Capítulo 11: Reyes del caos
Habían transcurrido algunos días desde la fiesta de Megan, por tanto, Caleb había retornado a la vida estudiantil y, para mi sorpresa, se veía muy feliz y motivado. Durante la semana su entusiasmo al tocar fue tan contagioso que multiplicó el número de fans de la banda. Definitivamente había algo en ese instituto que le estaba haciendo demasiado bien.
Algo... O alguien...
—¿Qué canción deberíamos tocar este domingo, chicos? —pregunté, caminando de un lado a otro en la sala de estar, pensativa.
—Esta semana hemos hecho horas extra. Deberías descansar la voz —opinó Zack desde el sofá.
—O podrían cantar ustedes —sugerí—. Estamos en el mejor momento de nuestra corta carrera. No podemos desaprovechar el auge que estamos teniendo.
—Yo creo que Pheebs tiene razón. Además, estoy muy inspirado últimamente —comentó Caleb desde su asiento, sonriente.
—Lo hemos notado —puntualicé, arqueando una ceja, curiosa—. La semana pasada no querías saber del instituto, pero ahora estás muy motivado. ¿Podemos saber la razón?
—Estoy seguro de que no es el estudio —emitió Zack.
—Probablemente la razón usa falda —intervine, divertida, provocando que se ensanchara su sonrisa.
—Sí, es una chica —admitió.
—¡Lo sabía! —exclamé, victoriosa—. ¿Podemos saber el nombre de la afortunada? —pedí, tomando asiento junto a Zack.
—De hecho... es la chica de la piscina... —confesó, rascando su nuca.
—¡¿Qué?! —chillamos Zack y yo al unísono.
—No puedo creer que te guste justo ella —terció él—. Podría denunciarte si descubre lo que le hiciste.
—Ella no me gusta —replicó mi mejor amigo, provocando una mirada de escepticismo por nuestra parte—. Bueno... —vaciló—, admito que Bel es súper linda, pero no me gustaría tener una relación con ella.
—Así que se llama Bel... —hablé, ilusionada.
Incitar el acercamiento de esos dos no era la mejor idea, pero deseaba ver a mi amigo feliz y, por alguna razón, sentía que esa chica era quien cumpliría mi deseo.
—En realidad se llama Bélgica —aclaró Cale.
—¿Bélgica? —repetí—. ¿Se llama igual que un país? ¿Acaso será parte de la familia de Alaska Montserrat? —aventuré.
—A ese instituto van muchos hijos de celebridades. No me extrañaría que fuera hija de una modelo —analizó Zack.
—Siendo sincero... no me detuve a pensarlo. Ella no se parece en absoluto a Alaska, aunque Paris la ha llamado "prima"... —recordó, pensativo.
—¿Paris? ¿Paris Hungría? —emití y él asintió—. ¡Tienes que pedirle su autógrafo! —chillé como la fan demente que era.
—Tranquila, seguro tendrás oportunidad de conocerla y pedírselo tú misma —respondió, sonriendo relajadamente.
—¿En serio lo crees? —pregunté, entusiasmada.
—Claro, somos compañeros ahora.
—Y probablemente sea la prima de la chica a la que quieres meterle mano —añadió Zack, venenoso.
—Claro que no —aseguró Caleb, pero ni él mismo se lo creyó—. Bel no me gusta en ese sentido...
—¿Estás seguro? —insistí.
—Bel es... —hizo una pausa, meditando su respuesta—, es hermosa, simplemente preciosa... Confieso que despierta ciertos... deseos... en mí, pero no es solo un buen físico. Es inteligente, refrescante y divertida. Evoca una parte de mí que creía olvidada —explicó con la cabeza apoyada en el espaldar del sillón, contemplando el techo mientras Zack y yo nos mirábamos con una sonrisa perversa.
Era obvio que esa chica le gustaba.
—Menos mal que no te gusta —se burló Zack.
—No me gusta. Solo le tengo un cariño especial.
—Como mínimo quieres introducirle tu cariño —refutó el chico vestido de negro, provocando que cubriera mi rostro, avergonzada. A veces era demasiado explícito.
—Bueno, no negaré que es muy... incitante... —confesó Cale, elevando una de sus comisuras.
Pervertido.
—Pero no quiero lastimarla. Es muy especial. Merece a alguien que la quiera de verdad.
—Awww, qué tierno. Estás enamorado —continuó burlándose Zack.
—Déjame en paz —gruñó Caleb, lanzándole un cojín a su mejor amigo, quien intentó contener la risa al recibirlo.
—Bueno, no sé qué clase de sentimientos despierta Bélgica en ti, pero me alegra que quieras cuidar de ella —opiné.
—Le hice daño cuando le robé —rememoró, avergonzado—. No estoy dispuesto a hacerlo nuevamente. Ahora que la conozco solo quiero verla feliz —agregó.
—Creo que vomitaré —dijo Zack, ganándose una mirada fulminante por parte de Caleb.
—No le hagas caso, Cale. Yo estoy orgullosa de ti. De hecho, me gustaría mucho conocer a Bel —admití.
—Ella es genial. Estoy seguro de que serán grandes amigas.
—¿Cuándo podremos conocerla? —insistí en saber ante su notable entusiasmo.
—¿Qué les parece mañana? —sugirió—. Ella irá a mi casa para hacer un trabajo de Biología.
—Me parece bien —emití.
—Yo creo que será interesante conocer a esa chica... —dijo Zack.
***
El sábado en la mañana nos dirigimos a la mansión Shines, aprovechando la ausencia de los padres de Caleb. Llevaba años sin ver a Arthur y Gemma; pero, por lo que Zack había mencionado, no albergaban buenos sentimientos hacia nosotros. Por alguna razón desaprobaban nuestra amistad con su hijo.
—¿Qué les parece si tocamos Every breath you take de The Police mañana? —sugirió Caleb desde su cama.
—Me encanta esa canción —dije, caminando de un lado a otro en la habitación.
—Y nos sabemos los acordes —añadió Zack, sentado junto a Caleb.
—Además, creo que con sus voces la presentación quedará fenomenal. Seguro todas nuestras fans se derretirán —agregué, divertida.
—Eso me gustaría... —emitió Cale, sonriendo pervertidamente.
—¡Caleb! Es nuestro público. Debes conquistarlas con tu talento, no con... otras cosas... —lo regañé, incómoda y avergonzada.
—Solo me gusta complacer a mis fans... —fingió inocencia mientras yo lo fulminaba con la mirada.
—Pervertido —sentencié.
—Lo soy y lo acepto con honor —respondió con orgullo.
—Hablando de tus primitivos instintos... ¿a qué hora llegará tu amiga? Debo ir a trabajar dentro de poco.
—Debe estar a punto de llegar —contestó Caleb—, pero si debes irte, puedes hacerlo.
—Tranquilo, aún tengo tiempo.
—Me sorprende que continúes en ese trabajo, sé que no te gusta en absoluto —comentó mi mejor amigo.
—No me gusta, pero no todos tenemos padres ricos —respondió, encogiéndose de hombros.
Zack, siendo tan solo un adolescente, enfrentó una desgarradora batalla que lo dejó completamente solo, por lo que se vio obligado a volverse independiente a una temprana edad.
—A veces el dinero no basta... Yo cambiaría todo lo que tengo por tener unos padres que me amen —rebatió Caleb con tristeza.
—Estoy segura de que algún día llegaremos muy lejos —intervine, agachándome frente a ellos para tomarlos de la mano—. Seremos una banda reconocida y el dinero nunca más será una preocupación y, aunque haya personas que tal vez no aprueben lo que hacemos, siempre nos tendremos unos a los otros. No olviden que somos una familia.
—¿Sabías que te quiero mucho? —contestó Caleb, haciéndome sonreír.
Nuestra emotiva conversación fue interrumpida repentinamente por el sonido de una notificación.
—Es ella. ¡Es Bel! —nos informó con entusiasmo al ver su móvil, provocando que lo miráramos con una sonrisa ladina.
—¿Es esa chica que no te gusta? —lo molestó Zack, arqueando una ceja.
—No fastidies —replicó Caleb, quitándose su sudadera.
—Caleb, ¡¿qué haces?! —chillé, cubriendo mis ojos.
—Dios, se conocen hace una semana, ¿y ya le saltarás encima? —inquirió Zack.
—Claro que no. Solo le haré una broma —aclaró, malévolo.
—¿No puedes hacer la broma con ropa? —rebatí, aún cubriendo mis ojos para no ver nada inapropiado. De pequeños muchas veces nos bañamos juntos, pero claramente nuestros cuerpos ya no son los mismos.
—Phoebe, puedes mirar. Aún estoy cubierto de la cintura para abajo —aclaró y yo obedecí.
Al abrir mis ojos, contemplé alguna de las razones por las cuales Caleb era tan popular con las chicas. Debía admitir que era muy guapo.
Además de ser muy alto, poseía una pálida piel que era adornada por tres tatuajes que cubrían su musculatura, aunque esta no era demasiado exagerada. Uno de sus tatuajes se encontraba en su pectoral izquierdo. Era el número romano MMXXI (2021) y cada letra tenía alrededor de 2,5 cm de largo y 1,5 cm de ancho. Al igual que Zack y yo, tenía tatuado el triángulo equilátero que representaba a nuestra banda, el cual se encontraba en la parte posterior del brazo derecho, justo encima del codo, con uno de los vértices apuntando hacia abajo. Por último, tenía tatuado en su espalda un enorme un árbol, cuyas raíces se extendían más allá de la región lumbar.
Sus tatuajes tenían una simbología muy especial, pero este último era el más simbólico de todos.
La mitad izquierda era frondosa y tenía un gran follaje; sin embargo, la derecha estaba marchita y sus hojas secas se iban volando realzando las ramas desnudas, de las cuales algunas se extendían hasta su hombro derecho, vislumbrándose desde la parte delantera de su anatomía.
Ese tatuaje era la forma visible de la cicatriz más dolorosa de la vida de Caleb...
—Quiero hacerle una broma a Bel, pero necesito tu ayuda —explicó.
—No me digas que yo también tengo que quitarme la ropa —gruñí.
—Si lo haces, no me quejaré —respondió con una sonrisa pervertida.
—¡Caleb!
—Tranquila, es algo simple —contestó, divertido—. Solo debes bajar algunos minutos después de mí y preguntarle si es la otra chica del trío.
—¡¿Qué?! —chillé, avergonzada.
—Me gustaría ver eso —se burló Zack.
—No es divertido, Zack —lo regañé.
—Es sencillo, Pheebs. Saca tu lado artístico —sugirió, relajado—. Debo bajar. Bel debe estar a punto de llegar —agregó, tomando un short de su clóset.
¿Para qué necesita eso si trae puesto un pantalón?
Mejor no preguntes.
—Nos vemos —se despidió, animado, cerrando la puerta de la habitación.
—Al menos esa chica lo mantiene motivado —comentó Zack, contemplando la salida desde la cama.
—Solo por el hecho de que hace feliz a Caleb ya me agrada —admití.
—A ti te agradan todos —replicó, burlesco.
—Y tú odias a todos —rebatí.
—Eso no es cierto —refutó, ceñudo.
—Dime 3 personas a las que aprecies mucho —lo reté, colocando mis manos en mi cintura.
—Pues... Caleb... Tú... y... —se quedó pensativo. Evidentemente no le agradaba nadie más.
—¿Lo ves? —dije entre risas, tomando asiento a su lado.
—Eso no importa. Con ustedes dos me basta —admitió, fingiendo indiferencia.
—Me alegra ser suficiente para ti —confesé con una sonrisa tímida, llamando su atención—. Quiero decir... que Caleb y yo seamos suficiente —me corregí rápidamente con un ligero balbuceo.
—Suficiente... —repitió, contemplando la pared como si analizara la dimensión de la palabra.
—¿Zack? —musité, preocupada ante su expresión perdida.
—La palabra "suficiente" no alcanza para describir lo que significas para mí —replicó con voz suave, enfocándome con su oscura y brillante mirada mientras mis latidos se aceleraban irremediablemente.
Creo que era la primera vez que Zack me decía algo tan bonito.
—Quiero decir... Caleb y tú significan mucho para mí —se corrigió, desviando la mirada.
—Sí, había entendido... —agregué con decepción.
Hace mucho me había resignado a que su amor era un sueño inalcanzable, pero en momentos como este no podía evitar ilusionarme.
¿Era totalmente imposible que sintiera algo por mí?
Zack era tan frío y distante que la más mínima muestra de cariño me hacía rebosar de alegría. Tal vez mi desesperación me cegaba. Lo sucedido con Bonnie era la prueba innegable de que no era un chico tímido. Si yo le gustara, ya me lo habría dicho.
Deja de ilusionarte, tonta.
Él nunca se fijará en mí. Solo soy su amiga de la infancia. Debo renunciar a ese sueño.
Nunca sucederá...
—¿Qué? —me sacó de mi ensimismamiento su voz.
—¿Qué? —repetí, confundida, depositando mi mirada avellana sobre su bello rostro.
—¿Por qué dijiste eso? —indagó, ceñudo.
—¿Qué cosa?
—Dijiste "nunca sucederá" —explicó.
Mierda.
¿Pensé en voz alta?
—¿Qué es lo que quieres que suceda? —preguntó con interés.
—Nada... Yo... —mentí entre balbuceos, evitando su penetrante mirada.
—¿Por qué me mientes? —insistió en saber, tomando mi barbilla para forzarme a mirarlo, lo cual provocó que mi corazón amenazara con salirse de mi pecho. Incluso me atrevería a jurar que Zack podía escuchar mis rebeldes latidos.
—No miento —traté de sonar convincente, pero fallé irremediablemente.
Ante mis débiles palabras Zack paseó su mirada inquisitiva por mi rostro, depositándola finalmente en mis labios, gesto que aumentó mis nervios (si es que era posible). Eventualmente retornaba hacia mis ojos expectantes y esperanzados, pero luego su atención regresaba hacia la zona de mi fisonomía que más lo deseaba en este momento.
Quería que me besara...
Y, a juzgar por la intensidad de su mirada, él parecía querer lo mismo; pero si así era, ¿por qué no lo hacía?
¿Qué se lo impedía?
¿Temía arruinar nuestra amistad?
¿Tenía miedo de mi reacción?
Ante la incertidumbre a mi mente arribó una firme idea: si Zack no se atrevía, entonces yo lo haría.
Sin apartar mi rostro de su contacto acaricié su mejilla, gesto que llamó su atención y, para mi sorpresa, no me alejó. Su única acción fue retirar su mano de mi mentón, lo cual me permitió aproximarme a mi antojo. Ligeramente nerviosa, continué acercándome bajo mirada expectante y... ¿temerosa?
Sus hermosos y carnosos labios llenaban todo mi campo visual y mi corazón acelerado era lo único que lograba escuchar. Estábamos tan próximos que nuestras respiraciones se entremezclaban.
Iba a suceder...
—Creo que deberías bajar. Caleb debe estar esperándote —emitió Zack de repente, girando su rostro e interrumpiendo así el mágico momento... una vez más.
—De acuerdo... —musité, contemplando el suelo, herida y decepcionada. Fingiendo que nada había sucedido, me puse en pie con una sonrisa forzada—. Nos vemos abajo —me despedí, intentando no derrumbarme.
Desde niña sentí una inmensa adoración por Zack, la cual fue creciendo a medida que yo lo hacía. Sin embargo, el dolor que mi corazón podía soportar tenía un límite.
Mientras avanzaba en dirección a las escaleras vi en el suelo los vaqueros de Caleb.
Seguro ya le saltó encima a Bélgica.
Antes de descender al primer piso respiré profundamente, preparándome para la escena que vendría a continuación. Necesitaba encontrar mi inexistente lado de actriz para ayudar a Caleb con su extraña broma. A medida que iba bajando escuché voces, aunque no entendía del todo lo que decían.
—Oh, vaya —los interrumpí, deslizando mis dedos por el pasamanos teatralmente.
La acompañante de Caleb depositó su mirada confundida en mí en el preciso instante que se alzó mi voz. Probablemente se estaba preguntando quién rayos era yo.
Al llegar frente a ella, la contemplé con detenimiento. Por alguna razón, me resultaba familiar.
Caleb tenía muchos defectos: a veces era impulsivo y demasiado pasional, era un poco inmaduro y nunca tomaba nada en serio; pero debía admitir que tenía un gusto excepcional.
Bélgica era muy hermosa. Su rostro angelical era adornado por unos enormes lentes de armadura negra que le daban un aire intelectual y tierno a la vez. Su lacio cabello castaño caía simétricamente hasta sus clavículas. Sus ojos eran de un hermoso color chocolate; su piel, tersa y pálida; y sus labios, sumamente rosados. Era un poco más bajita que yo, debía medir alrededor de 1.60 m. Además, su curvilínea figura resaltaba a pesar de su vestimenta holgada. Era, sin dudas, poseedora de una belleza refrescante y natural.
Caleb se lució.
En medio de mi escrutinio logré recordar dónde la había visto. Ella fue la chica que se acercó para dejar dinero en la funda el día que Zack y yo tocamos en el parque.
—¿Ella es la otra chica del trío? —indagué, provocando que sus ojos se salieran de las órbitas. Luego busqué la mirada de aprobación de Caleb y ambos sonreímos con complicidad. Supongo que mi actuación estaba siendo impecable.
Eres igual de malévola que él.
—Tiene un bonito rostro... —continué mientras ella me miraba, nerviosa y preocupada. Después, para darle más drama al asunto, enrosqué mi dedo índice en un mechón de su cabello y alterné la mirada entre un satisfecho y divertido Caleb y ella—. Y su cuerpo tampoco está mal... —La observé de arriba abajo con fingido interés, provocando una expresión de pánico de su parte. Parecía que estaba a punto de salir corriendo—. Tiene curvas...
—Espera... —me detuvo, retrocediendo un paso—. Creo que ha habido un malentendido. No he venido aquí para eso —aclaró. Era evidente su esfuerzo por lucir determinada; sin embargo, sus nervios la traicionaban.
Ante su expresión asustada Caleb y yo establecimos contacto visual, intentando disimular la sonrisa, pero inevitablemente estallamos en risas bajo su mirada confundida.
—Lo siento —hablé, aún riendo—. Fue idea de Caleb —dejé en claro, mirando al sonriente susodicho—. Era una broma. Tampoco me va ese estilo... —reconocí—. Caleb es el único pervertido aquí. Yo soy Phoebe, pero mis amigos me llaman Pheebs. Es un placer —me presenté con una amplia y amigable sonrisa, extendiendo mi mano.
—Bélgica —respondió con ligera desconfianza, pero finalmente correspondió a mi saludo.
—Espero que seamos grandes amigas. Y si necesitas mi ayuda para patearle el trasero a Caleb, no dudes en avisarme —bromeé para que se relajara.
—Eso me gustaría —confesó y ambas esbozamos una sonrisa cómplice y malvada.
—Dios, no fue para esto que las presenté... —se quejó mi mejor amigo.
—Te jodes —declaré, poniéndome de parte de Bélgica.
Era ilógico, pero sin conocerla siquiera Bel me agradaba. Veía en ella un aura genuina y especial que me transmitía confianza y seguridad.
Con razón Caleb hablaba tan bien de ella...
—¿Ya acabaron? —intervino la monótona voz de Zack, procedente de las escaleras.
—¡Zack, ven a conocer a Bel! —exclamé, animada.
—Hola —saludó Bélgica, alzando la mirada cuando Zack estuvo frente a ella. Él se limitó a asentir con la cabeza como forma de saludo. Al parecer, había perdido el interés en conocerla porque no lucía divertido como unos minutos atrás.
—¿Nos vamos? —se dirigió a mí, indiferente.
—Bueno, ya nos marchamos —les informé, intentando sonar más afable que Zack—. Pórtense bien... Y sí, lo digo por ti, Cale —añadí, señalándolo con el dedo, divertida.
—No sé de qué hablas... Yo soy un angelito —fingió inocencia como solo él sabía hacerlo.
—No es cierto, Bel. No caigas en su labia barata —le advertí a modo de broma y ella sonrió, nerviosa—. Me encantó conocerte —admití, tomándome el atrevimiento de abrazarla, lo cual provocó que se tensara ligeramente. Supongo que la tomó desprevenida mi repentina muestra de cariño—. Quiero verte pronto. ¿Qué tal si salimos todos? —sugerí al concluir mi abrazo.
—Por qué no —se limitó a responder.
—¡Genial! —exclamé, emocionada—. ¡Nos vemos, Bel! Adiós, Cale —me despedí, siguiendo a Zack hacia la salida.
—No logro entender cómo puedes mostrar tu cariño tan rápida y fácilmente a una persona que acabas de conocer —comentó, caminando hacia su moto con las manos en los bolsillos, relajado.
—Es mi forma de ser. ¿Quieres que cambie? —indagué—. Pues no lo haré —declaré con orgullo y determinación.
—Jamás te pediría que cambiaras... —aclaró, deteniendo su marcha—. Para mí eres perfecta tal y como eres —opinó, mirándome justo como lo había hecho cuando estábamos en la habitación de Caleb.
Ahora era yo la que no lograba entender cómo era capaz de rechazarme y luego observarme de esa forma tan profunda e intensa.
Ese chico era una paradoja viviente.
—¿Qué hacen ustedes dos en mi casa? —nos interrumpió una enojada y conocida voz femenina.
—Señora Shines... —emitió Zack al ver a una elegante mujer de cabello rubio y ojos color ámbar: era la madre de Cale.
Desde que la familia Shines se mudó de nuestro humilde vecindario debido a su mejoría económica nunca más había visto a los padres de mi mejor amigo.
Gemma Shines lucía renovada. Evidentemente el glamour y las joyas realzaban la belleza natural que siempre tuvo; sin embargo, su expresión no era la misma.
Antes, a pesar de detestar la sencilla vida que llevaba, nos trataba con dulzura y cariño cuando íbamos a jugar con sus hijos, pero ahora desconocía a la mujer ante mí. Su mirada destilaba rencor y apatía, como si odiara el simple hecho de estar viva.
—Zack, ¿cómo estás? —saludó el acompañante de la bella dama, era su esposo, Arthur Shines, quien lucía un elegante traje oscuro a juego con su cabello. A pesar del paso de los años, continuaba siendo un hombre muy atractivo.
—Estoy bien, señor Shines —se limitó a responder, precavido.
—Pensé que te había quedado claro que no quería que volvieras a pisar mi casa —gruñó Gemma, descortés—, y mucho menos con... —agregó, recorriendo mi cuerpo con la mirada, enfocando mis tatuajes y mi vestimenta poco recatada—, esas amigas que tú y Caleb hacen en sus noches de libertinaje... —completó, despectiva.
Al escuchar sus palabras, contuve la respiración de manera instintiva.
¿Cómo una persona tan amable pudo volverse tan amargada y prejuiciosa?
—Gemma, por favor, no hagas una escena... —pidió el señor Shines.
—Estoy en mi casa. Hago lo que me dé la gana y no permitiré que este chico ejerza su pésima influencia sobre mi hijo—replicó, grosera. Su actitud hacía un chocante contraste con su apariencia de adinerada mujer de familia.
—Zack es amigo de nuestro hijo, no deberías tratarlo así... —rebatió él, haciendo uso y abuso de su paciencia.
—Tranquilo, señor Shines —habló Zack para aliviar la incipiente tensión que se estaba creando entre la pareja—. La señora Shines tiene razón... Está en su casa —añadió con cautela.
—Me alegra que lo reconozcas. En cualquier caso si no te gusta el trato que recibes aquí, puedes irte para nunca regresar —respondió, venenosa.
—Gemma —articuló su esposo a modo de advertencia.
—Me voy. No tengo tiempo que perder con las pésimas amistades de mi hijo —declaró, marchándose sin mirarnos siquiera.
—Me disculpo en nombre de mi esposa, Zack —dijo el señor Shines, apenado—. Ella quedó muy afectada después de lo que pasó... y en ocasiones tiene este tipo de actitudes. Sé que no es justificación, pero...
—No se preocupe, yo entiendo —emitió Zack, pausado y comprensivo.
—A veces no reconozco a la mujer con la que me casé... —confesó con tristeza—. También debo disculparme contigo, jovencita —agregó de repente, depositando su azul mirada en mí—. La novia del mejor amigo de mi hijo no debía ser testigo de una escena como esta.
—Eh... nosotros no somos novios... —aclaró Zack, incómodo.
—Oh, disculpen mi indiscreción —contestó con cortesía.
—Señor Shines, ¿no me reconoce? —intervine finalmente—. Soy yo, Phoebe —hablé, sonriente.
—¿Phoebe? —repitió, sorprendido—. Dios, has cambiado muchísimo. Ya eres toda una mujer —comentó y yo me limité a sonreír—. Creo que ahora, con mayor razón, te debo una disculpa por el comportamiento de Gemma. Supongo que estás al tanto de lo que sucedió...
—Sí, Caleb y Zack me contaron... —le informé, mirando el suelo con pesar—. Realmente lo siento, señor Shines.
—Han pasado 2 años desde entonces... A veces pienso que el dolor nunca desaparecerá. Sin embargo, siento que he aprendido a manejarlo mejor que Gemma. Ella... no está bien... —lamentó.
—Descuide, lo entendemos —aclaré con voz afable para aliviar su culpa y vergüenza.
—Bueno, chicos. Debo irme. Gemma me espera —se despidió, contemplando a su esposa, quien nos observaba a lo lejos desde el umbral de la puerta de la gran mansión.
—Hasta luego, señor Shines —contesté.
—Espero que Caleb y su amiga no se encuentren en una situación comprometedora... Gemma es capaz de expulsarla de la casa —comentó Zack, ofreciéndome un casco después de subir a su moto.
—¿En serio? —indagué, temerosa.
—Pensé que en cualquier momento se quitaría su tacón y me lo enterraría en el ojo —bromeó, aunque no sonaba muy divertido.
Lo estaba diciendo en serio.
—Gemma y Arthur sufrieron mucho por lo que pasó —opiné con tristeza.
—Ese sufrimiento nunca desaparecerá... —agregó, contemplando el suelo—. Sé bien lo que se siente...
—Zack... —musité, preocupada.
Caleb y su familia no eran los únicos que habían sufrido. Zack también había pasado por mucho...
—Sin embargo, cada quien sobrelleva el dolor como puede... —continuó, retomando su tono racional—, y evidentemente Gemma no lo hace muy bien. Ha vuelto su vida un caos y también la de los demás, en especial la de Caleb. Quiere que su hijo sea infeliz al igual que ella. Es su forma de castigarlo por el dolor tan intenso que les provocó.
—Supongo que no logra entender que Caleb no necesita que otros le recuerden su pasado. La culpa lo carcome, aunque él finja que no es así.
—Caleb tiene razón. No importa cuánto lujo tengas si tus propios padres sumergen tu vida en un profundo caos —concluyó, contemplando la gigantesca mansión que parecía albergar felicidad, pero no era más que un simple espejismo.
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Hola, hola, caracola :D
Cómo están?
Ay, ya superamos las 1K lecturas. Qué emoción :")
Gracias por todo su apoyo <3
Bueno, dejando de lado el sentimentalismo... xd
Qué les pareció el cap?
Los leo!
Al parecer a nuestro querido Caleb le está comenzando a gustar esa chica :)
Aunque lo niegue :))
Y Zack y Phoebe estuvieron a punto de besarse de nuevo :"")
Pero Zack se alejó :///
Aquellos que no leyeron el primer libro, qué opinan de Bélgica? :D
Y ya aparecieron los padres de Caleb.
Un encanto la señora Shines :V
Aunque en el fondo es una mujer que ha sufrido mucho :(
Espero que les haya gustado el cap.
Hasta el próximo.
Chauu.
Dato random: Si leíste Bélgica, ya conoces a la madre de Caleb, Gemma. A pesar de su forma de ser, no es un personaje que odie, (aunque entiendo que a algunos de ustedes les caiga mal xd).
No olvides seguirme en Instagram como daia_marlin
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