Capítulo 12: Una pequeña luz
El domingo despertamos muy temprano para ensayar la canción que tocaríamos esa noche. Debíamos trabajar arduamente para mantener y aumentar la fama que habíamos alcanzado en el local.
—Chicos, ya debo irme —emitió Caleb cuando concluimos el ensayo—. Bel debe estar esperándome.
—¿Se verán hoy de nuevo? —indagué, esperanzada. Ya eran mi pareja favorita.
Se conocen hace una semana, pero sabemos que terminará en matrimonio.
—Sí. Ayer no pudimos concluir el trabajo porque mis padres llegaron. Mi madre hizo una escena... Trató muy mal a Bélgica —relató, avergonzado.
—Lo siento tanto, Cale —respondí, frotando su hombro para consolarlo.
—Ni siquiera pude contarle la verdad a Bel. A juzgar por su expresión curiosa cuando mis padres se fueron diría que estaba ansiosa por preguntar cuál fue el motivo de la actuación de mi madre...
—¿No confías en ella? —indagó Zack desde su batería.
—No es eso —aclaró con la mirada baja—. Es que... —murmuró con tristeza.
—¿Te avergüenza? —pregunté, comprensiva.
—Sí —confesó.
—Aún no conozco bien a Bélgica; pero, por lo que nos has contado de ella, seguramente te entenderá. Estoy segura de que no te juzgará —opiné.
—No lo sé, Pheebs. Ella me agrada mucho. Nunca me encariñé con alguien tan rápido —admitió con una pequeña sonrisa.
Era obvio que el simple hecho de pensar en Bélgica le iluminaba el día. Por eso me caía tan bien.
—Y es precisamente por eso que tengo miedo de arruinar todo —continuó bajo nuestra atenta mirada—. Ya sufrió por mi culpa debido a que le robé en el pasado. ¿Qué pensaría de mí si descubre lo que hice 2 años atrás? —preguntó con ojos vidriosos, tomando asiento en una banqueta de madera que estaba en el garaje de la casa de Zack.
—Cale, no fue tu culpa... —le recordé.
—Sí lo fue... —replicó con la mandíbula tensa y la mirada llena de rabia.
Los constantes reproches de sus padres y la culpa acumulada durante estos dos últimos años se habían vuelto una tortura para Caleb y Zack y yo no podíamos hacer nada para ayudarlo. Solo él podía salir de ese abismo en el que estaba cayendo.
—No digas eso, Cale... —le pedí.
—Es la verdad —opinó bajo mi mirada afligida. Odiaba que fuera tan duro consigo mismo.
Por eso solía ser relajado y divertido. Fingir que nada le importaba lo suficiente se había vuelto un método de escape porque si permitiera que la ira, la culpa y la tristeza que lo embargaban salieran a la superficie, se asfixiaría. A pesar de su bella sonrisa, Caleb podía ser muy autodestructivo.
—Debo irme —nos informó, tomando su patineta y alejándose con grandes zancadas hasta desaparecer.
—Está muy perturbado —comenté, preocupada.
—Incluso olvidó llevarse su guitarra —puntualizó Zack mientras nos dirigíamos hacia la sala de estar.
—No me gusta verlo así. Siento que una parte de mí se apaga cuando Caleb no sonríe —lamenté.
—Esa es la forma que Caleb encontró para sobrellevar su dolor: fingir estar feliz —dijo Zack, pensativo.
—¿Crees que sería más sano para él dejar salir su sufrimiento? —indagué, tomando asiento junto a él en el sofá.
—No lo sé, Pheebs. Cada quien enfrenta sus demonios como puede.
Sus palabras me parecieron sabias, ya que en nuestra propia banda se podía evidenciar cuánta razón tenía.
Los tres sufrimos en el pasado, pero logramos salir adelante, aunque de formas distintas: Zack se volvió frío y solitario, creó una coraza impenetrable para evitar que descubrieran sus sentimientos; Caleb sonreía, salía de fiesta y estaba con muchas chicas, aparentando que su vida era divertida y placentera... Y yo me esforzaba por cumplir mi sueño de ser cantante y cuidaba de mis amigos mientras intentaba olvidar lo que había vivido.
—Tal vez podría buscar ayuda profesional —sugirió Zack de repente.
—Esta noche Cora irá a vernos tocar. Le pediré que lo ayude —declaré—. Ella es una excelente psicoterapeuta. Además, continúa sin tratar su cleptomanía. Aunque sus episodios sean esporádicos, su enfermedad nunca se curará.
—Me parece bien —opinó—. Cora te ayudó mucho. Aún recuerdo el día de nuestro reencuentro. Estabas tan... apagada... —agregó, apoyando sus codos en sus rodillas con la mirada perdida—. No parecías la niña que conocía... Lucías... sin vida.
—Así me sentía... —musité, rememorando aquellos fatídicos días.
—Pero después de algunos meses volviste a ser la misma —continuó, depositando su mirada en mí y esbozando una leve sonrisa.
—Me esforcé mucho para superar todo lo que viví... pero bueno, no estábamos hablando de mí... —desvié el tema. No me gustaba hablar de mi pasado.
—Cierto, debemos ayudar a Caleb.
—Creo que deberíamos alentar su cercanía con Bélgica. Ella le hace mucho bien —sugerí.
—¿Por qué estás tan obsesionada con que se vuelvan una pareja? —preguntó, curioso.
—No lo estoy. Solo quiero que Caleb sea feliz —aclaré, aunque una parte de mí sentía culpa por haberlo hecho sufrir, así que necesitaba que se enamorara. Solo así olvidaría la idea errónea de que yo le gustaba.
—¿Phoebe?
—¿Qué? —musité al salir de mi ensimismamiento.
—¿En qué piensas? —preguntó.
—En que la vida es frágil y pasajera... Debemos luchar por nuestra felicidad.
—¿A qué viene eso? —emitió, confundido.
—Caleb sufrió mucho y, a pesar de la tristeza y la culpa, se esfuerza por continuar sonriendo... lo que quiero decir es... que no debemos esperar a que nuestra felicidad se escape para luego condenarnos a fingir una sonrisa... —parloteé, ligeramente sonrojada debido a la mirada penetrante y analítica de Zack.
—¿Y dónde está tu felicidad? —inquirió repentinamente.
—¿Mi felicidad? —repetí, bajando la mirada.
Frente a mí...
—¿Phoebe? —murmuró, tomando mi mentón para que lo mirara, justo como lo había hecho ayer en la habitación de Caleb.
Nuevamente ese simple toque encendió cada fibra de mi ser. Su mirada penetrante despertó pensamientos que jamás me atrevería a pronunciar...
Pero esta vez no me dejaría llevar...
Me negaba a ser rechazada de nuevo.
Con su atención en mí aparté delicadamente mi rostro para evitar su contacto, gesto que lo sorprendió; sin embargo, se repuso rápidamente.
—Hablaste con una vehemencia que me hizo pensar que tenías muy claro tus objetivos... ¿Por qué dudas? —me cuestionó con tono decepcionado, aunque no sabía si era porque no le respondí inmediatamente o porque me aparté.
—Sé muy bien lo que quiero, Zack. De hecho, desde que los reencontré mi felicidad está casi completa... —dejé en claro con determinación y cariño a la vez.
—¿Y qué es lo que te falta?
Tú...
Pero también me falta ella... la pequeña, pero resplandeciente luz de mi vida: mi hermana.
—Flori... —respondí finalmente, bajando la mirada—. La lucha constante de Caleb me hizo entender que no debemos esperar a que suceda lo peor para expresar nuestros sentimientos. Debo ver a mi hermana y contarle la verdad. Si Flori me odia por abandonarla, lo entenderé y pasaré el resto de mis días buscando su perdón.
—Flori no te odiará —aseguró Zack—. Es una niña dulce y de buen corazón.
—¿Cómo lo sabes? No la conoces —repliqué.
—Pero conozco a su hermana mayor —rebatió con una leve sonrisa, dejándome sorprendida.
—¿En serio lo crees? —pregunté, mirándolo atentamente.
—¿Dudas de mí? —refutó, arqueando una ceja.
—No, no es eso... —balbuceé, nerviosa—. Es que nunca antes me lo habías dicho —puntualicé, jugueteando con mis dedos.
—Algunos no somos buenos expresando lo que sentimos, Phoebe —comentó—, pero eso no significa que no tengamos sentimientos... —agregó, enfocándome con esos ojos tan oscuros que parecían negros. Costaba distinguir el límite entre su pupila y su iris. La profundidad de su mirada era hipnotizante—. Si quieres, puedo acompañarte a ver a Flori —se ofreció, poniéndose de pie—. Quiero estar cerca en caso de que algo suceda... —añadió, dándome la espalda.
—Agradezco tu preocupación, Zack, pero creo que será mejor que vaya sola —opiné, posicionándome detrás de él.
—Phoebe, no quiero que algo malo te suceda... —confesó en voz baja, sorprendiéndome por segunda vez.
No me acostumbraba a sus inesperadas palabras de afecto.
—Tranquilo, estaré bien —prometí con una sonrisa para que se relajara.
—Phoebe —emitió, girándose bruscamente—, ya te dije que esto de expresarme no se me da bien. No me obligues a decir más de lo que me gustaría... —pidió entre la vergüenza y la incomodidad.
Sus palabras despertaron mi curiosidad y mis esperanzas de manera automática.
¿Qué era lo que Zack tenía que decir, pero no se atrevía?
¿Acaso eran sus verdaderos sentimientos hacia... mí?
—Zack, ¿tú...? —balbuceé, nerviosa. Sabía lo que quería preguntar, pero no hallaba las palabras.
—Iré a buscar las llaves de mi moto —me interrumpió, esquivando mi mirada anhelante.
Al quedarme sola en la sala de estar, me percaté de que una vez más Zack me había abandonado, ignorando por completo mis sentimientos. Me dolía aceptarlo, pero tal vez era hora de que siguiera adelante. Debía renunciar a una parte de mi felicidad.
Tal vez era hora de renunciar a Zack.
>:<>:<>:<
Tras un rápido, pero silencioso viaje en moto llegamos a nuestro antiguo vecindario. Después de quitarme el casco observé detenidamente ese lugar tan especial de mi infancia. No había cambiado en absoluto.
Antes solíamos correr y jugar en estas calles sin darnos cuenta de la dicha de la que gozábamos.
Realmente ha pasado tiempo desde entonces...
El sitio continúa igual, pero nosotros no somos los mismos...
—¿Estás lista? —me sacó de mi ensimismamiento la voz de Zack.
—Sí —contesté después de un suspiro.
En realidad no me sentía preparada, pero nunca lo estaría, así que debía enfrentar esta situación. Debía recuperar a mi hermana.
Mientras avanzábamos hacia mi antiguo hogar me adelanté ligeramente. No sabía si era por las ansias de ver a Flori o por evitar la cercanía de Zack después de lo que sucedió en la sala. Tal vez era una mezcla de ambas.
Cuando finalmente llegué al umbral de mi casa me detuve para cerrar los ojos y respirar en busca del valor para enfrentar lo que encontraría detrás de aquella puerta.
Definitivamente no estaba lista...
Allí dentro no solo me esperaba mi hermanita. También estaban los recuerdos, el dolor y la persona que había destruido mi vida.
Aquí afuera era la Phoebe fuerte y renovada de 19 años, pero cuando entrara volvería a ser la pequeña indefensa que siempre necesitó de sus amigos.
De repente, en medio del caos autodestructivo que eran mis pensamientos, sentí el contacto de Zack sobre mi hombro. Fue breve y sin mucha intensidad, pero entendí que era su forma de darme aliento. Me estaba recordando que estaba ahí para protegerme.
—Aquí voy... —anuncié con un suspiro y luego, con mano temblorosa, toqué el timbre.
En tan solo unos segundos millones de recuerdos arribaron a mi mente, provocando que mi corazón se acelerara mientras tragaba con fuerza, víctima de los nervios y del miedo.
Aún estaba a tiempo de salir corriendo...
Me estaba esforzando por aparentar fortaleza, pero en realidad sentía pánico.
En medio de mi sobreanálisis apreté mis manos, enterrando mis uñas pintadas de negro en la palma de mis manos en un intento por mantener la cordura. Tal vez así lograría retornar el presente y dejar todo lo que viví en el pasado... ese era su lugar.
Llenándome de valor nuevamente toqué el timbre y, justo cuando pensé que no había nadie en casa, alguien abrió la puerta, provocando que mis ojos se desorbitaran mientras tragaba saliva con fuerza.
Era él...
Ese maldito... Mi padrastro: Taylor Brooks.
—¿Phoebe? —emitió, sorprendido; pero luego dicha expresión fue sustituida por una sonrisa ladina que se acompañó de un indecente recorrido por mi cuerpo por parte de su mirada, justo como hacía cuando era más joven. Me veía como si fuera mercancía.
—¿Puedo pasar, Taylor? —pregunté, disimulando mi incipiente temor ante el hombre de cabello castaño que me enfocaba con sus penetrantes ojos color ámbar.
—Claro —contestó, pero cuando vio a Zack su sonrisa se desvaneció.
Luego los tres nos desplazamos por la pequeña sala de estar. Este lugar tampoco cambió en absoluto. Continuaba desolado, humilde y descuidado.
—¿Tenías que traer a tu amigo, el grandote? ¿No te sientes segura en tu propia casa, Phoebe? —indagó con una sonrisa torcida, tomando asiento en el desgastado sofá.
—Su nombre es Zack —repliqué—. Y esta hace mucho dejó de ser mi casa —gruñí, ceñuda.
Era increíble la familiaridad y el descaro con que me hablaba después de lo que pasó.
—Tus palabras me duelen, Pheebs —se hizo el ofendido, palpando su pecho en un gesto teatral. Fingir siempre se le dio bien a ese malnacido—. Realmente estoy feliz de que regresaras a casa.
—Tu felicidad durará poco porque no vine para quedarme —aclaré con determinación.
—Entiendo... Ahora seguro vives con tu novio —canturreó, poniéndose en pie para avanzar en nuestra dirección con las manos en los bolsillos, escaneando a Zack.
—¿Tienes algún problema con eso? —escupió el chico vestido de negro, posicionándose frente a mí con aire dominante y protector para evitar que Taylor se acercara demasiado.
Al quedar uno frente a otro, la diferencia de estatura se hizo evidente, motivo por el cual mi padrastro retrocedió al instante. Continuaba siendo el mismo cobarde.
—¿Entonces qué es lo que quieres? —inquirió, dándonos la espalda para retornar a su asiento.
—Quiero ver a mi hermana —declaré.
—¿Y qué te hace pensar que ella quiere verte? —refutó, arqueando una ceja con una sonrisa ladina.
—¿Qué? —musité.
—Llevas más de 4 años sin ver a Floribeth. ¿Crees que tu presencia le hizo falta? —dijo, venenoso.
—Pues... —balbuceé sin saber qué responder. Sus palabras habían acrecentando mi mayor temor.
—Te fuiste cuando Flori recién cumplía 4 años —argumentó, desplazándose por la sala de estar—. Para ella tú eres un vago recuerdo que pronto desaparecerá. Ella no necesita una hermana mayor como tú...
—Cállate... —gruñó Zack.
—Mi hija no necesita tu pésimo ejemplo. ¿Viniste a contarle lo que hiciste cuando estuviste fuera de casa? ¿Crees que ella te recibirá con los brazos abiertos, Phoebe? —prosiguió torturándome, provocando que mis ojos se humedecieran mientras clavaba mis uñas en las palmas de mis manos en un frágil intento por no derrumbarme.
Lo peor de todo era que él tenía razón.
—Cállate... —repitió Zack, apretando sus manos hasta que sus nudillos se tornaron blancos. No podía ver su rostro, pero su furia era evidente. Emanaba de su cuerpo.
—Lamento informarte que tu hermana menor no quiere saber de ti. Ella prefiere pensar que su hermana está muerta antes de que sea una cualquiera como tú...
—¡¡¡Ya cállate!!! —rugió Zack, abalanzándose sobre Taylor.
—Al menos eres una puta con talento. Tu perro guardián está bien entrenado —se burló mientras Zack lo agarraba por el cuello de su camisa, fulminándolo con la mirada.
—¡Zack, suéltalo! —le pedí, temerosa ante esta faceta agresiva y primitiva que desconocía de él.
—Si quieres conservar todos tus dientes, deja de ofender a mi chica y trae de una puta vez a Flori —lo amenazó, provocando una genuina reacción de sorpresa de mi parte.
Había dicho... ¿mi chica?
—Ya les dije que mi hija no quiere verla —repitió entre dientes.
—Si la niña quiere o no ver a Phoebe, será ella quien lo decida —dictaminó Zack, agudizando su agarre, iracundo.
—No sé si lo recuerdas, grandote, pero estás en mi casa. No eres quien para dar órdenes —emitió mi padrastro, intentando apartar las manos de Zack, pero fue en vano.
—Si no traes a Floribeth por las buenas, lo harás por las malas.
Al decir eso, Zack elevó su puño derecho, listo para estamparlo directamente contra la cara de pánico de Taylor.
—¡Zack, no! —exclamé, asustada.
—Papi, ¿pasa algo? —se alzó una nueva e inocente voz en la habitación, lo cual provocó que Zack liberara a mi padrastro.
Era...
—No sucede nada, Floribeth. Regresa a tu habitación —ordenó Taylor, acomodando su vestimenta.
—¿Quién es este señor? —indagó una delgada niña de cabello dorado que enfocaba con sus curiosos ojos color avellana a mi amigo.
—Flori... —musité, liberando el aire que no sabía que estaba conteniendo.
—¿Phoebe? —murmuró, confundida—.¡Phoebe! —exclamó, corriendo hacia mí.
—Sí, Flori, soy yo... —respondí, arrodillándome para fundirnos en un cálido y prolongado abrazo—. Volví para verte —le informé con una lágrima solitaria descendiendo por mi mejilla.
—Pensé que nunca regresarías —dijo con un puchero.
—Nunca podría dejarte aquí sola. No tienes idea de cuánto te extrañé —confesé, acariciando su pequeño y angelical rostro.
—¿Entonces volviste para quedarte? —indagó, entusiasmada.
—Bueno, no exactamente... —balbuceé, buscando a Zack con la mirada—. Ahora vivo con mi amigo, pero vendré a visitarte a menudo e iremos juntas de paseo.
—¡¿En serio?! —chilló, emocionada.
—Sí. De hecho, podríamos ir a almorzar juntas ahora —sugerí, contagiada por su alegría—, quiero decir... si tu padre lo permite. —Deposité la mirada en mi padrastro, quien contemplaba la escena con desaprobación.
—Taylor le dará permiso, ¿cierto? —intervino Zack, amenazante.
—¿Podemos ir, papi? —preguntó Flori, agitando adorablemente sus largas pestañas.
—Claro, mi niña —cedió finalmente—. Ve a tu habitación a alistarte.
—¿Él me podría acompañar? —preguntó, refiriéndose a Zack.
—¿Yo? —dijo él, buscando mi mirada, confundido—. De acuerdo —cedió después de varios segundos, poco convencido.
Flori tomó su mano para guiarlo a su habitación. La enorme diferencia de estatura entre ambos le daba un toque adorable a la escena.
—Tienes suerte de que mi niña tenga buen corazón —gruñó Taylor, llamando mi atención—. No mereces la oportunidad que te está dando.
—¿Cómo una pequeña tan dulce puede ser hija de alguien como tú? —escupí.
—Soy un excelente padre —aseguró.
—Para mí no lo fuiste —repliqué, escéptica.
—Tú no eras mi hija y, aunque no lo creas, el nacimiento de tu hermana me transformó en un hombre mejor.
—Mentiroso —gruñí—. Estoy segura de que sigues siendo el mismo mujeriego, holgazán y manipulador.
—Y tú continúas teniendo la misma lengua afilada. Por momentos ya no pareces un pollito mojado —comentó, ladeando la cabeza, burlón.
—Deja de llamarme así —mascullé, apretando mis puños, ceñuda. Odiaba ese apodo.
—Para mí siempre serás mi pequeña pollita mojada —dijo con una sonrisa ladina, avanzando en mi dirección.
—Si me entero de que Flori sufrió en mi ausencia, no sé cómo, pero haré hasta lo imposible por quedarme con su custodia —aseguré sin dejarme intimidar por su cercanía.
—Si haces eso, sabrás realmente de lo que soy capaz... y ni siquiera tu macho podrá salvarte. No te atrevas a alejarme de mi hija —gruñó con la mandíbula tensa y el odio implícito en su mirada color ámbar a pocos centímetros de mi rostro.
Su proximidad me intimidaba, pero me negaba a dejarme dominar por mis miedos.
—No me asustan tus amenazas, Taylor. La época en que te temía pasó hace mucho —contesté, intentado sonar convencida; aunque no estaba segura de a quién estaba tratando de convencer.
—¿Estás segura de eso? —replicó, ladeando la cabeza y elevando una de sus comisuras.
—¡Ya estoy lista! —nos interrumpió la entusiasta voz de Flori.
Al instante Taylor se alejó de mí para despedirse de su hija y Zack, por su parte, alternó la mirada entre ambos con desconfianza mientras yo hacía mi mejor esfuerzo por aparentar que todo estaba bien.
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—¿Por qué el chico guapo no se va con nosotras? —indagó Flori cuando subimos a un taxi.
—Porque no es seguro que subas a una moto —expliqué, recordando lo temerario que es Zack al conducir. Por la seguridad de mi hermana preferí que él nos alcanzara más tarde.
—¿Tiene una moto? ¡Eso lo hace más cool! —opinó, cautivada.
—¿Te parece cool Zack? —pregunté, divertida.
—¿A ti no? —replicó.
—Supongo... —murmuré, desviando la mirada, avergonzada. "Cool" no bastaba para describir todo lo que pensaba de Zack—. ¿Y qué te gustaría comer? —cambié de tema.
—¡Pizza!
—¿No te gustaría algo más elaborado?
—No, me gusta la pizza —respondió con convicción—. Papá casi nunca me compra.
—¿Y nuestra madre? —me atreví a preguntar.
Llevaba mucho tiempo sin ver a la mujer que me trajo al mundo.
—Mamá no está mucho en casa. Tiene que trabajar —explicó.
—¿Trabajar? —repetí, extrañada.
—Sí, por eso estoy casi todo el día con papá y no le digas nada, pero no cocina muy bien —confesó.
—Tranquila, será nuestro secreto. —Sonreí, acariciando su cabello dorado.
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Cuando arribamos al local Zack estaba afuera esperándonos.
—¿Esta es la pizzería en la que trabajas? —indagué mientras caminábamos hacia la entrada.
—Sí, el jefe es un idiota; pero la pizza es deliciosa —aseguró.
—Quiero una pizza así de grande —pidió Flori, abriendo sus brazos al máximo.
—Eso no es mucho. ¿Qué te parece una así? —propuso Zack, abriendo los suyos y abarcando el doble de espacio que Flori.
—Uhh, eso es mucho mejor —opinó ella, impresionada.
—Ven, compraré la mejor pizza para ti —le informó, tomando su mano, gesto que me hizo detenerme para observar la escena.
Me alegraba que dos de las personas que más amaba se llevaran bien y también comprobar que el lado fraternal y protector de Zack continuaba intacto a pesar de lo que sucedió...
—¡Phoebe, ven! —me llamó Flori—. Si no, Zack y yo nos comeremos toda la pizza.
Ante sus palabras aceleré el paso para alcanzarlos.
Al entrar, me detuve a observar la decoración del amplio y acogedor lugar, en el cual abundaban los colores cálidos. Además, resaltaba una enorme columna blanca en la que las personas firmaban y escribían notas como recuerdo.
—Este sitio es muy bonito —comenté cuando tomamos asiento.
—¿Tardará la pizza? —indagó Flori.
—Antes debemos escoger qué comeremos —dijo Zack, leyendo el menú.
—¿Qué tal si me cuentas algo mientras esperamos? —sugerí.
—¿Algo como qué? —preguntó.
—Lo que quieras. —Sonreí—. Llevamos mucho tiempo sin vernos.
—Pues... —emitió, pensativa—. Me va muy bien en la escuela. Soy la segunda de la clase.
—Me alegro mucho, Flori —respondí, acariciando su mano.
—Pero quiero ser la primera. Estudiaré mucho e iré a la universidad —declaró con determinación.
—Estoy segura de que conseguirás todo lo que te propongas —opiné, alentándola. Hubiese querido que cuando era pequeña alguien apoyara mis sueños.
—Si eres como tu hermana, yo también creo que lo lograrás —intervino Zack con sus brazos cruzados sobre la mesa mientras enfocaba a la pequeña.
—Cuando sea grande seré como Phoebe porque es muy hermosa y genial —dijo Flori con orgullo, lo cual hizo que mi corazón rebosara de alegría.
Mi hermana aún albergaba buenos recuerdos de mí, pero si se enteraba de lo que sucedió probablemente eso cambiaría...
—Lo sé —murmuró Zack, estableciendo contacto visual conmigo, motivo por el cual bajé la mirada de inmediato, nerviosa.
—Creo que iré al baño —balbuceé.
—Pero aún no hemos pedido —protestó él.
—Pide por mí —contesté, esquiva, y luego me marché como una cobarde, dando grandes zancadas.
Cuando estuve frente al lavabo contemplé mi reflejo en el espejo, tomando profundas y pausadas respiraciones.
—Es imposible. No le gustas a Zack... —pensé en voz alta, desechando esa idea distorsionada por mis esperanzas.
Solo lo dijo para contentar a Flori y, aunque realmente lo piense, no le gusto. Lo ha demostrado incontables veces.
—Deja de hacerte ilusiones como una tonta —me regañé después de aclarar y secar mi rostro; pero, a pesar de mi solitario momento de reflexión, mis ideas no se esclarecieron.
Al salir del baño, continuaba ensimismada, pero una voz masculina me sacó de ese estado.
—Lo siento —se disculpó el desconocido al chocar accidentalmente mi hombro.
—No pasa nada —respondí sin mucho ánimo.
—¿Estás bien? —preguntó con preocupación, lo cual me hizo alzar la vista para establecer contacto visual con sus hermosos ojos grises.
Al recibir el impacto de mi mirada, su cálida y hermosa sonrisa se extendió automáticamente.
Era muy atractivo.
Era alto y de complexión delgada, vestía ropa holgada y sencilla y su cabello color castaño claro caía de forma desordenada sobre su frente, dándole un aire tierno e infantil.
—Hey, te hice una pregunta —llamó mi atención, agitando su mano frente a mi cara.
Me había quedado observándolo como una tonta.
Genial, haciendo el ridículo desde el primer momento.
—Sí, estoy bien —balbuceé, desviando la mirada, nerviosa.
—¿Segura? —insistió.
—Solo estaba distraída —mentí.
—Me alegra que estés bien. —Sonrió—. Mi nombre es Liam Becker —se presentó.
—Yo soy Phoebe Warm —respondí, estrechando la mano que me había extendido.
—¿Phoebe Warm? —repitió—. Tu nombre me suena familiar —agregó, pensativo—. ¿Tocas en una banda o algo así?
—Sí, mi banda y yo tocamos en el bar After Vibes. Está en el centro de la ciudad —expliqué.
—He escuchado hablar de él. Me gustaría conocer tu música. ¿Cuándo volverás a tocar?
—Esta noche.
—Allí estaré —me informó—. Será una buena excusa para verte de nuevo —agregó con una sonrisa, la cual le devolví, incómoda. La última vez que un chico intentó "socializar" conmigo no salió nada bien.
—Debo irme —me excusé, dándole la espalda.
—¡Phoebe! —llamó mi atención, provocando que me girara para enfocarlo.
—Tal vez sea una pregunta apresurada, pero... —dijo, rascándose la nunca en un gesto nervioso—, ¿tienes novio?
—Eres un poco directo, ¿no crees? —contesté, arqueando una ceja.
—Me lo han dicho antes —admitió, aproximándose—, pero, ¿de qué sirve contenernos si la vida se nos está escapando?
A pesar de ser un desconocido, sus palabras me dejaron pensativa.
Liam tenía razón.
He estado reprimiendo mis sentimientos por Zack durante años y cuando intenté demostrárselos él me evitó. ¿Por qué sigo esperándolo si él nunca me corresponderá?
—No —respondí finalmente, sosteniendo su mirada gris.
—Es una buena noticia —opinó con una sonrisa—. Te veré esta noche —se despidió, siguiendo su rumbo.
Al regresar al salón, vi a lo lejos a mi hermana conversando animadamente con Zack mientras comían pizza. Hace mucho no lo veía sonreír así.
Siempre quise ser quien le devolviera la alegría, pero él no quería lo mismo, así que tal vez era hora de renunciar.
-------
Holaaa!!
Cómo han estado?
Qué les pareció el cap?
Los leo!
Lamento no haber actualizado la semana pasada, tenía exámenes :')
Aunque esta semana también tengo ;-;
Pero es la última semana :D
Finalmente tendré tiempo para escribir, je je.
Volviendo al capítulo... Qué les pareció? :)
Aquellos que leyeron "Bélgica" recuerdan a Flori? :D
Aquí pudimos entrever pequeños detalles del pasado de Pheebs. Poco a poco descubriremos más cositas :)
Y aparecieron nuevos personajes...
Taylor y Liam.
Taylor me cae mal :)
Y a Liam no lo pierdan de vista ;)
Espero que les haya gustado.
Hasta el próximo.
Chauuu.
Dato random: No me gusta ponerle nombre a los lugares, me da trabajo estar inventando :') Por ejemplo, el bar en el que tocan mis niños... Siempre ha sido "el bar" v: Pasó un libro entero y nunca le puse nombre xd Ahora me dio tic y le puse "After Vibes" (una amiga me ayudó con el nombre :) )
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Flori :)
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