Capitulo 25: Intensidad
Chanel y yo nos volteamos hacia el escritorio, Adonis nos observaba con una ceja alzada y una mueca divertida en el rostro. Chanel volteó a mirarme e inevitablemente comenzamos a reírnos de lo vergonzosa de la situación.
Al parecer mi culo era un rastreador de Adonis, apenas lo mostraba él aparecía.
—No sé muy bien qué está pasando aquí —dijo Adonis pareciendo resistir una sonrisa— pero Chanel, tu papá está llamándote allá abajo, quiere que vayas a hablar con las hijas de la tía Elena.
Recordaba que Adams me la había presentado, estaba borracha junto con su mamá, y sus hijas parecían caminar por ahí completamente aburridas.
—No —dijo Chanel—, ellas son demasiado pendejas.
Casi escuché a Adonis aguantar una exclamación, la miraba como si fuera un tío o su papá. Vaya, al parecer él quería a su prima.
Era extraño ver que Adonis tuviera sentimientos.
—¿Qué es ese lenguaje? —Regañó Adonis— No te quiero volver a escuchar diciendo eso.
Chanel giró los ojos y dijo algo entre dientes que sonó como: "Bien", antes de bajar casi golpeando sus pies hasta que cerró la puerta con fuerza y sus pisadas resonaron hasta que se alejó por completo dejándonos en un incómodo silencio.
Aclaré mi garganta arreglando un poco mi cabello antes de comenzar a caminar también hacia la puerta. Sin embargo, Adonis me tomó de la muñeca cuando caminaba junto a él, deteniéndome.
Alcé la vista un poco confusa, me encontré con su mirada intensa y una sonrisa que parecía burlona.
—¿A dónde vas? —preguntó.
A cualquier lugar lejos de ti, idiota.
No estaba de ánimos para aguantar sus comentarios y su actitud hiriente.
—¿Por qué? —Repliqué— ¿Quieres que me quede? Supongo que no.
Ya estaba harta de que me calentara y luego simplemente me dijera que no rompería sus reglas.
Vi que su sonrisa se ensanchó un poco cuando me solté de su agarre y me dirigí a la salida, sin embargo podía sentir sus pasos seguirme, cuando toqué el pomo de la puerta, él tomó mi mano y uno de sus dedos hundió el seguro para encerrarnos, podía sentir su cuerpo atrás de mí presionándome ligeramente.
¿Qué —mierdas— estaba pasando aquí?
Me voltee justo en el momento que se inclinó invadiendo mi espacio personal, su nariz rozando la mía, su cuerpo tocando el mío haciéndome temblar débilmente.
Esto no me lo esperaba.
Alzó una mano y la dejó muy quieta a centímetros de mi hombro, no entendía qué pretendía, pero su juego me estaba enloqueciendo.
Tenía la necesidad de violarlo.
—¿Puedo tocarte? —susurró.
Tragué saliva pesadamente, quería casi cantarle que eso era obvio, pero luego recordé que era mi jefe y probablemente él no pasaría ningún límite.
Probablemente solo estaba jugando conmigo.
—No —dije simplemente—. Tengo reglas, y la primera es no meterme con mi jefe.
Adonis sonrió ampliamente pareciendo que mi comentario le hubiera hecho mucha gracia y creo que sufrí del efecto Adonis otra vez, mi estómago se revolvió y mi cuerpo tembló.
¡¿Por qué me confundes tanto hijo de puta?!
Sin poder contener mis impulsos me eché hacia adelante y pegué mis labios a los suyos gimiendo de la increíble sensación de sentir sus labios suaves corresponderme la caricia y abrió la boca para deslizar su lengua junto a la mía y profundizar el beso.
Podía deshacerme con tan solo un beso, me dejaba desarmada.
Mis manos fueron a su cabeza enredando sus manos dentro de su cabello para poder acercarlo más a mí, sentía que volaba cada vez que me besaba, era como olvidarme de todo. Sus manos se deslizaron por la silueta de mi cintura descendiendo por mis caderas hasta llegar al dobladillo de mi vestido, la palma de sus manos acariciaron la piel de mis muslos ocasionando que mi respiración se acelerara con fuerza cuando llegó a mis bragas.
Sus labios se deslizaron por mi cuello mientras metía una mano en mi entrepierna y sus dedos tocaron directamente mi feminidad, ocasionando que gimiera y jalara de su cabello. Sentí el deseo quemarme con intensidad cuando comenzó a deslizar su dedo de arriba a abajo con lentitud sintiendo lo húmeda que me encontraba.
—¿Así te pongo con tan solo besarte? —Susurró a mi oído antes de morder el lóbulo de mi oreja estremeciendo toda mi piel— Ni te he quitado la ropa.
—Yo sé que tú estás peor que yo —susurré antes de ahogar un gemido cuando introdujo un dedo dentro de mí.
Aferré mis uñas en su espalda, alcé una pierna hasta su cadera para darle mejor acceso y comencé a mover mi cintura buscando más profundidad, Adonis volvió a besarme esta vez con más agresividad, mis músculos comenzaban a tensarse sentía que casi estaba tocando el cielo cuando mordió mi labio inferior, en el momento que aceleró sus movimientos enterré mis uñas con fuerza en su espalda y gemí sintiendo el orgasmo envolverme por completo dejando mi cuerpo plenamente cosquilloso.
Necesitaba mucho eso, pero quería más.
—Que se jodan las malditas reglas.
Lo observé bajar su cremallera en el momento que atrapó mis labios en un beso completamente lleno de necesidad, deseo, lujuria, lo necesitaba ahora, necesitaba consumir este deseo.
Aquí.
Ahora.
Sentí su miembro en mi entrada y contuve la respiración cuando me embistió por completo, gemí en su boca cuando comenzó a moverse con fuerza, justo así, era lo que quería.
—Estás muy estrecha —gimió a centímetros de mi boca, tenía muchos años sin estar con nadie, evidentemente iba a estarlo.
Sus manos fueron a mi culo y lo apretó con fuerza al mismo tiempo que yo comenzaba a moverme a su ritmo sintiendo mis músculos volver a tensarse, metió la cabeza en el hueco de mi cuello y sentí su boca chuparme la piel de mi hombro, me aferré a él del mismo modo que él lo hizo conmigo, como si no quisiéramos que este momento acabara.
Yo no quería que terminara.
Gimió con fuerza y simultáneamente sentí el orgasmo invadirme por completo dejándome casi derrumbada en el suelo sino fuera por su cuerpo que me sostenía.
Vaya.
Permanecimos en un extraño silencio, donde nuestras respiraciones parecían retumbar en la habitación.
Eso había sido mejor de lo que pude imaginar...
Un momento.
—¿Adonis? —Murmuré, él hizo un gemido para que supiera que me escuchaba sin atreverse a mover—, ¿te pusiste condón?
Lo sentí tensarse y se separó un poco, a juzgar por su expresión sobresaltada, el hijo de puta no había usado condón.
Mierda.
—Oh —murmuró—, nunca me había pasado...
Adonis salió de mí y arregló su pantalón nuevamente.
Vaya manera de acaba el momento mágico y perfecto.
—¿Nunca habías follado antes o qué? —repliqué arreglando mi vestido, Adonis pasó una mano por su cabello y frunció el ceño pareciendo enfadado.
No sabía si sentirme enfadada o reírme de esta situación.
—Nunca se me había olvidado ponerme el condón —dijo pareciendo ligeramente más pálido—, y lo peor fue que me vine adentro de ti.
Ya me había dado cuenta, me sentía empapada, necesitaba limpiarme.
—Quieres dejarme —solté con cierto sarcasmo.
Ni siquiera estaba libre de la cárcel si no terminaba esta misión, quedar embarazada sería cagarla hasta el fondo, pero por suerte existía la pastilla del día después.
—No seas estúpida —dijo en tono enojado— ¿Por qué querría dejar embarazada a una puta?
¿Qué?
Sentí como si el coraje se hubiera evaporado de mí, abrí la boca pero no pude decir nada, como si me hubieran dado una bofetada sin ni siquiera tocarme.
Luché muchos años intentando dejar de sentirme como una puta, toda mi niñez me trataron como una. Adonis no podía saber lo mucho que me había afectado su comentario.
Contuve con fuerza las ganas de llorar sin atreverme a darle otra mirada y salí de la habitación sintiéndome como una completa imbécil, él no fue detrás de mí porque estaba segura que no se arrepentía de lo que había dicho.
Eres una estúpida Karol, estúpida, ¡estúpida!
Bajé las escaleras sintiendo que mi humor ahora era completamente frívolo, quería irme, quería desaparecer, mandar todo a la mierda, la S.E.G me lo advirtió, dijeron que era muy chica, muy niña, pero yo me esforcé para estar a la altura.
Tal vez ellos tenían razón, yo no era suficiente para esta misión.
Al llegar a la parte de abajo un hombre se interpuso en mi camino, mostraba una ligera sonrisa, lo reconocí como el hombre que estaba riéndose de una manera más graciosa que el chiste, el papá de Chanel.
—Necesito hablar contigo —dijo.
Mal momento, no estaba de humor.
—¿Qué quieres? —solté sin la menor simpatía.
El sujeto pareció comprender que no estaba dispuesta a ir con él, así que se inclinó un poco y susurró:
—Tenemos que hablar, Lana.
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