Capitulo 12: Seduciendo a Adonis


Juego seductor

★†★

Evans me llevaba a mi residencia en su auto, faltaba unas cuadras para llegar a la universidad, habíamos pasado por una farmacia por una crema antigolpes, me la eché en el rostro casi esperando que hiciera efecto enseguida. Escuchaba un chiste que me contaba Evans para elevarme el ánimo cuando miré por la ventana y la tranquilidad que sentía se evaporó de repente.

—¡Detente!, detente —casi grité.

Él frenó el auto orillándose a un costado de la calle, observé como sacaba el arma rápidamente de la guantera y le tomé la mano.

—Espera —le dije, pero mis ojos estaban en Adams, salía de un edificio de mala muerte cargando unas cajas hacia su auto donde estaba la mujer rubia que reconocí como la borracha que estaba el día que audicioné cuando fui a buscar trabajo a Tregua City.

Adams le dio las cajas a la mujer y ella se montó en su auto para irse por la solitaria calle, él miró a los lados y caminó devuelta al edificio, si no fuera por las luces y las personas que logré ver dentro antes de que cerrara la puerta, hubiera jurado que era un edificio deshabilitado y abandonado.

¿Qué caraj...?

—Ese es Adams Deluca, es hijo del decano y hermano de mi jefe Adonis —expliqué—, ¿qué hace aquí?

Esperamos unos segundos y al ver que Adams no iba a salir, Evans guardó nuevamente el arma en la guantera y arrancó el auto.

—Posiblemente esté involucrado en los negocios con Adonis, incluso en el juego —dijo—, después de todo son hermanos.

—Adams me había dicho que no trabajaba ahí —dije—, me hizo entender que apenas conocía los negocios de Adonis, pero esa mujer rubia estaba en Tregua City el día que fui a buscar el trabajo.

Evans continuó manejando hasta llegar a mi residencia, yo me quedé pensando.

—Tal vez, Adams está mintiéndote —Dijo— ¿Crees que sospecha de ti?

 Adams parecía muy sincero, siempre me había parecido honesto y Adonis el idiota.

—No lo creo, aunque me ha hecho muchas preguntas... Creo que tendré que vigilarlo más de cerca —dije—, después de todo, creo que de esa forma también podré acercarme a Adonis.

—Esa es mi Karol —se acercó y me dio un beso en la mejilla—, sabes que no estás sola, y que todos confiamos en ti.

—Lo sé —susurré sintiéndome de repente agotada—, me alegró verte.

—A mí también —susurró—, pero es hora de que sigas siendo Karol Casper.

Afirmé con la cabeza, y me bajé del auto hasta mi residencia, Neida estaba durmiendo plácidamente, así que intenté no hacer ruido, me volví a aplicar la crema para los golpes y me acosté para por fin terminar este noche tan extraña.

*

Habían pasado varios días donde no salí para que los moretones de mi rostro mejoraran, ya debía dejar las vacaciones e intentar de mantenerme enfocada. Cubrí el moretón con maquillaje y me corté el flequillo para que cubriera mi frente y así pasar completamente desapercibida. Terminé la clase de Teoría de la dicción y salí al cafetín por algo de comer cuando vi a Adams sentado en una mesa, estaba leyendo un libro.

Bien Karol, es tu momento de brillar.

—¿Qué lees? —me senté a su lado observando la portada del libro en el titulo se leía: "Los miserables".

—Un libro —respondió apenas mirándome, pero cuando notó mi flequillo sonrió un poco—, con ese corte luces más inocente.

¿Eso era bueno o malo?

Supongo que bueno.

—Oye —continuó—, lo siento si te incomodé por eso de insistir en que me dijeras lo de la violación...

Ay no, por favor, ya basta.

— ¿Qué harás más tarde? —Interrumpí—, no me digas que seguir leyendo porque me suicido.

—Pretendía seguir leyendo —dijo con una ligera sonrisa.

—¡No! Vamos, ¿recuerdas que iba a ayudarte a salir con Cheila? Hoy es un día perfecto.

Entrarle hablando de la chica que le gustaba era un avance para acercarme más a él.

—Cheila me presentó a su novio esta mañana, al parecer era el chico que siempre le había gustado y se hicieron novios hace unos días —suspiró pesadamente—. Como sea... podemos ir a mi fraternidad, compré una película ayer.

Vaya, Cheila era una perra, ella debía de saber que Adams estaba enamorado de ella, creo que era evidente para cualquiera que prestara solo un poco de atención. Sabía que no era su obligación deberle algo a Adams si no le correspondía a su amor, pero igual me caía mal.

No quería ver a Adams triste.

—¿Me estás invitando a tu habitación a ver una película? —Bromeé—, no me digas que se llama la anaconda cabezona.

—Qué graciosa —dijo—, se llama a 2 metros de ti ¿la has visto?

—No, pero apuesto a que es romanticona —sonreí—. Quieres seducirme ¿uh?

Adams giró los ojos con dramatismo y luego soltó una ligera carcajada al igual que yo.

No parecía ocultar cosas, ¿pero qué hacía en la madrugada en aquel edificio que parecía abandonado?

Nos fuimos en su auto hasta la fraternidad mientras él hablaba de una discusión que hubo en su clase con una estudiante y el profesor mientras discutían la vida de Elizabeth y Darcy en orgullo y prejuicio, en realidad no me interesaba, pero solo lo dejaba hablar.

Al llegar subimos las escaleras y nos encerramos en la habitación de Adams, él instalaba las cosas en la televisión mientras yo observaba los alrededores  con más detenimiento en busca de algo que lo delatara.

Pero no había nada.

Si Adams puede ser sincero y directo, entonces yo también.

—Oye, uhm —comencé—, ¿Qué hiciste ayer en la noche?

—¿Yo? Nada —apenas me miró—, ¿por qué?

No fue ayer estúpida, fue el martes en la madruga cuando lo viste.

Ups.

—¿Nada, enserio? —Dije incrédula—, ¿y el martes?

—¿El martes en la noche? —Pensó por un instante—, me quedé durmiendo, no suelo salir los días de semana.

Joder.

Entonces Evans tenía razón, Adams estaba mintiéndome, no quería que supiera lo que hacía.

Adams mencionó que tenía un paquete de palomitas de maíz para microondas, así que dije que yo me ocuparía de hacerlas mientras él terminaba de colocar la película.

Bajé a la cocina, me perturbaba un poco el silencio de la casa, me imaginaba que el resto de las personas debía de estar en la universidad, de seguro llegaban en la noche o los fines de semana cuando hacían fiestas alocadas a lo Jersey Shore.

La cocina era plateada, en todos lados podía ver mi reflejo. Coloqué la bolsa dentro del microondas y apreté los minutos que decían las instrucciones, casi enseguida escuché como comenzaban a explotar las semillas, así que empecé a buscar algún envase para echarlas cuando estuvieran listas.

Busqué en los estantes de arriba, pero solo había platos y enlatados, así que fui a los estantes de abajo encontrando envases de plástico que podrían servir.

—¿Buscas algo?

Me congelé al escuchar esa voz profunda y giré mi cabeza encontrando a Adonis mirándome desde la entrada de la cocina, sus brazos cruzados sobre su pecho y una ceja alzada en confusión.

No fue hasta que reaccioné, que me di cuenta que seguía con el cuerpo doblado hacia abajo y le proporcionaba una buena visión de mi culo en todo su esplendor.

Tomé un envase lo suficientemente grande para echar las palomitas de maíz y lo coloqué en la encimera, me erguí cerrando el estante para poder enfrentarlo.

—Ya encontré lo que buscaba —dije sin evitar coquetear— ¿y tú?

Adonis se acercó, lucía un suéter negro que se aferraba a los músculos de sus brazos, su manera de caminar hipnotizaba porque era muy seguro de sí mismo, como si tuviera el mundo a sus pies.

Efecto Adonis.

Yo solo lo observé hasta que se detuvo frente a mí, sus ojos azules oscuros examinando mi rostro, él tenía una forma de ser que era atrayente, completamente misterioso e intenso.

Su mano se alzó y apartó el mechón de mi frente, cuando las yemas de sus dedos rozaron mi piel me estremecí un poco, estaba helado.

¿Pero qué pasa contigo, estúpida? Reacciona.

—Casi no se nota, luces igual que siempre —dijo apartando la mano, sin embargo se quedó ahí frente a mí, observándome.

Bien Karol, creo que era hora de empezar a jugar. 

—Si es tu forma de decir que siempre te he parecido una diosa hermosa —me acerqué un poco—, entonces gracias.

Adonis alzó la comisura de sus labios en una pequeña sonrisa, pero no se movió de su lugar.

— ¿Crees que caeré en tu juego de seducción, Casper?

Colocó las manos a cada lado de mi cuerpo apoyándolas en la encimera detrás de mí, acorralándome. Di un paso atrás, mi espalda chocó contra la encimera, seguíamos muy cerca.

Interesante, al parecer ambos estábamos coqueteando.

—¿Pero de qué hablas? —Susurré con sarcasmo— ¿crees que una chica pura y cristiana como yo, quiere seducirte?

Adonis soltó una leve risa y se inclinó de modo que ahora respirábamos el mismo aire.

—¿Entonces —su mirada bajó a mis labios por un instante antes de volver a subir a mis ojos— estoy imaginando que te gusto?

Joder, sentía que estaba caliente solo por su mirada y proximidad.

—¿Siempre imaginas cosas conmigo? —Susurré— eso es muy pervertido, pero me da curiosidad, ¿me has imaginado desnuda en la ducha o en un jacuzzi?

Su mirada se profundizó sobre la mía por un instante, relamí mis labios provocándolo aún más y me incliné hacia delante ocasionando que mi nariz rozara la suya.

—¿Qué crees que haces? —dijo Adonis, el olor a palomitas de maíz con mantequilla comenzó a invadirnos al tiempo que parecían explotar con fuerza, como si reaccionaran ante nuestra intensidad.

—Intento recuperar mi trabajo —sonreí—, ¿volverás a contratarme?

Mis manos se deslizaron por su pecho sintiéndolo completamente fuerte, nuestras respiraciones se mezclaban aumentando el deseo entre ambos.

—Ten cuidado —advirtió repentinamente serio—, el que juega con fuego...

—Se quema. —lo interrumpí en el momento que en un impulso acorté la distancia y pegué mis labios a los suyos.

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