aunque a veces me desesperaba, amaba demasiado a mi mejor amigo.

—No me dijiste que no sabías nadar —comentó.

—Nunca aprendí —me limité a responder.

—¿Por qué no? Ya tienes 19 años —refutó, arqueando una ceja.

—No hay una razón en particular... —contesté, esquiva.

—Yo te voy a enseñar —propuso—. No quiero correr el riesgo de perderte nuevamente.

—¿Sirve de algo si me niego?

No me gustaba sentirme vulnerable cuando estaba cerca del agua, así que lo ideal sería aprender a nadar; pero me aterraba intentarlo. Me traía horribles recuerdos...

—Ya sabes que no —replicó, sonriendo encantadoramente—. Por cierto, Pheebs... —cambió el tema, poniéndose en pie y esbozando una expresión seria—, yo... quería devolverte algo...

Caleb sacó del bolsillo de su short una pulsera negra que me había regalado, la cual llevaba mucho tiempo buscando debido a que me encantaba.

—Cale, pensé que la había perdido —dije al recibirla—. ¿Dónde la encontraste? —indagué, colocándola en mi muñeca.

—Yo... no la encontré... —respondió, introduciendo sus manos en sus bolsillos mientras bajaba la mirada, avergonzado.

—Entonces, ¿cómo...? —comencé a formular la pregunta, pero su expresión culpable me reveló la respuesta—. Cale, ¿tú...?

Ni siquiera terminé mi interrogante y él asintió sin poder sostenerme la mirada.

—Sí, Pheebs. Yo... la tomé de tu cuarto... —confesó—. Lo siento mucho —agregó con la voz quebrada, mirando el suelo.

—No tienes que disculparte. Sé que no lo hiciste a propósito —rebatí, aproximándome para abrazarlo.

—De verdad lo siento... —farfulló con su entristecido rostro hundido en mi cuello, como si fuera un niño pequeño y desconsolado—. Pensé en ponerla en tu habitación y que la encontraras tú misma como si nada... —confesó al separarse de mí—, pero decidí enfrentar las consecuencias de mis actos...

—No habrá consecuencia alguna, Cale. Eres mi mejor amigo y te quiero. Además, sé que te estás esforzando en las consultas con Cora para mejorar. —Ante mi comentario él desvió la mirada, evasivo—. Estás yendo a terapia, ¿cierto? —pregunté, desconfiada.

—Claro... —contestó con la mandíbula tensa.

—Caleb —articulé, seria—, puedo perdonar que robes cualquiera de mis pertenencias porque sé que estás enfermo y que no lo haces a propósito, pero no te perdonaré que me mientas porque eso sí lo haces deliberadamente —añadí mientras él me daba la espalda.

—Dejé de ir a las terapias —confesó finalmente.

—¡Caleb! —lo regañé—. ¿Por qué hiciste eso? Pensé que querías mejorar.

—Y me sentía mejor —refutó—. Llevaba un buen tiempo sin recaer.

—Pero la cleptomanía es incurable, Cale. No deberías descuidarte así —aconsejé.

—Desde que debuté en el reformatorio siempre la he manejado bastante bien —opinó al encararme con una sonrisa triste.

—No subestimes tu condición.

—No me trates como un enfermo mental —pidió, ceñudo.

—¿A qué se debe tu cambio de actitud? Hasta hace poco querías ir a terapia. ¿Qué sucedió? —indagué, preocupada.

Como respuesta solo obtuve silencio.

—¿Te avergüenza que sea Cora quien te trate? —supuse y su expresión delató que así era.

—No —gruñó, bajando la mirada—, simplemente creo que con los consejos que me ha dado podré manejarlo por mi cuenta a partir de ahora.

—Yo creo que deberías volver a las consultas —rebatí—. Si empeoras, podrías necesitar tratamiento farmacológico.

—No quiero seguir hablando de esto, Pheebs —emitió con el entrecejo hundido—. No me gusta ser tratado como un enfermo.

—Pero estás enfermo —le recordé—. Además, estabas dispuesto a cooperar con tu tratamiento.

—A veces me regañas como si fueras mi madre, aunque ya quisiera Gemma Shines verse como tú... —bromeó con una sonrisa pervertida.

—Caleb, este tema es serio —repliqué.

—Phoebe, basta. Ya hemos hablado de esto —gruñó, abandonando la expresión divertida.

—¡Exacto! Pensé que estabas de acuerdo —chillé, perdiendo la paciencia.

—Ya lo intenté y no lo conseguí... —se lamentó, exponiendo su fragilidad y cuánto le importaba su enfermedad, como si hubiese perdido la esperanza en sí mismo.

Quizás no le importaba que Cora fuera su psicoterapeuta. Tal vez el problema era que temía decepcionarse a sí mismo, temía recaer una y otra vez incluso siendo tratado.

—Pero debes continuar intentando. Tienes que regresar —insistí con suavidad. No quería juzgarlo, solo quería verlo sano y feliz.

—No lo sé, Pheebs... Todo estaba bien. Estaba logrando salir adelante, pero recaí...

—Caleb, esto no es un juego —mascullé ante su indecisión—. Estás enfermo y debes tratarte —dictaminé—. ¿Bel? —emití con ojos desorbitados al verla a través de la puerta entreabierta.

¿Cuánto de nuestra conversación había escuchado? ¿Había oído el secreto de Caleb?

—Hola, chicos. Les traje algo de comer —saludó como si nada, avanzando por la habitación para colocar la bandeja sobre la cama.

—¿Cuánto tiempo estuviste escuchando? —inquirió Caleb entre el temor y la hostilidad.

—Yo... —balbuceó ella, mirándome en busca de apoyo—. Acabo de llegar —respondió finalmente, aunque sonó poco convencida.

—Ya te dije que eres pésima mintiendo —replicó Caleb con dureza.

—¿Estás enfermo? —preguntó Bel sin rodeos.

—¿Qué escuchaste? —insistió él.

—Solo eso —aseguró—. Escuché cómo Phoebe decía que estás enfermo y que debes tratarte.

—Nos vamos, Pheebs —dictaminó Caleb, evasivo, caminando hacia la puerta.

—¡Caleb, espera! ¿No vas a contarme? —pidió Bel, interponiéndose en su camino.

Su preocupación y desesperación por conocer los detalles de la enfermedad de Cale eran evidentes, pero él no le contaría. Le avergonzaba demasiado.

—¿Recuerdas lo que te dije una vez, Bel? Hay cosas de mí que es mejor que no sepas —dijo con firmeza. Luego la rodeó y se marchó mientras yo lo seguía de cerca.

—Lo siento, Bel —musité antes de salir, conmovida por su expresión triste y dolida—. ¡Caleb! —lo llamé para que esperara, puesto que sus zancadas eran gigantescas. Parecía que intentaba huir—. Creo que deberías hablar con Bélgica. Está preocupada —sugerí.

—No puedo, Pheebs. Bel no merece conocer esto que soy... —dijo con evidente autodesprecio—. Ella merece un chico encantador y justo eso seré para ella —agregó con convicción.

—Conozco muy bien la sensación que Bel está experimentando en este momento. Sé cómo se siente que la persona que amas te aparte como si fueras una intrusa... Es frustrante no poder hacer nada mientras se consume —lamenté—. No le hagas eso a Bel... No le hagas lo mismo que Zack me ha hecho toda la vida... —le pedí, emprendiendo mi marcha nuevamente.

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Buenas, buenas :D
Cómo va la vida?
Qué les pareció el cap?
Los leo!
Estoy ansiosa por escribir la historia de Zack para conocer qué pasa por su cabecita :)
Recuerdan este cap en "Bélgica"?
:D
Phoebe casi se ahoga :(
Por qué creen que le tema al agua?
Y ya conocimos todos sus tatuajes :D
Espero que les haya gustado.
Hasta el próximo cap!
Chauu!!
\(^.^)
Dato random: Yo tampoco sé nadar :")
No olviden seguirme en Instagram como daia_marlin

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